Pino Solanas: triste, solitario y final
No importa cuantos votos saque en octubre: su suerte ya está echada. Quien pudo haber legado a la historia y a las nuevas generaciones una fuerza política potencialmente clave para resolver progresivamente la compleja trama en la que se debatirá el país en los próximos años, acabará siendo un candidato (y tal vez un senador) testimonial, sin algún tipo de apoyatura organizativa, y por eso probablemente irrelevante para resolver esa coyuntura.
Solanas realizó dos incursiones en la política electoral, una en los '90, cuyo derrotero fue Frente del Sur, Frente Grande, Frepaso, Alianza, Cavallo.
En esa ocasión, Pino abandonó ese tren y denunció la “traición” de Chacho Álvarez. Quedó aislado, pero íntegro. En ese papel pudo conservar para si una épica que perdió en su segunda participación electoral.
A partir de 2007, advertidos de lo que había ocurrido en su incursión en los ‘90, él y su círculo, creían haber aprendido las lecciones. A poco de andar, no eran lo que parecía: la enseñanza aprendida era apenas una forma de repetir el error, había que tener cuidado porque el problema eran los “infiltrados”. Por eso no había que democratizar, ya que mediante mecanismos democráticos podían ser encumbrados los traidores. Así el círculo áulico permanecería cerrado y solo participarían los amigos personales. Con riguroso apego a esa lógica sostenida durante estos últimos seis años, sin embargo, el final fue similar y se sintetiza en una nueva trayectoria: Proyecto Sur, FAP, Carrió, UCR, Prat Gay, Lousteau.
Igual pero peor, en esta segunda oportunidad, Pino se reservó un papel sin heroísmo: ya no fue el traidor Chacho el que llevó a este desenlace, sino que fue él mismo el que lo condujo a ese lugar.
¿Cómo se explica este desbarranco de un grupo con aspiraciones dirigenciales, que pretendía haber aprendido la lección de los ´90? Sencillo, no se trata de un problema de traiciones sino de una mecánica política muy llana. Y por eso previsible.
El desbarranco de Pino Solanas, no encuentra explicación en los últimos meses de Proyecto Sur. Es el producto de decisiones equivocadas, muchas de ellas tomadas años atrás. Se trata por eso, de un rumbo previsible en sus contornos, aunque no en sus detalles. Afortunadamente existen testimonios concretos que predijeron ese posible desenlace, cuando esas decisiones iniciales se estaban tomando.
Un pino, el exilio de una política
En un plenario de Proyecto Sur realizado en Rosario en junio de 2008, el círculo más allegado a Pino Solanas, lo había convencido de que las bases pretendían disputarle la conducción. Mal plantado ante un escenario irreal, Solanas respondió del peor modo ante un fantasma inexistente, sosteniendo los métodos que años después iban a ser su tumba política.
Allí sostuvo dos cosas importantes: “No voy a ser la frutilla del postre de ustedes” y “de esta jefatura no me baja nadie”. En esa ocasión un miembro del partido, Daniel Marcos, dijo que Pino Solanas iba a ser la frutilla del postre, pero no de la militancia, tal como lo habían convencido quiénes le hablaban al oído, sino de la politiquería argentina, en caso de que no se construya una organización propia (Proyecto Sur), con todo lo que había que asumir para que esa fuerza fuera posible (por ejemplo un método democrático, donde todos los militantes fueran protagonistas y no simplemente repartidores de volantes).
La previsión, rigurosamente cumplida 5 años después, demuestra que la política, cuando uno no se deja arrastrar por el impresionismo y por el cuchicheo de telepasillo que difunden los medios de comunicación, como única fuente para el análisis, es previsible en sus grandes lineamientos. A condición de estudiarla con seriedad.
Lo que define la suerte actual de Pino Solanas no es un rapto de locura: es su condición de estar preso de una necesidad debido a una debilidad autoinflingida. Su oportunismo actual es el producto lógico (para evitar la insignificancia) de decisiones erróneas tomadas desde el inicio de Proyecto Sur: la falta de coherencia con los requisitos indispensables para construir una fuerza política (o sea, fuerza propia) revierte en debilidad. La debilidad, hace a el débil argamasa maleable en manos de cualquier fuerza ajena y prisionero de su propia necesidad. Restada su fuerza del menú de opciones (por propia elección), la carta solo presenta el menú de las fuerzas ajenas: los votos de Carrió, los espacios televisivos de TN, hablar de los temas ya instalados en la agenda (defensa de la constitución), etcétera. Quien no quería ser condicionado por una base militante, quien quería manos libres para hacer y deshacer a su antojo, termina maniatado y sin opciones, aunque se figure lo contrario.
Por eso decimos que Pino no enloqueció sino todo lo contrario: está siendo coherente con la mecánica política que lo rigió durante estos seis años. Esa mecánica lo conducía con necesidad al lugar en el que se encuentra: ser la frutilla del postre que otros van a saborear. Lo que no se podía saber en 2008, era quienes iban a ser con nombre y apellido, los comensales que iban a saborear este Pino en almíbar. Lo que si se podía saber, era que esa lógica llevaba necesariamente a este final.
Ya no importa Pino Solanas. Lo que importa de ahora en adelante, para todos aquellos que intentan la construcción vacante que el país necesita, es asumir que esa construcción, debe ser de miles, cientos de miles y aún millones; que esa es la única forma de no quedar preso de las fuerzas del statu quo; que para que haya miles y miles, todos deben ser protagonistas, y el que el único método para que eso sea posible es el democrático. Cualquier dirigente que no asuma esto, será como Pino Solanas, deglutido en el banquete de la historia. Por estas horas, pululan en las listas, los candidatos que se enfilan al mismo abismo.