Narcotrafico y capitalismo son inseparables
El consumo de sustancias que alteran las percepciones es de tiempos inmemoriales, en las culturas antiguas tenía diversos usos, rituales comunitarios, religiosos. El capitalismo quitó a su uso todos sus contenidos espirituales, para convertirlo en un negocio asesino.
Fumadero de opio en China... los ingleses impusieron el consumo masivo de esta droga luego de dos guerras, mediante las cuales anexaron a Hong Kong y garantizaron la importación de toneladas de opio desde su colonia India
Narcotrafico y capitalismo: los patrones del mal...
Durante miles de años diferentes civilizaciones consumieron sustancias para practicar ritos comunitarios o “relacionarse con ancestros y dioses”, utilizando el tabaco, la mezcalina -del peyote mexicano-, la coca o la ayahuasca, que combinada con la chacruna produce visiones.
En la actualidad varias de estas drogas, que provocan tremendas adicciones, se venden -legal o ilegalmente- bajo la forma de cigarrillos, cocaína o drogas sintéticas, como el LSD o la 2-CB, que se produce en base a la mezcalina.
Estos productos y otros, como los opiáceos, la marihuana, el hachís o el alcohol, constituyen un negocio que mueve fortunas y mata anualmente a cientos de miles de personas, debido a los efectos del consumo o a los enfrentamientos relacionados al control de este comercio.
Esto no es casualidad, ya que desde que surgió el capitalismo las drogas, como todo lo que existe, se han convertido en mercancías, dejando de tener exclusivamente un valor de uso para adquirir otro distinto y fundamental, el valor de cambio.
A partir de esto, su consumo dejó de estar determinado por las leyes y necesidades de las sociedades ancestrales para regirse por la ley más salvaje de todas, la del mercado, es decir la oferta y la demanda.
Los avances del modo de producción capitalista repercutieron en las drogas como en cualquier mercancía, creándose una compleja red financiera internacional al servicio de garantizar la rentabilidad del producto, mediante su producción, distribución e intercambio. Hoy en día se puede hablar de una industria transnacional de la marihuana, del opio, de la coca y así sucesivamente.
Si consideramos entonces a las drogas como mercancías, los diferentes productores, distribuidores e intermediarios compiten para conquistar el mercado y espacios dentro del estado, como sucede con todas las patronales.
Esto sucede tanto en los países desarrollados, donde están los patrones más poderosos de la droga, como en los subdesarrollados, donde están los productores de la materia prima necesaria para la elaboración de estas sustancias.
Guerras y enfrentamientos comerciales
La competencia entre grupos económicos ligados a la producción y al tráfico de estupefacientes provoca -como en cualquier rubro- enfrentamientos, en los cuales triunfan los más ricos y los que cuentan con el apoyo de los imperialistas.
Así sucede en México, donde se libró una guerra por el control de la distribución de las drogas hacia el país con mayor cantidad de consumidores -los EE.UU.- ganada por los yankis, que contaron con el apoyo de la principal banda narco mexicana, su ejército.
Ahora comenzó otra guerra, más progresiva: la que están llevando adelante los pobladores de varios distritos -mediante autodefensas y policías comunitarias- contra los “Caballeros Templarios” y el propio ejército.
Este tipo de contiendas no son novedosas. Entre 1839 a 1842 y 1856 a 1860 el imperio inglés, liderado por la Reina Victoria, emprendió las “guerras del Opio” contra China, gracias a las cuales se quedó con Hong Kong e impuso dos tratados comerciales, debido a los cuales garantizó el ingreso de toneladas de opio, proveniente de las plantaciones de amapola en la India.
Ni qué hablar de la invasión a Afganistán, que luego de la ocupación imperialista multiplicó sus plantaciones de amapola y la comercialización mundial de opio, controlada directamente por la Casa Blanca y el Pentágono.
Los yankis son los principales empresarios de droga del mundo, por lo tanto los responsables centrales del aumento de las adicciones y de toda la violencia generada por este comercio.
No habrá manera de acabar con los narcos sin terminar con el capitalismo
La droga no es sólo un negocio, es también una herramienta de control social, que los capitalistas usan para adormecer el espíritu combativo de las masas, principalmente de los jóvenes, inundando los barrios con productos nefastos como el paco [pasta base].
La cocaína y otros estimulantes son, al mismo tiempo, el “combustible” de la flexibilización laboral, ya que son consumidos por millones de trabajadores para sostener ritmos terribles de producción, impuestos por los mismos patrones que, mientras hacen negocios “legales”, tráfican estupefacientes.
La manera de acabar con este flagelo no pasa sólo por construir clínicas o granjas de rehabilitación, o por legalizar el consumo, como ya sucedió con el tabaco y el alcohol en todo el mundo y la marihuana en algunos países.
No habrá manera de acabar con el narco-negocio sin terminar con los interesados en mantener la producción, distribución y comercio de las drogas: los capitalistas, que no tienen escrúpulos en hacer negocios con productos “legales” o “ilegales”, siempre y cuando les rindan suculentos dividendos.
No habrá manera de ir hasta el final sin destruir sus estados, cuyas instituciones defienden los intereses de los que lucran con la vida de millones y utilizan a las drogas para controlar a las masas y mantener la esclavitud laboral.
No habrá salida sin destruir al capitalismo y construir, sobre sus ruinas, una sociedad Socialista, la única capaz de terminar con la mercantilización de la naturaleza y de la vida.