Milei, el decretazo y la voz del pueblo
El presidente lanzó el miércoles, después de las enormes manifestaciones en todo el país que pusieron en solfa las prohibiciones del régimen de ocupar las calles, una suerte de contrarreforma integral de la sociedad.
El decreto de necesidad y urgencia (DNU) del presidente Javier Milei contiene en primer lugar fuertes rasgos de avanzada autoritaria, en línea con una concepción de “presidencia imperial” en la que el jefe del poder ejecutivo nacional decide por sí y ante sí, con una fuerte restricción al poder legislativo.
El avasallamiento institucional se agrava porque el mencionado decreto alberga un avance sustancial sobre una enorme cantidad de normas (más de 300 leyes), introduciéndoles modificacionesparciales o dejándolas sin efecto por una derogación total. Tras esa megarreforma está el propósito de una verdadera reestructuración de las relaciones sociales en Argentina y del rol del Estado nacional tal como se lo concibió hasta ahora.
Liberación total de actividades y relaciones contractuales hasta ahora reguladas, libertad absoluta de las empresas privadas para fijar precios y condiciones de su actividad y privatizaciones de empresas estatales, son ejes que recorren todo el decurso del amplísimo DNU. “Todo el poder a las empresas” podría ser una síntesis epigramática de esos contenidos.
Todo para los capitalistas, nada para los trabajadores
El aval pleno a una ofensiva demoledora del capital sobre el trabajo que asimismo contiene la flamante norma reconoce al menos dos líneas:
a) Una muy amplia privación de derechos adquiridos, en particular en todo lo referente a la estabilidad laboral, lo que incluye la creación de condiciones de precarización total de les trabajadores. Facilitación de los despidos, reducción de las indemnizaciones, desconocimiento del carácter de relación de dependencia de diferentes modalidades de trabajo se hallan en la base de esos cambios.
b) La privación o disminución casi total de potencial para las acciones que pueden emprender les trabajadores para defender sus derechos. Así la prohibición o fuerte restricción de las huelgas en una amplia gama de actividades por considerarlas esenciales o de alcance estratégico. Y medidas orientadas a debilitar la influencia y el poder de los sindicatos y a limitar la vigencia de los convenios colectivos de trabajo. Eso entre otras disposiciones que van en el mismo sentido.
Las grandes empresas estarán de parabienes. Muchos de sus más atrevidos sueños se hallan contemplados en el extensísimo DNU. En particular los que atañen a ejercer plenos poderes en el interior de los lugares de trabajo y a la reducción al mínimo las posibilidades de acción colectiva de les trabajadores.
Más allá de la necesidad de continuar y profundizar la lectura del articulado, está claro que el “decretazo” de Milei excede por lejos el carácter de “ajuste” para situarse en el terreno de una “reorganización” de la sociedad argentina de una magnitud y alcance que permite compararlo con las “reformas de mercado” del expresidente Carlos Saúl Menem. Pero que en algunos aspectos obliga a remitirse a la última dictadura y al plan Martínez de Hoz que la vertebró para encontrar algo equiparable.
A la calle sin perder un minuto
Por fortuna, a partir de pocos instantes más tarde de la lectura del “decretazo”, comenzó a quedar claro que el zarpazo sobre derechos y condiciones de vida de la gran mayoría de argentinas y argentinos no encontró a éstos ni ebrios ni dormidos.
“Ruidazos” y cacerolazos resonaron en varias ciudades del país, con la ciudad de Buenos Aires y alrededores como epicentro, donde millares de personas marcharon por las calzadas, en orgullosa desobediencia del “protocolo antipiquetes” a cuya aparatosa aplicación se había asistido durante el día.
Y fueron acompañados por cánticos como aquel que reza “Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode” y el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” que nos retrotrae a la rebelión popular de 2001, la que cumplió ayer un nuevo aniversario. Asimismo “Milei, basura, vos sos la dictadura” atronó el espacio público una y mil veces.
Cuando los periodistas que cubrían los hechos preguntaban a manifestantes por qué estaban allí, las respuestas eran diversas, con prelación para la idea de que las nuevas disposiciones implican la “venta” del país entero y destruían las bases mismas de la convivencia social y hasta los menguados componentes de la democracia “realmente existente”
Eran acompañadas por variadas manifestaciones de voluntad de lucha, reclamos al Congreso Nacional para que opere contra el decreto y exhortaciones a la CGT y a otras organizaciones obreras y populares. Era vox populi el reclamo para que se pongan al frente del contraataque contra el cimbronazo ultraliberal que se inició con el discurso de Luis Caputo y se amplió y profundizó ayer.
Las alusiones a la posibilidad de perder el trabajo y las preocupaciones por la suerte de millones de inquilinos sometidos a la libre voluntad de los propietarios también brotaban con frecuencia.
La envergadura de la movilización, más que nada espontánea, y la orientación combativa que ya revelan sus protagonistas, tal como lo reseñamos apenas más arriba, abren un resquicio para el optimismo, en medio de las sombras amenazantes que se ciernen sobre el pueblo argentino
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Quienes intuíamos que con el gobierno de ultraderecha se iniciaría una nueva era vemos que nuestras premoniciones tienden a cumplirse. Nueva época desde arriba, por la magnitud del ataque, que se lanza desde el Estado y sin duda contará con el sostén del grueso de la clase dominante. Y albores de un posible nuevo tiempo para les trabajadores y pobres. Más todes los partidarios sinceros y activos de la igualdad y la justicia en diversos ámbitos sociales.
Estos últimos pueden en efecto abrir una nueva etapa si consiguen desarrollar una acción de resistencia de alcance masivo. Que no se restrinja a mostrar potencial en la acción defensiva sino que se apreste con conciencia y voluntad colectivas vigorizadas, para emprender un contraataque de alcance histórico. De lo contrario se corre el serio riesgo de que el programa de máxima del gran capital reestructure en su exclusivo favor a la sociedad argentina.
El día miércoles, desde la tarde de enorme movilización a Plaza de Mayo ocupando las calles hasta la madrugada siguiente en la de los Dos Congresos, fue, entre otras cosas, una escenificación de la lucha de clases y un inicio del combate por aplicar un concepto sustantivo de democracia, hoy corroído hasta el fondo. Se requiere continuidad y perseverancia en esa senda.
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