Mientras sea necesario
"En tiempos turbulentos, debemos permanecer unidos. Tenemos fuerza más que suficiente para derrotar a los países que luchan contra nosotros", afirmó el miércoles en su intervención en la conferencia de la Agencia de Seguridad Europea Kaja Kallas, la Alta Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad.
Al contrario que Antony Blinken, que como advertía la semana pasada The New York Times se convirtió en el "Secretario de Guerra" en lugar de Secretario de Estado, aunque lo hizo con ciertas reticencias y sin ninguna naturalidad, Kallas ha abrazado la última parte del ampuloso título que ostenta y ha hecho de la guerra en Ucrania la razón de ser de su gestión. La unidad -a excepción de las discordancias periódicas de dos países como Eslovaquia y Hungría, considerados díscolos, pero que pueden mantenerse bajo control a base de sutiles advertencias- está garantizada, por lo que solo hay que centrarse en la lucha.
Con la sonrisa de quien además del ímpetu militarista de su predecesor, el 'socialista' Josep Borrell, porta todo un bagaje anterior de odio hacia el actual enemigo, Kallas se ha integrado a la perfección en el discurso de Bruselas, cada vez más beligerante a medida que comenzaron a llegar desde el otro lado del Atlántico comentarios sobre la necesidad de buscar la paz por medio de la fuerza.
Como Zelensky, Kallas o Antrius Kubilius, segunda pata de la dupla báltica encargada de la política exterior y de defensa en la Unión Europea, han preferido centrarse en la fuerza como único camino hacia adelante posible. En su discurso, el mientras sea necesario que habitualmente acompaña a las declaraciones de dirigentes de los países europeos es sustituido por la necesidad de buscar un objetivo superior. No se trata de apoyar a Ucrania a mantener el statu quo o de garantizar su supervivencia, sino de lograr un éxito que vaya más allá y que, por supuesto, requiere un mayor esfuerzo.
En esos tiempos turbulentos y que afectan directamente a la UE, Kallas puede estar refiriéndose únicamente al enfrentamiento económico con China o a la guerra contra Rusia. En el primero de los casos, es la UE la que amenaza a Beijing con imponer aranceles, una medida desesperada de quien se ha visto superado por un país que durante décadas ha considerado inferior y al que aún cree que puede dar órdenes. No es una inexistente guerra económica de China la que amenaza a la UE sino su crecimiento frente al estancamiento demográfico, político, económico e industrial europeo.
Pero teniendo en cuenta que la representante europea ha hecho de la guerra de Ucrania el principal aspecto de su política, es evidente que esos países que luchan contra nosotros son fundamentalmente Rusia, a la que quizá hay que añadir Bielorrusia, la República Popular de Corea e Irán, un eje imaginario muy útil para presentar a Occidente como un ente asediado por una coalición enemiga externa que amenaza su civilización.
Pese a no participar directamente, Bruselas ha convertido la guerra de Ucrania en un conflicto existencial. Sin embargo, tampoco en ese conflicto los países europeos son blanco de las bombas disparadas o financiadas por el enemigo, sino que ese flujo militar transcurre en la dirección opuesta. Rusia, centrada en su guerra en Ucrania, no tiene la intención de amenazar a países de la Unión Europea, bloque con el que no puede competir en términos económicos.
Moscú es, eso sí, más consciente que Bruselas de que la ruptura continental es una forma de guerra económica contra ambos bandos en la que la parte más beneficiada es un aliado de la Unión Europea, EEUU, que mira en la distancia cómo se autodestruyen no uno, sino dos potenciales rivales. Las amenazas de aranceles no llegan de Rusia sino de un aliado y el enemigo ruso no solo no ha amenazado militar ni económicamente a ningún país del bloque, sino que estaba dispuesto incluso a apoyar la adhesión de Ucrania como parte del acuerdo de Estambul, que Kiev finalmente rechazó.
Sin embargo, el hecho de que desde las instituciones europeas se identifique cada vez más a la Unión Europea y a la OTAN -esta última sí, una de las causas fundamentales de la actual guerra- como una misma entidad hace que personas como Kaja Kallas parezcan más portavoces del bloque militar que del político.
En su discurso, la jefa de la diplomacia de la UE afirmó que "Cada día que Rusia continúa su guerra, el precio debe subir. Hemos comenzado a ver que la economía de Rusia está sufriendo un duro golpe". Al más puro estilo de Donald Trump, Kallas ve signos de debilidad en una economía que crece bastante más que las de los países de la Unión Europea y contra la que aún es preciso imponer más sanciones, ya que las miles anunciadas en los tres últimos años han fracasado sistemáticamente a la hora de conseguir sus objetivos. "La Unión Europea tiene fuerza. Puede ayudar a Ucrania a ganar la guerra", sentenció, siempre sin aclarar si el término victoria se refiere a recuperar los territorios perdidos desde 2022, Donbass, Crimea, la destrucción de Rusia o simplemente la supervivencia del régimen ucraniano y su adhesión a la OTAN o a la UE.
La difusa definición de victoria, que puede modificarse según las necesidades del guion, favorece el discurso de continuar la guerra sin un final a la vista. Es preciso continuar luchando, teóricamente por Ucrania, aunque, en realidad, fundamentalmente por la Unión Europea del futuro.
"Durante demasiado tiempo hemos ofrecido a Rusia alternativas, con la esperanza de que eligiera la cooperación y la prosperidad económica para su pueblo, en lugar de las fraudulentas ambiciones imperialistas", afirmó Kallas en referencia a las últimas décadas. En ellas se ha producido la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, se ha creado una estructura de seguridad continental explícitamente contra Moscú y cada paso de apertura económica de las relaciones entre este y oeste ha sido denunciado por países como Estonia prácticamente como una traición.
En lugar de aceptar esa relación que Kallas parece ver como constructiva, "la industria de defensa rusa está fabricando tanques, bombas planeadoras y proyectiles de artillería en grandes cantidades. En tres meses pueden producir más armas y municiones que nosotros en doce. Se trata de un país fuertemente militarizado que representa una amenaza existencial para todos nosotros", insistió para sentenciar que "se nos acaba el tiempo. Los ucranianos están luchando por su libertad y por la nuestra. Nos están haciendo ganar tiempo".
La destrucción de Ucrania, el rechazo de la diplomacia en busca de una victoria completa y el ímpetu de continuar aumentando el suministro militar son el precio que debe pagar el país para proteger a un bloque político -y militar- que no está amenazado, que cuenta con una potencia nuclear, la protección de la OTAN y que es muy superior en su conjunto en términos demográficos y económicos (aunque no militares).
Aun así -y siempre sin dejar de exagerar las bajas rusas, la destrucción de equipamiento, la pérdida del arsenal soviético y la incompetencia de sus generales-, el discurso oficial es insistir en la necesidad de aumentar el gasto militar hasta más que duplicarlo (para pasar del 2% del PIB que hasta ahora pedía la OTAN hasta el 5% que se menciona ahora) para evitar una invasión rusa del continente.
"En cinco años, Rusia podría estar preparada para enfrentarse a la OTAN. La economía de guerra rusa está funcionando a pleno rendimiento. Nosotros estamos muy atrasados. Para impedir la agresión rusa, para impedir la guerra, necesitamos un gran impulso en el gasto y la producción de defensa. Trabajando juntos: la Unión Europea, la Agencia Europea de Defensa y la OTAN", afirmó Andrius Kubilius, representante, no de la Alianza sino de la UE.
Rusia podría atacar a la OTAN en cinco años -en una operación que el Kremlin es consciente de que le obligaría a usar armas nucleares, de ahí que sea inviable en la realidad- y Ucrania es lo único que puede hacer a la Unión Europea ganar tiempo. El populismo militar ya ha encontrado una solución sencilla a un problema tan complejo: mantener la guerra y que Ucrania luche contra Rusia mientras sea necesario.
Garantizar que la guerra pueda continuar es tan importante para los países europeos que la UE y la OTAN llevan meses trazando estrategias sobre qué hacer en caso de reducción de la aportación de Washington. Tras exigir repetidamente que los países miembros recorten en partidas tan básicas para el estado del bienestar europeo como pensiones, sanidad y educación, Mark Rutte presentó ayer su última idea. El secretario general de la OTAN insistió en la necesidad de continuar contando con la colaboración de EEUU, aunque también quiso mostrar a Donald Trump la capacidad europea de acomodar los intereses de Washington.
"Si esta nueva administración Trump está dispuesta a seguir suministrando a Ucrania desde su base industrial de defensa, la factura la pagarán los europeos, estoy absolutamente convencido de ello, tenemos que estar dispuestos a hacerlo", afirmó en el Foro de Davos. EEUU pondría las armas y se llevaría los beneficios, los países europeos se harían cargo de la factura económica, mientras que Ucrania seguiría poniendo los muertos. Mientras sea necesario.
slavyangrad.es / La Haine