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Medio Oriente, EE.UU. :: 16/02/2025

¿Qué ocurre en Irán?

Enrico Tomaselli
El gobierno centroderechista cree posible un apaciguamiento con Occidente que permita reanudar el comercio. Jamenei tiene muy claro que el objetivo de Occidente es destruir Irán

Para la República Islámica, este no es un período fácil; aunque Siria ha representado más una carga que una ventaja durante años (dependiendo en gran medida de la ayuda iraní), la caída del gobierno de Assad ha creado sin duda problemas, y la invasión israelí del sur de Siria constituye una amenaza para Hezbolá (el aliado más cercano de la región), así como, paradójicamente, el (temporal) fin de los conflictos en el Líbano y Gaza, con la consiguiente suspensión de los ataques iraquíes y yemeníes contra Israel, reaviva el impulso del régimen de Netanyahu para atacar a Teherán.

Pero los verdaderos elementos problemáticos de esta fase se encuentran, de hecho, precisamente en Teherán, además de en Washington.

La reelección de Trump a la presidencia de los EEUU abre un período de incertidumbre, ya que, como siempre, la posición del nuevo presidente es bastante ambigua.

Según sus declaraciones, Trump reitera la oposición absoluta de EEUU a que Irán se dote de armas nucleares (una pretensión que no tiene ningún fundamento en el derecho internacional), aunque afirma que prefiere la vía negociadora a la militar para lograr este resultado.

El problema es que fue precisamente Trump quien, durante su primer mandato, retiró a EEUU del JCPOA, el tratado por el que Teherán se comprometía a no desarrollar armamento nuclear.

De ello se deduce que la intención de la nueva administración estadounidense es agitar la amenaza de un ataque preventivo para conseguir un nuevo tratado aún más estricto. La intención es llegar a un acuerdo más amplio, que incluya limitaciones no solo al desarrollo de armas nucleares, sino también al desarrollo y posesión de sistemas de misiles hipersónicos [1].

Algo que, sin embargo, es claramente inaceptable para Teherán (e incluso para Rusia y China). Obviamente, Washington sabe perfectamente que, en este momento, Irán no tiene armas nucleares y no tiene la intención de construirlas; al igual que también lo saben perfectamente en Tel Aviv.

Pero si para el régimen israelí es importante evitar que las desarrolle, ya que eso significaría perder su disuasión como único Estado nuclear de la zona, aún más importante es destruir la capacidad militar iraní en general, porque esta constituye la mayor amenaza para el estado judío.

A su vez, los EEUU no tienen ningún interés en desatar un conflicto de grandes proporciones en Oriente Medio, que además de poner en riesgo sus bases en la región podría inflamar el mercado mundial del petróleo [2], sino que deben buscar una solución que permita evitar la guerra y, al mismo tiempo, garantizar la seguridad de Israel, cuya defensa y supervivencia están ahora totalmente vinculadas a la ayuda estadounidense.

Por lo tanto, es probable que Washington intente actuar mediante un endurecimiento de las sanciones (palanca económica), en lugar de respaldar un ataque (palanca militar) [3].

Para ello, no solo tendrán que contener a los israelíes, sino también obtener algún resultado: o bien un nuevo tratado, o bien un debilitamiento económico de Irán que abra la posibilidad de intentar nuevas «revoluciones de colores», cosa muy poco probable.

Sin embargo, como se ha dicho, los problemas también están en Teherán. De hecho, en la República Islámica se está desarrollando un debate muy intenso sobre la cuestión de las armas nucleares, que también sirve de eje para una disputa política más amplia y profunda.

Por un lado, está la autoridad de Jamenei, que en su momento emitió una fatwa en virtud de la cual Irán no debe desarrollar armas nucleares, y que, sin embargo, más recientemente, ha negado rotundamente cualquier sentido a la apertura de negociaciones con EEUU, mientras que, por otro lado, está el grupo vinculado al presidente Rohaní, que, en cambio, es muy optimista sobre la apertura de negociaciones con Occidente.

De hecho, casi inmediatamente después de la declaración de Jamenei, el ministro de Asuntos Exteriores Araqchi reactivó la hipótesis de la negociación, subordinándola, sin embargo, a una revocación previa de las sanciones.

Obviamente, se trata de un juego de partes, en el que, sobre todo, Pezeshkian y los suyos intentan sortear los vetos de Jamenei; desde el punto de vista de los moderados que gobiernan en Teherán, precisamente la fatwa que prohíbe las armas nucleares es la carta que se debe jugar en las negociaciones con Occidente para conseguir el fin de las sanciones.

La posición de Jamenei, en cambio, que es de hecho la máxima autoridad del país, es que precisamente la experiencia de las negociaciones anteriores (JCPOA) demuestra la inutilidad de negociar con Washington.

Sobre todo, porque en la Casa Blanca está de nuevo Trump, que anuló unilateralmente el tratado anterior.

Desde los círculos gubernamentales se objeta que "el líder ha prohibido las negociaciones con los estadounidenses y el desarrollo de armas nucleares, aunque estas son las únicas formas en que el régimen puede sobrevivir. Está llevando al país al colapso".

Aquí también, obviamente, hay una considerable exageración, funcional al enfrentamiento político en curso (que, por supuesto, no se limita a la cuestión nuclear, sino que tiene un alcance mucho más amplio: los centroderechistas apuntan claramente a reducir el poder del Guía Supremo, sobre todo con vistas al nombramiento de su sucesor).

La cuestión fundamental es que Pezeshkian (al igual que tantos rojos o rojillos que cambiaron de camiseta) cree posible una forma de apaciguamiento con Occidente, que permita reanudar el comercio sin cuestionar la existencia de la República Islámica, mientras que Jamenei (que resulta estar más a la izquierda que otros altos cargos) tiene muy claro que el objetivo de Occidente es precisamente derribarla.

No hace falta decir que este enfrentamiento político en las más altas esferas del Estado iraní no hace más que debilitarlo.

Por desgracia (en mi opinión personal), Pezeshkian es un personaje políticamente débil y mediocre, absolutamente inadecuado para la etapa histórica en la que se encuentra Irán (y, por supuesto, todo Oriente Medio); y eso independientemente de que sea centroderechista.

A diferencia de su predecesor Raisi, no tiene el carácter de líder necesario para dirigir una nación que lleva 40 años sitiada y bajo constante amenaza de ataque militar.

Sin embargo, la cuestión del desarrollo de armas nucleares sigue siendo prioritaria. El poderoso grupo encabezado por los Guardianes de la Revolución (IRGC) sigue pidiendo a Jamenei que revoque la fatwa y dé luz verde al desarrollo nuclear para uso militar.

El consejero de Jamenei, Kamal Kharrazi, dijo hace meses que

si la República Islámica se enfrenta a una amenaza existencial, tendremos que revisar la doctrina militar.

Sin embargo, está claro que todo se juega en el filo de la navaja. Si se revocara la fatwa, esto fortalecería enormemente la capacidad israelí para convencer a Trump de la necesidad de un ataque preventivo; por lo tanto, se trataría de calibrar muy cuidadosamente el calendario, por ejemplo, desarrollando el arma y solo después anunciando la revocación de la fatwa y el primer ensayo nuclear, de manera que quede claro que un ataque israelo-estadounidense tendría una respuesta inmediata y adecuada.

Como dijo Jamenei,

Sí nos amenazan, responderemos con la misma moneda. Si comprometen nuestra seguridad, comprometemos la suya.

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Notas

[1] Según el presidente del Parlamento iraní, Mohammad Baqer Qalibaf, el presidente Trump envió un mensaje directo a Irán en los últimos días. En el mensaje, el presidente Trump se ofreció a firmar un nuevo acuerdo con Irán, a cambio del desmantelamiento completo del programa nuclear y balístico. De acuerdo con las directrices del Guía Supremo, el ayatolá Jamenei, el mensaje fue ignorado y ni siquiera se le dio la dignidad de una respuesta.

[2] Teherán tiene la capacidad militar para cerrar una de las rutas de tránsito de petróleo más transitadas del mundo, afirmó el comandante de la Marina del IRGC, el contralmirante Alireza Tangsiri. También rechazó las amenazas de EEUU de anular las exportaciones de petróleo de Irán, afirmando que el país ya ha reaccionado a acciones hostiles, incluida la incautación de petroleros vinculados a EEUU en respuesta a las incautaciones de barcos iraníes.

[3] Obviamente, hay quienes, incluso en los EEUU, preferirían una acción militar contra Teherán. A pesar de las enérgicas desmentidas por parte de Irán, la teoría del asesinato vuelve a surgir periódicamente. Trump ha sido informado de que las intenciones de Irán de asesinarlo son 'mucho más serias' de lo que se pensaba anteriormente. Según Axios, Irán incluso habría equipado a las células durmientes en EEUU con misiles tierra-aire para derribar el avión del presidente. No hace falta decir que si Irán hubiera querido matarlo, para vengar a Soleimani, habría tenido todo el tiempo para hacerlo cuando no era presidente, y ciertamente no tendría ningún interés en hacerlo ahora, lo que equivaldría a ser atacado fuertemente sin ninguna duda.

Giubbe Rosse News / observatoriodetrabajad.com

 

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