Netanyahu y el genocidio que viene
Tras la Operación Tormenta de Al-Aqsa de la guerrilla palestina islámica Hamas del 7 de octubre, que incluyó el ajusticiamiento en masa de colonos israelíes, y después de una semana de acciones de castigo colectivo de la aviación y la infantería de Israel contra la población civil de la franja de Gaza −con la utilización de fósforo blanco y el arrasamiento de barrios enteros−, el régimen sionista y expansionista de Benjamin Netanyahu está listo para iniciar una nueva limpieza étnica de palestinos a escala masiva y reducir a escombros Gaza.
No obstante, persisten las contradicciones acerca de si la acción de Hamas tomó por sorpresa a las autoridades israelíes -versiones indican que el Servicio General de Seguridad israelí (Shin Beit) y el Mosad (Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales) habían sido puestos sobre aviso por la inteligencia egipcia y la CIA estadunidense-; o fue un mal cálculo del ala dura del sionismo, cuyo objetivo estratégico es reconfigurar territorialmente el Estado de Israel extendiéndolo desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo (con prescindencia de un Estado palestino), o si se trató del mayor fracaso de los servicios de inteligencia de Israel y EEUU.
En abono de esta última interrogante, Scott Ritter, el ex oficial de inteligencia del cuerpo de Marines de EEUU, sostiene que Israel ha perfeccionado la inteligencia humana contra el objetivo Hamas, con un historial probado de colocación de agentes en la organización. Y que la Dirección de Inteligencia Militar israelí (AMAN) y la Unidad 8200 han gastado miles de millones de dólares en crear capacidades de recopilación de inteligencia que absorben cada fragmento de datos digitales que proviene de Gaza: llamadas de teléfono celular, correos electrónicos y mensajes de texto SMS.
Según Ritter, Gaza es el lugar más fotografiado del orbe, y entre imágenes satelitales, drones y circuito cerrado de televisión, se estima que cada metro cuadrado se registra cada 10 minutos. De allí que para él, la mayor fuente del fracaso israelí fue la excesiva confianza en la capacidad de la inteligencia artificial (IA) para anticiparse a las acciones de Hamas, como parte de una guerra asimétrica basada en algoritmos que ya había puesto en práctica en 2021 durante el conflicto llamado Guardián de los Muros.
Concluye que Hamas pudo haber explotado la dependencia excesiva de los algoritmos basados en ordenadores para fines operativos y analíticos, elaborando un plan de engaño que mantuvo un nivel de comunicaciones suficiente en cantidad y calidad para evitar ser señalado por la IA y los analistas israelíes, corrompiendo los algoritmos de forma que cegaran a los ordenadores y a sus programadores humanos, encubriendo así la verdadera intención y capacidad del grupo.
Respecto de la acción de Hamas y las operaciones de represalia israelíes, cabe consignar que hace más de 40 años Noam Chomsky y Edward Herman hablaron de la violencia al por menor de quienes se oponen al orden establecido (guerrillas como el FSLN, FARC, ELN, Sendero Luminoso, ETA, OLP, Hamas, Hezbollah) y la violencia al por mayor, mucho más extensa tanto en escala como en poder destructivo, practicada pos las dictaduras de la seguridad nacional sudamericanas, que dieron lugar a la categoría terrorismo de Estado, asimilable, también −entonces como ahora−, a Israel.
La amnésica narrativa del poder racista y expansionista israelí −y de sus patrocinadores anglosajones−, oculta que la escalada de violencia terrorista entre árabes e israelíes se inició el 9 de abril de 1948, con la matanza de 110 palestinos en la aldea de Deir Yassin por integrantes de grupos sionistas autodenominados Organización Militar Nacional en la Tierra de Israel o Irgun (Iluminación, comandado por Menahem Begin) y Luchadores por la libertad de Israel (la Banda Stern).
Se invisibiliza, también, que la resolución A/RES/37/47 de la Asamblea General de la ONU de diciembre de 1982, respaldó, sin reservas, el derecho inalienable del pueblo palestino a la autodeterminación, la independencia nacional, la integridad territorial, la soberanía y la unidad nacional sin interferencia extranjera, y reafirmó la legitimidad de su lucha por todos los medios necesarios, incluyendo la lucha armada.
En ese contexto, la vieja dialéctica de la hipocresía liberal utilizada por los colonialistas franceses en Argelia, es replicada ahora por las almas buenas (Frantz Fanon dixit) de Occidente −incluida la izquierda progre domesticada, con su humanismo racista y su falsa equivalencia sobre los crímenes de guerra perpetrados por los misiles caseros de la insurgencia palestina y las múltiples matanzas y pogromos del ejército de Israel, una potencia militar mundial poseedora del arma termonuclear−.
Una hipocresía que demoniza y criminaliza la guerra de liberación de los palestinos, mientras condena de manera abstracta la violencia israelí (las rutinarias expediciones punitivas, castigos colectivos, torturas, bombardeos, asesinatos a manos de soldados y colonos supremacistas y encarcelamientos de palestinos), cuyos dirigentes han reducido a los habitantes de los territorios árabes ocupados al nivel de monos superiores, para justificar que se los trate como bestias.
Animales humanos, los llamó el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, al ordenar que se dejara sin electricidad, comida y combustible a los 2 millones de personas, que antes de que Netanyahu declarara la guerra total, ya vivían hacinadas bajo un férreo control militar en lo que se conoce desde hace mucho tiempo como la prisión al aire libre más grande del mundo.
Mientras Israel comenzó a atacar Gaza con bombas antibúnker suministradas por EEUU (como la del hospital católico que mató a 800 personas) para borrarla del mapa, China, Rusia, Cuba y otros países abogan por la creación de un Estado palestino independiente y soberano dentro de las fronteras anteriores a 1967, con Jerusalén oriental como su capital, según el mandato de Naciones Unidas.
La Jornada / La Haine