Nicaragua: "De la revolución rojo y negro al rosado progresista"
Dice el Comandante y líder de la revolución sandinista Daniel Ortega que la coalición política con la que perdió las últimas elecciones, estaba integrada por "ex contras" y guardias somocistas". El líder del Frente Sandinista, organización que en 1979 derrocó con las armas a la dictadura de Anastacio Somoza y debió enfrentar durante los años posteriores la guerra llevada a cabo por los "contras" financiados por los Estados Unidos, ha fracasado en tres intentos por ganar las elecciones.
Ortega que sigue reivindicándose de izquierda, pero su discurso ha pasado a ser moderado y ha sustituido las viejas banderas rojo y negras de la revolución, por las de color rosado y fucsia, se presentó con un vicepresidente que terminó siendo Agustín Jarquín, un socialcristiano que apoyó a los grupos antisandinistas y que asegura que los sandinistas ya no son más revolucionarios y que se han declarado socialdemócratas y que -reconociendo sus aciertos y errores del pasado- ahora desean buenas relaciones con los Estados Unidos.
Con nostalgia y amargura, el poeta y sacerdote católico nicaragüense Ernesto Cardenal repasa en su libro más reciente los pasajes de la revolución sandinista y sus desacuerdos políticos. Cardenal fue ministro de cultura sandinista después del derrocamiento del dictador Anastasio Somoza en julio de 1979 y ahora habla dejando traslucir la nostalgia por una época que fue esperanzadora y de la amargura por la "revolución perdida". El poeta señala que la revolución en el país centroamericano fue traicionada por algunos dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), entre ellos, el presidente Daniel Ortega, tras la derrota electoral de 1990. El máximo dirigente del FSLN fue derrotado en los comicios presidenciales de 1990, el primer revés electoral de sus tres derrotas sucesivas por parte de la derecha.
El primer gobierno revolucionario sandinista apoyado por la ex Unión Soviética y Cuba, transcurrió bajo la hostilidad imperialista de Estados Unidos que le impuso un embargo económico al mismo tiempo que financiaba, armando y entrenando a los "contra revolucionarios" para combatirlo. Después de la derrota electoral los sandinistas se repartieron las propiedades estatales, entre algunos dirigentes del FSLN en un reparto de bienes que fue una "piñata" inmoral, sostuvo Cardenal. La "derrota electoral había sido una victoria moral para la revolución". Pero fue la "piñata" la que terminó con ella haciendo que "la revolución dejara de ser revolución".
Daniel Ortega ha tenido un cambio notable y lo fundamenta política e ideológicamente con convicción absoluta cuando expresa: "La revolución que impulsamos en el 80 fue una propuesta que no tenía viabilidad. Hay que buscar la justicia social pero dentro de una economía de mercado. Los ideales son los mismos pero readaptados a una situación de paz y del mundo globalizado en que vivimos". Este es el Ortega de hoy y del sandinismo que después de años en la oposición intenta ganar las elecciones entonando, como escuchamos en tantas partes, el nuevo himno de los arrepentidos, el "mea culpa" por el fracaso de la revolución y la búsqueda de la reconciliación con la derecha.
Ortega tuvo un "tierno" gesto de "humanismo" y "amplitud’ al convocar al hijo de Anastasio Somoza, "Tachito" Somoza Portocarrero exiliado en Guatemala a regresar a Nicaragua en un gesto elocuente de cambio de rumbo. Otro sandinista, el escritor y ex vicepresidente de Nicaragua Sergio Ramírez, definió la revolución nicaragüense de 1979 como una "utopía compartida" que no pudo cumplir con el sueño de mejorar la vida de los oprimidos, pero que dejó el fruto de la democracia.
Nicaragua continúa siendo uno de los países más pobres del continente después de la isla de Haití ni la revolución socialista del 80 ni el neoliberalismo de Violeta Chamorro y Arnoldo Alemán han logrado sacar adelante un país que perdió su único patrimonio que le quedaba, la esperanza.
Ernesto Cardenal dice que durante las administraciones de Reagan y Bush, el bloqueo económico que significó no recibir ningún crédito internacional y a la vez el embargo económico no era otra cosa que la prohibición de todo comercio entre Nicaragua y Estados Unidos, que era prácticamente el único país con que Nicaragua comerciaba anteriormente. Faltando tres días para las elecciones, el presidente Bush anunció de que si el Frente sandinista ganaba las elecciones aunque fuera de manera justa y honesta las condiciones para Nicaragua seguirían iguales con respecto a Estados Unidos. Y que solo con un cambio de gobierno cambiaría la situación del país.
Entonces la revolución podría haber pasado a la oposición como una revolución que pudiera estar en el poder o en la oposición. Pero en cambio resulta que al perder las elecciones, que nadie creyó que se iban a perder, ni los enemigos de la revolución tampoco habían pensado, la mayor parte de los dirigentes se desmoralizaron. La cúpula del partido se desmoralizó y empezaron a acomodándose y a robar a lo grande, lo que el pueblo llamó "la piñata" por el sistema de reparto. Solo los principales dirigentes se acomodaron y se repartieron bienes, casas donde vivían, tierras que trabajaban, y fábricas y muchas empresas que estaban funcionando. Algo similar de lo ocurrido en la ex Unión Soviética donde robaron mucho allí, cuando los líderes sindicales que eran todos revolucionarios tomaron las empresas quitándoselas a los obreros. Y entonces también se apropiaron de muchos bienes del partido. Se quedaron con radios, periódicos y algunas empresas para mantener la base económica de un partido fuerte. Pero ocurrió que muchos de esos bienes del partido se los robaron algunos comandantes sandinistas. Entonces esa fue la gran derrota de la revolución, ya no hubo revolución, por que los bienes que se habían tomado para el FSLN pasaron a manos de determinadas personas. Lo que ahora hay no es partido sino una burocracia. Es decir un proceso de descomposición moral entre algunos comandantes sandinistas que se han hecho millonarios que, como ha dicho Galeano quien fue amigo personal de varios de ellos, "que aquellos que no tuvieron miedo de dar su vida durante los años de lucha revolucionaria, tuvieron miedo de perder sus casas, sus vehículos y sus bienes y se apropiaron de todo lo que pudieron."
Las primeras elecciones perdidas por Daniel Ortega lo llevaron a reconocer la victoria de Violeta Chamorro y el FSLN se apresuró a señalar lo excepcional de su caso, el de un partido que habiendo accedido al poder a través de la lucha armada, transfería pacíficamente aquel por ser esa la voluntad popular. Un ejemplo que se distancia de las afirmaciones de quienes en la actualidad insisten tanto en que la culpa de la derrota de los gobiernos progresistas corresponde a la acción de los pequeños grupos izquierdistas.
Con la "contra" sin desmovilizarse, Ortega suscribió con Chamorro un protocolo de Transición del Poder Ejecutivo que contenía el respeto a la Constitución, a las Instituciones y a las conquistas sociales, así como el desarme de la "contra". Humberto Ortega permanecería como comandante en jefe del Ejercito Popular Sandinista pero debió renunciar a la Dirección Nacional con el objeto de quitarle todo contenido político a la institución castrense y de trabajar con el ministro de defensa de la fuerza política triunfante la UNO que no fue otro que la propia Chamorro. Ortega que controlaba los sindicatos y todavía conservaba una gran capacidad de movilización popular puso contra las cuerdas al gobierno de Chamorro. Cuando el programa de ajuste estructural lanzado en 1991 impuesto por el Fondo Monetario Internacional para negociar las deudas del Estado afrontó una ola de protestas y en enero de 1993, Chamorro pactó con Ortega las legislaciones anteriores y socializantes de la propiedad de la tierra y la vivienda a cambio del apoyo sandinista a medidas liberales tales como las reprivatizaciones de las empresas públicas. Entonces varios dirigentes sandinistas entraron en el Ejecutivo y el socialdemócrata Gustavo Tablada fue elegido presidente de la asamblea nacional.
A partir de ese momento el propio Ortega integró la delegación gubernamental a la conferencia auspiciada por el FMI y el Banco Mundial en Washington. A Chamorro, el pacto con Ortega le atrajo las iras de los partidos de la UNO más conservadores hasta el punto de fracturarse la coalición que la llevó al poder. Hasta el final del mandato Violeta Chamorro se sostuvo en el poder gracias a los diputados sandinistas.
Daniel Ortega volvió a perder las elecciones presidenciales en 1996 en esta oportunidad ante el derechista Arnoldo Alemán líder del Partido Liberal Constitucionalista y de la Alianza Liberal, fuerzas muy hostiles al sandinismo. Ortega adoptó una posición más de confrontación con el nuevo presidente que pretendía sacar adelante un ambicioso programa de reformas estructurales financiado por el FMI. Ortega ofrecía una cooperación para resolver de una vez el asunto de las propiedades expropiadas en 1979 y que ahora se desataba un aluvión de reclamaciones a la justicia de los antiguos propietarios. La reaparición de las dos Nicaraguas con la determinación de pretender destruir las conquistas sociales posrevolucionarias, muchos de los latifundios volvieron a restaurarse.
Las derrotas electorales y los cambios mundiales acaecidos en la ex Unión Soviética y los ex países socialistas de Europa dieron la razón a algunos grupos de revisar el ideario del partido. A los cuestionamientos doctrinarios se unió el malestar y la dispersión de parte de la militancia por la pérdida de puestos en la función pública ya que en la década anterior la organización partidaria fue coincidiendo y solapándose con la estructura administrativa del estado. En el primer Congreso del FSLN celebrado en 1991 Ortega fue proclamado por aclamación para el nuevo cargo de secretario general. Y aprobaron la tesis de Ortega de orientar el ideario sandinista de manera que en 1992 el FSLN pudiera ingresar a la Internacional Socialista.
Precisamente las relaciones de Ramírez con los socialdemócratas europeos permitió aglutinar al sector "renovador" y de esta manera el sandinismo volvía a presentar un panorama de corrientes de opinión. Por una parte la facción de izquierda democrática sandinista impulsada por sindicalistas y militantes históricos enfrentados al FMI y que la parecer contaba con el respaldo de Tomás Borge y los hermanos Ortega. Por otra parte la plataforma de un sandinismo que pretendía volver a las mayorías que defendían Ramírez y Luis Carrión que pretendía una apertura ideológica hacia el centro del espectro político.
Un número importante de diputados sandinistas respaldó la propuesta renovadora que en general prosperó entre los intelectuales, empresarios y otros exponentes de la clase media que adhirieron al FSLN a partir de 1979 después del triunfo. Una tercera posición cristalizaba en torno a Humberto Ortega quien sustentó la importancia de aliarse con los elementos progresistas del Gobierno de Violeta Chamorro. La crisis interna se profundizó en 1994 cuando el celebre Ernesto Cardenal ex ministro de Cultura y sacerdote jesuita defensor de la Teología de la Liberación anunció su marcha en protesta por el "caudillismo y la corrupción" imperantes en el Frente de Liberación Nacional.
Después de aquella segunda derrota electoral el partido afectado por profundas divisiones internas y los sectores renovadores exigiendo un cambio en el rumbo estratégico para no perder por tercera vez las lecciones generales, volvió a reelegir Daniel Ortega. Tras su reelección Ortega aseguró que el partido iba a buscar una "transformación" con miras a los nuevos comicios. Ortega se benefició muy poco a pesar del profundo descontento popular con las políticas liberales de Alemán el cual tuvo grandes protestas laborales y disturbios.
A partir de ese momento Ortega abandonó el inmovilismo ideológico y protagonizó un giro a la moderación en todos los sentidos al saber que las encuestas le daban un empate técnico con el postulante del gobierno el empresario Enrique Bolaño. Los sondeos adelantaban que el triunfo podía decantarse a favor del empresario en cuanto se manifestaba el "voto del miedo" en los sectores de centro y la derecha por el recuerdo del intervencionismo económico de los años ochenta. Esta fue la primera vez que Ortega abandonó la retórica revolucionaria en sus discursos y se negó a presentarse como "Comandante Daniel" tratando de aplacar los temores de empresarios e inversionistas a una reducción de los flujos comerciales y financieros de Estados Unidos o de un cuestionamiento de la propiedad privada por un gobierno del FSLN. Ortega reconoció públicamente que entre 1979 y 1990 se había reprimido la libertad de expresión y hasta escenificó una conversión religiosa en un templo evangélico con un ejercicio de ayuno y oración.
Los medios de prensa nicaragüenses comentaron con sorpresa la "mutación" de Daniel Ortega pero su hermano Humberto Ortega intervino con duras declaraciones en las que recriminaba el abandono del ideario sandinista por razones de oportunismo electoral llegando a vaticinar inestabilidad política y económica si ganaba los comicios. Durante la campaña electoral Ortega evitó el rojo y negro que eran los colores del sandinismo por una rosa que es de gusto de la socialdemocracia. La propia sigla del FSLN perdió protagonismo en beneficio de la Convergencia Nacional una agrupación concebida por Ortega para sumar adeptos a su plataforma pragmática y desideologizada. Su contrincante Bolaños que como vicepresidente de Alemán se había desenvuelto por causes de perfil político bajo adoptó un tono de confrontación y pidió explicaciones a Ortega por sus tratos con personas en la picota como Fidel Castro, Hugo Chávez, Kaddafi, o el comandante Tirofijo de las FARC colombianas. Ortega no entró en el juego y se defendió pidiendo un voto para superar el pasado.
Ortega reconoció el triunfo de su contrincante y fue a felicitar afectuosamente al vencedor quien vería caer en manos de Alemán y Ortega los dos bloques parlamentarios. Y por tanto la llave de aprobación de los presupuestos y reprivatizaciones. Ortega aseguró que iba a colaborar desde la responsabilidad en la gobernabilidad del país sumido en una pobreza cada vez más general y expresó su convencimiento de que la situación internacional después de los atentados del 11 de setiembre en los Estados Unidos había jugado en su contra ya que la propaganda de la derecha mezclaba las imágenes de Sadam Hussein con las de Ortega levantando una ola de rechazo contra el terrorismo.
Además la administración estadounidense y los agentes económicos internacionales hablaron sin disimulo de su antipatía por Ortega a pesar de algunas guiñadas conciliadoras. Aquella noticia nos enteró en tiempos difíciles de dictadura que la revolución seguía viva en América Latina.
Para quienes no estaban muy convencidos de la revolución armada, el ejemplo del FSLN y de los "nicas" habría una ventana nueva y distinta a la experiencia cubana. Por mucho tiempo la discusión ideológica transitó por el camino de las "vanguardias compartidas", la "unidad de tendencias", las "revoluciones democráticas" y "experiencias renovadoras". A muchos uruguayos en circunstancias especiales la "revolución sandinista" significó un soplo de esperanza que permitió soportar los últimos tramos de la tiranía uruguaya. Para otros compatriotas significó una verdadera escuela de aprendizaje de la lucha revolucionaria, de sus contradicciones, sus logros y dificultades, pero por sobre todas las cosas los llevó a participar directamente antes o después del triunfo en el propio proceso.
El proceso de degeneración política e ideológica de muchos de los dirigentes sandinistas desmoralizados por la pérdida electoral fue llevando al Frente Sandinista de Liberación Nacional a la perdida de contenido programático y a convertirse en un partido de opinión más. La historia es reciente y la realidad demostrativa de aquellas discusiones de los años ochenta entre quienes reivindicaban el estilo de los "nicas", en oposición a la "ortodoxa revolución cubana".
Mientras una revolución perdura y sigue ejerciendo su influencia internacionalista y latinoamericana, de la otra ya ni se habla y solo tendrá chance de ganar unas elecciones siempre y cuando el Fondo Monetario Internacional esté de acuerdo. Pero para eso hará falta inclinarse un poco más abajo todavía.