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Europa :: 19/02/2025

MEGA: ¿Trumpismo a la europea?

Carmen Parejo
La UE ha demostrado que su rechazo a la extrema derecha es, en el mejor de los casos, selectivo: no hay 'cordón sanitario' si estos partidos apoyan a la OTAN

[En la foto: Vista del evento "Cumbre de Madrid: Haz que Europa vuelva a ser grande". España, 8 de febrero de 2025.]

El pasado fin de semana, líderes de la extrema derecha europea se dieron cita en Madrid (España), bajo el lema 'Hacer Europa grande otra vez' (Make Europe Great Again, MEGA). La elección de este eslogan no es casual, ya que evoca directamente con el 'Make America Great Again' de Donald Trump. En ese sentido, cabe preguntarnos: ¿se trata solo de una estrategia de marketing o un intento real de trasladar el trumpismo a Europa?

Tras la crisis del modelo fordista-keynesiano en los años 70, las economías desarrolladas de Europa y EEUU exportaron su crisis al Tercer Mundo, lo que tuvo consecuencias internas. A la pérdida de capacidad industrial por los procesos de deslocalización, hubo que sumarle el arrebato de derechos sociales derivado de la merma de capacidad de negociación de la clase trabajadora por los contextos de desempleo y precarización.

Este nuevo escenario también provocó consecuencias para los grandes capitales tanto en EEUU como en Europa. Así, se demarcan dos principales bloques: los sectores del capital que están integrados en el mercado mundial, que salen especialmente beneficiados del modelo actual; y los que se desarrollan de una forma territorializada, que ven mermadas sus capacidades.

El enfrentamiento entre ambos acabará pasando de la economía a la política, con la agudización de la crisis de representación de los modelos de democracia liberal bipartidista en distintos países. Es así como surgen los nuevos populismos de extrema derecha vinculados, inicialmente, a los sectores del capitalismo territorializado, lo que favorece sus difusos discursos ultranacionalistas.

En el caso estadounidense, se va a producir una adaptación dentro de su tradicional modelo de dos partidos: el demócrata, como representante del capitalismo globalizado; y Donald Trump, como líder de un partido republicano que será el referente de los capitalistas menos integrados en el mercado mundial. Al menos, aparentemente.

En el caso europeo, este fenómeno no se reproduce exactamente igual, pero sí se manifiestan alteraciones en los partidos tradicionales o surgen nuevas formaciones políticas que comparten una base estratégica e ideológica, tales como la Liga en Italia, Agrupación Nacional en Francia o Vox en España.

Más allá del eslogan compartido, las coincidencias entre el discurso de MEGA y del trumpismo son notables. Por un lado, un relato de recuperación de la "soberanía nacional", sin un proyecto claro de cómo lograrlo; por otro, la búsqueda de la polarización a través del enfrentamiento por abajo.

De este modo, el discurso de MEGA pretende polarizar a través del ataque a los inmigrantes, que son presentados como enemigos de sus 'identidades' nacionales, o mediante la reivindicación de "valores tradicionales", frente a lo que denominan la 'ideología de género', derivada del igualmente abstracto concepto de lo 'woke'. Y, por último, la mayor de las inconsistencias: presentarse a sí mismos como 'outsiders', pese a representar a sectores hegemónicos tanto dentro de EEUU como de Europa.

La retórica de Trump, aparentemente proteccionista y contraria a los tratados de libre comercio, se demostró falaz ya en su primer mandato. Más allá del discurso populista, sus políticas beneficiaron a todos los sectores del gran capital de EEUU. Casualmente, quien no se vio beneficiado fue el pueblo estadounidense que sigue desangrándose en medio de una epidemia de opiáceos y de gente sin hogar.

En esa dirección, el discurso 'antiélite' no impidió que Trump aplicara recortes fiscales masivos durante su primera legislatura, ganándose con ello el apoyo de grandes corporaciones y de figuras claves del capital financiero.

Por otra parte, la desindustrialización en EEUU continúa y la guerra comercial contra China perjudicó más a los pequeños productores estadounidenses de lo que les ayudó. En relación a las políticas contra los migrantes, sigue siendo Obama (del Partido Demócrata) quién más deportaciones registró durante su mandato, demostrando que el discurso de Trump solo sirve a normalizar una práctica asumida por ambos partidos.

Cuando Trump ganó las elecciones en 2016, su victoria fue vista como el triunfo de un sector concreto del capital (el más nacionalista y menos dependiente de los mercados globales), sin embargo, atendiendo a la reciente toma de posesión en su segunda legislatura, podemos afirmar que su figura genera un consenso creciente dentro de las élites estadounidenses.

En ese sentido, viendo que las políticas a aplicar son similares y que persisten en una pérdida creciente de derechos (civiles, políticos, sociales y económicos) para las clases populares, es posible afirmar que la asunción de una retórica más agresiva como estrategia compartida atiende a normalizar la profundización del autoritarismo en los países occidentales en crisis.

Aunque estos movimientos reaccionarios representan un salto cualitativo en el discurso, debemos comprenderlos como un paso más en una deriva autoritaria que también se refleja en Europa y que, como en el caso estadounidense, no es ni nueva ni exclusiva de la extrema derecha.

La ley de Seguridad Ciudadana en España, las restricciones a la protesta en Francia o en Reino Unido, y la vigilancia masiva en Alemania, muestran que la erosión de derechos no es solo una propuesta de los populistas más reaccionarios, sino una respuesta compartida ante un escenario de crisis. Además, la UE ha demostrado que su rechazo a la extrema derecha es, en el mejor de los casos, selectivo: no hay 'cordón sanitario' si estos partidos apoyan a la OTAN.

En ese sentido, el encuentro en Madrid, más allá del intento de adaptar el trumpismo a Europa, profundiza ese giro autoritario que no es exclusivo de estos movimientos. MEGA, al igual que Trump en el contexto estadounidense, son síntomas de una enfermedad degenerativa, una amenaza que debemos tomar muy en serio contra todos los pueblos del mundo, empezando por los de EEUU y Europa.

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