Nosotros y ellos
De Ramón Torres Galarza, publicado recientemente por Sur Editores, en Ecuador, constituye una importante contribución a las luchas de los pueblos indígenas del continente, y un instrumento teórico en la construcción de una democracia desde abajo, participativa, incluyente, plural, basada en el principio ético-político que los mayas zapatistas han condensado en el mandar, obedeciendo. El desafío –señala Torres– alude a la construcción y la gestión política en la creación de comunidades y sociedades interculturales que posibiliten la construcción del Estado plurinacional, organizado, pensado y estructurado no en la lógica etnicista, sino de democracia plural y de nación contemporánea. Para ello, apela a la potencia constituyente del poder popular, como una de las claves para gestar las nuevas democracias y en medio de ellas, el poder constituyente de los pueblos.
Aunque anclada en la experiencia ecuatoriana, la obra trasciende fronteras, dada la simultaneidad histórica de procesos en Nuestra América. Torres parte de un enfoque transdiciplinario, centrándose en una estructurada y bien fundada crítica al orden neoliberal, que niega derechos humanos y colectivos, sometiendo o prescindiendo del Estado. Torres Galarza identifica con claridad que los intereses y las necesidades de las corporaciones trasnacionales poseen más derechos que los estados, los seres humanos y la naturaleza.
Coincidimos en su diagnóstico sobre lo que este poder trasnacional provoca al desatar la crisis del estado de derecho, la política y sus partidos, al mismo tiempo que hace uso de la justicia con fines políticos, criminalizando las resistencias. El gobierno del capital “impone la ‘democracia y libertad neoliberal’ mediante el autoritarismo, el despotismo, el neofascismo y/o la aplicación de la doctrina de seguridad nacional y el mal uso de los estados de excepción”.
Una de las aportaciones del autor es identificar la razón colonial, que sobrevive hasta nuestros días, como “un conjunto de presupuestos categóricos que niegan la existencia de los ‘indios como sujeto’ y despojan sus identidades de origen para construir un ‘otro’, un ajeno, un distinto discriminado, explotado y subordinado”. A partir de tales supuestos tienen lugar la explotación y acumulación en el régimen colonial, mediante el despojo, la apropiación y el control de los medios de producción, los bienes comunales y los excedentes, mientras el derecho colonial se ejerce a partir de una ciencia alemana de policía, necesaria para someter y controlar a las poblaciones dominadas.
En Ecuador y en nuestros países se impone un modelo de Estado-nación que desconoció la realidad de sociedades pluriculturales y multiétnicas, al igual que sus procesos constituyentes. Así, el desarrollo de la normativa constitucional ha respondido a principios que buscan la desintegración del mundo indígena, mediante políticas estatales que pretenden integrar a la vida moderna a los “marginados indígenas’.” Como ocurre en México, las políticas de Estado y el derecho vigente han buscado incorporar las demandas de los pueblos indígenas, modificando su carácter y dimensión como pueblos, otorgando un tratamiento de reivindicaciones individuales o de grupos marginados, tribus, grupos o campesinos. Para el derecho los indígenas son un sujeto amorfo, ambiguo, indeterminado, susceptible de ser integrado y, por tanto, se desconoce su identidad como pueblos.
Especialmente sugerente es el análisis de la doctrina del enemigo interno, los estados de excepción y la revolución molecular disipada, que ha sido dictada, actualizada y adaptada de la política de seguridad e inteligencia estadunidense. Cuando observamos los procesos de militarización en marcha, que en el caso de México resultan más que evidentes, coincido con el autor en cuanto a que el control militar del Estado es inherente a la Doctrina de Seguridad Nacional, así como la sustitución del enemigo externo por el enemigo interno, y la aplicación de estados de excepción que otorga a los jefes de Estado facultades extraordinarias.
Es interesante esta idea de revolución molecular disipada, que, desde el poder, intenta ser una teoría conspirativa que “sostiene que las manifestaciones y protestas sociales en América Latina se fundamentan en un plan y estrategias de las izquierdas radicales para acabar con la democracia e instaurar un régimen comunista. Estas ideas se plasman también en el concepto del ‘nosotros y ellos’ y en categorías guerreristas que convierten al conflicto social en un escenario bélico”.
Este libro contribuirá de manera sustantiva a las luchas y resistencias emancipatorias de Abya Yala, en un momento particularmente decisivo en la historia contemporánea, en la está en juego la sobrevivencia misma de la especie humana.
La Jornada