¡Sí hay mal que dure cien años!
[Henry Kissinger] “Es un matón, un delincuente, un mentiroso, un pseudointelectual y un asesino”.
Allan Hitchens
El 27 de mayo de 2023 puede considerarse como una fecha nefasta para la humanidad. Ese día cumplió un siglo de vida el criminal de guerra recientemente fallecido Henry Kissinger, nacido en Alemania, pero 'Made in USA'. Este personaje siniestro, típico de la arrogancia imperialista de los EEUU, ocupó altos cargos en los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford, entre 1969 y 1977, durante los cuales impulsó políticas criminales en varios continentes, que dejaron millones de muertos. Después de 1977 no ejerció ningún cargo oficial, pero de manera directa o a través de Kissinger Associates y otras fundaciones ha estado inmiscuido en la política dura de los EEUU en el mundo entero.
Entre sus grandes logros como asesinó, obrando desde el Departamento de Estado, Kissinger fue el organizador del bombardeo masivo y secreto a poblaciones civiles en Camboya y Laos. Fue el responsable de la prolongación de la guerra de Vietnam durante cuatro años [1968-1972], que dejo miles de muertos y heridos. Personalmente, en 1976, dio el visto bueno a Suharno, el dictador de Indonesia, para que invadiera Timor Oriental, cuya brutal ocupación eliminó ‒en uno de los peores genocidios del siglo XX‒ a una quinta parte de los habitantes de esa pequeña isla.
Fue participe directo en el saboteo y derrocamiento del gobierno de Salvador Allende, desde el momento mismo en que fue elegido en 1970, cuando dijo que “no hay razón para permitir que un país se convierta al comunismo debido a la irresponsabilidad de su propia gente». Respaldó a los dictadores militares de Argentina y su política genocida, al aprobar el asesinato de quienes fueran considerados como “terroristas”. Sobresale su aprobación de esos crímenes cuando les manifestó a los voceros de la dictadura de Rafael Videla que “si van a matar, maten, pero háganlo rápido” y luego regresaran a la “normalidad”.
Kissinger inventó la práctica estadounidense de bombardear a cualquier país del mundo periférico cuando le viniese en gana, a nombre de la Seguridad Nacional de EEUU. Después de los bombardeos a Camboya entre 1969 y 1973, que dejaron por lo menos cien mil muertos, esa práctica genocida se volvió corriente en los EEUU y todos sus mandatarios la han aplicado desde entonces. Eso podría llamarse el Corolario Kissinger, cuya filosofía asesina reza así: EEUU tiene el derecho de bombardear cualquier país del mundo pobre cuando lo consideres conveniente, sin necesidad de ninguna declaración de guerra, solamente a nombre de sus intereses nacionales.
El recrudecimiento de la guerra en Vietnam entre 1968 y 1972, que dejo miles de muertos, tiene su sello personal. Y luego lo premiaron en 1973 con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz [sic] en 1973, un mes antes del golpe de Estado en Chile, que fue directamente auspiciado por ese sicópata.
Kissinger es responsable directo de lo acaecido en Laos, “el país más bombardeado de la historia”, en cuyo suelo persisten unos 80 millones de bombas de racimo por obra y gracia de individuo que se regodea por matar, como si fuera un vampiro sediento de sangre. En Laos siguen muriendo campesinos, entre ellos niños, destrozados por las bombas que sembraron los EEUU en ese lugar, gracias a las recomendaciones de Henry Kissinger.
Kissinger era un anticomunista visceral y, en consecuencia, amigo de las dictaduras anticomunistas, como lo comprueban su apoyo a los regímenes de Chile, Argentina, Indonesia, Vietnam del Sur, entre un extenso prontuario. Su apoyo y admiración de criminales de la talla de Videla o Pinochet lo llevaba a exclamar que les deseaba éxito a los militares en su proyecto de limpiar a sus países de incomodos izquierdistas, a los que se perseguía, torturaba, mataba y desaparecía.
Por eso, Kissinger viene a ser uno de los ideólogos del Plan Condor, esa alianza criminal de las dictaduras del cono sur que llenó de sangre y horror a nuestro continente en las décadas de 1970 y 1980, y cuyos estragos se viven en la actualidad por la eliminación de generaciones enteras de luchadores sociales y populares y por la consolidación de democracias de baja intensidad, con modelos neoliberales de fondo.
Su sed de sangre no se detenía y en 1976 le recomendó a Henry Ford que invadieran a Cuba y acabaran con Fidel Castro, lo cual no se llevó a cabo porque otros sectores del poder en EEUU consideraron que eso iba a generar un conflicto con la Unión Soviética.
A Kissinger no le importaban las formas violentas y brutales como opera EEUU y, en consecuencia, no sorprende que haya dicho que “es un acto de demencia y humillación nacional que exista una ley que prohíba al presidente ordenar un asesinato”. Hoy se ha hecho realidad el deseo de Kissinger, puesto que el presidente de los EEUU se arroga el derecho de matar a quien considere necesario. Otro gran éxito de Kissinger que logró convertir en doctrina y práctica de estado el asesinato de los “enemigos” de EEUU.
Kissinger ha sido el ideólogo y planificador de una política criminal, propia del imperialismo estadounidense, que bien habría podido realizar otro como él, con sus mismas credenciales de psicópata de Estado. Pero los procesos históricos son así, se personifican en seres concretos, que plasman esas políticas imperialistas. Por ello, “el más grande criminal del planeta”, como lo denominó el escritor Gore Vidal, dio origen al “kissingerismo”. Por tal debe entenderse la brutalidad racionalizada que se convirtió en doctrina de Estado para el imperialismo estadounidense y llevan a la práctica todos los presidentes yanquis, quienes dirigen y ordenan matar y destruir pueblos y países a nombre de la libertad, de la democracia, de los DDHH y de la seguridad nacional de la primera potencia mundial.
El espíritu genocida de Kissinger está presente desde hace medio siglo en el núcleo duro del poder imperialista ‒como lo ejemplifica hoy el decrepito Joe Biden‒ y por eso los poderosos del mundo celebran el genio del “teórico” de la diplomacia. Para los pueblos del mundo, la lectura es otra: en contra del dicho popular, Henry Kissinger comprobaba que sí hay mal que dure cien años y mundo que lo resista.
El Colectivo