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Europa :: 22/06/2023

Occidente la saca tarjeta roja a Jürgen Habermas

Atilio Boron
Jürgen Habermas, el mayor filósofo vivo de Alemania y seguramente de Europa, es una de las nuevas víctimas de la guerra en Ucrania

Y también una muestra de los alcances del clima político intolerante y autoritario imperante en su país. En efecto, bastó que publicara un muy cauteloso artículo sugiriendo que el gobierno alemán debía promover la apertura de negociaciones con Moscú tendientes a poner punto final a los horrores de la guerra -repito: negociaciones, no una rendición incondicional de Ucrania- para que la rusofobia y el espíritu de la Guerra Fría cultivado con esmero por los corruptos generalotes de la OTAN, los opulentos burócratas de la Unión Europea, los grandes medios de comunicación y la dirigencia política alemana removieran por completo la voz del filósofo del “espacio público”, esa engañosa entidad que fuera objeto de largos años de reflexión habermasiana.

Desde mediados de febrero nada se sabe de él, condenado al ostracismo por lo que aparentemente es un pecado imperdonable: su mesurada crítica al belicismo que se ha apoderado del gobierno alemán y que es alimentado sin cesar por Washington.

En su alegato en favor de la negociación en Ucrania (así se denomina su artículo) Habermas califica en duros términos al presidente ruso Vladimir Putin por su violación de la "legalidad internacional". Su análisis de la guerra omite por completo el examen de la génesis del conflicto: la decisión de EEUU y los gobiernos europeos que hoy conforman su indigno protectorado de desplazar las tropas y equipos de la OTAN hacia las fronteras de Rusia.

Omite también en su nota discurrir sobre el legítimo derecho a la seguridad nacional que le cabe a este país, periódicamente invadido por sus voraces vecinos entre los cuales los propios alemanes. Lo mismo hace en relación a las consecuencias del golpe de estado abiertamente patrocinado por Obama en 2014 que terminó por instalar en el gobierno a una coalición virulentamente rusofóbica -que hoy reivindica y abraza abiertamente al nazismo- y que no dejó ni un solo día de atacar con artillería pesada a las regiones donde habita la minoría rusófona del sur de Ucrania.

Tampoco incluye Habermas en su alegato referencia alguna a los documentos oficiales del gobierno de EEUU que, desde comienzos de 1992, recomiendan acosar a Rusia con todo tipo de sanciones para impedir a cualquier precio la concreción de un acuerdo Moscú-Berlín-París que habría cimentado la construcción de una Europa autónoma en materia económica y militar.

Mucho menos se refiere al infame documento de la Corporación Rand, un discreto 'think tank' del Pentágono, de febrero del 2019 en el cual se recomienda la instalación de armas letales en la frontera entre Ucrania y Rusia para provocar una respuesta militar de Moscú, además de toda una parafernalia de sanciones destinadas a “sobre-extender y desequilibrar a Rusia”.

En pocas palabras, Habermas no parece haber comprendido en su exhortación que lo que hay es una guerra que EEUU y sus aliados europeos están librando contra Rusia, y que para comodidad y seguridad de Washington se libra bien lejos, en Ucrania.

Lo anterior no ha sido dicho para descalificar por completo la actitud de Habermas -mucho más digna que la de buena parte de la intelectualidad progresista o de izquierda europea, ganada por el “otanismo”- sino para subrayar que la involución autoritaria que hoy padece Alemania y buena parte de Europa hace que baste un muy cauteloso llamado a la cordura y la negociación (como también lo vienen haciendo personajes tan disímiles como Noam Chomsky y Henry Kissinger) para que, en el enrarecido clima ideológico prevaleciente, se condene al ilustre filósofo al ostracismo.

La “caza de brujas” y la censura practicada sin anestesia contra quienes se oponen a la guerra y a la alocada escalada militar que promueve Washington crece día a día y cobra cada vez más víctimas. Recordemos esta enseñanza de la historia: en el marco de un capitalismo crecientemente fascistizado, toda disidencia se convierte en una imperdonable herejía.

Süddeutsche Zeitung, 15/2/2023

 

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