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Europa :: 12/04/2025

Posicionamiento militar y político

Nahia Sanzo
En Europa es absoluta la normalización del movimiento Azov, que es fruto de los grupos de la derecha nacionalista ucraniana más extrema y cuyo jefe es apodado el líder blanco

The Guardian solía reconocer a Azov como un grupo de extrema derecha y neonazi. En 2022, adoptaron la narrativa de que Azov «evolucionó», pero al parecer ya no vale la pena siquiera mencionarlo, incluso cuando un famoso azovita exige la renuncia del general de mayor rango de Ucrania”, escribió el miércoles en las redes sociales Moss Robeson, cuyo consistente seguimiento de la extrema derecha ucraniana ha hecho de él un comentarista indispensable.

Robeson se refería a la entrevista publicada por uno de los diarios de referencia del Reino Unido, que no se molesta ya en dar ningún tipo de contexto al describir al movimiento neofascista Azov, nacido en 2014 de los hombres de negro organizados por Andriy Biletsky para colaborar con las autoridades locales y regionales en la represión e intimidación de la parte prorrusa, es decir, contraria al régimen nacido del golpe de estado con el que culminó Maidan.

Once años después, es absoluta la normalización de un movimiento que es fruto de las organizaciones de la derecha nacionalista más extrema y cuyo líder era apodado el líder blanco, no solo por el juego de palabras con su apellido. Las tendencias racistas de Azov no han desaparecido y, ayer mismo, la historiadora ucraniana Marta Havrysko publicaba que “el racismo antirromaní es promovido abiertamente por uno de los ideólogos de Azov, Oleksiy «Konsul» Reins, combatiente de la Tercera Brigada de Asalto. Llama al Día Internacional del Pueblo Romaní «una mierda» y se burla del término «romaní», aludiendo a un término más «preciso»: gitano. Konsul intenta convencer a sus miles de seguidores de que Ucrania nunca ha sido ni será un país multicultural. Se refiere a la tolerancia como un veneno”.

En este tiempo, el pequeño grupo de hombres de negro de Biletsky y su núcleo duro inicial del batallón Borodach, de la que proceden tanto Denis Prokopenko de la Brigada Azov como Maksym Zhoryn de la Tercera Brigada de Asalto se ha convertido en dos brigadas con importante presencia en las Fuerzas Armadas de Ucrania que están a punto de volver a ampliarse para convertirse en cuerpos, pequeños ejércitos cuyo origen ha quedado ya en una anécdota que reaparece periódicamente y que es rápidamente enterrada alegando que ya no se trata de unidades ideológicas sino de meras estructuras militares.

El crecimiento de estos años ha dejado también una paradoja. Quien ha mantenido el nombre original, Azov, ha sido la brigada que fue derrotada en Mariupol y capturada en Azovstal, cuya vinculación con Andriy Biletsky, líder del movimiento del que la brigada era el brazo militar, ya no es directa. Ya como coronel del ejército oficial, Biletsky es ahora el líder de una brigada, la Tercera de Asalto, que no lleva el nombre de Azov aunque haya mantenido una versión modernizada del wolfsangel que siempre ha sido símbolo del grupo. Por su vinculación a los movimientos paramilitares de extrema derecha, ambas brigadas fueron incluidas el año pasado en el Acta de Apropiación de Defensa de EEUU, que prohíbe armar, entrenar o financiar a la Tercera de Asalto de Biletsky o al Azov de Prokopenko (a sabiendas de que las armas les llegan bajo cuerda).

A esta última brigada pertenece Bohdan Krotevych, que como escribe The Guardian, “dimitió como jefe de personal de la brigada Azov en febrero en parte para poder hablar”. Capturado, al igual que su comandante Prokopenko y la columna vertebral de la potente brigada tras la rendición de Azovstal, Krotevych fue entregado a Turquía como parte de un intercambio de prisioneros. En el verano de 2023, Erdoğan entregó a Zelensky a los prisioneros de guerra, que según el acuerdo tenían que permanecer en el país hasta el final de la guerra. Como recuerda el medio británico, “como antiguo prisionero de guerra, es uno de los relativamente pocos soldados en activo que tiene derecho a marcharse”. La falta de reclutas para sustituir a las exhaustas tropas, la movilización general y la ausencia de planes de desmovilización de los hombres que llevan años luchando, implica en Ucrania tener que permanecer en el puesto y no poder abandonar el país.

La relevancia de Krotevych no se limita a la idealización de la defensa de Azovstal que ha realizado Ucrania desde la primavera de 2022, sino al hecho de que se ha convertido en una de las personas más influyentes en las Fuerzas Armadas de Ucrania debido a, o a pesar de, aquella derrota. Azov y el resto de unidades ucranianas se vieron sitiadas en Mariupol ante el avance ruso y se atrincheraron en el inmenso complejo industrial propiedad de Rinat Ajmetov, una factoría soviética preparada para soportar el tipo de guerra que se estaba librando en la ciudad. Azovstal protegió a los soldados ucranianos hasta la inevitable rendición.

La relevancia de Krotevych se percibió claramente por primera vez en su papel en el cese del general Yury Sodol al frente de la Operación de Fuerzas Conjuntas el pasado verano. En aquel momento, Krotevych acusó a Sodol de haber causado la derrota de Mariupol, una denuncia que tuvo efecto tanto a corto plazo -el general fue apartado de un puesto importante- como a medio, cuando Sodol fue despedido de las Fuerzas Armadas de Ucrania alegando un informe médico. La denuncia de Krotevych, que dio lugar a una oleada de oportunistas mensajes de apoyo a las acusaciones, fue definitiva.

Ya como exjefe de personal de Azov, Krotevych sigue siendo una persona influyente y que ha adquirido un estatus elevado en el establishment militar ucraniano, cada vez más marcado por personas de perfil altamente ideologizado y con tendencias de ultraderecha. De ahí que sea especialmente relevante la entrevista publicada ayer por The Guardian, en la que Krotevych apunta directamente a Oleksandr Syrsky. La entrevista coincide con las reacciones ucranianas a un extenso artículo publicado por The New York Times, en el que se admite la naturaleza proxy de la guerra contra Rusia, se destaca el papel de EEUU en la planificación y ejecución de las diferentes operaciones defensivas y ofensivas ucranianas y se otorga a los generales norteamericanos el crédito por los éxitos mientras se acusa a los ucranianos por los fracasos.

Es notoria la parte del artículo que trata la fallida contraofensiva de 2023, en la que se adjudica gran parte de la culpa de no haber logrado los objetivos a la insistencia de Oleksandr Syrsky, entonces comandante de las fuerzas terrestres, en luchar por la recuperación de Artyomovsk, perdida por Ucrania apenas unos días antes del inicio de la operación ofensiva ucraniana en Zaporozhie. En su reacción a la publicación, también Valery Zaluzhny, ahora embajador de Ucrania en el Reino Unido pero en aquel momento comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, trata de exculparse apuntando a su subordinado.

“El Estado Mayor ordenó que cuando un soldado termina su turno [en el frente], no puede descansar en la retaguardia, tiene que hacerlo a 50 metros del frente”, se queja Krotevych, para insistir en el efecto de los drones FVP, capaces de provocar un peligro extremo para las tropas situadas tan cerca de la batalla. “«Todavía tienen la mentalidad de luchar en la segunda guerra mundial», dijo. «Todavía se niegan a reconocer los nuevos medios para atacar objetivos». Dijo que el comandante del ejército se estaba basando en las regulaciones emitidas en 2016 para justificar obligar a los soldados a situarse tan adelante, un momento en que «la guerra era completamente diferente»”, escribe The Guardian -porque peleaban contra guerrilleros del Donbass, no contra el Ejército ruso- antes de centrarse en la acusación directa a quien actualmente tiene el mando.

“Krotevych dijo: «Syrskyi tiene que irse», argumentando que el comandante en jefe militar, nombrado en febrero de 2024, no había logrado romper las líneas rusas excepto en Kursk en agosto, donde había encontrado «el punto más débil» y ejecutado un simple «ataque lineal»”, continúa The Guardian. Krotevych, que según el artículo comprendió el sentido del ataque contra Kursk, al fin y al cabo su objetivo sigue siendo “desestabilizar a Rusia para que no pueda hacer la guerra otra vez”, afirma que Syrsky se centró en exceso en la aventura de Kursk, en detrimento de Donbass, donde “había problemas enormes” y que se optó por “permanecer allí demasiado tiempo”, dando a Rusia la posibilidad de causar a Ucrania “bajas significativas”. La operación de Kursk, apenas exitosa y solo en sus inicios, tuvo algo de suicida desde el momento en que Ucrania tuvo que atrincherarse sin ninguna posibilidad de avanzar y conseguir un resultado estratégico que explotar en una negociación.

El resultado, para Krotevych es que Ucrania no logró ir más allá de la maniobra inicial mientras “el enemigo de alguna manera consigue romper nuestras líneas todos los meses”. “Syrsky no está intentando aplicar la ciencia y el arte de la guerra”, acusa el miembro de Azov, que añade que el general tiene “únicamente dos funciones: si el enemigo ataca, simplemente pones más gente allí. Y si el enemigo te está sobrepasando, retiras a tu gente y dices que te preocupas por las vidas de la gente”.

La acusación contra Syrsky es directa, aunque engañosa, ya que ese ha sido el modus operandi de Ucrania no solo en Artyomovsk o Avdeevka, sino a lo largo de toda la guerra, desde Debaltsevo en 2014 a Severodonetsk y Lisichansk, bajo mando de Zaluzhny, en 2022. E incluso Artyomovsk, donde se adjudica toda la culpa a Oleksandr Syrsky, se produjo cuando Zaluzhny era comandante en jefe, por lo que ha de cargar también con su parte de responsabilidad al igual que su subordinado, que propuso el plan, y el presidente Zelensky, que no solo lo dio por bueno, sino que premió la actuación del general ascendiéndolo a máximo responsable.

En un momento en el que todos los actores buscan posicionarse políticamente en previsión de unas posibles elecciones, es significativo que personas como Krotevych se acerquen públicamente a las posturas de Zaluzhny, considerado el principal rival político de Zelensky, mientras se acusa directamente de todas las miserias militares a Oleksandr Syrsky, seleccionado para liderar el ejército ucraniano en gran parte por su cercanía al presidente y su capacidad de aceptar planes ofensivos de intenciones claramente políticas a riesgo de incurrir en grandes pérdidas.

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