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Mundo :: 14/12/2013

Mandela, africano, revolucionario, humanista

Miguel Urbano Rodrigues
Hoy los sacerdotes del capital simulan olvidar que el humanista Mandela fue un revolucionario consecuente, omiten que Mandela no fue un Gandhi africano

La muerte de Nelson Mandela conmovió a la humanidad. La emoción se justifica. La Historia registra pocos casos de una fusión tan harmoniosa de un hombre con las aspiraciones y el combate de su Pueblo por la libertad y la independencia. Mandela fue el iniciador y el guía de la lucha revolucionaria de los negros de Sudáfrica contra el engranaje monstruoso que los oprimía. Su palabra y su ejemplo han sido decisivos para conducir a la victoria la lucha de clases que hizo posible la destrucción del apartheid, que durante décadas contó con la complicidad del imperialismo y el apoyo de poderosas transnacionales mineras.

El gigantismo de su sepelio y la atmósfera que lo envolvió no sorprenden. Pero la unanimidad de los elogios al hombre y al estadista no ayudan a comprender ni su personalidad ni su compleja intervención en la Historia.

El coro de elogios en que participaron aquellos que durante años identificaron en él un terrorista peligroso casi encubrió opiniones críticas de decisiones polémicas tomadas por Mandela cuando asumió la Presidencia.

Pero, para los historiadores, esas críticas deben ser tema de reflexión. El héroe casi mítico de la independencia ha sido censurado porque, una vez elegido, no cumplió parte del programa del ANC. Las críticas son a mi juicio, improcedentes. Si Mandela hubiera llevado adelante la prometida Reforma Agraria, especialmente la expropiación de los grandes terratenientes de origen europea, propietarios de las mejores tierras del país, la gran mayoría de los 5 millones de blancos habría abandonado masivamente Sudáfrica, en gigantesco éxodo. La economía del país se hubiera desplomado.

Es un hecho que el rumbo de Sudáfrica decepcionó a los que esperaban verla encaminada al socialismo. Esa era sin embargo una aspiración romántica después de la desaparición de la Unión Soviética, en un contexto histórico hegemonizado por el imperialismo estadounidense.

Transcurridos 18 años sobre la victoria electoral del ANC y el fin del apartheid, Sudáfrica continua siendo una sociedad capitalista enmarcada por desigualdades profundas, chocantes. En ella surgió una próspera, arrogante y corrupta burguesía negra. Esa realidad facilita la comprensión de los encomiásticos elogios póstumos a Mandela, provenientes de los gobernantes de EEUU y de la Unión Europea. La admiración que hoy expresan por el héroe africano es tardía y profundamente farisaica. Durante los 28 años en que permaneció en la cárcel de la isla de Robben han apoyado al apartheid y la represión contra la mayoría negra.

Es oportuno recordar que en 1997, cuando la Asamblea General de la ONU aprobó una Resolución exigiendo la liberación inmediata de Nelson Mandela, solamente tres países votaran contra: los EEUU de Ronald Reagan, el Reino Unido de la Thatcher y (para vergüenza nuestra) el Portugal de Cavaco Silva (actual Presidente).

Hoy los sacerdotes del capital simulan olvidar que el humanista Mandela fue un revolucionario consecuente, omiten que el Mandela dialogante no fue un Gandhi africano. Iluminan la imagen del estadista de la concordia entre negros y blancos, mas ocultan la del defensor de la lucha armada contra el apartheid. Sería incómodo para Barak Obama (que pronunció en Johanesburgo el discurso de la hipocresía), Cameron, Hollande y otros dirigentes imperialistas reconocer que Mandela fue miembro del Partido Comunista de Sudáfrica y que, tal como Marx, no ignoraba que la violencia ha sido la partera de la Historia.

Los medios que hoy elogian al humanista Mandela eliminaron de sus archivos las fotos de la visita que el defensor de la lucha armada hizo en 1962, de puño erguido, a la Argelia de Ben Bella y, muchos anos después, su abrazo fraterno a Fidel Castro y su solidaridad con el libio Muamar Gaddafi y el palestino Yasser Arafat.

La grandeza de Nelson Mandela no es minimamente afectada por haber erigido la lucha armada en pilar de su combate contra la opresión racista. Esa opción es, al contrario, inseparable de su humanismo revolucionario.

Vila Nova de Gaia, 13 de diciembre de 2013
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