¿Por qué se equivoca Occidente respecto a Hamás?
Cuando era un joven palestino-estadounidense idealista, criado en valores articulados por Occidente, en una ocasión le hice muchas preguntas a Ismail Abu Shanab -uno de los fundadores de Hamas- sobre los objetivos y la estrategia del movimiento.
Abu Shanab, un ingeniero educado en EEUU, era uno de los líderes más importantes de Hamas cuando lo conocí en 1998 en Gaza. Esa conversación -junto con otros encuentros personales que he tenido con líderes del movimiento- me hizo comprender a Hamas y llegué a verlo no como una entidad monolítica, sino como un movimiento complejo, de principios, basado en valores islámicos progresistas y comprometido con la causa palestina.
A pesar de estos principios, Hamas es frecuentemente tergiversado en el discurso occidental, donde se le reduce a una caricatura de violencia y extremismo. Equiparar a Hamás con grupos como el ISIS no solo es inexacto, sino también profundamente islamófobo.
Hamás es un movimiento de liberación nacional, comparable al Frente de Liberación Nacional de Argelia o al Congreso Nacional Africano de Sudáfrica, movimientos de resistencia autóctonos que liberaron a su pueblo de siglos de barbarie colonial europea.
Sus raíces están profundamente ligadas a la sociedad palestina y funciona como movimiento de resistencia y organización social, y desde 2006, como gobierno electo, a pesar de un golpe de Estado orquestado parcialmente por EEUU en su contra y de las severas sanciones y el asedio impuestos por los patrocinadores y aliados de del régimen israelí, destinados a asegurar su fracaso.
Nelson Mandela, el "terrorista"
En ese momento, como recién graduado en derecho, me enfrentaba a un dilema moral: ¿cómo podían conciliarse las operaciones de martirio -enmarcadas como "atentados suicidas" en el discurso euroestadounidense- con los principios de justicia y humanidad?
¿Cuáles eran los límites morales de la resistencia?
Para mi sorpresa, Abu Shanab expresó su oposición a tales tácticas desde una perspectiva jurídica islámica. La ley islámica, explicó, prohíbe matar a no combatientes, en particular a mujeres y niños.
Subrayó que estas operaciones no eran una estrategia preferida, sino una reacción comprensible a la brutalidad de la ocupación, la deshumanización de los palestinos y la enorme asimetría de poder entre un Israel con armas nucleares y un pueblo ocupado e indefenso.
El argumento de Abu Shanab recordaba al presentado por Nelson Mandela, el combatiente de la resistencia convertido en presidente de Sudáfrica tras la liberación, que es ampliamente venerado por los mismos Estados y líderes occidentales -incluidos los presidentes estadounidenses George W. Bush, Barack Obama y Joe Biden- que ahora condenan a Hamás.
"Siempre es el opresor, no el oprimido, quien dicta la forma de la lucha", escribió Mandela en su biografía El largo camino hacia la libertad. "Si el opresor usa la violencia, el oprimido no tiene otra alternativa que responder violentamente. En nuestro caso, fue una forma legítima de autodefensa".
"Depende de ustedes, no de nosotros, renunciar a la violencia", dijo Mandela a los líderes del régimen del apartheid contra el que pasó gran parte de su vida luchando.
Mandela afirmó que, en los primeros días de la lucha armada, el CNA optó por tácticas que evitaran la pérdida de vidas tanto como fuera posible: atacar las instalaciones de seguridad del régimen y sabotear la infraestructura.
Pero afirmó que "si el sabotaje no producía los resultados que queríamos, estábamos preparados para pasar a la siguiente etapa: la guerra de guerrillas y el terrorismo".
Israel asesinó a Ismail Abu Shanab el 21 de agosto de 2003.
La resistencia es una demanda colectiva de justicia
Durante décadas Israel ha seguido una "política de decapitación" creyendo irracionalmente que puede eliminar la resistencia palestina asesinando a sus dirigentes. Desde Ghassan Kanafani hasta Ismail Haniyeh y Yahya Sinwar, la estrategia israelí de matar a dirigentes palestinos no ha logrado traer la paz. En cambio, cada asesinato la ha acercado al borde del colapso.
La muerte de Abu Shanab, como la de tantos otros, fue una pérdida profunda. Sin embargo, subrayó una verdad fundamental: la resistencia palestina no se centra en dirigentes individuales, sino que es una demanda colectiva de justicia.
Esta unidad -que abarca a marxistas, laicos y movimientos islámicos- refleja un compromiso compartido de poner fin a la ocupación, independientemente de las diferencias ideológicas.
Esta diversidad ideológica, conmemorada con sangre, se ha unido en torno a un consenso nacional de resistencia en todas sus formas. También expone un motivo insidioso de Israel: Israel mata a palestinos independientemente de sus ideologías o sus vínculos con la violencia.
De hecho, ataca sobre todo a los líderes palestinos capaces de unificar a los palestinos y negociar una resolución justa del conflicto.
Después del 7 de octubre de 2023, la posibilidad de un acuerdo negociado había desaparecido de hecho. Los palestinos de todas las facciones, incluido Hamás, habían estado dispuestos anteriormente a ceder en su patria ancestral a cambio de un Estado viable y la libertad de un holocausto a cámara lenta que duraba siete décadas. Esa tragedia ahora se ha transformado en una guerra de exterminio en toda regla en Gaza.
Imagino que la casa de Ismail Abu Shanab ha sido borrada del mapa, la misma casa donde humildemente me invitó a compartir el pan con él durante una magra comida durante el Ramadán.
Al igual que Yahya Sinwar, Abu Shanab soportó años en cárceles israelíes, sin que su determinación se quebrara. Tal vez a diferencia de Sinwar, Abu Shanab estaba dispuesto a negociar un acuerdo en línea con las propuestas de hudna (tregua) del fundador de Hamás, el jeque Ahmed Yassin, a Israel.
Abu Shanab apoyó abiertamente una solución de dos Estados, y en un momento dijo al Jerusalem Post: "La solución práctica es que tengamos un Estado junto a Israel".
Fue precisamente esta voluntad, junto con la capacidad de Abu Shanab para tender puentes entre Hamás y las facciones seculares de Fatah y la OLP, lo que llevó a Israel a asesinarlo violando, una vez más, un alto el fuego.
Una lucha por la libertad, no una lucha contra los judíos
La respuesta de Israel al 7 de octubre ha demostrado que mata a palestinos inocentes por decenas de miles no porque los combatientes de la resistencia "se escondan detrás de los civiles" o porque sean víctimas no deseadas de la guerra. Israel mata a palestinos porque se atreven a resistir su ocupación en todas sus formas.
En los corazones y las mentes de la sociedad civil palestina -ya sea en la Cisjordania ocupada y la Franja de Gaza, en "Israel propiamente dicho" o en la diáspora- hay un anhelo inquebrantable de liberarse de una ideología racista que alimenta su complejo de superioridad con los cuerpos de palestinos, libaneses y otros árabes, musulmanes y cristianos en todo Oriente Medio.
Una mentira que se perpetúa a menudo es que Hamás busca exterminar al pueblo judío.
En un discurso ante miles de estudiantes en la Universidad Islámica de Gaza, poco después de su regreso del exilio a Gaza en 1997, el fundador de Hamás, el jeque Ahmed Yassin, declaró: "Quiero proclamar en voz alta al mundo que no estamos luchando contra los judíos porque son judíos. Estamos luchando contra ellos porque nos atacaron, nos mataron, se apoderaron de nuestra tierra, nuestros hogares, nuestros hijos, nuestras mujeres y nos dispersaron. Nos convirtieron en un pueblo sin patria. Queremos nuestros derechos. No queremos más. Nosotros amamos la paz, pero ellos la odian, porque la gente que priva a otros de sus derechos no cree en la paz. ¿Por qué no vamos a luchar? Tenemos derecho a defendernos".
Israel había liberado a Yassin de la prisión y le había permitido regresar a Gaza como parte de un acuerdo con Jordania para liberar a dos agentes del Mossad que habían intentado asesinar al alto dirigente de Hamás Khaled Meshaal en Ammán.
El régimen israelí intentó asesinar a Yassin en 2003, el mismo año en que asesinó a Abu Shanab. Al año siguiente, Israel logró matar a Yassin, un hombre frágil y cuadripléjico que usaba silla de ruedas desde la infancia.
Como ocupante ilegal, Israel no puede reclamar el derecho a "defenderse" en virtud del derecho internacional, en particular teniendo en cuenta su remisión a la Corte Internacional de Justicia por presuntos actos de genocidio y la acusación de sus líderes en la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
La eurozona debe hacer frente a su doble moral: ¿cómo puede seguir apoyando a Israel y permitir que ese Estado cometa genocidio en nombre de un "derecho a la legítima defensa" inexistente, mientras condena la resistencia palestina que lucha por una causa justa?
Guerra de liberación
Desde el 7 de octubre de 2023 el Eje de la Resistencia libra una guerra de liberación mientras se adhiere en gran medida a los principios islámicos que prohíben -o al menos minimizan- el daño intencional a civiles.
En el Líbano Hizbolá ha evitado los objetivos civiles en sus ataques con drones y misiles. Hamás y Hizbolá, junto con Irán, han mantenido un mensaje moral coherente.
Al igual que Yahya Sinwar, Abu Shanab veía la resistencia como un imperativo moral, no como una opción. La pregunta retórica de Sinwar, planteada en una rara entrevista en 2021, sigue siendo: "¿El mundo espera que seamos víctimas bien educadas mientras nos están matando?".
Esta pregunta resuena con fuerza a la luz de los acontecimientos del 7 de octubre de 2023.
Mientras que los medios occidentales se centraron en determinadas acusaciones no verificadas y absolutamente inventadas contra Hamás, la realidad sobre el terreno pintó un panorama diferente.
La operación de Hamás tuvo como objetivo principalmente instalaciones militares, un marcado contraste con el bombardeo indiscriminado de Israel sobre zonas civiles en Gaza.
El derecho internacional puede condenar la táctica, pero en la medida en que Hamás u otros palestinos atacaron a civiles tomándolos prisioneros en medio de una operación militar intrincadamente planificada, no fue con la intención de matarlos sino para devolverlos vivos a casa intercambiándolos por la liberación de miles de palestinos abandonados por el mundo hace mucho tiempo, retenidos cautivos en las cárceles de tortura de Israel.
En cambio, en un sentido retorcido de la moralidad, Israel mata con la intención de eliminar a los palestinos porque cree que los palestinos harían lo mismo una vez que obtuvieran la ventaja.
Las condiciones para la paz
A pesar de todo esto, solo los musulmanes pueden ofrecer a los judíos una perspectiva genuina de paz en todo Oriente Medio, desde el Éufrates hasta el Nilo.
¿El truco? Esta paz no puede lograrse a expensas de la población palestina indígena, ni puede hacerse bajo la apariencia de un Estado canalla del apartheid o como una extensión de la dominación euroamericana sobre tierras árabes y musulmanas.
Sin embargo, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sigue engañando tanto al público israelí como a sus partidarios euroamericanos.
Netanyahu, parecido a un estafador de esquema Ponzi, ha recurrido a asesinatos, a la explosión de buscapersonas e incluso a bombardeos de Siria para pacificar a una sociedad israelí desorientada.
Su guerra en curso descuida las preguntas fundamentales: ¿dónde está la seguridad de Israel? ¿Dónde están los cautivos israelíes?
¿Dónde están las pruebas de la supuesta destrucción de Hamás? ¿Y qué decir de las acusaciones israelíes de que Sinwar se escondía detrás de los cautivos?
Después de la heroica última resistencia de Sinwar, arraigada entre su pueblo, los palestinos han demostrado que la resistencia persiste a pesar de las dificultades.
Incluso si se logra un alto el fuego -una posibilidad clara- antes de que el presidente Donald Trump asuma nuevamente el cargo, e incluso si Hamas se debilita significativamente, es probable que surja una resistencia más inclusiva para llenar el vacío dejado por el Eje de la Resistencia. Como ha demostrado la historia, es probable que Hamás se reagrupe y emerja fortalecido hasta que se logre la liberación total.
The Electronic Intifada