Por qué Rusia está volviendo loco a Occidente
En el futuro los historiadores podrían escribir que llegó el día en que el imperturbable Ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, decidió que había tenido suficiente: “Nos estamos acostumbrando al hecho de que la Unión Europea está tratando de imponer restricciones unilaterales, restricciones ilegítimas y partimos del supuesto que en esta etapa la Unión Europea es un socio poco confiable”. Josep Borrell, el jefe de política exterior de la UE, en visita oficial a Moscú, tuvo que tomarlo en serio.
Lavrov, siempre un perfecto caballero, añadió: «Espero que la revisión estratégica que se llevará a cabo pronto se centre en los intereses claves de la Unión Europea y que estas conversaciones contribuyan a que nuestros contactos sean más constructivos».
El ministro ruso se refería a la cumbre de jefes de estado de la UE, del próximo mes, donde debatirán sobre las relaciones entre Rusia y la Unión Europea. Pero Lavrov se preocupó de dejar en claro que no se hace ilusiones, dijo: no esperamos que estos «socios poco fiables» se comporten como adultos.
Los dos actores más importantes del espacio euroasiático
En esta conferencia de prensa hay una frase de Lavrov que llamó poderosamente la atención a los corresponsales extranjeros: “El principal problema que todos enfrentamos es la falta de normalidad en las relaciones entre Rusia y la Unión Europea, los dos actores más importantes en el espacio euroasiático. Es una situación malsana, que no beneficia a nadie”.
¿Qué quiso decir Lavrov con esta frase? Volveré a esto en un momento.
En su forma actual, la UE parece irremediablemente adicta a empeorar una “situación malsana”. En Bruselas la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, estropeó ostensiblemente el tema de las vacunas. Básicamente, envió a Borrell a Moscú, para solicitar los derechos de licencia para que empresas europeas produzcan la vacuna Sputnik V, que pronto será aprobada por la UE.
Y, sin embargo, los eurócratas optaron por incursionar en la histeria, promoviendo las payasadas del activista de la OTAN y estafador convicto Navalny: una suerte de Guaidó ruso.
Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, bajo el manto de la «disuasión estratégica», el jefe del STRATCOM estadounidense, el almirante Charles Richard, dejó escapar casualmente que «existe una posibilidad real que una crisis regional con Rusia o China, una crisis que escale rápidamente hacia un conflicto que involucre armas nucleares».
De modo que la culpa de la próxima – y última – guerra ya se atribuye al comportamiento «desestabilizador» de Rusia y China.
¿Acaso, suponen que si estuvieran «perdiendo» una guerra convencional en “un ataque de rabia” transformarían el conflicto en una guerra nuclear? Presentada de esta manera la situación el Pentágono sería víctima de los “malvados rusos y chinos”.
Los estrategas de STRATCOM deberían leer con sumo cuidado al analista militar Andrei Martyanov. Este experto ha explicado detalladamente cómo ha cambiado la naturaleza de la guerra, hoy son las armas hipersónicas, y no las armas nucleares, las que decidirán quién gana y quién pierde.
Después de una escrupulosa explicación técnica, Martyanov afirma: “Actualmente, EEUU no tiene opciones en un conflicto. En realidad, no tiene ninguna. Sin embargo, la opción menos mala para los estadounidenses es hablar con los rusos. No con majaderías geopolíticas como que Rusia “abandone” a China. Este es un tonto “sueño húmedo” de las cabezas calientes. Terminar con los acuerdos entre China y Rusia, hoy es totalmente imposible”.
Según Martyanov “rusos y estadounidenses deben resolver pacíficamente las relaciones entre ellos” Para luego invitar a China para que se siente como uno de los Tres Grandes en la mesa de negociaciones. “Esta es la única oportunidad para que EEUU siga siendo relevante en el nuevo mundo”, agrega convencido.
Un poco de historia
Son muy insignificantes las posibilidades que la Unión Europea controle una “situación poco saludable” con Rusia. El estado profundo de aliado estadounidense no ha mostrado ninguna señal que cambie que cambie su agresiva rusofobia.
El camino por delante parece estar ya fijado: sanciones perpetuas; expansión de la OTAN a lo largo de las fronteras de Rusia; formación de un anillo de estados hostiles alrededor de Rusia; interferencia de EEUU, con un ejército de quinto columnistas, en los asuntos internos de Rusia; en fin, una guerra perpetua de información de espectro completo.
Lavrov dejó claro que Moscú no espera cambio alguno. Sin embargo, los hechos sobre el terreno seguirán acumulándose.
Nordstream 2 estará terminado (con sanciones o sin sanciones) y suministrará gas natural a Alemania y a la UE. El estafador condenado Navalny (que tiene un 1% de «popularidad» real en Rusia) permanecerá en la cárcel hasta que cumpla la condena judicial, los ciudadanos de la UE obtendrán el Sputnik V, y …la asociación estratégica Rusia-China seguirá solidificándose.
Rusia escéptica
Las claves históricas para entender la “escéptica posición del pueblo ruso respecto de Europa”, están en el nuevo libro de filosofía política escrito por Glenn Diesen, profesor de la Universidad del Sureste de Noruega y profesor de la Escuela Superior de Economía de Moscú.
Diesen se concentra en lo esencial: geografía, topografía e historia: “Rusia es una gran potencia terrestre sin suficiente acceso a los mares. La geografía, argumenta, condiciona los cimientos de sus políticas conservadoras que podrían ser definidas por: la autocracia, un concepto complejo de nacionalismo y un perdurable papel de la Iglesia Ortodoxa”, algo que implicó una resistencia al secularismo de carácter radical”.
Junto con Diesen debemos recordar que Rusia no tiene fronteras naturales defendibles; ha sido invadida u ocupada por suecos, polacos, lituanos, por la horda de oro mongola, por los tártaros de Crimea, los franceses con Napoleón y por la enorme y sangrienta invasión nazi.
Quizás como ejemplo de la preocupación fundamental del pueblo ruso esta la palabra byezopasnost. ¿Pero que hay tras esta palabra rusa? La respuesta es casi todo.: byez byezopasnost se puede traducir como “seguridad” pero también significa algo más importante: byez es “sin” en castellano y opasnost significa «peligro», sin peligro.
La compleja y singular estructura histórica de Rusia siempre presentó serios problemas.
Rusia tuvo una estrecha afinidad con el Imperio Bizantino. Pero si «llegaba a reclamar la transferencia de la autoridad imperial de Constantinopla a Moscú, se vería obligada a conquistarla». Cosa que no hizo.
Ahora, si se le hubiera ocurrido reclamar la herencia de la Horda Dorada Mongol este habría relegado a Rusia solo a una potencia asiática. Cuestión que tampoco hizo.
En el camino ruso hacia la modernización, la invasión mongola provocó no solo un cisma geográfico, sino que dejó su huella en la política: “La autocracia se convirtió en una necesidad tras el legado mongol y con el tiempo la Rusia de los Zares se constituyeron como un imperio euroasiático con una vasta extensión geográfica, pero mal conectada”.
Un este-oeste colosal
Desde esa época Rusia tiene que ver con Oriente y Occidente. El profesor Diesen nos recuerda Nikolai Berdyaev, una de los pensadores conservadores siglo XX, sostuvo en 1947 que : “la incoherencia y la complejidad del alma rusa es producto que en Rusia confluyen dos corrientes de la historia del mundo, el Este y el Oeste. Ambas se empujan e influyen mutuamente (…) Rusia es una sección completa del mundo, un este-oeste colosal «.
El ferrocarril transiberiano, construido para solidificar la cohesión interna del imperio ruso y para proyectar poder en Asia, fue un gran cambio de juego: “Con la expansión de los asentamientos agrícolas rusos hacia el este, Rusia estaba reemplazando las antiguas carreteras de Eurasia”.
Por esta razón es curioso constatar cómo el desarrollo ruso hacia el oriente terminó influyendo en la teoría de la “Heartland” de Mackinder. Para este estratega, considerado el padre de la geopolítica moderna, el control del mundo requiere del control del súper-continente euroasiático y por tanto lo que aterrorizaba a Mackinder era que los ferrocarriles rusos, que conectan a Eurasia, iban a socavar con el tiempo la “gran imperio marítimo” de Gran Bretaña
Diesen también nos explica cómo el “eurasianismo”, que surgió en la década de 1920 entre los emigrados en respuesta a la revolución de 1917, fue de hecho una evolución del conservadurismo ruso.
Sin embargo, este eurasianismo nunca se convirtió en un movimiento político unificado. Su núcleo intelectual creía que Rusia no era un mero estado de Europa del Este, pues después de la 13 ª invasión mongol y de las invasiones tártaros, la historia y la geografía de Rusia no podía ser solamente europea.
Para los euroasianistas el futuro requeriría un enfoque más equilibrado y un compromiso con Asia.
Antes , en 1881 y desde otra posición intelectual Dostoievski lo dijo brillantemente: “Los rusos son tanto asiáticos como europeos. El error de nuestra política durante los dos últimos siglos ha sido hacernos creer que somos verdaderos europeos. Hemos servido demasiado a Europa, hemos participado demasiado en sus querellas domésticas (…) Nos hemos postrado como esclavos ante los europeos y sólo nos hemos ganado su odio y su desprecio. Es hora de dar la espalda a la ingrata Europa. Nuestro futuro está en Asia”.
Ahora Lev Gumilev es posiblemente una “superestrella” para una nueva generación de partidarios del concepto “euroasiático, su obra “La Antigua Rusia y la Gran Estepa” fue la publicación de mayor impacto entre los rusos después de la caída de la URRSS. En el libro, Gumilev demostró que Rusia se había fundado por medio de una coalición natural entre eslavos, mongoles y turcos.
Lo que están ofreciendo Diesen y Gumilev es una especie de tercera vía, que va más allá del nacionalismo pro-europeo y de un internacionalismo hasta cierto punto utópico.
En Kazajstán se ha establecido la “Universidad Lev Gumilev” y Putin se ha referido al historiador como «el gran euroasiático de nuestro tiempo». Por su lado, Diesen nos recuerda que George Kennan, definió a Rusia después de la caída de la URSS como “un país trágicamente herido y espiritualmente disminuido”.
En 2005, Putin fue mucho más agudo y contundente: “el colapso de la Unión Soviética fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo. Y para el pueblo ruso, fue un verdadero drama (…) Los viejos ideales fueron destruidos. Muchas instituciones fueron disueltas o reformadas sin pensarlo … Con un control irrestricto sobre los flujos de información, los oligarcas servían exclusivamente a sus propios intereses corporativos. La pobreza masiva comenzó a aceptarse como la norma. Todo este drama se desarrolló en un contexto de la más severa recesión económica, con unas finanzas inestables y una parálisis en el ámbito social”.
Ante esta crisis la respuesta de Putin fue aplicar la «democracia soberana» Y así llegamos a la cuestión europea crucial.
En la década de 1990, dirigida por atlantistas, la política exterior rusa se centró en la Gran Europa, un concepto basado en el Hogar Europeo Común de Gorbachov.
Y, sin embargo, la Europa de la posguerra fría, se ha configurado por una incesante expansión de la OTAN y con una Unión Europea que se ha extendido permanentemente hacia el este. Los hechos indiscutibles es que durante tres décadas los contorsionismos liberales desplegaron todo tipo de maniobras para incluir a todas las naciones del Este y excluir a Rusia de Europa.
Diesen tiene el mérito de resumir todo este proceso en una sola frase: “La nueva Europa liberal representó una continuidad británico-estadounidense en términos del dominio de las potencias marítimas, y el objetivo, siguiendo lo que pensaba Mackinder, es impedir una relación germano-rusa provechosa, una relación de suma cero. De esta manera EEUU evita que ambas naciones compartan sus intereses complementarios”.
Entonces, no es de extrañar que Putin, fuera erigido por los medios occidentales como el Espantapájaros Supremo, o «el nuevo Hitler».
En su momento Putin rechazó de plano el papel que quisieron asignarle a Rusia, debía ser mero aprendiz de la civilización occidental, y de su actual corolario; la hegemonía neoliberal. Aun así, se mantuvo por un tiempo bastante complaciente. De hecho, en 2005 Putin declaró: “Rusia fue, es y será una gran potencia europea».
Sin embargo, el objetivo de Putin ha sido desacoplar el liberalismo de la política, rechazando los fundamentos de la hegemonía liberal.
En este sentido se entiende su afirmación: debemos comprender que no hay un modelo democrático único. Más tarde esta noción de Putin se conceptualizó como «democracia soberana». En pocas palabras, la democracia no puede existir sin soberanía, de modo que Rusia debe descartar de plano la «supervisión» occidental para que la democracia soberana funcione realmente.
Diesen observa agudamente que, la URSS estuvo cercana a ser «un eurasianismo radical de izquierda”. En su libro afirma que Sergei Karaganov, conocido como el
«Kissinger ruso», demostró «que para la Unión Soviética fue fundamental los procesos de descolonización pues se comprometió tempranamente con el surgimiento de naciones soberanas de Asia, y con los procesos de liberación nacional que privaban a Occidente de capacidad para someter al mundo. Cuestión, que través de la fuerza militar, los occidentales habían hecho desde el siglo XVI hasta la década de 1940”.
Esto política internacionalista de la URSS es reconocida en vastas extensiones del Sur global, desde América Latina y África hasta el sudeste asiático.
Península occidental de Eurasia
Después del final de la Guerra Fría – y del fracaso de la Gran Europa de Gorbachov – el giro de Moscú hacia Asia para construir la Gran Eurasia solo se puede entender como “inevitabilidad histórica”. ¿Veamos por qué?
Los dos centros geoeconómicos de Eurasia son Europa y Asia Oriental. Bueno, Moscú quiere conectarlos económicamente en un súper-continente: ahí es donde la Gran Eurasia se une con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China (BRI). Para Diesen: se trata de “una transición desde naciones hasta ayer periféricas el centro occidental hacia un nuevo centro con una construcción económica regional”.
Desde una perspectiva, incluso conservadora, Diesen enfatiza, “la economía política de la Gran Eurasia permite a Rusia superar su obsesión histórica con Occidente y establecer un camino propio de Rusia hacia la modernización”.
Esto implica conectar la Rusia europea con Siberia y la Rusia del Pacífico bajo un concepto: una nueva economía política industrializador, por esto la asociación estratégica Rusia-China está activa en los sectores geoeconómicos más importantes: industrias estratégicas, plataformas tecnológicas, corredores de conectividad e instrumentos financieros.
El giro hacia el oriente ha puesto en sobre la mesa, una vez más, el debate sobre un asunto de carácter histórico: el enfrentamiento entre el Heartland (el corazón de la tierra ubicado en Eurasia) y las potencias marítimas.
Las tres primeras grandes potencias euroasiáticas, fueron los escitas, los hunos y los mongoles. La razón clave de su fragmentación y decadencia es que no pudieron alcanzar, ni menos controlar, las fronteras marítimas de Eurasia.
La cuarta gran potencia euroasiática fue el imperio ruso, y su sucesor, la URSS. Una de las razones de su colapso es entre otros factores que tampoco no pudo ni alcanzar ni controlar las fronteras marítimas de Eurasia.
De hecho, EEUU lo impidió aplicando las ideas de sus mejores geopolíticos, Mackinder, Mahan y Spykman. La estrategia de EEUU se conoció como el mecanismo de contención de “Spykman-Kennan”, un modelo belicista que utilizó sistemáticamente los denominados «despliegues avanzados» en la periferia marítima de Eurasia, Europa occidental, Asia oriental y Oriente Medio.
Todos conocemos, a estas alturas, cómo es la estrategia general de EEUU en alta mar. También conocemos las verdaderas razones de su participación en la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo declarado fue evitar por todos los medios el surgimiento de una potencia euroasiática.
EEUU como gran potencia hegemónica, fue definido crudamente – y con arrogancia imperial – por el libro » The Grand Chessboard» de Brzezinski en 1997: «Necesitamos prevenir la colusión en Eurasia y debemos mantener la dependencia de seguridad entre las naciones vasallas, también necesitamos mantener afluentes flexibles y protegidos, para evitar que los bárbaros se unan”. El viejo “divide y gobernaras” aplicado al «dominio del sistema- mundo».
Para desesperación de los sospechosos habituales este sistema enunciado por Brzezinski ahora se está derrumbando. Diesen señala: «en el pasado, empujar a Rusia hacia Asia habría relegado a esta nación a la oscuridad económica y la habría eliminado como potencia europea. Pero ahora, con el centro de gravedad geoeconómica desplazándose a China y hacia el Este de Asia, se trata de un juego completamente nuevo”.
La demonización de Rusia-China por parte de EEUU, junto con la mentalidad de sus adeptos instalados en la Unión Europea, sólo están ayudando a acercar a Rusia cada vez más a China. Todo esto ocurre en una coyuntura donde Occidente – que dominó el mundo durante dos siglos- está llegando definitivamente a su fin
Diesen, quizás con demasiada diplomacia afirma: “Las relaciones entre Rusia y Occidente puede que cambien con el surgimiento de Eurasia. La estrategia hostil de Occidente hacia Rusia está condicionada a la idea de que Rusia no tiene a dónde ir y debe aceptar todo lo que Occidente ofrece. El ascenso de China altera fundamentalmente la relación de Moscú con Occidente pues le permite a Rusia diversificar sus asociaciones”.
Es posible que nos estemos acercando rápidamente al punto en el que la Rusia de la Gran Eurasia presentará a Alemania una oferta del “tómalo o déjalo”. O construimos el Heartland juntos, o nosotros lo construiremos solo con China, y para entonces Alemania quedará como un espectador. Por supuesto, siempre existe una posibilidad, pero ahora muy distante de un eje Berlín-Moscú-Beijing… han pasado cosas más extrañas en la historia.
Mientras tanto, Diesen todavía confía: “las potencias terrestres de Eurasia eventualmente podrían incorporar a Europa, y a otros estados en la periferia, en la Nueva Eurasia. A medida que los intereses económicos se vuelvan hacia el Este las lealtades políticas cambiarán gradualmente y, Europa se podría convertir gradualmente en la península occidental de la Gran Eurasia”.
Este artículo también puede ser leído como una amable invitación para que “reflexione cierto vendedor ambulante de origen peninsular”.
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