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Asia, Europa, Medio Oriente :: 20/01/2022

Nuevos focos de tensión en el tablero mundial

Eduardo Lucita
El recrudecimiento de la pandemia amenaza la recuperación de la economía mundial mientras que nuevos conflictos políticos provocados por EEUU tensionan el escenario mundial

En los inicios de este 2022 un enfoque global muestra tres escenarios. Por un lado una economía en recuperación concentrada en algunas de las principales potencias y por lo tanto muy desigual. Las proyecciones van desde 4.1 a 5.6% de crecimiento para este año, traccionado por la suba del comercio internacional (+11% en 2021 sobre el 2019) donde se destaca el intercambio China-EEUU que a diciembre pasado alcanzaría su récord histórico (700.000 millones de dólares).

Por otro lado se estima una desaceleración del crecimiento por un fuerte rebrote de la pandemia que, por la extrema contagiosidad de la variante Ómicron, crece verticalmente en todo el mundo poniendo en riesgo la evolución de la economía global en el futuro inmediato. El tercer escenario está dominado por los nuevos focos de tensión que sacuden el tablero mundial, es lo que nos interesa en esta nota.

Si hasta hace pocos meses atrás la región de Taiwán y el Mar de la China del Sur era considerado “…el lugar más peligroso del planeta”, hoy en los inicios del 2022 ese podio está siendo disputado por tensiones que cruzan tanto a Europa Oriental como a Asia Central y al Oriente Medio.

Zonas estratégicas

Todas las zonas donde se registran focos de tensión tienen importancia geopolítica y comercial. La región indo-pacífica es hoy el segundo destino de las exportaciones de la UE y alberga a cuatro de los diez principales socios comerciales del bloque. El Oriente medio contiene más del 60% de las reservas petroleras globales y es un punto de relevancia mundial. Ucrania y Kazajistán son fundamentales para la reconstitución de un bloque de poder con Rusia como pivote central.

El declive cada vez más marcado de EEUU y los intentos desesperados de la administración Biden por recuperar espacios y presencia internacional frente al ascenso de China y Rusia están en el centro de esta conflictividad.

Medio Oriente

EEUU buscaría restablecer el acuerdo nuclear firmado por la administración Obama con Irán y países miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Viena 2015) que tenía por objetivo detener el plan nuclear iraní. En 2018 la administración Trump, empujada por Israel y las monarquías árabes, retiró a EEUU del acuerdo y en paralelo incrementó las sanciones económicas y financieras. El argumento, otra vez sin mayores pruebas, fue que la nación persa no estaba cumpliendo el acuerdo, pero el objetivo no declarado, ahora es evidente, no era otro que mellar la influencia de Irán en la región, que había crecido luego de que Rusia destrabara la crisis siria -creada por Occidente- a favor del Gobierno legítimo de Bashar al Assad, aliado de los persas.

Por si fuera poco en las afueras de Teherán fue asesinado Mohsen Fakhrizadeh, el principal científico nuclear iraní y meses antes, en las cercanías de Bagdad, el comandante Suleiman, considerado un héroe nacional iraní. Cartón lleno, el resultado de las presiones económico-financiera y militares fue exactamente inverso a lo buscado. En lugar de detener el plan nuclear este se aceleró, mientras Israel pretende seguir siendo la única potencia nuclear de Medio Oriente.

Informes recientes dan cuenta de que Irán está a punto de completar el ciclo de enriquecimiento del uranio en un porcentaje que lo pone a tiro de lograr la bomba nuclear. Adicionalmente se ha revelado como gran potencia militar (posee un importante stock de misiles y drones de precisión y largo alcance).

El reconocimiento de la peligrosidad de la situación y la responsabilidad de los errores no forzados de EEUU están llevando a un replanteo general en la región, incluso tanto en el régimen de Israel como en los emiratos y otras dictaduras árabes ya se piensa en alcanzar algún acuerdo con Irán. Mientras tanto la presencia de China crece en la región y su proyecto de Nueva Ruta de la Seda gana espacios.

Europa Oriental y Asia Central

Día a día crecen las tensiones entre Rusia, EEUU y los países europeos por la zona fronteriza que comparten Rusia y Ucrania, en Bielorrusia y por la crisis (también fcreada por Occidente) en Kazajistán.

En 2014, luego de las protestas del Euromaidán financiadas por EEUU, Rusia propició un referéndum por el que los habitantes de la estratégica península ucraniana de Crimea (donde está instalada la mayor base naval rusa) decidieron mayoritariamente ser parte de Rusia. Al mismo tiempo, desde hace unos meses está desplegando tropas a lo largo de toda la frontera con Ucrania intentando disuadir o bloquear el acercamiento de Ucrania a la OTAN, que habilitaría la expansión de la alianza hacia el este, lo que Rusia considera una amenaza militar (vínculos culturales, étnicos e históricos suelen justificar acciones diplomáticas o militares).

Como en la región indo-pacífica la administración Biden ha declarado que no aceptará una nueva invasión militar de Rusia, amenazando con sanciones bancarias, financieras e incluso bloquear el gasoducto Nordstream II, lo que enciende luces rojas en Alemania que depende de ese gas, más cuando acaba de cerrar numerosas centrales nucleares. Moscú ha respondido que sería “un error colosal” y que aplicaría “medidas militares y técnicas”, mientras que la OTAN advirtió que hay “riesgo real de conflicto” y que la alianza debe prepararse para “un fracaso diplomático”.

Esta semana (10 al 16 de enero 2022) se realizan dos reuniones claves del Consejo Rusia-OTAN, creado en 2002, para buscar detener una crisis por demás peligrosa que terminaría enfrentando a países dotados de armas nucleares. Los rusos buscan frenar el despliegue de misiles en Europa y que ni Ucrania ni Georgia se integren a la OTAN. En tanto que europeos y norteamericanos defienden la decisión de la alianza de construir “infraestructura” en las cercanías de Rusia y la eventual opción soberana de los países que decidan integrarse a la Alianza Atlántica. Pero dejando claro que no van a permitir la opción soberana de Cuba y Venezuela de aceptar bases rusas o chinas en sus territorios, cercanos a EEUU.

El Asia Central, situada entre Irán, Rusia y China y en las cercanías de Turquía es un nuevo foco de conflicto desatado luego de protestas en Kazajistán -el país más rico en recursos naturales y de mayor extensión geográfica de la región- por el aumento del precio de gas al que con el correr de los días se sumaron otras demandas creadas artificialmente por la inteligencioa de la OTAN. A diferencia de lo sucedido cuando el Euromaidán, aquí hay fuertes disputas entre grupos de poder, palaciegas entre clanes y presencia de islamistas radicales, que coinciden en un aspeecto: evitar un mayor acercamiento de Kazajistán a Rusia y China.

Rusia, a través de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), intervino militarmente para sostener al Gobierno aliado y controlar la situación en Kazajistán, que es el núcleo central de la estrategia geopolítica del presidente Putin para evitar que Occidente rodee a Rusia. Así como un tramo muy importante de la Nueva Ruta de la Seda china.

Incertidumbre

Así, tambores de guerra resuenan en esas tres zonas en conflicto que tensionan todo el tablero mundial, siempre en la línea de los esfuerzos estadounidenses para evitar que Rusia y China lo sobrepasen, y contando con la cabeza gacha de Europa.

Mientras que no hay precisiones en cuanto a la extensión y la magnitud de la pandemia, que está imponiendo nuevas restricciones en una economía global en que las bancas centrales están subiendo las tasas de interés, que registra creciente ausentismo laboral que limita la producción y entorpece la logística de las cadenas de valor, todo acompañado por una tasa de inflación desconocida en décadas.

Todo redunda en una gran incertidumbre sobre el futuro inmediato.

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Nota: cuando esta columna ya estaba publicada nuevas informaciones dan cuenta que las negociaciones del Consejo Rusia-OTAN estarían fracasando por la intransigencia de EEUU y al borde de la ruptura. EEUU habría reiterado la posibilidad de duras sanciones y Rusia respondió que no descarta emplazar infraestructura militar en Cuba y Venezuela. La crisis de los misiles en Cuba en 1962, tal vez la mayor en tiempos de la Guerra Fría, cuando EEUU se vio obligado a firmar que no iba a atacar a Cuba, sobrevuela la escena mundial agregando mayor incertidumbre.

* Eduardo Lucita es integrante del colectivo Economistas de Izquierda (EDI).
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