Simón Bolívar, el hombre de las comunicaciones
“La primera de todas las fuerzas es la opinión pública”.
Simón Bolívar (1° de noviembre de 1817).
Dicen algunas versiones que Simón Bolívar se agenció una imprenta, no sin peripecias, porque debía completar la lucha independentista luchando también por la independencia del pensamiento. Que no era suficiente la independencia geográfica, económico-política y que necesitaba “la artillería del pensamiento” para consolidar el plan emancipador de los pueblos independientes. Gracias a eso nació el Correo del Orinoco, el 27 de junio de 1818. Pensando independientemente.
Antes, durante y después de la consolidación de la independencia, se hizo necesaria una independencia comunicacional porque quedó claro que todos los avances son insuficientes si no se acompañan con una Revolución de Conciencias capaz de abrir los horizontes de la praxis comunicacional. No toda independencia económica equivale a independencia ideológica porque el desarrollo es desigual y combinado.
Está claro que necesitamos una Revolución de Independencia en Comunicación, con Bolívar, con Martí, con San Martín… con Hidalgo, con Morelos (dicho con toda la seriedad que implica) para independizar los marcos éticos que no pueden ser serviles a intereses de sectas y menos de extorsiones, saqueo, esclavitud y humillación contra las mayorías. Está claro que la Independencia en Comunicación es socialmente necesaria a la hora de hacer de la verdad pasión y fuerza moral de los pueblos. También está claro que no podemos llamar Independencia (a secas) a las farsas y que, en todo caso, hay que denunciarlas para que se entienda a qué intereses tributan y rinde pleitesías.
Esa fusión de Independencia y Comunicación se hizo gentilicio en la Patria Grande. Por ejemplo, hacia el 17 de marzo de 1824 Simón Bolívar fue declarado ciudadano mexicano en virtud de su obra independentista ejemplar y por la importancia de tener en él un modelo de líder comunicacional, también, capaz de inspirar la moral y la ética que su tiempo exigía pero que, fundamentalmente, el futuro inmediato exigiría y sigue exigiendo.
El hombre de las independencias debería tener todas las nacionalidades y que el mundo lo supiera. Así como la etapa actual exige estrategias y medios de comunicación independentistas, antiimperialistas, con agendas capaces de enfrentar las “debilidades” políticas de quienes se dejan tentar por las seducciones imperiales en boga. Necesitamos ratificar las grandes revoluciones independentistas, salir de los estereotipos y de los acartonamientos; necesitamos revolucionar las metodologías del relato comunicacional y necesitamos ganar terreno a una estética revolucionaria capaz de orientarse a partir de la ética. Con la claridad y la audacia de Bolívar humanista de las independencias.
Necesitamos una Revolución de Independencia Comunicacional. Está claro que acudir a Simón Bolívar no implica mirar sólo al pasado, no se trata de nostalgias bobas, implica mirar el presente y el futuro y está claro que es necesario reconocer nuestras zonas ciegas y nuestras debilidades teóricas y prácticas; está claro que hay que iniciar una etapa nueva que salde lo que está pendiente y que avance hacia instancias superiores. Contamos con recursos morales, expertos, necesidades y claridad política suficientes para trazar un plan de corto plazo que dé resultados inmediatos y movilizadores. Está claro que lo que debe ser dicho y debe ser escuchado no puede quedar atrapado por la inoperancia ni por el descuido.
La Revolución de la Independencia Comunicacional necesita Simón Bolívar multiplicado en todas las espadas simbólicas que caminan por América Latina para enfrentar atrasos y esclavitudes ideológicas y con herramientas de comunicación en clave de victorias nuevas. ¿Nos quedaremos callados?
En una carta con fecha 4 de agosto de 1826, Bolívar explicó a José Antonio Páez la importancia de la imprenta y de la prensa “Como artillería del pensamiento, educador de masas de hoy y mañana, portavoz de la creación de un nuevo orden económico y de la información internacional desde el punto de vista de nuestros intereses, fiscal de la moral pública y freno de las pasiones, vigilante contra todo exceso y omisión culpable, catecismo moral y de virtudes cívicas, tribunal espontáneo y órgano de los pensamientos ajenos”.
Una Revolución de Independencia Comunicacional con nacionalidad continental, con pasaporte humanista. Porque tan peligroso es que nos roben las herramientas de producción comunicacional como que nos roben el campo simbólico. Cuando los imperios se adueñan de ese territorio nos esclavizan incluso en lo que nos gusta, en las palabras que usamos para denominar qué y cómo tendremos que vivir y medir la vida. Y muy probablemente lo hagan en nombre de la libertad, de la democracia, de la independencia y de la humanidad. Los Bancos Imperiales dicen ser instituciones de la “confianza” cuando son ladrones incontrolables de cuello blanco. En nombre de los pueblos, miles de farsantes agitan blasones filantrópicos para camuflar sus fábricas de servilismo.
Algunos agentes del imperialismo, infiltrados en la Patria Grande, están desesperados y llaman a intervenciones, desembarcos y usurpaciones con el plan perverso de destruir todas las victorias independentistas ganadas por nuestros pueblos. La ideología de la clase dominante es una gran maquinaria imperialista de mentiras, suplantaciones y desfalcos de todo tipo. Incluso, a veces no hace falta que mientan, basta con que te «enseñen» a «ver» el mundo como lo miran ellos para enceguecerte. Es la guerra cognitiva.
Pero la Revolución de Independencia Comunicacional (con el Informe MacBride en la mano) es una batalla radical entre, al menos, dos maneras irreconciliables de entender al universo, a la naturaleza, a la vida humana y a las relaciones sociales. Revolución o barbarie. Es una Revolución de Independencia, de los gustos, de las capacidades y talentos críticos, de las emociones y de la manera de expresarnos. Revolución palmo a palmo e incesante en la que, con frecuencia, la resistencia más dura es la que oponemos nosotros mismos dominados por las ideas de quienes nos dominan. Por eso, Bolívar, en su carta de 1817 a Fernando Peñalver le pide: “Mándeme usted de un modo u otro una imprenta que es tan útil como los pertrechos”.
Al Mayadeen