Mariátegui, un lamentable olvido
Mariátegui nace en Moquegua, al sur del Perú, en un hogar de la baja clase media el 14 de junio de 1895. Abandonada por su padre, el inmigrante vasco Francisco Javier Mariátegui Requejo, la familia emigra a Huacho, donde reside su rama materna. En esa localidad, y ya como estudiante en la escuela primaria, Mariátegui sufre un accidente en la escuela, por lo que es trasladado a Lima e internado en la Maison de Santé. Ese duro golpe en la rodilla izquierda le causará no solo una extensa convalecencia de cuatro años en Lima sino también una permanente minusvalía física y, ya de adulto, la amputación de esa pierna y, finalmente, su muerte cuando aún no había cumplido los 36 años de edad.
Producto de su internación hospitalaria no puede continuar sus estudios en la escuela primaria, por lo que su formación fue, como él mismo lo declara, completamente autodidáctica. Desde finales de 1919 hasta mediados de 1923 –nos dice en esa breve noticia sobre su vida– viajó por Europa, adonde había llegado gracias a una forma disimulada de deportación: una beca, otorgada por el gobierno de Augusto Leguía, deseoso de sacarse de encima a un joven y promisorio periodista que, por entonces, había fundado el diario La Razón desde donde criticaba al gobierno, apoyaba la reforma universitaria y las luchas obreras al punto tal de convertirse en el portavoz de la Federación Obrera Regional Peruana.
De su periplo europeo nos dice Mariátegui que “viajé por Europa. Residí más de dos años en Italia, donde desposé una mujer y algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países. Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me concerté con algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan estas estaciones de mi orientación socialista. A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve, como ya lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y me quedé muy delicado. Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada. Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten».
Este período europeo fue decisivo en la formación ideológica y teórica del joven peruano. Adolfo Sánchez Vázquez observó con razón que hay tres etapas muy claramente delimitadas en la vida pública de Mariátegui. Una primera, que transcurre entre 1911 y 1919, con nuestro autor contando entre los 17 y 26 años y concentrado en sus labores periodísticas. Son años en que las primeras movilizaciones obreras y la Reforma Universitaria lo apartan de sus intereses literarios y estéticos y lo impulsan irresistiblemente hacia la política y hacia posturas antioligárquicas.
El segundo período es, precisamente, el que se escenifica en Europa. Allí es testigo, en Italia, de una coyuntura extraordinariamente virulenta de la lucha de clases: las convulsiones producidas por la desarticulación económica y social propias del fin de la guerra, las promesas incumplidas de los gobiernos y la reacción de obreros y campesinos, la ocupación de fábricas en Turín, la fundación del Partido Comunista Italiano (PCI) –consumada en el Congreso de Livorno de 1921, al cual asistió como corresponsal– y sus contactos con dos jóvenes figuras del PCI: Antonio Gramsci y Umberto Terracini, gracias a los cuales adquirió un conocimiento muy exhaustivo de la Revolución Rusa y la Tercera Internacional, algo imposible de obtener en su Perú natal.
Es también consternado testigo del nacimiento y consolidación del fascismo, y su irresistible ascenso hacia la toma del poder en 1922. El tercer período encuentra a Mariátegui llegando de regreso al Perú en marzo de 1923 y ya por entonces convertido en un socialista marxista. Son sus años maduros, en los que desarrolla una intensa actividad teórica y práctica a la vez; pero también son los del agravamiento de su dolencia que lo lleva, en 1924, a tener que sufrir la amputación de su pierna izquierda y, poco después, a padecer de una casi total inmovilidad física.
Ni bien llega al Perú toma contacto con Víctor Raúl Haya de la Torre, el futuro fundador del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Cuando este debe marcharse al exilio, en octubre de 1923, le cede la dirección de la revista Claridad.
Durante unos pocos años transitaron juntos por los senderos de la política peruana. Luego, la progresiva radicalización del pensamiento y la acción de Mariátegui y la simétrica capitulación del autor de El antiimperialismo y el APRA hasta finalizar confinado en los límites de un inofensivo populismo retórico privado de todo filo (no digamos revolucionario sino ni siquiera reformista), llevaron al primero a romper en 1928 con Haya de la Torre, a fundar el Partido Socialista Peruano (PSP) y a acercarse a la Tercera Internacional.
Debido al empeoramiento de su salud no puede asistir a la Primera Conferencia de Partidos Comunistas Latinoamericanos, reunida en Buenos Aires en junio de 1929, dando cumplimiento a una directiva emanada del VI Congreso de la Internacional Comunista (IC) que había sesionado en Moscú en el año 1928. Imposibilitado de viajar, nombra como delegados al obrero Julio Portocarrero y al joven médico Hugo Pesce, quienes tienen una destacada actuación en dicho cónclave defendiendo las heterodoxas posturas de Mariátegui. Al año siguiente funda la Confederación General de Trabajadores del Perú. Muere el 16 de abril de 1930, debido a las complicaciones surgidas por la amputación de su pierna.
Estos últimos siete años constituyen, de lejos, el período donde el pensamiento creador de Mariátegui se despliega con toda su fuerza y donde se encuentran sus aportes más sugerentes y fecundos, que le valieron ser considerado, según lo recuerda Sánchez Vázquez, como «el primer marxista de América Latina» y, también, como «el Gramsci de América Latina».
Primer teórico marxista no solo por su ubicación en la línea cronológica sino probablemente también (aunque aquí habría espacio para una amigable controversia) en relación con los marxistas que le sucedieron. Y un verdadero gramsciano latinoamericano porque, entre muchos otros parecidos, su obra corrió la misma suerte que la del italiano: fue repudiada en su época por los mandarines de la Tercera Internacional y por la dirigencia de los partidos comunistas hasta que el paso del tiempo le hizo justicia y se produjo su justa reparación.
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Nota: Párrafos escogidos de mi “Prólogo” para una nueva edición del clásico libro de Mariátegui: Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana (Buenos Aires: Capital Intelectual, 2012)
La Haine