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Mundo :: 23/04/2005

Puerto Rico: Pedro Albizu Campos (1891-1965)

José Steinsleger
Para América Latina, el caso del lider independentista Albizu resulta emblemático, pues con estremecedora claridad demuestra qué tipo de modelo civilizatorio encarnan los Estados Unidos de Norteamérica

Conjugación perfecta entre metáfora y política la de José Martí, apóstol independentista de Cuba, cuando escribe "...viví en el monstruo, y le conozco las entrañas" (1898), y la de Pedro Albizu Campos, apóstol de Puerto Rico, denunciando al mundo desde la cárcel de La Princesa que el monstruo irradiaba sus entrañas "... con rayos electrónicos de bellísimos colores y gran precisión" (1951).

Con base en el dictamen de un siquiatra militar de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, el gobernador colonial Luis Muñoz Marín indulta al prócer nacionalista. "Está loco", dicen. Meses después, el primero de marzo de 1954, un comando puertorriqueño ataca el Congreso de Estados Unidos. Albizu Campos califica el acto de "sublime heroísmo". En represalia, Muñoz Marín revoca el indulto.

A fines de 1964 la presión internacional consigue la libertad del patriota, ya paralítico y sin habla debido a graves lesiones cerebrales. El 21 de abril de 1965, Albizu Campos muere en San Juan, tras cumplir con creces la réplica airada a un profesor de su adolescencia en Ponce, ciudad natal: "la independencia no se discute, se hace".

Becado para estudiar en Estados Unidos, Pedro obtiene títulos en ingeniería química, filosofía, letras y dominio de ocho idiomas. En la Primera Guerra Mundial sirve como oficial del ejército estadunidense y en Harvard, mientras cursa derecho, defiende la independencia de Irlanda del Norte y de India, a más de participar en comités pro derechos de los indígenas y afroamericanos.

En 1921 retorna a Puerto Rico junto a su esposa, la científica peruana Laura Meneses, primera latinoamericana graduada en dicha institución. Comisionado por el Partido Nacionalista (PN) para difundir la causa anticolonial, Albizu emprende en 1927 un viaje por el continente. Tarea difícil, pues salvo cabezas como las de Manuel Ugarte, Julio Antonio Mella, Augusto César Sandino o José Carlos Mariátegui, la izquierda naufraga en el internacionalismo abstracto o se ilusiona con la democracia en países sometidos por el imperialismo.

En 1931 se entrevista con Pedro Angleró, último sobreviviente del movimiento independentista de 1868, liderado por Ramón Emeterio Betances (1827-98), y recibe el mandato de liberar a su patria de la dominación extranjera. Al año siguiente Albizu da a conocer el Manifiesto del Partido Nacionalista.

El tercer párrafo del documento conserva patética vigencia: "La lucha entre esas facciones (n.r., socialistas y liberales) es agria y despiadada. Sus directores han soliviantado las pasiones en las masas populares, produciendo divisiones en la unidad patria. Esa labor afianza en tanto sea efectiva al imperialismo que nos tritura".

El Manifiesto apela a la vía legal y llama a la constitución de un "frente único contra el invasor". Pero anticipa que el PN "... tratará sin piedad a los nativos o extranjeros que, por buenas o malas artes, pretendan afianzar la ocupación extranjera". Más adelante habla del "obrerismo desorientado" que, ".... bajo la sugestiva denominación de socialista, pero sin definición política alguna... nos ha convertido en esclavos de la corporaciones y empresas norteamericanas".

En 1934 el gobierno de Franklin D. Roosevelt designa jefe de la policía colonial al coronel Francis Riggs, quien llega de Nicaragua, donde asesoró al tirano Somoza en el asesinato de Sandino. En octubre de 1935 la policía de Riggs mata a tres manifestantes universitarios. La respuesta no demora. En febrero de 1936 el centurión muere ejecutado por dos jóvenes nacionalistas, que a su vez son detenidos y fusilados en un cuartel policial. Acusado de sedición, Albizu Campos recibe el aliento de las voces que se alzan a su favor. Dirigiéndose al juez estadunidense, la chilena Gabriela Mistral dice: "La personalidad de los puertorriqueños enjuiciados corresponde, en categoría moral y en significación cívica, a lo que fueron los próceres San Martín, O'Higgins o Artigas. El intento heroico y doloroso es el mismo, la calidad de los espíritus es idéntica".

Impasibles, las tropas yanquis masacran a una multitud de nacionalistas que el 21 de marzo de 1937 reclaman por la libertad del prócer. Trasladado a una prisión de Atlanta, Albizu Campos será liberado en junio de 1943. Tres años después opta por continuar la lucha y regresa a su patria.

En 1950 los nacionalistas proclaman en Jayuya la república de Puerto Rico. En San Juan, un comando asalta la residencia de Muñoz Marín y en Washington otro comando ataca la residencia del presidente Harry Truman. La policía colonial ordena la detención del líder y lo captura en su casa del viejo San Juan, tras cuatro días de tiroteos.

Albizu Campos no estaba paranoico. En 2002 el Departamento de Energía de Estados Unidos reveló que un grupo de científicos financiados por la Fundación Rockefeller había experimentado desde 1939 con personas nativas de la isla, inyectándoles elementos radiactivos, sin que éstas estuvieran conscientes de que los estaban usando de conejillos de indias.


Canibalismo "científico"

Con justificada inquietud, un lector solicita más datos acerca de un asunto comentado en mi artículo anterior, dedicado al prócer borinquén Pedro Albizu Campos, de quien mañana se cumplen 40 años de su muerte (La Jornada, 13/04/05).

El asunto trata de las radiaciones sufridas por el apóstol independentista en la cárcel de La Princesa, en San Juan de Puerto Rico. Mis fuentes provienen de tres documentos escritos por el historiador puertorriqueño Pedro Aponte Vásquez: la ponencia leída ante el Comité de Descolonización de Naciones Unidas (1984), el libro Yo acuso. Tortura y asesinato de don Pedro Albizu Campos (1985) y la conferencia sobre la etapa de su prisión en Estados Unidos, dictada en el Ateneo Puertorriqueño, con base en documentos desclasificados del FBI (2002).

José Manuel Torres Santiago, otro investigador de la isla antillana, recuerda que el 12 de noviembre de 1931, cuando el mundo se reía de Hitler, el técnico de laboratorio Luis Baldoni encontró al pie de su microscopio en el Hospital Presbiteriano de San Juan una carta escrita por el médico estadunidense Cornelius P. Rhoads, jefe de una misión científica de la Fundación Rockefeller.

Dirigida a un tal F. W. Stewart, la carta dice: "Los puertorriqueños son sin duda la raza de hombres más sucia, haragana, degenerada y ladrona que haya habitado este planeta. Uno se enferma de tener que habitar la misma isla que ellos. Son peores que los italianos. Lo que la isla necesita no es trabajo de salud pública, sino una marejada o algo para exterminar totalmente a la población. Entonces pudiera ser habitable".

El doctor Rhoads añade: "Yo he hecho lo mejor que he podido para acelerar el proceso de exterminio matando ocho y trasplantándole cáncer a algunos otros... El asunto de considerar el bienestar de los pacientes no tiene aquí ninguna importancia -de hecho los médicos se deleitan con la tortura y el abuso de los infortunados sujetos-..."

Albizu Campos publicó la carta y una declaración jurada del técnico Baldoni, y de cómo Rhoads trató de sobornarlo y callarlo. Veinte años después (luego de Auschwitz y el desgarre de vestiduras del "mundo libre"), Albizu sería víctima de experimentos con radiaciones de calor intensas que le causaron dermatitis aguda y deterioro de los órganos vitales.

Las autoridades coloniales y el gobierno de Estados Unidos dijeron que estaba "loco" porque se defendía de las radiaciones cubriéndose el cuerpo con toallas húmedas. El líder independentista era un hombre conocido. Sin embargo, cientos de presidiarios y campesinos de Puerto Rico fueron sometidos a estas pruebas por los médicos de la Fundación Rockefeller.

En los años de 1960 (al igual que en Bolivia y Sudáfrica), las prácticas médicas siguieron con la esterilización masiva de mujeres pobres usadas de cobaya en los experimentos de la píldora anticonceptiva, en abierto desafío a las recomendaciones previstas en el juicio de Nuremberg y en la Declaración de Helsinki sobre investigación biomédica humana (1947).

En febrero de 1995, el Departamento de Energía de Estados Unidos admitió que científicos de la Universidad de Chicago realizaron en 1953 un estudio entre reclusos perfectamente sanos de la cárcel de Illinois, para examinar cómo reaccionaban a una droga contra la malaria. Diez años después, estudiantes de la Universidad de Rochester suministraron leche con yodo-131 a individuos sanos, entre ellos niños. Como resultado, una de las pequeñas víctimas desarrolló cáncer de tiroides.

Hellin Weiss, directora de la Oficina de Experimentos Radiactivos en Humanos, indicó que en el decenio de 1970 se realizaron 154 experimentos radiactivos con 9 mil personas, figurando entre ellas reclusos, enfermos mentales y niños sudafricanos. "El número de experimentos pudieron ser el doble", observó la funcionaria.

Los experimentos fueron practicados por científicos del laboratorio nacional de Brookhaven (Nueva York), quienes suministraron dosis radioactivas de vitamina C en personas con hemosiderosis (enfermedad similar al escorbuto), y en mujeres embarazadas irradiadas para experimentar los efectos en el feto.

En la década de 1980, doce enfermos incurables en el Hospital Montefiore del Bronx recibieron un "coctel" concentrado de calcio radioactivo y estroncio 85 con el fin de medir la absorción de estas sustancias en los tejidos. En 1995 el presidente William Clinton pidió perdón a los afroestadunidenses que de 1932 a 1972 fueron utilizados como cobayas por los médicos del Servicio Público de Salud, a los que se inoculó sífilis para seguir su evolución física y mental.

Para América Latina, el caso de Albizu resulta emblemático, pues con estremecedora claridad demuestra qué tipo de modelo civilizatorio encarnan los Estados Unidos de Norteamérica. En este sentido, los cargos de "nazifascismo" que algunas izquierdas lanzan contra Washington resultan insuficientes para ponderar cabalmente los alcances y connotaciones del proyecto integral de exterminio planetario encabezado por el gobierno de George W. Bush.

Fuente: La Jornada

 

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