México en el décimo Congreso Internacional de Economía


Durante los días 8 y 9 de abril, tuvo lugar el décimo Congreso Internacional de Economía en la emblemática ciudad rusa de San Petersburgo que, para algunos habitantes locales y visitantes extranjeros, irredentos bolcheviques, sigue llamándose Leningrado. La temática general propuesta para debatir fue transformación del trabajo y la sociedad: conocimiento, creatividad y noonomía, participando un grupo de académicos proveniente en su mayoría de la Federación Rusa, con la presencia de colegas de China, India, Grecia, Turquía, Gran Bretaña, Hungría, Austria, Canadá, EEUU y México.
Me correspondió exponer, desde la realidad mexicana, los retos que plantean a las Ciencias Sociales las transformaciones que por más de cuatro décadas ha provocado la trasnacionalización neoliberal. Pablo González Casanova consideraba que la globalización ha sido un proceso renovado de dominación y apropiación del mundo; una recolonización a través de la ocupación integral del sur global. Muchos de los procesos, actores y sujetos sociales de interés para las ciencias sociales en América Latina como la desigualdad y la exclusión; los pueblos indígenas y sus autonomías, que conforman la llamada cuestión étnico-nacional; las identidades socioculturales; la relación entre lo local y lo global; la profundización de la violencia, el racismo y la xenofobia contra los migrantes, y la cuestión agraria-campesina han sido marcados por los efectos de esta mundialización neocolonial, que también ha significado un cambio notable en el Estado-nación, y una metamorfosis geopolítica del mundo.
Esta recolonización mantiene una dimensión militar, que en mi libro Estudiando la contrainsurgencia de EEUU: manuales, mentalidades y uso de la antropología (Plaza y Valdés, 2013) denomino terrorismo global de Estado, el cual caracteriza la política de violencia perpetrada por aparatos estatales imperialistas en el ámbito mundial contra pueblos y gobiernos, con el propósito de infundir terror y en violación de normas del derecho nacional e internacional. Sostengo que en el análisis del terrorismo se ha enfatizado el terrorismo individual y el de grupos clandestinos de todo el espectro político, dejando a un lado el papel del imperialismo estadounidense y los estados capitalistas subalternos en la organización del terrorismo interno e internacional. El terrorismo global de Estado violenta los marcos legítimos, ideológicos y políticos de la represión legal (la justificada por el marco jurídico internacional) y apela a métodos no convencionales, a la vez extensivos e intensivos, para aniquilar a la oposición política y la protesta social a escala planetaria.
El terrorismo global de Estado o terrorismo trasnacional cuenta con la complicidad de la ONU y gobiernos supuestamente democráticos que establecen, paradójicamente, una democracia despojada de todo contenido participativo y justicia social, con violaciones permanentes a los derechos humanos, que demuestra que históricamente capitalismo y democracia son incompatibles. La democracia tutelada por el capitalismo establece, asimismo, como principal soporte ideológico, una dictadura mediática, que impone un pensamiento único y un imaginario social que estimulan la reproducción de consumidores compulsivos, gente dócil y opacada, obediente, competitiva, conformista, individualista, narcisista: la generación selfi.
En el análisis de la reconfiguración mundial consideramos al crimen organizado, a la economía mafiosa, ilícita, criminal, como otras formas de acumulación del capital trasnacional parasitario, a la que se le atribuye 5 por ciento del producto interno bruto global. El dinero denominado sucio, como si hubiera dinero limpio, va a parar a los grandes megabancos y empresas financieras. El narcotráfico es un arma contundente de recolonización y de imposición del terrorismo del imperialismo mundial, por otras vías distintas a las guerras neocoloniales.
Lejos están los practicantes críticos de las ciencias sociales de sustraerse a los imperativos éticos que como ciudadanos y científicos nos determinan en un mundo que no avanza en la solución de los problemas seculares que asolan a los seres humanos. Por el contrario, la trasnacionalización neoliberal ha agravado a tal grado las condiciones de la vida en el planeta, que muchos analistas consideran que estamos al borde de un colapso civilizatorio.
Toda reflexión sobre las ciencias sociales pasa, entonces, por tomar conciencia del significado totalizador de esta recolonización, que afecta las bases de reproducción de los pueblos y la sobrevivencia misma de la especie humana. Las dimensiones de la ocupación afectan todas las esferas de la vida humana y ponen en peligro los fundamentos materiales y territoriales de las formas colectivas de convivencia, exacerbando al máximo la polarización social y profundizando las condiciones de pobreza de millones de seres humanos.
La Jornada