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Europa, EE.UU. :: 15/03/2025

Matices

Nahia Sanzo
Rusia modera su negativa a un alto el fuego que beneficia a Ucrania, mientras exige que se avance hacia un proceso al que Kiev llegaría debilitada por la pérdida de su baza de Kursk

[En la foto, el enviado de Trump a Moscú, Steve Witkoff.]

“Existe una propuesta estadounidense de alto el fuego integral, Ucrania está dispuesta a acatar las reglas, y luego está Rusia, que claramente no está dispuesta a existir al margen de la guerra. Esto debe evaluarse con imparcialidad, y deben tomarse las siguientes decisiones lógicas sobre su aplicación”, escribía ayer Mijailo Podolyak, una de las personas más beligerantes a lo largo de estos años, pero que rápidamente ha cerrado filas con el resto de la Oficina del Presidente para seguir el farol de Kiev en su aceptación de un alto el fuego de 30 días que horas antes de la reunión habían rechazado y que según el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania, se gestó fundamentalmente gracias a la insistencia, se entiende que de EEUU.

La reunión de Yeda había otorgado a Ucrania gran parte de sus objetivos -el acuerdo de minerales y, sobre todo, que Washington no viera a Zelensky como un obstáculo contra la paz-, aunque no todos. Kiev no tuvo más remedio que aceptar la propuesta estadounidense, posteriormente rebautizada como ucraniano-estadounidense, de un alto el fuego completo.

Inmediatamente, el país que incumplió todos y cada uno de los innumerables procesos de alto el fuego de los años de Minsk y que obstaculizó, a base de introducir nuevas condiciones o simplemente dilatar el proceso, los acuerdos de paz durante siete años, se convirtió en el principal adalid de la paz. No había contradicción entre esa postura de exigir la paz justa y duradera lo antes posible y anunciar que el país jamás renunciará a los territorios perdidos, cuya liberación exige, o que Zelensky y sus aliados sigan trabajando en unas garantías de seguridad con presencia militar de países de la OTAN como parte esencial de un acuerdo de paz que saben que Rusia no puede aceptar.

En realidad, el alto el fuego actual parecía a primera vista el equivalente temporal a presentar como solución definitiva la presencia de la Alianza, una de las causas principales del estallido de la guerra. Esa actitud y el precedente de Minsk, que dejó claro que un alto el fuego sin un marco político que avance hacia un acuerdo definitivo nunca es sostenible, provocó dudas sobre cuál sería la respuesta rusa, de ahí la campaña con la que las autoridades occidentales han insistido hasta la saciedad en la frase “la pelota está en el tejado de Rusia”.

El acuerdo impuesto por EEUU sobre un actor sin capacidad de negarse a la voluntad de quien le suministra el armamento y la inteligencia ponía a Rusia en una posición incómoda, ante la necesidad de aceptar o rechazar una medida que a priori no le beneficia -no es Rusia quien ha perdido la iniciativa en el frente, ni se encuentra al borde del colapso en Kursk ni sufre dificultades para reclutar suficiente infantería que seguir enviando a la primera línea- y en cuya negociación no ha participado.

“No hay negociación pública. Un alto el fuego no significa nada si la guerra regresa. Ucrania necesita disuasión. El papel de Europa en las conversaciones no está claro, pero las sanciones y los compromisos de seguridad son importantes. El acuerdo sobre minerales con EEUU no garantiza la seguridad, pero vincula los intereses de EEUU con Ucrania”, escribió Tymofiy Mylovanov, exministro de Economía en la primera etapa de Zelensky y ahora presidente del Kyiv School of Economics, para resumir las palabras de Marco Rubio tras la reunión de Yeda.

Ucrania no solo había conseguido que Mike Waltz afirmara que hay sintonía entre Washington y Kiev, con clara voluntad de buscar el final de la guerra, sino que logró también que Marco Rubio se refiriera a la necesidad de garantías de seguridad y admitiera que el acuerdo de minerales no es exactamente el escudo que se necesita. Teniendo en cuenta que al día siguiente el Secretario de Estado de EEUU habló de la necesidad de incluir a los países europeos en las negociaciones, todo indica que la postura de Washington en este sentido no ha cambiado y que espera que sean los países continentales los que se hagan cargo de la gestión y la factura de esas medidas que deben garantizar la seguridad de Ucrania.

Desde que finalizó la reunión en Arabia Saudí y se dio a conocer la propuesta de alto el fuego de 30 días además de los planes de un inminente viaje de Steve Witkofff, aparentemente designado para gestionar la negociación directa entre EEUU y Rusia, la principal línea de especulación ha sido qué respondería Moscú.
Las proclamas por la paz de los mismos países que llevan semanas hablando de la necesidad de continuar luchando hasta que Ucrania alcance una posición de fuerza y sus exigencias de aceptar el alto el fuego a Rusia mostraban claramente la teatralización de una jugada a la que Moscú respondió anteayer. El Kremlin no podía permitirse el lujo de dar a los países europeos y Ucrania la satisfacción de presentar a Rusia como el obstáculo para la paz, por lo que era de esperar una moderación de la retórica de negación del alto el fuego en favor de la búsqueda de una solución permanente.

“Rusia presenta sus exigencias para las conversaciones con EEUU sobre Ucrania”, escribía ayer por la mañana Reuters, que enumeraba una serie de propuestas rusas aunque sin saber exactamente si se trataba de exigencias para aceptar el alto el fuego o para la paz definitiva. Teniendo en cuenta que entre ellas se encuentran la cuestión de la OTAN y las fronteras entre Rusia y Ucrania, es evidente que se trata de la posición de máximos que Moscú pretende llevar a una negociación, ya sea con Washington, Kiev o con ambas. Sin embargo, ni esa especulación ni la realizada por Financial Times sobre las negociaciones silenciosas acerca de la posibilidad de que Ucrania se convierta en una “gran Austria”, un modelo de neutralidad que ha funcionado durante ocho décadas, resolvían la pregunta de si el Kremlin aceptaría la tregua que le propone EEUU.

Por la mañana, cuando se conocía ya que el avión que trasladaba a Steve Witkoff de Doha a Moscú estaba ya en el aire, uno de los principales asesores de política exterior del Kremlin realizaba las primeras declaraciones oficiales específicamente sobre la propuesta. Al referirse a la posibilidad de un alto el fuego de 30 días, Yuri Ushakov insistía en que Moscú busca “una resolución a largo plazo que tenga en cuenta los intereses y preocupaciones de Moscú”, un comentario que medios como la BBC entendieron como un indicio de que Rusia no aceptaría la propuesta, como posiblemente esperaran Kiev y sus aliados más beligerantes. Poco después, Dmitry Peskov confirmaba implícitamente que Vladimir Putin, que el miércoles visitó Kursk, se referiría a la guerra de Ucrania en su rueda de prensa conjunta con Alexander Lukashenko. A lo largo del día, se confirmaba también que la reunión con Witkoff, primera ocasión desde la invasión rusa que el presidente ruso se vería cara a cara con un enviado de EEUU, iba a producirse ayer por la tarde.

En la comparecencia ante los medios, en la que los presidentes de Rusia y Bielorrusia ratificaron el acuerdo de seguridad mutua, Vladimir Putin mostró finalmente la postura del Kremlin sobre una propuesta que aún no había recibido oficialmente. Ver el farol ucraniano y elevar la apuesta siempre fue la posición más cómoda, que en el discurso del presidente Putin puede definirse como “sí, pero con matices”.

Como se esperaba, ya que Moscú no puede permitirse decir no a un alto el fuego, el presidente ruso se mostró favorable a un cese de la violencia, pero exigió condiciones. Los problemas planteados y las medidas propuestas no están entre las que enumeraba Reuters, sino que están destinadas a hacer funcionar el proceso y, sobre todo, dirigirlo a esa fase que Kiev lleva tiempo tratando de evitar, una negociación final en busca de un acuerdo definitivo. En otras palabras, Rusia modera su negativa a un alto el fuego que beneficia a Ucrania, mientras exige que se avance hacia un proceso al que Kiev llegaría debilitada por la pérdida de gran parte de su baza de Kursk.

“Si detenemos las acciones militares durante 30 días, ¿qué significa esto? ¿Que todos los soldados de las Fuerzas Armadas de Ucrania que están en la región de Kursk se irán sin luchar? ¿Que les dejaremos salir de allí después de que hayan cometido muchos crímenes contra civiles? ¿O los dirigentes ucranianos darán la orden de deponer las armas y rendirse? Esto no está claro”, afirmó Vladimir Putin en clave interna.

“Rusia está de acuerdo con las propuestas de cese de hostilidades, pero parte del hecho de que debe conducir a una paz duradera. Estamos a favor de un alto el fuego, pero hay matices” insistió para pasar a detallar cuestiones concretas sobre el funcionamiento del alto el fuego, entre las que destacan cómo se avanzaría de ese proceso de silencio a una negociación para buscar el final del conflicto y especialmente cómo se verificaría el cumplimiento. La experiencia de Minsk muestra la importancia de la verificación del régimen de silencio y la dificultad para mantener el alto el fuego, algo que sería mucho más complicado actualmente, con un frente tan extenso como el rusoucraniano.

“También queremos garantías de que, durante el alto el fuego de 30 días, Ucrania no se movilizará, no entrenará soldados y no recibirá armas”, añadió finalmente Putin, aportando la condición más severa y que, sin duda, será rechazada. Al fin y al cabo, supeditar la entrega de armamento a Kiev a una negociación es parte integral del plan Kellogg-Fleitz que la administración Trump está poniendo en marcha. En el momento en que Ucrania aceptó el alto el fuego y los términos de negociación propuestos por Washington, la reanudación del suministro de armamento y munición fue inmediata y no va a ser revertida.

Con sus palabras, Vladimir Putin quiso mostrar una postura constructiva, aunque crítica, con una propuesta que, a priori, parece dispuesto a aceptar, pero en cuya negociación quiere participar. El juego de presentarse como principal garante de la paz no ha hecho más que empezar y Rusia sólo ha elevado la apuesta y se ha introducido en una negociación que continúa. Lo hizo hasta pasada la medianoche de ayer con la reunión entre el presidente ruso y el enviado de Trump, Steve Witkoff, de la que, por el momento, no han trascendido más detalles que el optimismo mostrado por Mike Waltz, Asesor de Seguridad Nacional de EEUU.

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