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Europa :: 22/07/2024

No, no nos hemos quedado sin dinero

Joe Guinan, Howard Reed
El nuevo gobierno laborista de Starmer, “equipo B” del capital :: Los británicos más ricos no tienen de qué preocuparse

"Se puede afirmar que concluye una época", escribió el dramaturgo Arthur Miller, "cuando se agotan sus ilusiones básicas". Ese agotamiento es palpable hoy en Gran Bretaña. Todo el mundo sabe que el modelo económico thatcheriano de los últimos cuarenta años está fracasando: las infraestructuras se desmoronan, los salarios se estancan y los servicios públicos están al límite. Y, sin embargo, una campaña electoral en gran medida vacía significa que hay poco sobre la mesa de un gobierno laborista entrante que podría mitigar, en lugar de empeorar, la crisis cada vez más profunda de Gran Bretaña.

Una política democrática sana debería implicar un examen de conciencia colectivo sobre las causas de un malestar nacional tan profundo, pero esta campaña ha ofrecido pocos paliativos para la omnipresente sensación de atrofia y decadencia. Incluso los políticos que prometen a bombo y platillo 'una década de renovación nacional' no creen en sus propias afirmaciones, con una carrera hacia el fondo de expectativas rebajadas en la letra pequeña.

Los líderes de lo que será el próximo gobierno británico insisten en que no se puede hacer mucho a corto plazo porque, según el constante estribillo de los laboristas en la sombra, 'no hay dinero'. Esta ausencia continua de soluciones reales está acumulando problemas peligrosos para el futuro. Hasta con un resultado electoral históricamente desigual, las condiciones materiales no tardarán en reafirmarse con la inevitabilidad de la gravedad política.

Poco cambio, calderilla

Tras la crisis financiera, la austeridad, la pandemia y el reciente desplome sin parangón del nivel de vida, Gran Bretaña se enfrenta a profundos retos multidimensionales de una magnitud sin precedentes, sobre todo si se añade la amenaza global del cambio climático.

Puede que el programa laborista de 2024 se titule 'Cambio', pero subraya la escasa ambición de los planes económicos del gobierno de turno. El programa económico que han presentado consiste en unos cuantos retoques minúsculos de las disposiciones fiscales y las lagunas jurídicas, y algo de calderilla en términos de gasto adicional, cerca de 10.000 millones de libras anuales, lo que es apenas el 0,4 % del Producto Interior Bruto (PIB).

El Instituto de Estudios Fiscales calificó los planes de gasto laboristas de "minúsculos, casi triviales", mientras que, en el Financial Times, Martin Wolf calificó el manifiesto de "política de evasión... un claro peligro, ya que no prepara a nadie para lo que hay que hacer". Los economistas Matthias Matthijs y Mark Blyth señalan que los recursos para la estrategia industrial de los laboristas son cada vez más escasos y han calificado lo que queda de "bidenomics homeopática sin la generosidad fiscal ni la escala continental". Y lo que es más grave, el historiador David Edgerton llegó a calificar al laborismo de Starmer de partido abiertamente conservador que "cree en la sagacidad del capital privado y piensa que desencadenará el crecimiento mediante la ortodoxia financiera y la desregulación, exactamente la política no sólo de los últimos 14 años, sino de los últimos 40".

Las consecuencias de esta continuidad en el fracaso de las medidas políticas son previsibles y ya se están previendo. Lamentando la falta de voluntad para abordar los problemas subyacentes mostrada por todos los líderes políticos en la campaña de las elecciones generales, la Fairness Foundation anticipa que "Gran Bretaña se volverá más injusta y desigual en los próximos cinco años, con un aumento de la desigualdad en sanidad, vivienda, pobreza y la brecha de ingresos entre el norte y el sur".

A tenor de lo que han expuesto los dirigentes laboristas, el cambio de gobierno será equivalente a un mero cambio de personal y no de política o de dirección, ni mucho menos de resultados.

Escala equivocada

Los propios laboristas señalan que heredarán una serie de retos de enormes proporciones sin parangón desde la reconstrucción de la postguerra en 1945. Argumentan que, dado que los conservadores han dañado tanto la economía, no hay recursos disponibles de inmediato para para hacer todo lo que se necesita, que el país no puede permitirse un programa transformador y que tendrán que esperar los incrementos de gasto público (y basarse en) futuros aumentos del crecimiento económico. De ahí la camisa de fuerza en la que se han metido voluntariamente con sus 'reglas fiscales'.

Este argumento es económicamente analfabeto e históricamente obtuso. Gran Bretaña es hoy el sexto país más rico del mundo y una de las sociedades más ricas de toda la historia de la humanidad. A pesar del estado calamitoso del país, el problema no es la escasez de recursos, sino que los abundantes recursos se acaparan en la cima. Tras más de cuatro décadas de neoliberalismo, la situación es de gran riqueza privada en medio de una miseria pública generalizada. Que Gran Bretaña no se sienta próspera es el resultado de los extremos de la creciente desigualdad y del desvío de la riqueza y la capacidad productiva de los bienes y servicios públicos a la acumulación y el consumo privados de las élites.

A modo de comparación, en 1945 el gobierno laborista de postguerra heredó una economía destrozada por la guerra y cargada de deudas, y tuvo que reconstruir literalmente a partir de las ruinas. Pero consiguieron crear el Servicio Nacional de Salud (NHS), nacionalizaron una quinta parte de la economía y establecieron el Estado del Bienestar y el acuerdo de postguerra, un programa verdaderamente transformador que reconfiguró la economía política durante décadas. En términos reales, el PIB de Gran Bretaña en 1945 era de 383.000 millones de libras, frente a los 2,3 billones de libras actuales; somos más de cinco veces más ricos en términos reales que la Gran Bretaña de [Clement] Attlee.

Pero es mejor incluso que eso. Gran Bretaña no sólo es hoy más rica que la Gran Bretaña de Attlee, sino que también es más rica en términos reales que los EEUU de Truman, el coloso que dominó el mundo y ayudó a reconstruir la Europa y el Japón devastados por la guerra mediante el Plan Marshall, estableciendo las condiciones del sistema internacional. El PIB de los EEUU en 1945 era equivalente a 1,95 billones de libras esterlinas en la actualidad.

El cuento de que Gran Bretaña carece de recursos para abordar la pobreza infantil o para invertir en servicios públicos o para impulsar la transición ecológica o reconstruir el agotado ámbito público es exactamente eso: una cuento. En Gran Bretaña hay hoy más riqueza que la que poseía la superpotencia estadounidense que erigió el orden de posguerra. Lo que hay es falta de voluntad para transferir los recursos de un sistema rico de la acumulación privada a la necesidad pública. Aunque los laboristas hubieran mantenido su promesa de inversión verde de 28.000 millones de libras al año, ahora abandonada, eso habría representado sólo el 1,3% del PIB, o -tal como se ha apuntado- alrededor de la mitad del aumento anual de la riqueza de las 200 familias más ricas de Gran Bretaña desde el inicio de la pandemia de COVID-19.

Enfoque erróneo

No es sólo la escala del programa económico laborista lo que se queda corto, sino también el enfoque económico subyacente que representa. Se nos dice que carecemos de recursos suficientes para realizar las inversiones públicas necesarias y que, por tanto, debemos evitar crear alarma con impuestos o nacionalizaciones y, en su lugar, crear la estabilidad que ansían las empresas, crear la estabilidad que ansían las empresas, aplicando una estrategia económica que fomente una mayor inversión del sector privado y dé lugar a un crecimiento ('creación de riqueza') que beneficie a todos.

Todo en este planteamiento es erróneo -especialmente la relación causal inversa entre inversión pública y crecimiento- y su nombre es "economía del goteo" ["trickle-down economics"].

Pero todavía es peor. A falta de inversión pública, los laboristas lo apuestan todo a atraer capital privado más inasequible. Los escasos fondos públicos adicionales que se harán disponibles se destinarán en buena medida a la 'reducción de riesgos' (por la que el sector público acepta absorber la mayor parte de cualquier riesgo de pérdidas en condiciones muy favorables para el capital privado), que supuestamente ayudará a llenar el vacío de inversión pública a través de formas de asociación público-privada, un modelo que hemos visto en el pasado en forma de Inciativas de Financiación Privadas (PFI) con los gobiernos del Nuevo Laborismo de la era Blair/Brown. En el centro de todo esto estará el sector financiero, al que tanto Starmer como Reeves han animado, en público y en privado, a poner sus "huellas" en toda la política económica laborista.

Los laboristas de Starmer, se nos dice, están "listos para conseguir miles de millones en nuevas inversiones de bancos y empresas internacionales en cuestión de meses, como parte de un plan para utilizar la financiación privada" para la inversión en infraestructuras y la transición verde - ¡PFI con esteroides! Uno de los periodistas que publicó esta noticia describió el plan laborista como algo parecido a "conseguir que [el fondo] BlackRock reconstruya Gran Bretaña".

Aquí nos encontramos con el más trascendental de los compromisos de política económica de los laboristas, una promesa de privatizar e hipotecar el futuro mediante la entrega de la inversión en infraestructuras y la transición verde a las finanzas privadas para que puedan monopolizar, beneficiarse y extraer de la próxima economía, así como de la actual. Esto es el polo opuesto al Green New Deal. No es nuevo, es un trato terrible, y el peligro es que, al elevar los beneficios financieros por encima de los medioambientales, tampoco será verde.

Economía de la plusvalía

El verdadero término para el planteamiento de Starmer/Reeves, correctamente situado en la historia reciente del desarrollo político-económico de Gran Bretaña, es "financiarización". La financiarización (tomando prestada una definición de los economistas Michael Hudson, Dirk Bezemer y Howard Reed) es la desviación de los flujos financieros de la economía real de producción y consumo hacia los mercados de activos en busca de plusvalías.

La financiarización es un fenómeno complejo, pero tiene un enorme poder explicativo en cuanto a las causas de la economía británica, altamente desigual y disfuncional, de creciente pobreza en medio de la abundancia. Lejos de impulsar la productividad y aumentar la eficiencia de la economía no financiera, el crecimiento del sector financiero funciona como una substracción de la economía real, ya que "los flujos financieros se desvían hacia usos improductivos y...los flujos de ingresos resultantes benefician a una minoría". A medida que la financiarización se acelera, el aumento de la riqueza y la deuda restan ingresos a la mayoría".

En una economía así, importa mucho lo que se contabiliza como "crecimiento". Cada activo financiero es al mismo tiempo el pasivo financiero de otra persona, y a medida que han aumentado las participaciones del sector financiero, también lo ha hecho la deuda de los hogares y las empresas de la economía no financiera. Este proceso ayuda a explicar el estrujón de los últimos años, en los que el crecimiento económico nominal se ha experimentado en realidad como una reducción de los ingresos a través del aumento de la extracción y el endeudamiento.

Los datos de la economía británica muestran los poderosos efectos de la financiarización. Entre 1995 y 2020, los salarios nominales se duplicaron, el PIB nominal del Reino Unido aumentó dos veces y media, los precios medios de la vivienda se cuadruplicaron, pero la valoración de los activos financieros se quintuplicó. Los beneficios de esta "economía de la plusvalía" benefician sobre todo a los que ya son ricos, mientras que para el resto de nosotros se reducen los ingresos del trabajo, disminuye el crecimiento de los ingresos en el sector no financiero, se reduce la productividad y disminuye la innovación, todo ello junto con aumentos considerables de la deuda y de la riqueza financiera e inmobiliaria.

Máquina extractiva

El sector financiero, por lo tanto, es extractivo de la economía real. Y dado que todos los grupos de ingresos están pagando cada vez más al sector financiero en concepto de comisiones e intereses, y por los activos subyacentes, mientras que los beneficios del sector están aún más concentrados que los de la economía en su conjunto, el sector financiero también se ha convertido en el lugar de producción de una mayor desigualdad en la economía del Reino Unido.

Este es, pues, el motor económico que los laboristas han instalado en el corazón de su economía: una máquina que reduce el crecimiento en lugar de aumentarlo, y que concentra los beneficios entre los propietarios de activos más ricos, impulsando la desigualdad y el endeudamiento.

El plan consiste ahora en desplegar esta máquina de extracción financiera cada vez más en los servicios públicos, incluido el NHS, y en los mercados energéticos y las infraestructuras para supuestamente impulsar la transición ecológica. Será una verdadera bonanza para el capital financiero, y un ejercicio muy costoso para el resto de nosotros. Sorprendentemente, Starmer y Reeves han vuelto sobre una de las principales causas del pobre, desnivelado y desigual desarrollo económico de Gran Bretaña y la han rebautizado como solución.

En las condiciones actuales, ningún gobierno nuevo, independientemente del tamaño de su mayoría, puede desafiar la gravedad durante mucho tiempo. La crisis es real y requiere una profunda intervención económica a una escala que va mucho más allá de todo lo que contempla la clase dirigente en la actualidad. La ruptura y la disfunción de una economía moldeada por la privatización, la extracción y la austeridad no se resolverán con una nueva ronda de liquidación de activos y financiarización.

Por el contrario, el cambio y la transformación económicas requerirán niveles de reestructuración y redistribución y descarbonización que sólo pueden lograrse sobre la base de la intervención estatal a gran escala y de la apropiación democrática. Sólo un programa de este tipo es capaz de generar un crecimiento de amplia base y bcrear auténtica riqueza en las maltrechas comunidades británicas. Y el único lugar en el que se puede encontrar este programa es en la izquierda, precisamente en aquellos grupos y soluciones contra los que el starmerismo se ha definido a sí mismo y a los que ha mostrado su cara de malhumor. Ahí radica la contradicción fundamental que dará forma a la próxima ronda de la política en Gran Bretaña, mucho más allá de lo que ocurra el 4 de julio.

Tribune

 

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