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Europa, EE.UU., Mundo :: 22/09/2022

Operación especial de Rusia cambió equilibrio de poder mundial

Leoníd Vladímirovich Savin
Toda la histeria en torno a la crisis ucraniana está diseñada para ocultar los verdaderos motivos de Occidente: la invasión de la zona de intereses vitales de Rusia

Resulta bastante natural que en casos como el de la operación militar especial llevada a cabo por Rusia en Ucrania para desmilitarizar y desnazificar esa sociedad haya polarizado las opiniones y se haya establecido una clara distinción entre partidarios y oponentes, e incluso, hasta de quienes adoptan una posición neutral. Esto es lugar común ante cualquier conflicto militar.

De la misma forma, a lo largo de la historia sobran ejemplos de casos similares de confrontación en los que eventos armados iniciados por pequeñas escaramuzas de lucha por el poder continuaron con una escalada y se convirtieron en guerras prolongadas que terminaron con la derrota de uno de los oponentes.

Un buen ejemplo lo anterior lo tenemos en la Guerra del Peloponeso, cuando Esparta y Atenas lucharon entre sí por el dominio en la región del Mediterráneo y cada una de las partes tuvo sus aliados y sus compromisos, pero también hubo determinados sujetos que se mantuvieron neutrales. Cuando Persia decidió apoyar indirectamente a Esparta, Atenas se vio condenada al fracaso.

Obviamente, de la misma manera quiso acumular una similar masa crítica, solo que no le funcionó y ahora las agujas de la balanza se han inclinado en la dirección opuesta por el caso de Ucrania.

En 2014, luego de la reincorporación de Crimea a Rusia, se produjo una notable división en la escena política mundial entre aquellos que se oponían abiertamente a Moscú y los que intentaron mantener relaciones amistosas con Rusia, pero después del 24 febrero 2022, la polarización de la apreciación de las decisiones de los líderes rusos se hizo muy aguda, enconada y motivada políticamente. Sin embargo, en la mayoría de los casos de condena a Rusia, se debió a las brutales presiones de y la Unión Europea sobre determinados países y no a su propia posición.

Lo anterior se pudo apreciar en una reciente votación en el seno de la ONU, cuando el número de países que asumieron una posición de condena a Moscú se redujo casi tres veces, de 141 a 54, lo que es una cifra bien elocuente. Entre los que se negaron a condenar a Rusia se encuentran países tan importantes geopolíticamente hablando como Argentina, Brasil, Arabia Saudita, Egipto, Malasia, Tailandia, Filipinas, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Myanmar y México, varios de ellos otrora aliados de Washimgton.

Este no deja de ser un indicador del fracaso del Occidente colectivo de crear un frente amplio antirruso, que y la OTAN intentaron armar a toda costa. Son principalmente los países miembros de la UE y la OTAN, los que todavía mantienen una posición rusófoba activa y en “apoyo” a Ucrania.

En ese caso, y según la revista Forbes, los veinte países que más apoyan a Ucrania son , Gran Bretaña, Alemania, Polonia, Letonia, Lituania, Estonia, Eslovaquia, República Checa, Bulgaria, Rumania, Eslovenia, Portugal, Italia, España, Francia, Canadá, Países Bajos, Dinamarca y Noruega.

Sin embargo, se impone destacar con justificado énfasis, el hecho de que sigue siendo el Occidente colectivo, y solo él, quien se aferra a estas posiciones, aunque también es bueno consignar que en la mayoría de estos países esta posición se debe a la sumisión de un gobierno títere, abyecto y supeditado a los dictados de Washington y Bruselas, y no al sentimiento de sus pueblos.

Es muy poco probable que el Occidente colectivo, especialmente los países miembros de la OTAN, cambien su política actual en contra de Rusia, a menos que se vean obligados a hacerlo por circunstancias extraordinarias (la crisis energética puede ser una de ellas), o por un cambio de régimen político en el que el nuevo gobierno abandone el viejo curso. Sin embargo, incluso dentro de la OTAN y la UE hay políticos bastante coherentes. Viktor Orban, premier de Hungría, es un caso evidente.

El cambio en la actitud hacia la operación militar especial rusa también podría estar determinado por un estudio más detallado del problema, en un escenario donde los líderes de muchos de estos países asumieran abiertamente que las acciones de Rusia fueron causadas por las provocaciones de y la OTAN, la reticencia de Washington a sentarse a la mesa de negociaciones y la continuación de una política agresiva contra Rusia.

El trasfondo histórico que subyace como precedente nos conduce inevitablemente a hechos como la agresión de la OTAN contra Yugoslavia y Libia, así como a las falsas promesas hechas e incumplidas por el liderazgo de los países occidentales de no expandir la OTAN hacia el Este. Y esto desacredita una vez más a la OTAN, a los y al Occidente en general.

Es cierto que sistemáticamente los medios de comunicación occidentales se han dado a la tarea de alimentar un irracional odio hacia Rusia. La publicística de esos países se ha afanado tratando de argumentar con estadísticas el carácter de agresor de Moscú en la operación en Ucrania.

The Economist, el 4 de abril de 2022 publicó un artículo que incluyó una infografía en la que se reflejaban los países que condenaron las acciones de Rusia y quién no lo hizo. Para ese momento, ya había diez países menos en la lista de los que habían adoptado una posición antirrusa.

Al mismo tiempo, se puede apreciar que los que están en oposición a Rusia incluyen solo el 36 por ciento de la población mundial, mientras que alrededor de dos tercios apoyan a Rusia o asumen una posición neutral.

Lo más interesante es que muchos Estados, de los que mantienen una postura oficialmente neutral, han comenzado a relacionarse más activamente con Rusia en la esfera del intercambio económico.

La India, por ejemplo, ha incrementado considerablemente la compra de hidrocarburos y otros productos derivados del petróleo en Rusia debido a la disminución de los precios. Irán, a su vez, ha intensificado la cooperación en una serie de áreas, desde el comercio y los proyectos de infraestructura hasta la cooperación técnico-militar y la entrada de empresas rusas en el sector del petróleo y el gas del país persa.

Lo anterior indica que varios estados que asumieron expresamente una posición neutral en realidad están del lado de Moscú. Simplemente votaron así en la ONU para no quedar sujetos a las presiones de Occidente, indicando que no tenían nada que ver con la crisis en Ucrania y no querían interferir en los asuntos internos de otros Estados. Entre estos hay importantes actores como Brasil y Pakistán, también las repúblicas de Asia Central, Mali y la República Centroafricana.

Por su parte Serbia, aunque votó por primera vez en la ONU contra Rusia, su presidente, Aleksandar Vucic, explicó la razón, debido a las presiones de la UE y , y agregó que Serbia y Rusia mantienen relaciones amistosas, así como que Belgrado no tiene la intención de unirse a las sanciones antirrusas, decisión que sigue vigente.

Sudáfrica inicialmente se puso del lado de Occidente e incluso instó a Rusia a “retirar sus tropas y respetar la soberanía e integridad territorial de Ucrania”. Pero poco después, el presidente Ramaphosa, retiró su declaración.

Es significativo que últimamente la publicación de ese tipo de estadísticas ha ido desapareciendo en los medios occidentales, dado que el aumento del apoyo a Rusia debe explicarse y comentarse de alguna manera, pero no lo quieren hacer, como tampoco admitir que Occidente no tiene la fuerza y la capacidad de obligar a otros países a votar en contra de Moscú o unirse a las sanciones, es decir, reconocer que la mayoría de los Estados del mundo no está de acuerdo con tal política y que el mundo es diferente.

El liderazgo hegemónico estadounidense ha desaparecido, y Washington no tiene una fuerza real, ni siquiera un poder simbólico del que sustentarse; la huida tras la derrota en Afganistán ilustró perfectamente este hecho, a pesar de que permanece en el primer lugar en el mundo en términos de gastos militares.

Sin embargo, incluso entre los Estados que condenaron las acciones de Rusia, hay políticos pragmáticos que no quisieron empeorar las relaciones con Moscú y se limitaron a tibias declaraciones formales.

Además del mencionado Viktor Orban, la entrada de otro aliado importante de Washington como Corea del Sur en el acuerdo para construir una planta de energía nuclear en Egipto ilustra lo anterior. El proyecto está a cargo de la compañía rusa Rosatom. Korea Hydro & Nuclear Power Co., de Corea del Sur, que recibió un contrato por un valor de 2.250 millones de dólares para realizar parte de la infraestructura (excepto los recintos para los reactores).

Por si fuera poco, incluso en no todos apoyan la política antirrusa de la administración de Biden. Resulta bien significativo que muchos veteranos de las fuerzas armadas y de la comunidad de inteligencia critican a la Casa Blanca y se desmarcan de la falsa propaganda de los medios estadounidenses.

Cabe señalar que Bielorrusia, Cuba, Siria, Venezuela, Myanmar, Nicaragua, Corea del Norte y Eritrea apoyaron desde el principio las acciones de Rusia. También lo hacen la República Popular de Donetsk, la República Popular de Lugansk, Osetia del Sur y Abjasia, lo que podría estar indicando la formación de algún tipo de eje de resistencia a la hegemonía global de Occidente, que incluiría también a otros países como Irán y China.

El cambio de liderazgo político en los Estados hostiles también estaría abriendo nuevas ventanas de oportunidad. Por ejemplo, en Colombia, donde por primera vez un representante de las fuerzas de centroizquierda se convirtió en presidente y restableció inmediatamente las relaciones diplomáticas con Venezuela. Obviamente, bajo el mandato de Gustavo Petro, la posición sobre la cooperación con Washington y/o con Moscú cambiará radicalmente. No es casual entonces, que su victoria ya ha causado preocupación en el Departamento de Estado de .

Incluso los intentos occidentales de mantener la unidad bajo el pretexto de las nuevas amenazas y desafíos (un meme característico: que Putin tiene la culpa del aumento de los precios del combustible y del costo de la energía en los países occidentales) pueden fallar inexorablemente.

Si bien en la comunidad euroatlántica se está tratando de encontrar una posición común en una serie de áreas críticas, como cadenas de suministro, nuevos paquetes de sanciones, etc., es muy probable que algunas de las medidas propuestas sean inviables.

La crisis causada por la pandemia del coronavirus en los países de la UE ha demostrado que en realidad no hay ninguna solidaridad entre ellos y cada país mira por sus propios intereses. Por lo tanto, las propuestas de unirse para enfrentar a Rusia seguirán siendo declaraciones retóricas, y cada Estado tratará de evitar a sus socios en la competencia por la energía u otros bienes vitales que están acostumbrados a recibir de Rusia y para cuya sustitución no tienen alternativas.

En este escenario, los malentendidos y las divisiones dentro del campo euroatlántico son bien posibles. Una de las últimas señales de este tipo es que la UE no pudo llegar a una decisión consensuada sobre la cancelación de visas para ciudadanos de Rusia y solo pudo cancelar el régimen simplificado.

Mucho más grave será el conflicto de intereses sobre el acceso al gas natural, cuyos precios están creciendo exponencialmente. La UE es muy consciente de que el gas licuado, que las compañías de EEUU, no es un reemplazo equivalente. Y los beneficiarios en este caso siguen siendo las corporaciones norteamericanas, mientras que los países de la UE se hunden en la bancarrota debido a los precios desproporcionados del combustible azul.

Todos los errores y defectos de Occidente son más perceptibles desde otras partes del mundo, especialmente desde aquellas regiones que alguna vez fueron colonias de Occidente y sufrieron la opresión y la dependencia. Si abiertamente no se regocijan con los problemas que Occidente ha enfrentado por su propia estupidez, al menos intentan usar la situación para fortalecer sus propias posiciones.

Es evidente que el equilibrio de poder en el mundo, aunque de manera lenta, pero inexorablemente, está cambiando.

El equilibrio de poder, como tal, es uno de los conceptos más antiguos de las relaciones internacionales. Este concepto responde al problema de la guerra y la paz en la historia internacional. Además, a menudo es considerado una ley universal sobre el comportamiento político, como un principio básico de la política exterior de cada Estado, vigente durante siglos y, por lo tanto, describe un modelo importante de acción política en el ámbito internacional. En la teoría del equilibrio de poder hay una serie de características, como el equilibrio, el status quo, el juego de las grandes potencias, entre otras.

Pero el equilibrio de poder no cae del cielo ni es el resultado de una sucesión histórica, aunque a veces sucede y los Estados intentan consolidar sus conquistas y esferas de influencia. Es el resultado de la activa intervención humana, es decir, las burguesías y los políticos de alto nivel que toman decisiones importantes. Cada vez que un Estado se ve ante el hecho de que el equilibrio no se rompe a su favor, debe contrarrestarlo rápidamente y estar preparado para tomar las medidas necesarias, incluido el riesgo de que se desencadene una guerra, si está decidido a proteger sus intereses vitales, que se verían amenazados si permaneciese en estado pasivo.

Por lo tanto, el equilibrio de poder es el resultado de la actividad diplomática y no de un fenómeno natural. Karl Schmitt relacionó tales decisiones con la soberanía real, ya que en circunstancias extraordinarias son tomadas por el soberano. La intervención activa es precisamente el caso al que ha recurrido la Federación de Rusia para defender sus intereses vitales.

Todo esto se entiende perfectamente en Occidente, porque muchos teóricos reconocidos del equilibrio de poder son el producto del pensamiento político occidental. Nicholas Spikman, Hans Morgenthau, Kenneth Thompson, Kenneth Waltz son solo algunos de los científicos estadounidenses que han aplicado esta teoría para analizar las relaciones internacionales y desarrollar soluciones para la política exterior de su país.

Por lo tanto, toda la histeria grandilocuente en torno a la crisis ucraniana es solo un juego ostentoso de emociones, diseñado para ocultar los verdaderos motivos y acciones de Occidente: la invasión de la zona de intereses vitales de Rusia.

Por cierto, después de la operación para obligar a Georgia a la paz en agosto 2008, el liderazgo de Rusia dejó en claro cuál era la zona de sus intereses geopolíticos y durante un tiempo en Occidente tomaron nota de esto, pero luego fingieron que lo habían olvidado, provocando y apoyando el golpe de Estado en Ucrania en febrero de 2014.

Agregamos que en la teoría del equilibrio de poder, el mundo se divide en campos en guerra que luchan por sus esferas de influencia, y esto fue enfatizado por la operación especial en Ucrania. Pero el mundo bipolar preexistente fue destruido, y el unipolar nunca tuvo lugar.

En consecuencia, se está articulando un nuevo orden mundial multipolar, donde la fuerza y la influencia del Occidente colectivo están disminuyendo. El llamado tránsito de poder a otros actores de las relaciones internacionales está ocurriendo, como se puede ver claramente en el ejemplo del desacoplamiento de China y Rusia.

Beijing se beneficia claramente tanto del debilitamiento de occidente como de la crisis en Ucrania; ambos factores contribuyen a la acumulación de poder de China; en el primer caso, al reducir los instrumentos de influencia de Washington, y en el segundo, al debilitar a Rusia, tanto debido a las sanciones impuestas por Occidente como al agotamiento militar limitado debido a la operación.

Aunque el liderazgo de China entiende claramente la importancia de la interacción estratégica con Rusia, tanto para garantizar su propia retaguardia como para el apoyo futuro en el Consejo de Seguridad de la ONU y en optras áreas en aras de resolver el problema de Taiwán. Los eventos recientes muestran que Beijing está tratando deliberadamente de acelerar este proceso, y la oposición que Taipéi y occidente  le brindan crea las condiciones para trabajar más estrechamente con los oponentes de la hegemonía de Washington.

La India también está buscando cambiar las reglas del juego, acusando tanto a la UE como a la OTAN de un comportamiento inadecuado. La decisión de la India de participar en los ejercicios militares “Vostok-2022”, bajo los auspicios de Rusia, también señala el deseo de permanecer más independiente de las políticas de Washington y Bruselas. EEUU último claramente está tratando de atraer a la India a su lado, manipulando los recelos de Nueva Delhi sobre China y Pakistán. Así que, teniendo en cuenta los intereses particulares de la India, es probable que intente adoptar una posición neutral, obteniendo beneficios donde sea posible.

Es probable también que varios Estados árabes hagan lo mismo, que no se nieguen a cooperar con Washington en temas que les interesan, pero se abstendrán de pasarse finalmente al campo occidental. Al mismo tiempo, algunos países, por ejemplo, Arabia Saudita, tienen sus motivos para rechazar a Washington en varias áreas. La administración de Joe Biden ha sido demasiado crítica con los métodos de gobierno y la política del Reino, por lo que Riad se siente más cómodo entre los autócratas.

La resistencia de Rusia a los intentos externos de socavarla a través de sanciones, que se basa en la existencia en el país de enormes reservas de recursos naturales, además de ser autosuficiente en materia de tecnología militar propia, que los países industrializados no pueden ni soñar, como la posesión de los mejores sistemas de defensa antiaérea del mundo, un arsenal de armas hípersónicas y ultra precisas, tecnología espacial, sistemas de lucha radioelectrónica, entre otros, que hacen de Moscú un socio atractivo.

La asistencia prestada a Siria para combatir el terrorismo y la amplia demostración de capacidades militares en la operación en Ucrania han convencido a muchos de que es mejor ser amigos de Rusia en lugar de enemistarse con ella. Incluso Turquía, que forma parte del bloque de la OTAN, se ha negado a apoyar las sanciones antirrusas, aunque de vez en cuando se escuchan extrañas declaraciones de los políticos turcos sobre la pertenencia de Crimea a Ucrania.

Si tenemos en cuenta la difícil situación política y económica en este país en la víspera de las próximas elecciones presidenciales, queda claro el deseo del mandatario turco Erdogan de sentarse en dos sillas y, al mismo tiempo, usar esa situación para obtener beneficios económicos. Sin embargo, la cooperación entre Rusia y Turquía en los proyectos económicos principales continúa y aún no hay ninguna razón para suspenderlos.

Otra dimensión cercana a los valores morales y éticos es la dicotomía del globalismo neoliberal y los defensores de la soberanía. La soberanía se ha mencionado como una manifestación de voluntad política cuando se necesita una intervención activa. Pero el concepto de soberanía también refleja las aspiraciones del pueblo sobre el destino de su propio país.

En un artículo en el Washington Post, autores estadounidenses señalaron que el apoyo de la gente a la decisión del Presidente ruso Vladimir Putin está relacionado con un alto nivel de sentimiento patriótico en el país. El patriotismo siempre es un marcador de sentimientos soberanos, y si hay sentimientos similares sobre la reducción de la dependencia de Occidente en otras regiones del mundo, esto acerca definitivamente a Rusia y a estos Estados.

Los países africanos, por ejemplo, han recibido con entusiasmo las propuestas de los líderes rusos sobre la cooperación económica y política, que se está expandiendo en el marco de la lucha anticolonial contra Occidente. Los países de la ASEAN también están dispuestos a continuar la cooperación constructiva con Moscú en muchas áreas. En los países de América Latina, prácticamente no hay Estados que apoyen el curso abierto antirruso impuesto por los EEUU.

Estos hechos indican un claro cambio en el equilibrio de poder. Pero todavía se necesitan esfuerzos serios por parte de aquellos Estados y pueblos que no están interesados en hacer retroceder la hegemonía de Pax Americana para acceder a un destino mejor para todos.

* Doctor en Ciencias Políticas
Prensa Latina

 

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