Lula de Brasil en un desierto de espejos
Siempre en los meandros de la justicia y sin atreverse a presentarse como un líder revolucionario, Lula nunca debe ser subestimado. Una decisión sorprendente de la Corte Suprema que, sin ser definitiva, restituye los derechos políticos de Lula, tuvo el efecto de una bomba semiótica en Brasil y sumió a la nación en un reality show que se desarrolla en un desierto de espejos rotos.
Al principio, parecía que tres variables claves permanecerían iguales:
El ejército brasileño está dirigiendo el espectáculo, y eso no cambiará. Mantienen pleno poder de veto sobre la posibilidad de que Lula se presente a la presidencia por un tercer mandato en 2022, o que sea neutralizado una vez más, con cualquier maniobra legal que se considere necesaria, en el momento de su elección. El presidente Bolsonaro, cuya popularidad ronda el 44%, ahora tendría rienda suelta para movilizar todas las corrientes de derecha contra Lula, con el pleno apoyo de la clase dominante brasileña. El ministro de Economía, el pinochetista Paulo Guedes, seguiría teniendo carta blanca para destruir por completo el Estado, la industria y la sociedad brasileña en nombre del 0,001%.
Luego, 48 horas después, llegó la carga de Lula: un discurso y una conferencia de prensa combinados de tres horas proustianas, comenzando con una larga lista de reconocimientos en los que, significativamente, los dos primeros nombres fueron el presidente argentino Alberto Fernández y el Papa Francisco I, lo que implica un futuro eje estratégico Brasil-Argentina.
Durante esas tres horas, Lula llevó a cabo un magistral ataque preventivo. Plenamente consciente de que aún no ha salido del estancamiento legal, ni mucho menos, no podía proyectarse como un líder revolucionario. En la compleja matriz brasileña, solo la evolución de los movimientos sociales creará, en un futuro lejano, las condiciones políticas para una posible evolución radical.
Hizo hincapié en el bienestar de la sociedad brasileña, el papel necesario del Estado, como proveedor social y organizador del desarrollo, y el imperativo de generar empleo y aumentar los ingresos de la población.
"Quiero que las Fuerzas Armadas garanticen la soberanía de la nación", enfatizó. El mensaje político a los militares brasileños, que tienen todas las cartas en la actual mascarada política, fue inequívoco.
En cuanto a la autonomía del Banco Central de Brasil, señaló que los únicos que se benefician de ella son "el sistema financiero". Y aclaró que la principal circunstancia en la que "deberían tenerme miedo" sería si se vendieran por nada sectores seleccionadas del Brasil productivo, como el gigante energético nacional Petrobras. Por lo tanto, tomó una posición firme contra la campaña de privatización neoliberal en curso.
Obama-Biden
Aunque se sabía que Obama y Biden eran los supervisores (silenciosos) del lento golpe judicial contra la presidenta Dilma Rousseff de 2013 a 2016, Lula no podía permitirse enfrentar a Washington.
Absteniéndose de lanzar una bomba de racimo, no mencionó que el entonces vicepresidente Biden pasó tres días en Brasil en mayo de 2013 y se reunió con Dilma, discutiendo, entre otros temas clave, las fabulosas reservas de petróleo del presal (el litoral marítimo de Brasil). Una semana después, en su primer acto la revolución de color brasileña en curso salió a las calles.
Lula esquivó otra potencial bomba de racimo cuando dijo: "Tenía la intención de construir una moneda fuerte con China y Rusia para no depender del dólar estadounidense. Y Obama lo sabía". Exacto: pero Lula podría haber señalado que esta fue posiblemente la motivación fundamental detrás del golpe, y la destrucción de un Brasil emergente, entonces la sexta economía más grande del mundo. Acumulando un gran capital político en todo el Sur Global.
Lula está lejos de estar lo suficientemente seguro como para correr el riesgo de acusar que toda la operación ideada por Obama-Biden/FBI/Departamento de Justicia de EEUU fue lo que creó las condiciones para la investigación de Lava Jato por crimen organizado, ahora totalmente desenmascarada. El estado profundo estadounidense está mirando. Mira todo. En tiempo real. Y no dejarán escapar a su neocolonia tropical sin luchar.
Sin embargo, el espectáculo de Lula fue una invitación encantada e hipnótica a decenas de millones de personas pegadas a sus teléfonos móviles, una sociedad exhausta, consternada y exasperada por una tragedia multifacética presidida por Bolsonaro.
Lula da Silva durante su primera intervención pública tras ser anuladas las causas abiertas contra él
De ahí el inevitable torbellino que sigue.
¿Qué hay que hacer?
Si se confirma como el último niño que regresa, Lula se enfrenta a una tarea de Sísifo. La tasa de desempleo es del 21,6% a nivel nacional, más del 30% en las regiones pobres del noreste. Alcanza casi el 50% entre los jóvenes de 18 a 24 años.
La asistencia de emergencia del gobierno para la pandemia se fijó inicialmente en poco más de 100 dólares mensuales, en medio de fuertes protestas de la oposición. Ahora que se ha reducido a unos miserables 64 dólares, la oposición se aferra a los 100 dólares que rechazó.
Para el 60% de la clase trabajadora brasileña, el salario mensual es más bajo que el salario mínimo de 2018, valorado en ese momento en alrededor de 300 dólares.
Contrariamente al incesante empobrecimiento, a una gran parte de los industriales brasileños les gustaría que la orquesta neoliberal incondicional de Paulo Guedes (ministro de Economía) siguiera tocando sin obstáculos. Implica la sobreexplotación en serie de la mano de obra y la venta indiscriminada de activos estatales. Gran parte de los depósitos del presal, en términos de reservas ya descubiertas, ya no pertenecen a Brasil.
El ejército ha entregado de facto la economía del país a las finanzas transnacionales. Brasil prácticamente depende de la agroindustria mercenaria para pagar sus facturas. Tan pronto como China logre la seguridad alimentaria, con Rusia (y quizás Argentina) como principales proveedores, este arreglo desaparecerá y las reservas de divisas se reducirán.
Hablar de "desindustrialización" en Brasil - como hace la izquierda liberal - no tiene sentido, porque los propios industriales rapaces apoyan el neoliberalismo y el rentismo.
Agregue a esto un boom del narcotráfico, consecuencia directa del colapso industrial del país, asociado a lo que se podría definir como una progresiva evangelización de la vida social a la manera estadounidense, expresando la anomia predominante, y tenemos el caso más llamativo. del capitalismo del desastre que asola una importante economía del sur en el siglo XXI.
¿Qué hacer entonces?
No hay evidencia concluyente
Por supuesto, no hay evidencia concluyente. Pero todos los juegos de sombras apuntan a un acuerdo. Los actores que parecen unirse a él, con la excepción de los militares, son los mismos que intentaron destruir a Lula: la llamada "juristocracia", los poderosos medios de comunicación, y la diosa del mercado.
Después de todo, Bolsonaro, que es la encarnación de un proyecto militar desplegado desde por lo menos 2014, no solo es malo para los negocios: su inconsistencia psicótica es francamente peligrosa.
Por ejemplo, si Brasilia corta el acceso de Huawei a la 5G en Brasil, tarde o temprano los mercenarios de la agroindustria se comerán su propia soja, porque la represalia china será devastadora, siendo China el mayor socio comercial de Brasil.
Los giros clave de la trama siguen sin respuesta. Por ejemplo, no está claro si la decisión de la Corte Suprema, que puede ser revocada, se tomó únicamente para proteger la investigación de 'Lava Jato', que fue de hecho un 'racket' [delito], y a su superestrella al estilo Elliott Ness, el juez provincial Sergio Moro, hoy desacreditado.
Tampoco si se puede desencadenar una nueva via crucis judicial para Lula si así lo deciden sus manipuladores. Después de todo, la Corte Suprema es un cártel. Prácticamente cada uno de los 11 jueces está comprometido en un grado u otro.
La variable primordial es lo que realmente quieren los Señores Imperiales. Nadie dentro del Beltway [Ruta de la seda] tiene una respuesta concluyente. El Pentágono quiere una neocolonia brasileña, con una mínima influencia de Rusia y de China. Es decir, un BRICS fracturado. Wall Street quiere el máximo de saqueo. Tal como están las cosas, el Pentágono y Wall Street nunca han estado en mejor posición para lograrlo.
Obama-Biden 3.0 quieren una cierta continuidad: el sofisticado proyecto estratégico de principios y de mediados de la década de 2010 para destruir Brasil a través de una Guerra Híbrida se desarrolló bajo su patrocinio. Pero ahora debe hacerse bajo una gestión "aceptable". Para los líderes demócratas, Bolsonaro, en todos los niveles, está irremediablemente vinculado a Trump.
Por lo tanto, ese es el acuerdo crucial a monitorear a largo plazo: "Lula/Obama-Biden 3.0."
Los iniciados de Brasilia, cercanos al ejército, sugieren que si el consorcio Deep State/Wall Street obtiene su nueva canasta de regalitos -China fuera de la 5G; aumento de las ventas de armas; privatización de Eletrobras; las nuevas políticas de precios de Petrobras, etc.- el ejército puede descartar a Lula de nuevo en cualquier momento.
Siempre en modo de negociación, Lula había actuado incluso antes de la decisión de la Corte Suprema. A finales de 2020, Kirill Dmitriev, director del Fondo de Inversión para el Desarrollo de Rusia que financió la vacuna Sputnik V, concertó una cita con Lula, tras identificar al ex presidente como uno de los signatarios de una petición del premio Nobel Muhammad Yunus pidiendo que las vacunas Covid-19 sean un bien común. La reunión fue fuertemente alentada por el presidente ruso Vladimir Putin.
Finalmente, resultó en que decenas de millones de dosis de Sputnik V estuvieran disponibles para un grupo de Estados del noreste de Brasil. Lula jugó un papel clave en la negociación. El gobierno federal, que primero cedió a la fuerte presión estadounidense para demonizar al Sputnik V, luego se enfrentó a un desastre de vacunas, y se vio obligado a subirse al tren e incluso ahora está tratando de atribuirse el mérito de ello.
Tal como está, la emocionante telenovela frenéticamente política puede tener todas las características de un cruce de operaciones psicológicas entre los MMA y WWE [artes marciales y 'lucha' libre], con algunos buenos y con una gran cantidad de malos.
A la casa (militar) le gustaría dar la impresión de que controla todas las apuestas. Pero Lula, como un practicante político consumado de flotar como una mariposa y picar como una abeja, nunca debe ser subestimado.
Tan pronto como la domesticación del Covid-19 lo permita, en gran parte gracias a la vacuna Sputnik V, la mejor apuesta de Lula será salir a la carretera. Lanzar a las masas trabajadoras magulladas a las calles, energizarlas, hablarles, escucharlas. Internacionalizar el drama brasileño mientras trata de cerrar brecha entre Washington y los BRICS.
Y actuar como el verdadero líder del Sur Mundial que nunca ha dejado de ser.
Asia Times Online. Traducción: Carlos Debiasi, para Correo de la Diaspora.