OEA: reelección en tiempos de coronavirus
En una Asamblea General extraordinaria, celebrada en medio de la pandemia del coronavirus, Luis Almagro [que inicialmente fue propuesto para el cargo por el "progresista" Pepe Mujica] ha sido reelegido como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) para los próximos cinco años. El ambiente excepcional a escala global por la crisis del coronavirus no ha sido impedimento para la celebración de esta reunión en Washington DC, ciudad donde las autoridades ya habían tomado medidas de restricción de movimientos y cierre de algunos establecimientos, previas a un confinamiento que llegará tarde o temprano. No obstante, las autoridades sanitarias estadounidenses autorizaron la reunión de este 20 de marzo y de poco sirvieron los intentos de postergar la votación por parte de diecisiete estados.[1]
La urgencia por afianzar una reelección que se daba por hecha, y las presiones del Departamento de Estado de EEUU están detrás de la celebración de un acto que, a decir de la representante argentina, todavía está por evaluar si ha sido exitoso en términos de salud.
Votaciones en una OEA dividida
Finalmente, fueron dos los candidatos que llegaron hasta el final para disputar la Secretaría General tras el retiro, por parte del Perú, de su candidato Hugo de Zela.[2] Siguiendo el artículo 73 del Reglamento de la Asamblea General, que estipula la votación secreta, el uruguayo Luis Almagro, candidato presentado por Colombia, recibió 23 votos de los 34 Estados miembros. La candidata propuesta por Antigua y Barbuda y San Vicente y Granadinas, la ecuatoriana María Fernanda Espinosa, obtuvo 10 votos. Lo que pudiera parecer una victoria con un amplio margen de votos se relativiza cuando se compara con el historial de votaciones a los secretarios generales desde la década de los ´80, elegidos bien por unanimidad, bien por aclamación. Unos secretarios generales que lograron un amplio consenso para su elección, ahora inexistente. Para mayor contraste, el secretario general adjunto, elegido después de Almagro, Néstor Méndez, fue nombrado por aclamación.
De hecho, la votación a Almagro escenifica, una vez más, la división existente en la región entre un grupo de países progresistas o apegados, sin más, al Derecho Internacional y a la defensa de los organismos multilaterales para la resolución de las conflictos políticos, frente a un grupo de países cuyos representantes en la OEA carecen de legitimidad democrática (caso de los representantes de los golpistas bolivianos y del enviado por Juan Guaidó, que dice representar a Venezuela) o están alineados con la agenda estadounidense en la región. La contundente intervención de la embajadora mexicana, Luz Elena Baños,[3] tras la elección de Almagro, tuvo el propósito de resaltar esa división aparentemente irreconciliable. Baños hizo un alegato del multilateralismo, la no injerencia, la igualdad jurídica de los Estados y la no parcialidad de la Secretaría General. Aspectos que, a decir de la delegación mexicana, Almagro no ha respetado.
Almagro, al servicio del golpismo
La parcialidad del secretario general, Luis Almagro, durante su anterior mandato, ha sido manifiesta. Se expresó en su activismo en pro del derrocamiento del Gobierno legítimo de Venezuela, presidido por Nicolás Maduro, que concretó su retiro de la OEA en abril de 2019. Almagro, en un ejercicio insólito -aunque no sorprendente habida cuenta del origen y naturaleza de la OEA como palanca de los intereses estadounidenses en el hemisferio- reconoció al autoproclamado “presidente encargado” de Venezuela, Juan Guaidó, permitiendo además que un enviado de ese Gobierno paralelo e inexistente en la realidad usurpara la función de representación de un Estado soberano en el marco de la OEA. Además de poner todos los recursos de la Secretaría General al servicio del cambio de régimen en Venezuela, Almagro también tuvo un papel destacado en los acontecimientos que llevaron al golpe de Estado contra el Gobierno de Evo Morales en Bolivia.
De hecho, el informe de la Misión de Observación Electoral (MOE) de la OEA en las elecciones bolivianas de octubre de 2019 se utilizó para insinuar la existencia de un fraude electoral que condujo a que el Gobierno boliviano aceptara una posterior auditoría electoral de la OEA, cuyos resultados preliminares fueron usados por Almagro para forzar la tesis del fraude y justificar la intervención de las Fuerzas Armadas de Bolivia “solicitando la renuncia” del presidente Evo Morales. Sin embargo, como los estudios de varios especialistas y organizaciones han demostrado,[4] los informes de la MOE tenían un sesgo de partida que sirvió para asentar una interpretación de los acontecimientos errónea que acabó justificando un golpe de Estado contra Evo Morales.
¿Tiene sentido la OEA hoy?
El principal interrogante que arroja no sólo el proceso de elección del nuevo secretario general sino su mandato previo, así como la trayectoria de la propia organización, es ¿tiene sentido mantener un espacio como la OEA en una América Latina y Caribe que logró armar, a pesar de las diferencias políticas sustanciales, sus propios mecanismos de integración y concertación política al margen del tutelaje de EEUU? Es una pregunta pertinente a pesar del desmantelamiento de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) perpetrado por el Gobierno de Lenín Moreno junto a sus aliados de la derecha regional, e incluso a pesar del congelamiento de facto que ha experimentado la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en los últimos años.
Las perspectivas que se abren son muchas en una región que está recuperando algunos estados, poco a poco, para las fuerzas del progresismo (como es el caso de Argentina) o conquistándolos por primera vez (caso de México). Por su parte, las luchas sociales de los últimos meses en países gobernados por fuerzas neoliberales, como Ecuador, Chile, Panamá, o contra el golpe en Bolivia, muestran que la disputa sigue abierta también desde abajo y que esta determinará, en última instancia, la supervivencia de muchos gobiernos y el signo ideológico de los gobiernos por venir. Esto tendrá un impacto, a su vez, en la correlación de fuerzas de los organismos multilaterales como la OEA.
Todo lo anterior permite pensar en una rearticulación de la izquierda regional que incida en la reactivación de los mecanismos latinoamericanistas en detrimento del papel referente que la OEA se arrogó en este lapso de pérdida de los consensos regionales que habían cristalizado en la defensa de la soberanía nacional por encima de las divisiones ideológicas. En este sentido, el accionar de México en la presidencia pro témpore de la CELAC será crucial,[5] como lo está siendo su liderazgo en su defensa del Derecho Internacional en el marco de la OEA, para construir ese consenso regional que anteponga los intereses de América Latina y el Caribe como actor unitario en el sistema internacional, en lugar de un apéndice dividido al servicio de los intereses de la política exterior de EEUU
----
Notas
[1] https://www.elcomercio.com/actualidad/paises-oea-postergar-eleccion-coronavirus.html
[2] https://www.celag.org/informe-sobre-las-elecciones-oea-2020/
[3] https://www.youtube.com/watch?v=5Qr26lvrr8Y
[4] Entre otros, https://www.celag.org/analisis-del-informe-final-de-la-oea-sobre-las-elecciones-en-bolivia/, https://www.washingtonpost.com/politics/2020/02/26/bolivia-dismissed-its-october-elections-fraudulent-our-research-found-no-reason-suspect-fraud/ y https://cepr.net/report/observando-a-los-observadores-la-oea-y-las-elecciones-bolivianas-de-2019/
[5] https://www.celag.org/mexico-en-la-celac-regreso-a-los-origenes/