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Argentina :: 22/12/2009

Perón y la intervención norteamericana en Argentina

Jaime Ortega
La problemática para comprender el Justicialismo radica en entenderlo como un asunto netamente argentino.

No es objetivo del autor de este artículo incrementar o enconar la polémica que todavía hoy se da en la izquierda argentina y en la izquierda mundial, que salvo excepciones, ha intentado explicarse aplicando múltiples adjetivos al pensamiento político del General Juan Domingo Perón, desde fascista o tirano, pasando por populista, revolucionario o personalista. Desde nuestro punto de vista, el error apreciable a la hora de comprender el problema es definir éste como un asunto netamente argentino, desligado de los acontecimientos mundiales de la época.

Podríamos empezar por preguntarnos qué ocurría en el mundo en los momentos de esplendor del peronismo. Podríamos empezar por consultar las perspectivas internacionales y las contiendas que se desarrollaban en el planeta durante los dos períodos de Gobierno del General(1946-1955 y 1973-1974). Desligar nuestro análisis de Perón y el peronismo(que en adelante lo llamaremos Justicialismo, que era la doctrina desarrollada por el General) de la situación geográfica de Argentina, de su posición dependiente económicamente respecto a las potencias del Norte hasta 1946, así como del papel que jugarán determinados sectores de las Fuerzas Armadas de los países neocoloniales en las posteriores rupturas con las potencias que los dominaban, sería nuestro principal error.

Lázaro Cárdenas(México), Mohamed Mossadeq(Irán), Mustafá Kemal “Ataturk”(Turquía), Juan Vicente Gómez(Venezuela), Gamal Abdel Nasser(Egipto), Abdul Karim Kassem(Irak), Gétulio Vargas(Brasil)… son nombres propios que, como el propio General Perón, evocan sentimientos enconados. Por un lado están las oligarquías de estos países, beneficiadas por la situación de dependencia respecto al imperio inglés primero, norteamericano después, que tachan a estos dirigentes como dictadores, tiranos o autócratas; por otro lado, los sectores antiimperialistas de muy diverso signo político, partidarios de una ruptura de estas relaciones de dependencia económica con los imperios que oprimen a estos pueblos; y por otro, el movimiento obrero de estos Estados, dividido entre la caracterización de estos movimientos nacionalistas como fracciones enfrentadas de una misma clase o que apoyan parcialmente la posibilidad de una verdadera independencia económica y política, sin la tutela de los Estados imperialistas.

Al principio del párrafo anterior, hemos citado una serie de personajes históricos del nacionalismo antiimperialista de la primera mitad del Siglo XX, y quizá sea la coincidencia de este tramo de la Historia la que nos facilite la comprensión de lo que estamos analizando.

La política neocolonial

En 1900, podemos decir que todos los Estados iberoamericanos tenían un status de Estado independiente. Tenían su propia organización administrativa y su propio ejército regular. En África o Asia, la situación era de lo más variopinta, pero en el fondo no demasiado distinta. Y es que de una manera u otra la política de estos Estados estaba subordinada a una política neocolonial que si bien no estaba definida con una ocupación militar del territorio colonizado, sí que se concretaba en múltiples mecanismos de intervención en la política interna de estos Estados que favorecería a los capitales ingleses y norteamericanos: exención de impuestos a las empresas foráneas o la concesión y extracción de materias primas a precios ridículos, que eran enviadas a las metrópolis para ser procesadas y manufacturadas, para ser vendidas de nuevo en las colonias pero a precio de oro.

Pero estas economías dependientes sufren una terrible sacudida en un período especialmente convulso en la política mundial, con su epicentro en tres acontecimientos definitorios: la I Gran Guerra(1914-1919), la crisis del capitalismo de 1929 y la II Gran Guerra(1939-1945). El General Enrique Mosconi, fundador de la empresa argentina YPF(Yacimientos Petrolíferos Fiscales), y teórico latinoamericano de la defensa del petróleo, argumentaba la necesidad en 1923 de desarrollar una política económica y energética independiente, sin tutelas externas, por lo siguiente: “Nuestra dependencia de las manufacturas inglesas, fabricadas con materia prima argentina, nos tiene que hacer ver nuestra debilidad. Los ingleses sabían perfectamente que si tenían que sacrificar a nuestro pueblo para sufragar con sus manufacturas los costes de la Gran Guerra Europea[I Gran Guerra], no tendrían remordimiento en hacerlo. Y así fue. Nos dimos cuenta de nuestra debilidad cuando éramos partícipes y víctimas indirectas de esa contienda, cuando comenzó a haber escasez de manufacturas básicas para nuestro país“(1). La crisis de los diferentes imperios que intervenían en las políticas de los países neocoloniales supuso una crisis económica y alimentaria terrible para ellos, países que a pesar de no ser dueños de su propio destino y no tener propiedad alguna de sus propios recursos, sufrían con mayor dureza las crisis de las metrópolis.

En el caso concreto de Argentina, el período que engloba desde 1914 hasta 1945 es una de las etapas donde, a pedido de las corporaciones británicas, el propio Ejército reprime con extrema violencia las reivindicaciones obreras: la Semana Trágica de 1919(700 obreros muertos por la Policía o grupos fascistas); los fusilamientos de Santa Cruz de 1921(1500 muertos); la prédica del Grupo FORJA liderada por Raúl Scalabrini Ortiz, que denuncia desde los años 30 las situaciones de hambre y miseria frente a los poderosos recursos económicos entregados a compañías británicas y norteamericanas…La oligarquía argentina se convertía de esta manera en el brazo ejecutor de la protección de los capitales extranjeros.

Esta situación de hambre que se desarrolla en este período choca en un primer momento con la concepción que estaba manejando el movimiento obrero hasta el fin del primer tercio del s.XX. En el año 1930, y a raiz del progreso que el país estaba obteniendo en materia de exploración, extracción y refinado del petróleo argentino, un golpe militar patrocinado por las petroleras extranjeras operantes en el país derroca al presidente constitucional Hipólito Irigoyen, y muchos de los avances obtenidos en este período son entregados a estas corporaciones. Y esta situación imprime sobre el movimiento obrero argentino una serie de nuevas conclusiones donde lo medular se resume en lo siguiente: la situación económica de la clase obrera del país no solamente estaba ligada a la diferenciación de clase allí existente, sino que también era producto de la situación de dependencia de Argentina de sus principales metrópolis: EEUU y Gran Bretaña, luego el movimiento obrero empieza a asumir la idea de que la represión desdencadenada no solo debía entenderse como la respuesta de la oligarquía argentina a sus justas reivindicaciones económicas, sino que había que entender que la liberación social y la liberación nacional eran partes de una misma lucha.

Perón y el movimiento obrero hasta 1945

La vocación antiimperialista que va surgiendo entre los trabajadores argentinos, y sobre todo entre una parte importante de la incipiente clase media, va tomando cuerpo a raiz de la fundación en 1930 del sindicato CGT(Confederación General del Trabajo de la República Argentina), que unirá a socialistas revolucionarios y sectores nacionalistas. A partir de este año, el golpe militar del General José Félix Uriburu, daba comienzo al período conocido como década infame, donde el fraude electoral, el expolio económico y la pobreza se dispararon. El filósofo humanista argentino Mario Bunge calificaba el golpe de Uriburu como “el primer levantamiento fascista del continente”, que paradójicamente no tenía ninguna relación con las potencias del Eje, sino que tenía el apoyo y aprecio de EEUU e Inglaterra.

Durante la década, Perón fue agregado militar de la representación diplomática argentina en Italia, en pleno período de expansión del fascismo europeo. Buscar inspiraciones fascistas en el pensamiento aplicado por el General(en aquel entonces todavía era Comandante) y separarlo de la situación argentina de la época, sería otro error, que nos daría la fácil y reiterada conclusión de que Perón tenía en mente la instauración de un régimen fascista en el país. Alemania e Italia, que habían sido dos potencias marginadas en el reparto colonial africano y asiático a resultas de las maniobras británicas y francesas, vivían en aquel entonces su expansión imperialista(de 1933 a 1936, estos dos países se habían hecho con el control de centroeuropa, los balcanes, Togo, Este de Camerún, Etiopía, Libia y Túnez); y el profundo sentimiento antibritánico de Perón, fue lo que en algún momento pudo despertar iniciales simpatías por el movimiento fascista, como ocurriría con muchos movimientos nacionalistas que luchaban contra el Imperio Británico.

Pero durante la II Gran Guerra, vuelven a producirse en Argentina revueltas provocadas por el hambre derivado del recorte de los productos importados. En 1943 se creaban dos logias militares de heterogénea composición: el Grupo de Oficiales Unidos(GOU), compuesta por oficiales de bajo rango, de vocación nacionalista, entre los que estaba Perón, y Los Generales de Jousten, más confusos ideológicamente, que fueron los dos grupos militares que intervinieron en la conocida como Revolución de 1943, derrocando así al presidente Ramón Castillo, que había sido elegido mediante maniobras de fraude en 1938 y que estaba muy desgastado políticamente. Desde 1943, se instaura un Gobierno militar donde se establece un reparto de cargos entre las dos facciones. Perón ocuparía puestos relacionados con la ordenación del trabajo y el bienestar social, desde el Departamento de Trabajo y su posterior elevación a Secretaría de Trabajo. Su función en el Gobierno le supuso enormes simpatías entre el sindicalismo revolucionario, que estimaba su entendimiento con los trabajadores y las facilidades que veían en él a la hora de obtener sus reclamos. Su estrellato salta con un acontecimiento que conmociona la vida del país: en el verano austral de 1944, un terremoto de menos de un minuto de duración provocó en la occidental ciudad de San Juan más de diez mil muertos, y la devastación de las precarias viviendas de las familias más pobres. La implicación del propio Perón en la solidaridad con las víctimas del terremoto y la denuncia de la situación de pobreza como causa de las muertes, comenzaba a despertar ya las iras de la oligarquía.

La intervención norteamericana y el “Braden o Perón”

El Embajador yanqui Braden, nombrado hombre del año por la revista Time

EEUU, que ya se configuraba como el recambio imperialista del dominio británico sobre América Latina, comenzaba a notar signos peligrosos en el movimiento político que se estaba gestando. La ira popular, cada vez mayor y mejor organizada, contra la oligarquía porteña, y el nacionalismo que se gestaba entre las capas más humildes de la sociedad argentina, lleva al Embajador norteamericano Spruille Braden a promover la unificación de las fuerzas opositoras a Perón(la “Unión Democrática”, UD), presentado por la propaganda yanqui como “el Hitler del mañana”; en ese frente estaban desde las fuerzas ultraconservadoras y oligárquicas, hasta el Partido Comunista(otra de sus múltiples ignominias en la Historia argentina). “Perón es el poder de los cabecitas negras” rezaba uno de los panfletos de la UD(”cabecitas negras” era el término despectivo que usaba la oligarquía para designar a los sectores más pobres, que destacaban por el color más oscuro de su piel). El General Ávalos promueve la renuncia de Perón y su confinamiento en la prisión militar de la Isla de Martín García, en el Río de la Plata y cercana a Uruguay, bajo duras condiciones de reclusión el día 9 de octubre de 1945. A partir de entonces, el sindicalismo revolucionario y los nacionalistas comienzan a exigir su retorno, y el 17 de octubre de 1945, una pueblada espontánea de los trabajadores de los populares barrios de La Boca, Barracas y Parque Patricios, así como del oeste de Capital Federal llena la Plaza de Mayo(una multitud calculada de más de 300.000 personas) exigiendo el retorno de Perón, que acabaría siendo liberado ese mismo día. Comenzaba el camino al triunfo electoral de febrero de 1946, que barrería a la oposición promovida por Braden con un 53% de los votos.

El primer Gobierno de Perón acaba con la argentina neocolonial. Se crean las principales y punteras industrias nacionales en materia naval, aeronáutica y ferroviaria. Se nacionalizan los depósitos bancarios, el comercio exterior e importantes infraestructuras de la oligarquía que pasarán a manos estatales. Se crean las principales escuelas técnicas y científicas del país y el comienzo del desarrollo nuclear(CONEA, Instituto Balseiro, INTI, el Centro Atómico de Bariloche). En materia sanitaria se comenzaron a combatir las enfermedades propias de las situaciones de pobreza: paludismo, mal de Chagas, tuberculosis o sífilis, con resultados brillantes a lo largo de la época; así como la instalación de infraestructuras sanitarias como cloacas, agua potable, con diez millones de nuevos beneficiarios en menos de cinco años.

Los “comandos civiles” y la subversión antiperonista

Imágenes del subte(metro) de Buenos Aires tras el atentado contra manifestación obrera en 1953, convocada por la CGT

Los EEUU, conscientes del respaldo popular del Justicialismo, advertían igualmente la incapacidad de la propia oligarquía de presentar una alternativa política al movimiento liderado por el General. Las acusaciones de fascismo tenían cada vez menos credibilidad, y tras la situación mundial nacida de la Conferencia de Yalta, el Gobierno y la diplomacia argentina habían actuado hábilmente para conseguir el propio concepto de Perón de “guerra relámpago”: una rápida industrialización del país e incrementos del 1000% en el comercio exterior, que tendría como destinatarios a los países más afectados por la Gran Guerra. De esta manera, advertía Perón, sería muy difícil un retroceso político a la situación anterior a 1946.

A partir de esto, EEUU promueve un plan de agitación y desestabilización que desde 1947 iniciará una carrera de violencia donde cargos militares llevarán a cabo atentados contra opositores y propios a Perón con el fin de mostrar un cuadro favorable a la intervención de las Fuerzas Armadas. Se mantienen hasta el día de hoy intrigas sobre la supuesta participación de Perón en violaciones de Derechos Humanos durante su mandato, pero lo cierto es que muchos de los crímenes imputados a su Gobierno nunca fueron investigados a fondo, y la realidad es que no existía en el Justicialismo un móvil directo de cara a la muerte de opositores, dado su excepcional apoyo social. Sin embargo, los conocidos como “comandos civiles”, que eran grupos de choque parapoliciales y ligados a la oposición a Perón sí que se tornaban como responsables de este cuadro de desestabilización, con ataques a sedes sindicales y atentados, en el que el más sonado fue el del 15 de abril de 1953, cuando dos bombas estallaron en una multitudinaria manifestación de la CGT en Plaza de Mayo de Buenos Aires, con un saldo de cinco víctimas mortales y noventa heridos.

Portada de la revista Ahora, tras la masacre aérea en Plaza de Mayo

El cuadro desestabilizador concluye en 1955, con dos golpes militares en junio y septiembre, el primero con un bombardeo aéreo sobre Plaza de Mayo, con 308 muertos entre viandantes, usuarios del transporte público y vendedores ambulantes; y el segundo, que finalmente fue el que triunfó y que instauró el Gobierno de la llamada “Revolución Libertadora”, que proscribió al Justicialismo, y cuyo programa de Gobierno era el restablecimiento de las propiedades de la oligarquía, el ingreso de argentina al FMI y la Junta Interamericana de Defensa, que años más tarde se tornaría en el brazo ejecutor del Plan Cóndor en América Latina. Es digno de mención el tratamiento que hizo el Gobierno de “La Libertadura”, como la conocían los disidentes, respecto al levantamiento militar que dio lugar a los Fusilamientos de José León Suárez de 1956, con treintaiún fusilamientos entre civiles y militares, que pretendían configurar un movimiento para el derrocamiento de la dictadura de Aramburu, la libertad de los presos políticos, y el retorno del General.

La rendición frente a la OEA

A partir de 1955, el movimiento obrero argentino comienza a sufrir toda una serie de despojos y toda la política argentina sufre una fuerte tutela por parte de la Subsecretaría de Estado norteamericana para América Latina, situación que se ha mantenido hasta hace muy poco tiempo. La Organización de Estados Americanos, vehículo político-económico de esta intervención, comienza a manejar lo medular de las relaciones económicas del país, tratando de desmontar los logros sociales conseguidos durante la vigencia del Justicialismo. EEUU tendrá en el país a dos hombres clave en esta línea: Raul Prebisch y Álvaro Alsogaray, que recomendamos estudiar con detenimiento por su omnipresencia en la política argentina tanto en gobiernos elegidos por sufragio como en gobiernos golpistas.

Joven dirigente de base desaparecido, Felipe Vallese, 22 años

La Confederación General del Trabajo, el sindicato oficial del país, es intervenido por el Ejército. Sus dirigentes sindicales más combativos resultan muertos o encarcelados, y se lleva a cabo una depuración del movimiento sindical hasta que en 1958 son devueltos para que dirigentes previamente corrompidos tomen posiciones en el nuevo marco sindical que se establecerá en Argentina. Esta situación va generando múltiples tensiones en el movimiento obrero, puesto que en múltiples lugares del país, los trabajadores estaban viendo como sus dirigentes hacían oídos sordos frente a reclamos de salario, despidos o represión política, como el caso de Felipe Vallese, un joven obrero metalúrgico de 22 años y dirigente de la Juventud Peronista, desaparecido tras su detención y nunca localizado. Estas situaciones dieron origen a la formación de las organizaciones guerrilleras argentinas, que inspiradas en los movimientos de liberación nacional y social de Cuba, Argelia o Vietnam, mantenían como objetivos principales a sindicalistas traidores, altos empresarios de empresas multinacionales, diplomáticos de países imperialistas y políticos vinculados al despojo de los recursos productivos del país. De esta manera, las “formaciones especiales” como las denominaba Perón, se unían en la década del 60 y principios de los 70 a las organizaciones guerrilleras uruguayas, brasileñas o venezolanas que aspiraban a la construcción de un socialismo en clave latinoamericana.

Roberto Santucho, líder del ERP, en el centro

Perón, que estaba exiliado en España, tras un periplo que le lleva a Paraguay y a la República Dominicana, se erigió en un simple mentor intelectual que, desde el propio exilio en Puerta de Hierro, pretendía orientar la política de la oposición argentina, desde los sectores del Justicialismo que hacían todo tipo de manejos con el sistema político, hasta las organizaciones guerrilleras que pretendían el derrocamiento del propio sistema y la construcción del socialismo. Entre ellas estaban FAR(Fuerzas Armadas Revolucionarias), FAP(Fuerzas Armadas Peronistas), FAL(Fuerzas Armadas de Liberación) o los conocidos Montoneros, que toman su nombre de los jinetes gauchos de extracción rural que combatían a los oligarcas en el s. XIX. También estaba el ERP(Ejército Revolucionario del Pueblo), organización armada no ligada al peronismo y que era el brazo militar de la sección argentina de la IV Internacional(PRT). Su posición aparentemente napoleónica, por encima de las diferencias cada vez más graves que se estaban dando en el Justicialismo, no está exenta de lagunas graves sobre hasta qué punto Perón estaba implicado en la gestación bajo sus pies de los grupos paramilitares de corte fascista que tomarían el poder una vez fallecido.

López Rega y la Operación Gladio

“Cordobazo”, 1969

En mayo de 1969, un levantamiento popular en la industrializada ciudad de Córdoba, en la región centro del país, y que luego se ampliaría a otras zonas del país, conseguía el derrocamiento del Gobierno golpista del General Onganía, que había usurpado en una asonada contra el Presidente electo, el radical Arturo Illia, despierta en los representantes diplomáticos norteamericanos los temores a que Argentina se contagiara del fervor revolucionario que se estaba dando en el subcontinente. Las organizaciones armadas estaban consiguiendo un mayor respaldo social, y sus perspectivas políticas superaban ampliamente las fronteras ideológicas y el proyecto del Justicialismo. Solamente era el prestigio de la figura de Perón lo que las mantenía ligadas a él.

Las consecuencias inmediatas del Cordobazo, no solo fueron la caída de Onganía, sino que los propios EEUU colocan a su administrador de bienes. Roberto Marcelo Levingston, que sustituiría a Onganía en el Gobierno militar, era el agregado militar de la Embajada argentina en Washington, y además buen conocedor de la lengua anglosajona.

López Rega, mano derecha del segundo Perón

En este cuadro, comienza a tomar cuerpo la figura de un estrecho colaborador de Perón en España: José López-Rega, un intrascendente ex policía cuyas relaciones con los EEUU determinarán el futuro del país. López-Rega, un aficionado al espiritismo de alpargata, logra la amistad y confianza a partir de 1965 de la última esposa de Perón, Maria Estela Martínez “Isabelita”. López Rega, que ya había escrito algún libro sobre espiritismo, alguno bajo nombre propio y otros con pseudónimos, desarrolla junto a otros militares y allegados una “teoría de la liberación del mundo” por la que ésta se realizaría por la acción de los tres vértices de un triángulo, cuyos puntos sobre el mapa se encontraban en Argentina, Argelia y China, y que serían las cabezas de tres continentes que eliminarían el peligro del comunismo y del capitalismo en el planeta. Las iniciales de estos continentes(África, Asia y América) conforman la serie AAA (”Triple A”). La ignorancia, la idiotez, la fantasía y la crueldad se unificaban en una sola figura.

Perón obviaba mencionar o tener responsabilidad en el accionar conspirativo de López Rega, que hacía y deshacía en la Casa de Puerta de Hierro la agenda del General. Pero esa omisión no le impedía que López Rega fuera el intermediario entre Perón y el jefe de la logia fascista italiana P2, cuyo líder, Licio Gelli ha sido señalado como ejecutor de los crímenes que la OTAN ha llevado a cabo bajo el paraguas de la “Red Gladio”, contra movimientos insurgentes, comunistas o antiimperialistas en todo el mundo, así como diversos planes de desestabilización de gobiernos populares. De hecho, Perón viaja en alguna ocasión a Roma a entrevistarse con políticos conservadores y de la democracia cristiana italiana, fuertemente reforzada por la OTAN.

Licio Gelli y Perón

Generalmente se ha intentado explicar la relación de López Rega con Perón e Isabelita como el producto de un vínculo perverso, alejado de la finalidad política que tenía el regreso de Perón en 1973, por la que López Rega estaba trabajando. Un psicópata del tipo de López Rega, furibundo anticomunista, amigo del principal hombre de la OTAN y de los EEUU en la guerra antisubversiva no estaba junto a Perón por perversión. El cuadro revolucionario que vivía Argentina en 1972 y 1973 era espectacular, y lo que los EEUU no podían tolerar era que el enorme triángulo que abarca de la Tierra del Fuego a La Quiaca pasara a manos revolucionarias, puesto que sería la herida de muerte del imperialismo en la región. Hay que entender el accionar de López Rega y la tolerancia de Perón hacia él como la maniobra que los EEUU están llevando a cabo para evitar el avance de los revolucionarios en el país:

Tres pronunciamientos históricos guiaron a la clase trabajadora: los de La Falda en 1957 y de Huerta Grande en 1962, emitidos por plenarios conjuntos de la CGT y de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas, y el programa de la CGT de los Argentinos de 1968. En ellos se expresaron las reivindicaciones de la base obrera antes que las clases medias volvieran al peronismo, desde la izquierda revolucionaria, el nacionalismo católico o la mayoría silenciosa. Incluían la planificación de la economía, la eliminación de los monopolios mercantiles, el control del comercio internacional y la ampliación y diversificación de sus mercados. La nacionalización del sistema bancario, el repudio a la deuda financiera contraída a espaldas del pueblo, la reforma agraria para que la tierra sea de quien la trabaja, formaban parte de esos programas que el peronismo enarboló en los años de la adversidad y detrás de los cuales se encolumnó para conquistar el futuro. Contemplaban la protección arancelaria de la industria nacional, la consolidación de una industria pesada, la integración de las economías regionales, la nacionalización de los sectores básicos de la economía (siderurgia, petróleo, electricidad, frigoríficos), una política exterior independiente y de solidaridad con los pueblos oprimidos. (2)

En uno de sus múltiples contactos entre López Rega y Gelli, éste último se da cuenta de la situación que vive Argentina. Gelli advierte que el único que podría parar “el advenimiento del comunismo” era el General, que con su prestigio podría arrinconar a las organizaciones armadas para posteriormente eliminarlas bajo el peso de la represión. Esta conclusión también es conocida por el propio Perón. Él, que estaba muy envejecido y enfermo es prácticamente un vago instrumento sin capacidad de resistencia, y su debilidad física se presta a que participe en el comienzo de la Historia más sangrienta del país.

Argentina, el marco revolucionario

Las manifestaciones de masas, sabotajes y muertes de dirigentes de la represión eran cada vez más frecuentes desde 1970. El Ejército se tornaba ineficaz en el movimiento al socialismo que se desarrollaba, a pesar de acciones represivas como la de los fusilamientos de Trelew, donde murieron 16 presos políticos del penal de Rawson, al sur del país. En algunas ocasiones, y ante el secuestro y ejecución de políticos y empresarios extranjeros, el Papa Pablo VI intervino pidiendo paz y clemencia, como en el caso del empresario de italiano Oberdan G. Sallustro, director de FIAT Concord.

Secuestro de uno de los hermanos Born

Es ya a partir de 1972 cuando comienza el operativo de retorno, prácticamente de espaldas a la izquierda justicialista y sin saber lo que se estaba planificando. Dentro del Justicialismo se están dando numerosas batallas sobre quien va a llevar el protagonismo del regreso. El 11 de marzo de 1973, gana las elecciones el candidato cercano a la izquierda justicialista Héctor José Cámpora, que ha sido designado por Perón para asumir la Presidencia del país temporalmente, eliminar la proscripción que existe sobre él y promover su regreso. El Gobierno de Cámpora dura desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 13 de julio del mismo año, período en el que se decreta la amnistía para los presos políticos. Pero el regreso de Perón no estaba programado para ejercer un programa revolucionario, puesto que a la vez que nombraba a Cámpora como Presidente durante este breve período, será ungido Ministro de Bienestar Social el propio López Rega quien, desde los sótanos del edificio que hoy alberga a la Agencia Federal de Ingresos Públicos, organizaría un grupo paramilitar que respondía a las siglas AAA(Alianza Anticomunista Argentina), conocida como Triple A, y que responderá al mismo esquema organizativo que la OTAN aplicaría en el mismo período en Italia a través de los múltiples grupos fascistas que operarán en Europa, África y America Latina.

Jorge Osinde, celebrando la matanza de Ezeiza de 1973

La principal puesta en escena de este grupo paramilitar será en el momento del regreso del General. En aquel momento, la situación de política era de una efervescencia total. Las organizaciones populares habían ido directamente a las prisiones a abrir las celdas, y la oligarquía estaba socialmente noqueada. Pero había un aspecto clave, de importantísima trascendencia política de cara a la legitimidad política de las dos fracciones del justicialismo en pugna: el control de la seguridad de la marcha que recibiría al General el 20 de junio de 1973 en el Aeropuerto Ministro Pistarini(Aeropuerto de Ezeiza), al que asistirían cuatro millones de personas. Perón otorga a López Rega la confianza para el diseño del palco, y tras el momento en que varias columnas del justicialismo revolucionario intentan acceder al propio palco, el coronel de la Policía Jorge Osinde y hombre de confianza de López Rega, ordena disparar a quemarropa a los bloques de manifestantes de las organizaciones revolucionarias y a los montoneros armados(que posteriormente una investigación del periodista Horacio Verbitsky aclaró que no hubo ni un solo disparo de parte de estos manifestantes) que han ido gestionando la seguridad de parte de la manifestación. La maniobra estaba tan preparada que hasta se dotó a Perón de una cabina blindada para hablar a los millones de personas que habían ido a recibirlo. Con esta acción en la que murieron decenas de personas(nunca hubo investigación oficial ni número exacto de muertos), daba comienzo el apoyo de Perón al sector más ultra del peronismo y a los sindicalistas corrompidos de la CGT, y se plasmaba esta suerte de “estrategia de la tensión” en el país austral.

La Triple A y los “Comandos Libertadores de América”

El diseño de la desestabilización y golpe contra la izquierda insurgente en Argentina se hace en el marco de los llamados “Comandos Libertadores de América”, la filial iberoamericana de la Operación Gladio, y la Triple A, su versión argentina.(4)

Perón, que tras la masacre del Aeropuerto de Ezeiza se había mostrado ambiguo, tras la ejecución por parte de Montoneros del sindicalista anticomunista y colaborador en aquella masacre José Ignacio Rucci, se posicionó firmemente contra la izquierda justicialista, en septiembre del año 1973, cuando ya era Presidente Electo que asumiría sus funciones en octubre.

Isabelita, esposa de Perón y luego Presidenta, haciendo el saludo fascista

Esta versión latinoamericana de la Operación Gladio, en la que Perón estaba colaborando en algunos casos de manera muy descarada, tenía como fin resaltar la situación de caos y enfrentamiento civil que facilitara el acceso de gobiernos militares en la región. Los EEUU lo habían hecho ya en Brasil, lo habían hecho en la República Dominicana, lo estaban haciendo en Chile, y Argentina era el siguiente escenario. Perón colaboraba de múltiples maneras: a veces mediante su silencio frente a los atentados de la Triple A, y otras con una actividad muy destacada; concretamente, tras el fusilamiento de Rucci, Perón convoca a todos los gobernadores provinciales, altos dirigentes sindicales y al Jefe de la Policía Federal Alberto Villar, donde se aprobaría un Documento reservado que el investigador Hugo Gambini documenta e ilustra cómo se exhibieron fotografías de dirigentes justicialistas que debían ser “depurados para prevenir al movimiento de la infiltración marxista”(3). Alberto Villar fue demostrado como autor de varias acciones de la Triple A y ejecutado posteriormente por los Montoneros.

Conclusiones

Pero Perón, que en su último mandato demostró que antes que antiimperialista era un profundo anticomunista, deja un brillo difícil de oscurecer. Si bien es verdad que los años de plomo que bajo su tutela se desarrollaron en el bienio 73/74, y que continuaron después con la asunción de su mujer la Presidencia de la República, Perón es resaltado socialmente como el descolonizador de la República Argentina, y estimado como el director de los mayores avances sociales y económicos del país. Por lo tanto, hay que entender el movimiento justicialista como un movimiento altamente heterogéneo, y donde en el período que comienza en 1969, con el cordobazo, hasta la masacre de Ezeiza, será el período de pleno dominio de la izquierda revolucionaria del movimiento de masas que jamás se había conocido en Argentina.

El mismo Perón ha sido el principal impulsor de esa ambigüedad política póstuma. Y para entender los acontecimientos que son protagonizados por su movimiento político hay que hacer una división bien clara de su propia personalidad, respecto de la movilización que ha ido generando durante décadas. No es intención del autor de este artículo realizar un perfil psicológico del General, pero sí explicar el contexto social que se da en Argentina y en el mundo, que nos ayudará a entender que el movimiento justicialista no responde a una cuestión netamente nacional, sino que es un contexto en el que se entremezclan relaciones internacionales, geopolítica, estructuración latinoamericana de las clases sociales y las relaciones con el imperialismo, que son las que han determinado su Historia, y no lo ha sido Perón.

El problema de compresión quizá se encuentre fuera de Argentina. Los diferentes adjetivos que se han ido aplicando al movimiento justicialista y a la figura de Perón, demuestran un total desconocimiento de las efemérides que constituyen el conjunto de una situación objetiva. El justicialismo es el movimiento que protagoniza la ruptura de la dependencia del imperio británico, las más tenaces luchas obreras de carácter antiimperialista(aquellas que afectaban a la independencia económica del país: la defensa del petróleo, los ferrocarriles, las materias primas, las empresas públicas, etc.)y el desarrollo teórico de un socialismo aplicado a la realidad latinoamericana. Y tengámoslo bien claro: solo las más brutales represiones y masacres que hayan sufrido los trabajadores argentinos han sido las que han posibilitado el desmembramiento del movimiento obrero organizado y los despojos sufridos por su clase durante las décadas de 1980 y 1990. Una vez eliminada aquella generación más combativa y revolucionaria que puso contra las cuerdas al imperialismo en el país, en nombre de ese movimiento se podrán cometer las peores acciones contra la nación.


Notas

1-Ejército y Revolución Industrial. VV.AA. Editor: Jorge Álvarez. Buenos Aires(1964)

2-Ezeiza. Horacio Verbitsky. Editorial Contrapunto. Buenos Aires(1985)

3-Historia del peronismo. La violencia (1956-1983). Hugo Gambini. Buenos Aires 2008 Javier Vergara Editor

4-Stella Calloni. La Triple A, la CIA y la Operación Cóndor.

Cambio y Debate

 

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