Lucho está solo
En la sede del Gobierno, resguardado por cientos de policías y grupos de choque, gente encapuchada con cascos y escudos que portaban dinamita y petardos de largo alcance, preparados para el enfrentamiento. Es la imagen que grafica la soledad de Lucho que, sin darse cuenta, dejó de tener el respaldo del pueblo que lo llevó a la presidencia.
Existe una relación inversamente proporcional entre la legitimidad que tiene un gobierno y la coerción que ejerce. A mayor legitimidad menor será la necesidad de utilizar la coerción para gobernar (y sino vean a Hugo Chávez); mientras que a menor legitimidad mayor es la coerción que se ejerce para sostener a un gobierno. Por eso, es justamente en los momentos de mayor debilidad y pérdida de credibilidad cuando un gobierno apela a imponerse por métodos violentos ante el adversario.
En ese sentido, la forma en la que reaccionó el gobierno ante la marcha de Evo, en cuanto a la interpretación del escenario político y las decisiones que fue tomando, estuvo condicionado por la percepción de debilidad que tiene Arce de sí mismo y no por una lectura objetiva de lo que realmente representaba la movilización en curso.
La convicción de pensar que una marcha viene a derrocar a un gobierno solo se da en el contexto donde ese gobierno se siente fácilmente derrocable; por tanto, si un gobierno se asume frágil, lo que le queda solo es resistir, donde resistir es imponerse por la violencia ante los agresores como medida heroica, pero desesperada. Tal es la lectura hipersimplificada y equivocada que terminó asumiendo el gobierno de Lucho ante la marcha de Evo por su autopercepción de debilidad. Por eso fue cometiendo error tras error, como esquizofrénico que ve al enemigo en todas partes y solo atina a dar golpes erráticos y arbitrarios.
Tal era la desesperación ante la marcha de Evo, que el gobierno llegó a instruir que funcionarios del Estado frenen la marcha, mandando grupos de choque y a la policía a Vila Vila, lo que terminó fracasando. Pero también obligó a que los funcionarios asistan a la concentración de Ventilla el día domingo 22 de septiembre para simular el rechazo a la marcha y enfrentarse a ella de ser necesario. De las 100.000 personas que el gobierno esperaba, no llegaron ni 3.000. Los funcionarios prefirieron hacer caso omiso a las amenazas de despido antes que poner en riesgo su integridad física o enfrentarse a sus propios hermanos.
Pero la presencia de los pocos funcionarios que juntaron en Ventilla y los grupos de choque que llevaron fue rechazada por los vecinos alteños, y la reacción de la gente del gobierno fue confundir a los vecinos con «evistas», y acto seguido los grupos de choque junto a la policía activaron su aparato represivo contra los vecinos desarmados. Este acto torpe generó la indignación de gran parte de la ciudad de El Alto, que pasó de una actitud pasiva frente a la marcha a un abierto apoyo para defender la llegada de Evo.
De esta forma, cada acción desesperada por evitar que la marcha avance se convirtió en actos fallidos que lo único que lograban era establecer una imagen violenta y abusiva del gobierno contra la marcha y el pueblo, lo que fue incrementando el apoyo y la solidaridad de la población hacia los marchistas.
Arce y el gobierno leyeron el conflicto en clave bélica, el enfrentamiento como el último espacio de la defensa del poder; mientras, la marcha de Evo siempre estuvo en el plano político; esto es, en el espacio de la disputa de la legitimidad social de unas demandas o un proyecto. No había plan golpista; el golpe solo está en la cabeza de los asesores del gobierno, que saben que no tienen apoyo social real (parece que intuyen que los dirigentes que compran y prebendizan no tienen bases reales) y que tienen miedo a perder su espacio de poder.
Desde el momento en que se produce la ruptura entre Evo y Arce, Evo ha ido construyendo un movimiento de oposición al gobierno. De su aislamiento inicial, ha logrado progresivamente generar apoyos de los sectores populares del país. Si analizamos por dónde se van decantando las disputas entre arcistas renovadores y los evistas radicales, son los segundos quienes han logrado hacerse del núcleo duro de la base social y territorial del Movimiento al Socialismo, que ven en Evo la experiencia de estabilidad que, en un contexto de crisis económica, se convierte en una imagen esperanzadora que aglutina las aspiraciones de la gente... Mientras Arce termina simbolizando el empeoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares, ahora en una faceta represiva y antipopular.
Arce ahora está más solo que nunca, arrinconado en la casa del pueblo, frente a varios conflictos que se avecinan. Si opta por seguir haciendo caso a sus asesores violentos y antipopulares que lo llevan al escenario bélico, solo acelerará su caída, enfrentando al pueblo con represión. Si retoma el camino del escenario político, deberá reconocer que el contexto ha cambiado con la marcha. Aquellos que vociferaban que el ciclo de Evo ya había acabado y que nadie lo quería, ya no pueden sostener esa afirmación. Esto quiere decir que, si todavía Arce y su gente se asumen como parte del campo popular, deberán reconocer que Evo sigue siendo el factor de unión del MAS y tiene el apoyo mayoritario de la gente.
Desde ese reconocimiento de las condiciones objetivas que le presenta la actual coyuntura, Arce aún tiene la posibilidad de lograr cierta gobernabilidad llegando a acuerdos políticos con los sectores en conflicto, antes de seguir insistiendo en una estéril lucha contra Evo, en la que ya ha perdido.
El otro escenario es el de la traición, que insista en la proscripción de Evo y la sigla del MAS, dejando que algún actor de la derecha clásica se posicione con ventajas en las próximas elecciones, tal como sueñan todos los sectores antimasistas del país y la embajada de EEUU.
CALPU