Nuevo momento en la lucha de clases y posibilidades de cambio
Los que, recordemos, han marcado desde el 2008 un nuevo ascenso de la movilización social. Dadas las características que ésta ha presentado, sobre todo en los últimos tres años, los procesos y las luchas futuras, además de presionar reivindicaciones inmediatas, tenderán a incorporar demandas de mayor trascendencia política y de cambio, tal como viene siendo la característica en los últimos tiempos.
Independientemente de la próxima coyuntura electoral, o sin ceñirse exclusivamente a ésta, es claro que se está configurando en los años recientes, como una posibilidad real, la emergencia de un nuevo gobierno que apuntale soberanía y cambios; un escenario probable más no inexorable.
En la conformación de este escenario, inciden los problemas históricos acumulados y las luchas que vienen de atrás, pero también cuestiones más recientes, como el ascenso de procesos por exigencias sociales y políticas dados los incumplimientos que se arrastran, el desgaste y las dificultades crecientes que evidencian la incapacidad del actual gobierno, con la intensidad que tiende a cobrar en lo inmediato y en el nuevo contexto latinoamericano y mundial que se está desarrollando, acelerado ahora por la pandemia.
El virus frenó temporalmente el ascenso de la lucha social, la que en el 2019 mostró la mayor fuerza de la última década. No obstante ese paréntesis generado por esta pandemia, fue cediendo, y en el segundo semestre del 2020 pudieron constatarse expresiones tan visibles como las movilizaciones del 9 y 10 de septiembre, brutalmente reprimidas por la policía.
Para este 2021 y los años inmediatamente siguientes, se diagnostican y se perciben nuevas y mayores luchas y movilizaciones, al igual que una mayor confrontación política. La pandemia impuso sólo ese paréntesis, que suma razones a los pliegos por la gestión tan pésima de la misma.
Nuevo momento en la lucha de clases
Si logramos mirar más allá de lo superficial y del día a día, nos daremos cuenta que en los años recientes se ha estado perfilando en el país un nuevo momento de la lucha de clases y de las posibilidades de cambio, a pesar de la continuidad del terrorismo de Estado, del paramilitarismo y del terrible y creciente asesinato de líderes sociales y excombatientes de las FARC desmovilizadas [1].
Colombia no es ajena a lo que se presentó en el continente latinoamericano en la primera década de este siglo XXI, ni de lo que tiende a reeditarse en la actualidad. Estamos ante nuevas realidades, imperceptibles en algunos casos, pero reales y en desarrollo, lo que demanda a quienes estamos comprometidos con los cambios y con otro futuro para los colombianos, a replantear y ajustar varios de los diseños que habíamos construido para momentos y situaciones anteriores.
En este 2021 y en los dos, tres, o cuatro próximos años, tiende a acrecentarse el rechazo al actual gobierno o a otro de carácter igualmente oligárquico y mafioso; tiende igualmente, como ya se ha planteado, a acrecentarse significativamente la lucha social y política de los de abajo y de los sectores medios, desatándose coyunturas de crisis de gobernabilidad, de mayores y mejores opciones de cambio y de nuevo gobierno.
Todo ello en razón de las nuevas realidades en desarrollo en el país, en el continente y en el contexto mundial, en especial, en este último caso, con la decadencia y la progresiva pérdida de hegemonía de los Estados Unidos como centro imperialista, cuestión que se ha hecho más evidente en los últimos tiempos.
Hechos relevantes
a. En Colombia desde el 2008, cuando la Minga indígena y popular del Cauca, asistimos a un nuevo ciclo de ascenso de las luchas sociales y de las luchas políticas de masas. Ese ascenso si bien ha sido irregular, se ha mantenido y ha tenido cada vez mayores alcances.
b. Son inéditos en los últimos 100 años de nuestra historia, los resultados de los comicios presidenciales del 2018, marcando un nuevo momento en la disputa institucional con las fuerzas oligárquicas y del imperialismo. Recordemos que en esas elecciones, el candidato de la oposición de centro-izquierda, logró un 43% del total de la votación.
c. El desgaste del actual gobierno, el ascendente rechazo de la población y las dificultades crecientes que se le están presentando, junto con el debilitamiento de la hegemonía de la ultraderecha uribista.
d. Los efectos y las tensiones sociales que está generando la crisis económica, agudizada por la pandemia del Covid-19. A fines de enero ya estaremos por encima de los dos millones de contagios y con un aproximado de 50.000 muertos; el crecimiento del PIB en Colombia, según la CEPAL, se contrajo el año 2020 en un -8%, lo que no se presentaba desde hace muchas décadas; el desempleo en el tercer trimestre estaba por el 14% y la informalidad se acercó al 60%.
Históricamente, en los momentos de crisis económica, se han presentado grandes estallidos sociales, se han multiplicado las luchas de los pueblos y se desatan coyunturas de cambio.
La situación actual es tan crítica que Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, ha advertido que ésta es la peor crisis para la región desde hace un siglo. No es casual que la CEPAL advierta que "Las cicatrices que deja la mayor crisis en décadas, con un aumento de los niveles de desempleo y pobreza, así como de la desigualdad, podrían intensificar las tensiones sociales latentes..." (El Mercurio. Chile. «La peor crisis económica de los últimos 120 años«. 16 de diciembre de 2020).
e. En la actualidad persisten las fricciones ínter-oligárquicas presentadas en los últimos ocho años por diferentes razones, lo que ha contribuido a achicar el consenso con el sector oligárquico y político que prima en el actual gobierno, y le abre mejores espacios al campo popular, a la movilización, a la oposición política y a las opciones de cambio.
f. El desprestigio que al momento registran instituciones como la Fiscalía, el ejército y la policía, y otras encargadas de control, es el mayor en los cuarenta últimos años, según distintas analistas y sondeos de opinión.
g. En las movilizaciones del año pasado, especialmente en las del segundo semestre, ganó fuerza el grito que planteaba la salida o caída de Duque. Está el interrogante de si este reclamo logrará prender ahora en este 2021, si será amplificado y articulado en sectores más amplios de la población y si tomará más fuerza en el país, dada la malísima gestión de este gobierno y el clima social y de inconformidad que se ha manifestado desde los primeros meses de su posesión en agosto de 2018, a lo que habría que agregar las situaciones que está generando la agudeza y la prolongación de la pandemia.
h. La situación del continente está cambiando nuevamente de manera favorable para los pueblos. En el 2019, en Chile, Ecuador, Haití y Colombia, se presentaron las protestas y movilizaciones sociales más fuertes y prolongadas de los últimos años en cada uno de esos países; finalizando el 2020 estalló la crisis de gobierno y de gobernabilidad en el Perú y se dieron inéditas movilizaciones en Costa Rica. En México y Argentina, se ganaron gobiernos progresistas y a un año del golpe de Estado en Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS) ganó las elecciones y accedió de nuevo al gobierno. Cuba sigue resistiendo e irradiando su voz de aliento y Venezuela sobrevive a la feroz ofensiva norteamericana y europea.
i. Un factor reciente, de gran relevancia, que suma a los anteriores para configurar un nuevo momento de la lucha de clases, proviene de las situaciones que se están presentando en los Estados Unidos, como potencia imperialista. Con China está perdiendo su primacía económica; es el país más afectado por la pandemia, con casi 25 millones de contagios a la fecha y más de 400.000 muertos; le ha estallado una crisis política, de legitimidad y de paradigma democrático, retratada en las movilizaciones cuando el asesinato del afroamericano George Floyd, y sobre todo, de manera especial, en los sucesos de este pasado 6 de enero en el Congreso, verificada en las inéditas tensiones para la transición presidencial.
Cuando el Imperio, el centro, se debilita, cuando empieza a ser manifiesto su declive, cuando va siendo más aguda, intensa y palpable su crisis, se amplían las posibilidades de emancipación de los pueblos. Recordemos nuestra propia historia, cuando la crisis del imperio español y las mejores condiciones que ello generó para la lucha por la independencia en el continente.
Posibilidad histórica
Si bien no están alineados todos los astros, sí se está configurando un momento histórico favorable para avanzar. En este contexto es vital y decisiva la clarividencia, la decisión, la acción y la oportunidad del componente subjetivo y por tanto el empuje de las fuerzas populares, progresistas, de cambio y de futuro en el país.
Estamos ante una posibilidad histórica que podría esfumarse una vez más, si no la enfrentamos juntos, con lucidez, audacia y unidad, pensando más allá de los intereses particulares de cada corriente, fuerza o sector, con visión de país y de contexto continental.
Tiene asidero ahora, pensar en un mayor protagonismo e incidencia de las luchas sociales, en distintas dinámicas extra-institucionales e institucionales de lucha política, en la obligatoriedad de avanzar en la construcción de un gran bloque popular y democrático, en alimentar y propiciar situaciones que desnuden y sumen a una crisis de gobierno y que aporten a la opción de cambios, así éstos tengan que ser aún muy elementales, pero sí inscritos en una perspectiva de futuro.
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[1]. A este 17 de Enero del 2021, según los registros de INDEPAZ, en los últimos 4 años, después de la firma de paz de las FARC, han sido asesinados 1.127 líderes sociales y 253 excombatientes, a lo que habría que agregarle la estigmatización, la persecución y las detenciones de activistas de izquierda y dirigentes sociales, tal como se puede verificar en los reportes de distintas organizaciones de derechos humanos, entre otras el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos y el Colectivo José Alvear Restrepo.
CALPU