No, Amnistía Internacional no es una organización de izquierdas
Los ataques contra esta organización "no gubernamental" están lejos de ser inocentes. Antecedentes e interpretación de la cuestión.
Tres generaciones de DDHH
Para desacreditar a Amnistía Internacional algunos llegaron a calificarla de organización de extrema izquierda. Pero no es el caso en absoluto. Para aclararlo veamos los diferentes tipos de DDHH.
Hay tres tres tipos o generaciones de los DDHH. La primera generación son los llamados derechos civiles y se refieren a la libertad y la participación en la vida política. Se introdujeron tras la Revolución francesa en 1789 y sirvieron para proteger a la naciente burguesía de la omnipotencia del rey y la nobleza.
Entre ellos están la libertad de expresión, la igualdad ante la ley, la libertad de religión, el derecho a participar en partidos políticos, el derecho a la propiedad privada, el derecho a un juicio justo y el derecho a la privacidad.
La segunda generación son los derechos sociales, económicos y culturales. Están relacionados con la igualdad. Nacieron bajo el impulso del emergente movimiento obrero novecentista y de los países socialistas. Con estos derechos el Estado garantizaría a la población civil la igualdad de condiciones y de trato.
Se trata del derecho a la alimentación, la vivienda, la educación, la atención sanitaria, el trabajo, el ocio, la seguridad social, los salarios justos, etc.
La tercera generación puede describirse como derechos colectivos o de los pueblos. Se hicieron populares en los países del Sur durante la descolonización. Estos derechos tienen que ver con un orden mundial justo y deben garantizar que cada país pueda seguir su propio curso autónomo.
Entre ellos se encuentran el derecho a la soberanía, al desarrollo económico y social, a los recursos naturales, al patrimonio cultural, al medio ambiente sano y a la sostenibilidad (para las generaciones futuras).
Las gafas occidentales
Cada una de las tres generaciones es importante, pero las élites de Occidente han conseguido limitar el campo de visión principalmente a la primera generación. Para mantener la brecha entre ricos y pobres conviene ignorar los derechos sociales y económicos. Para mantener la dominación del Norte sobre el Sur también es útil no hablar de los derechos de los pueblos.
Así que siempre nos centramos en los derechos civiles y políticos. Y aun así, solo a veces, a veces no. En países amigos, como Arabia Saudí o Israel, se cierran firmemente los ojos cuando se pisotean estos derechos. En cambio, se pone bajo la lupa a los países no amigos, como Irán, Venezuela, Rusia o China, aunque protejan esos derechos.
Una vez que la visión dominante del Occidente sobre los DDHH se ha convertido en un valor común, se puede utilizar como arma político-ideológica. Por medio de una política de DDHH, EEUU y Occidente intentan dar una imagen negativa de ciertos países y aislarlos diplomáticamente.
Especialmente desde la llegada del presidente Reagan en la década de 1980, «la campaña de los DDHH» se ha intensificado considerablemente. En un artículo de opinión en The New York Times titulado ‘Por qué debemos apoyar los DDHH’, John McCain, uno de los principales senadores republicanos, escribió lo siguiente:
«Somos el principal artífice y defensor de un orden internacional regido por normas derivadas de nuestros valores políticos y económicos. Esas reglas nos han hecho inmensamente más ricos y poderosos». No se puede formular más claro.
¿Dónde está Amnistía Internacional?
Como la mayoría de las organizaciones occidentales de DDHH, AI se centra principalmente en los DDHH de la primera generación. Al hacerlo, utiliza el relato dominante y, por tanto, a menudo hace el juego a los intereses occidentales.
En EEUU existe desde hace mucho tiempo una puerta giratoria entre el personal de destacados grupos de DDHH y el Gobierno. Quizá en Europa sea menos el caso, pero también es una realidad. Además, no hay que subestimar la presión de los grandes donantes, que se inclinan por el relato dominante.
Tradicionalmente AI ha ignorado las estructuras de poder que mantienen la dominación occidental sobre el resto de la humanidad. Las acciones de un gobierno de izquierdas que intenta detener una contrarrevolución violenta (como en Venezuela) se equiparan a las de un Estado imperialista despiadado que persigue a una minoría.
En Bolivia Jeanine Áñez fue nombrada presidenta por los militares tras un golpe de Estado en 2019. Su régimen organizó una brutal represión contra la resistencia popular. Tras las elecciones, la decisión del nuevo Gobierno electo de procesarla por un gran cantidad de violaciones a los DDHH y masacres fue condenada por Amnistía Internacional como un «patrón de parcialidad en el sistema de justicia».
El Morning Star señala que esto no es una prueba de parcialidad, sino el resultado de un «enfoque individualista que ignora las relaciones de poder que determinan la explotación, la opresión, la resistencia y la revuelta».
Por eso AI no podía aceptar que Nelson Mandela fuera un «preso de conciencia». A sus ojos la lucha revolucionaria armada es lo mismo que la represión armada del Estado. También es la razón por la que AI da más importancia a la detención de un magnate de los medios de comunicación en Hong Kong que a la erradicación de la pobreza absoluta de cientos de millones de personas en China.
Lo mismo ocurre con Cuba. El informe de 2021 de AI se centra en algunos disidentes y en el hecho de que algunos hospitales no pudieron hacer frente a la afluencia de pacientes de covid en un momento dado. No menciona ni una palabra sobre el bloqueo asesino que estrangula económicamente al país.
A raíz de una avería en una planta de producción de oxígeno cubana, hubo una gran escasez de oxígeno para ventilar a los pacientes críticos de covid. El bloqueo estadounidense impidió la la compra urgente de oxígeno. A consecuencia de ello murieron injustificadamente cientos de pacientes cubanos. El informe no dice ni una palabra al respecto.
AI tampoco se libra de tratar de forma diferente los DDHH en el caso de naciones amigas o no amigas. Por ejemplo, considera que el disidente ruso Navalny es un preso de conciencia, pero que esta calificación no se aplica para los denunciantes Assange, Snowden o Chelsea Manning.
Más allá de la autocensura
Así que hay mucho que decir sobre el enfoque de Amnistía. Su política se puede calificar de todo excepto de izquierdas, pero esto no nos impide defender a la organización contra los ataques de la derecha. Porque con sus ataques las fuerzas de la derecha intentan silenciar toda voz disidente. También intentan promover una versión hollywoodiense del mundo, en la que los occidentales son los buenos que nunca hacen nada malo y sus oponentes son los malos que, por definición, actúan mal.
Por supuesto, se han cometido crímenes de guerra bajo el gobierno de «nuestros» adversarios. «Pero centrarse en esos crímenes es, con demasiada frecuencia, una excusa para no abordar los crímenes de guerra occidentales y, por lo tanto, permitir agendas que promueven los intereses de las industrias bélicas de Occidente», señaló el periodista y autor Jonathan Cook.
La información sobre la guerra en Ucrania y la situación de los DDHH se ve casi exclusivamente a través de las lentes de las prioridades políticas occidentales. Incluso el autor del informe de Amnistía Internacional del que estamos hablando admite «que el grado de autocensura en esta cuestión [los crímenes de guerra ucranianos] ha sido bastante extraordinario».
Este informe de AI rompe con la unilateralidad. La razón por la que una organización no gubernamental occidental muy respetada está rompiendo el muro de la autocensura puede ser doble.
En primer lugar crecen las dudas, tanto entre una buena parte de la clase dirigente como de la población en general, sobre el enfoque belicoso de Occidente en esta guerra. Con la próxima crisis energética en invierno, estas dudas aumentarán aún más. De acuerdo con esto, poco a poco va creciendo la opinión de que ya no se puede tolerar el comportamiento criminal ucraniano.
Es indudable que dentro de la propia AI también se percibe esta duda. A algunos de los miembros y quizás tampoco a su personal no habrá gustado que la organización se centre unilateralmente en las violaciones a los DDHH de Rusia.
AI utiliza principalmente el primer tipo de DDHH y no suele romper con el enfoque occidental, lo cual no es necesariamente una fatalidad. En relación con la causa palestina ha habido mucha presión desde abajo y ha dado cierto resultado. Aunque no ha calificado de crímenes muchos de los ataques aéreos sionistas contra Gaza, que provocan decenas de muertos, AI ha publicado un informe pionero que califica a Israel de Estado de apartheid. Se debería repetir más a menudo.
De Wereld Morgen. Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus. Extractado por La Haine.