Pueden esperar tranquilamente, mientras Netanyahu trabaja… y se equivoca
En una pequeña habitación poco iluminada en Gaza pude distinguir primero la silla de ruedas, una pieza de museo, y luego la figura arrugada del parapléjico que la ocupaba. De repente, un chillido agudo pareció emitirse desde la silla de ruedas; el audífono del lisiado se había vuelto loco y siguió chillando a intervalos regulares durante mi visita. Me preguntaba cuánto podía oír el ocupante de la silla con un auricular tan mal ajustado.
Entrada la conversación, me di cuenta que, discapacitado o no, su estado mental era más afilado que un cuchillo. Era tan duro como un clavo; tenía un humor seco y sus ojos brillaban. Claramente tenía buen humor, excepto cuando luchaba con los silbidos de su audífono. ¿Cómo era posible que un hombre con este carisma estuviera contenido en una figura tan esmirriada?
Ese hombre en silla de ruedas y con un auricular desvencijado, el jeque Ahmad Yasin, fue el fundador de Hamás. Y lo que me dijo esa mañana ha llegado a trastornar el mundo islámico de hoy.
Lo que dijo fue: “Hamas no es un movimiento islámico. Es un movimiento de liberación, y cualquiera, ya sea cristiano o budista –incluso yo– puede unirse a él. Todos son bienvenidos”.
¿Por qué esta sencilla fórmula de alguna manera es tan significativa y está conectada con los acontecimientos de hoy?
Bueno, el espíritu de Gaza en ese momento (2000-2002), era predominantemente el del islamismo ideológico. La Hermandad Musulmana egipcia estaba profundamente arraigada. Entonces no era un movimiento de resistencia per se: era capaz de ejercer violencia, pero su principal objetivo era el trabajo social y la gobernanza incorrupta. Quería demostrar lo bien que podía gobernar.
El comentario de Yasin fue revolucionario porque la liberación prevaleció sobre el dogma y las diversas “escuelas” del Islam político. En última instancia, el diseño estratégico del jeque en silla de ruedas se convertiría en “Gaza Hamás”, en desacuerdo con el liderazgo convencional residente en Doha.
Sinwar y Dief son «los hijos de Yasin».
Para resumir, poco tiempo después, Yasin, en la oración del viernes al cruzar la calle en su silla de ruedas hacia su mezquita adyacente, fue hecho pedazos por un misil israelí.
El ala de Hamás (acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámica) de la Hermandad Musulmana tuvo la oportunidad de demostrar su capacidad de gobernar: ganaron (con justicia) las elecciones de la Autoridad Palestina de 2006 en Gaza y obtuvieron la mayoría de los escaños, algunos también en Cisjordania.
Bush y Condaleeza Rice quedaron horrorizados. Habían apoyado las elecciones… pero nunca imaginaron…
Así, el Primer Ministro Blair y el Presidente Bush elaboraron un plan secreto (desconocido por la UE) en respuesta: los líderes de Hamás –más las ONG de apoyo social del movimiento– debían ser eliminados. Y la Autoridad Palestina tomaría medidas enérgicas contra todas y cada una de las actividades de Hamás, en estrecha colaboración con Israel.
En este plan, Cisjordania sería receptora de una cuantiosa ayuda financiera para construir un próspero Estado de consumo y seguridad al estilo occidental, y Gaza explícitamente iba a quedar empobrecida. Sería obligado a “cocerse en su propio salsa” durante 16 años de asedio; revolcarse en la pobreza.
Los israelíes dieron al plan Blair la base empírica –calculando exactamente cuántas calorías per cápita, cuánto combustible y gas se permitiría entrar en Gaza. Estos recursos debería ser justo los necesarios para mantener la subsistencia para su población. Y desde esta iniciativa de Blair-Bush, los palestinos han estado irremediablemente divididos, sin ningún proyecto político remotamente posible.
Según escribe Tareq Baconi en 'Político':
“Hamás estaba atrapado en… un 'equilibrio violento', en que la fuerza militar emergía como medio para negociar concesiones de Israel. [Hamas utilizó] misiles y otras tácticas para obligar a Israel a aliviar las restricciones al bloqueo, mientras que los israelitas respondieron con una fuerza abrumadora para generar disuasión y asegurar “ calma” en las zonas alrededor de la Franja de Gaza. A través de esta violencia, ambas entidades operaron dentro de un marco mediante el cual Hamás podría mantener su papel como autoridad gobernante en Gaza incluso bajo un bloqueo que ejerce una violencia estructural y diaria contra los palestinos”.
Es este paradigma del asedio a Gaza lo que estalló el 7 de octubre:
“El cambio estratégico implicó pasar del uso limitado de cohetes, para negociar con Israel, a una rápida ofensiva militar destinada a alterar el cerco y, específicamente la suposición israelí que podría mantener un sistema de apartheid con impunidad”.
Hamás se ha transformado: ahora es el movimiento de liberación que previó el jeque Yasin: la liberación de todos que viven bajo la ocupación. Al igual que Yasin, se centra en un Islam no ideológico que tiene como icono de su civilización la mezquita Al-Aqsa (de Jerusalén), un símbolo que no es ni chiíta ni sunita, ni Wahhabi, ni palestino, ni Salafista.
Y es esto –el marco de liberación de Hamás– lo que concuerda directamente con el nuevo impulso independentista global que estamos presenciando hoy, y que tal vez explique las marchas en apoyo a Gaza en todo el sur global. También se explica ese imperdible toque colonial, que provoca una amplia resonancia e ira.
El cálculo de Hamás es que la resiliencia militar, sumada a la presión internacional en respuesta a las masacres en Gaza, en última instancia pueden obligar a Israel a negociar y eventualmente llegar a un (costoso para todos) acuerdo de rehenes, así como a un cambio de paradigma en el ámbito político que finalice con «conversaciones de paz» con Israel.
En resumen, la apuesta de Hamás es que su resistencia militar probablemente durará más que la impaciencia de la Casa Blanca por poner fin rápidamente a este genocidio en Gaza.
Este enfoque subraya cómo Hamás y sus aliados del Eje de la Resistencia tienen una estrategia cuyos pasos están coordinados y proceden de un consenso, que evita reacciones impulsivas que podrían hundir a la región en una guerra total, un resultado destructivo que ninguno de los principales del Eje desea ver.
En última instancia, este cuidadoso cálculo del Eje se basa en que Israel cometa errores predecibles ante una guerra de desgaste que haga frente a las menguadas capacidades del ejército de Israel. La exagerada reacción del Gabinete israelí ante el 7 de octubre estaba en el cálculo; también han estimado (acertadamente) un fracaso de Israel a la hora de derrotar a Hamás en Gaza; al igual que detener la permanente invasión de colonos en Cisjordania y un cambio del status quo que mantiene Israel con respecto a Hezbolá. También se previó que los habitantes del norte de Israel se negarán a regresar a sus hogares sin un cambio en el status quo en el sur del Líbano.
Toda la guerra planificada por Netanyahu y su gabinete está bajo una fuerte presión, porque la población israelí comienza a dudar que Hamás esté cerca de la derrota, y a dudar también de si bombardear a civiles palestinos está ejerciendo presión para que Hamás libere más rehenes como afirma el régimen sionista.
Según Amos Harel, especialista militar de 'Haaretz':
“Si las Fuerzas Armadas de Israel continuaran operando en Gaza durante algunas semanas correrán el riesgo de no cumplir con las expectativas de nuestra gente, ya que los líderes políticos han prometido eliminar a Hamás; devolver a todos los rehenes; reconstruir todas las comunidades fronterizas devastadas y eliminar de ellas la amenaza a la seguridad. Son objetivos ambiciosos y ya está claro que algunos de ellos (o todos) no se alcanzarán…”.
Los líderes de Hamás, por el contrario, son conscientes de que los miembros del actual gabinete (Levin, Smotrich y Ben Gvir) han estado prediciendo desde hace algunos años que podría ser necesaria una crisis total para implementar el plan de limpieza étnica de la población palestina de Gaza, para terminar de conquistar la «Tierra Bíblica de Israel».
¿Es descabellado entonces que el Eje de la Resistencia fundamente su plan en que Israel cometa errores estratégicos? Quizás no sea tan descabellado como algunos puedan imaginar.
Netanyahu tiene que continuar la guerra (por su propia supervivencia), porque su fin puede significar un desastre para él (y su familia). Por lo tanto, Netanyahu se encuentra en medio de “una campaña”, que no es una campaña electoral, porque no tiene posibilidades reales de sobrevivir a unas elecciones.
Por el contrario, es una ‘campaña por la supervivencia’ con dos objetivos: conservar su escaño durante dos años más (lo cual es factible ya que la posibilidad de deserciones gubernamentales está lejos de estar asegurada) y, en segundo lugar, preservar, o incluso fortalecer, la servil admiración de ‘la base’ con declaraciones como estas:
“Sólo yo puedo impedir la creación de un Estado palestino en Gaza, Judea o Samaria”. “No lo permitiré”. “Nunca habrá” un Estado palestino. "Sólo yo puedo gestionar las relaciones con Biden. Sólo yo entiendo la psique estadounidense”. “Yo estoy liderando este conflicto … no sólo en nombre de la historia judía, sino también de la civilización occidental".
"Pero ¿de qué sirve una guerra larga”, se pregunta el corresponsal en Israel B. Michael. “¿Si al final, o incluso mientras continúa, la ‘base’ se aburre, se vuelve indiferente y decepcionada? Este pueblo no es el tipo de base que se precipitará a las urnas con la boleta de voto entre los dientes. Una base quiere acción. Una base quiere sangre. Una base quiere odiar, enfadarse, ofenderse, vengarse. Descargar sobre ‘el otro’ todo lo que la está irritando”
“Esta es la única manera de entender la obstinada oposición [de Netanyahu] a una política de salida de la guerra. Ésta es la única manera de entender las promesas infundadas de un control eterno de Gaza”. La base está encantada. Son esperanzas hechas realidad. “Realmente estamos empujando a los árabes hacia el mar. Y es todo gracias a Bibi”.
“No hay ni una pizca de lógica en el bombardeo masivo en Gaza. Tampoco van a aumentar los beneficios israelíes por el asesinato en masa de más palestinos… la guerra y los bombardeos son una estupidez flagrante para evitar que 'la base' se desilusione de su líder. ¿Qué será de los rehenes? No son un problema, 'la base' es más importante”.
Israel lo ha visto esto antes, especialmente con la Nakba de 1948. La expectativa arrogante fue que con los palestinos expulsados y sus propiedades saqueadas, el “problema estaría resuelto”. Sin embargo, “el problema” nunca se resolvió. De ahí el 7 de octubre.
El Primer Ministro y su gabinete están en una “campaña” para aprovechar y magnificar el trauma de la base surgido del 7 de octubre – y amoldarlo a sus necesidades electorales.
Netanyahu ha estado repitiendo un solo mensaje: “No detendremos los combates”. Desde su perspectiva, la guerra debe continuar para siempre:
“La visión de Ben-Gvir y Bezalel Smotrich y compañía está tomando forma. Y la llegada del Mesías debe estar a la vuelta de la esquina. Y todo se ha logrado por Bibi. ¡Hurra por Bibi!”.
La Resistencia entiende y observa todo: ¿Cómo saldrá Israel de esto? ¿Derrocaran a Bibi? Eso no bastará. Es demasiado tarde. Sacaron la tapa y los demonios están fuera.
Si el Frente de la Resistencia permanece coordinado, evitando una reacción exagerada que podrían hundir a la región en una guerra total, entonces: “Pueden esperar tranquilamente mientras (Netanyahu) trabaja” y se equivoca (Sun Tzu).