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Mundo, Cuba :: 03/07/2019

Mariátegui y Guevara: El sacrilegio de hacer la historia

Javier Larraín
Los dos marxistas más profundos e influyentes de nuestra América, José Carlos Mariátegui y Ernesto Che Guevara

Lenin, con peluca y sin bigotes

En Las pantuflas de Stalin y otras historias el escritor José Miguel Varas reproduce la entrevista a Margarita Vasílievna Fofánova, dueña del departamento del barrio obrero de Víborg [Rusia], al que arribó, procedente de Finlandia, Konstantín Petrovich Ivanov (Lenin), el viernes 22 de septiembre (5 de octubre) de 1917.

Margarita Vasílievna cuenta cada día de “encierro” de Lenin en un pequeño cuarto, el que solo abandonaba para comer y caminar en la sala del departamento, con peluca y sin bigotes.

Allí llegó Lenin tras dirigir la carta[El marxismo y la insurrección] del 15 (28) de septiembre al Comité Central del partido bolchevique –que ignoró por días su presencia clandestina en Petrogrado–, donde planteó el deber y urgencia de “tomar el poder”. Propuesta que fue desechada. “No es el momento”, dijeron varios.

El mes de octubre Lenin lo dedicó a “convencer” a los dirigentes bolcheviques de la pertinencia de llevar a cabo de una vez la insurrección. En reunión del 16 de octubre (29) obtuvo los votos necesarios. Nueve días después nacía la Revolución.

Hasta la victoria de los bolcheviques, con la excepción de la fugaz experiencia de la Comuna de París, el socialismo y el comunismo eran cuestiones puramente teóricas. Contrariando a sus antecesores, Lenin develó, primero, los desaciertos de los populistas rusos, y segundo, las claudicaciones de Plejanov y Kautski. Al tiempo que consagró gran parte de 1917 a persuadir a sus propios camaradas de que el triunfo de una revolución socialista era posible. En efecto, golpeteó a los vacilantes y dio paso al experimento social más trascendental de la humanidad. Al evaluar estos hechos, un veinteañero Gramsci sentenció en Avanti: “Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx”.

José Carlos y Ernesto: la sabiduría de desaprender

Los dos marxistas más profundos e influyentes de nuestra América, José Carlos Mariátegui y Ernesto Che Guevara, nacieron el mismo día: 14 de junio. El peruano, en el poblado de Moquegua en 1894; el argentino, en la ciudad de Rosario en 1928.

Ambos pertenecieron a familias de una pequeña burguesía intelectual, con el tiempo relativamente empobrecidas; ambos padecieron en su infancia accidentes y enfermedades crónicas, que les acompañaron toda la vida; ambos tuvieron que trabajar siendo adolescentes, para contribuir con los gastos de sus hogares; ambos abrazaron el oficio del periodismo y la escritura, y tempranamente se dejaron seducir por Carlos Marx; ambos brillaron en su época y murieron sin cumplir siquiera 40 años.

Aunque no llegaron a conocerse en persona, el joven Guevara sí tuvo el privilegio de dialogar, de la mano del doctor Hugo Pesce, con la obra cumbre del Amauta, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Desde ese instante, los puentes entre ambos quedaron tendidos para siempre.

En la Sierra Maestra, ya con el grado de comandante, Guevara escribió en 1957 al Coordinador Nacional del Movimiento 26 de Julio: “Pertenezco por mi formación ideológica a los que creen que la solución de los problemas del mundo está detrás de la llamada Cortina de Hierro”. La respuesta de su compañero, René Ramos Latour, se centró en enaltecer las cualidades humanas de José Martí. A pocos meses de su muerte, en el Diario de Bolivia, un maduro Guevara reflexionó: “26 de julio… revolución contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios”.

¡Ahora es cuando!

En El marxismo en América Latina el filósofo Michael Löwy acierta en reconocer tres virtudes de José Carlos y Ernesto: 1) La honestidad intelectual y valentía para desprenderse y desafiar los dogmas imperantes en la izquierda –en esa época de notable corte estalinista–, la práctica decidida de la herejía; 2) Su inclinación por proveer al marxismo de un ropaje humanista, lejano de cualquier mecanicismo; 3) La fe en el ser humano y en la posibilidad cierta de la construcción del socialismo.

Al igual que Lenin, Mariátegui y Guevara ofrecieron la totalidad de sus capacidades humanas, intelectuales y políticas a la causa de los humildes. Estudiaron, militaron y fundaron. No dudaron de la justeza de sus ideas y desatendieron a los oportunistas del “no es el momento”. Concluyeron que las revoluciones sociales no son hijas de la razón, sino que son precisamente obras de mujeres y hombres dispuestos a correr los límites establecidos, de revolver la Historia hasta hacerla estremecer, porque, al fin y al cabo, ¿quiénes hacen la Historia?

www.correodelalba.org

Colección de textos de Mariategui: https://amauta.lahaine.org/seccion/textos-jose-carlos-mariategui/

 

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