Siria: los tiempos están cambiando
Aunque suponemos que sin quererlo, Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, es fiel discípulo de Lord Parmeston. El político ingles del S XIX dejó escrito refiriéndose a Reino Unido: “«No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses sí son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos»”.
Erdogan ha adoptado la divisa del político inglés. Ha dejado de lado cualquier tipo de principio e intenta, como decía el chascarrillo, sentarse en varias sillas al mismo tiempo. Ha pasado de fiel guardián de las esencias de la OTAN (tiene el segundo mayor ejército de la organización) a mirar hacia el este (China) y hacia el Norte (Rusia).
Pasó de derribar un avión ruso en 2015 a hacer negocios sustanciosos con Moscú (incluido el uso de rublos como forma de pago) o a vender drones a Ucrania. Aunque Ankara sopesa atacar y ocupar una parte significativa de Siria y en eso coincide con Israel, pretende también eliminar a los grupos kurdos aliados de EEUU y de Tel Aviv. Mientras, es aún miembro de la OTAN e impone el veto a Suecia y Finlandia e, indirectamente, beneficia a Moscú. En la guerra entre Nagorno Karabaj y Azerbaiyán contra Armenia, apoyó a los primeros, mientras los segundos eran aliados de Rusia. Finalmente, el rechazo impregnado de xenofobia que genera en la UE la posibilidad de la incorporación del país al club europeo, ha decantado definitivamente su posición.
La guerra de Ucrania es el punto de quiebre de la política de Ankara. Es un proceso que va mucho más de las fronteras de la zona. La oferta rusa de convertir a Turquía en un “hub” de interconexiones gasísticas con destino a Europa y la construcción de dos centrales nucleares son argumentos poderosos. La política turca en Siria está virando en estos momentos.
Vista en perspectiva la situación en Oriente Medio es de una enorme volatilidad. Los antiguos enemigos (Turquía, Arabia Saudita, Siria, Irán o Egipto) buscan nuevos puntos de encuentro. La guerra en Ucrania tiene una enorme influencia en la zona. La desunida-UE no será nunca más un referente político para estos países que buscan nuevas formas de reconocimiento. En paralelo, la OPEP es reacia a obedecer las órdenes de Washington: a pesar de las presiones estadounidenses, ha recortado su producción de petróleo. Países como Arabia Saudita incrementan sus negocios con el archienemigo iraní y miran hacia China proponiéndose como candidatos a los BRICS; Turquía se pone en la cola, así como Egipto, y abandona progresivamente la influencia Occidental. En esta circunstancia Erdogan, un taimado actor geopolítico, juega a todas las bazas. No ha dudado en entrevistarse con su enemigo, el presidente egipcio, en el mes de noviembre enfrentados todavía por el conflicto libio.
El 5 de agosto pasado, durante el encuentro de Sochi, Putin “sugirió” a Erdogan abrir alguna vía de negociación preliminar entre Turquía y Siria. La propuesta de una charla por teléfono con el presidente sirio se transformará, posiblemente, en una entrevista personal. Los dirigentes turcos nunca ocultaron su interés por controlar la segunda ciudad de Siria (Alepo) y asegurarse una salida directa en la zona de Tartus. En la práctica Ankara ha tenido que admitir que la intervención rusa hizo inviable esa posibilidad. Turquía no quiere un enfrentamiento directo con el ejército sirio, cuyo aliado es Rusia. La ofensiva militar de Turquía contra las bases kurdas en el norte se ha pospuesto.
Israel mira con preocupación las conversaciones sirio/turcas. Un acuerdo debilitará la posición de Tel Aviv en la zona. Por otro lado los ataques de los grupos kurdos iraquíes contra Irán fueron respondidos de forma contundente por parte del ejército de este país. En este marco tan complejo la retirada de Turquía de la zona norte de Siria, que ocupa desde hace años, es una posibilidad. Sería una victoria enorme para Rusia puesto que su papel como actor decisivo en la zona se multiplicaría. El acuerdo que se está gestando representa, como hemos dicho, un cambio enorme en la posición de Turquía. Según el diario sirio Al-Watan, el diálogo preliminar incluiría la retirada de las tropas turcas del Norte de Siria, respetar la soberanía siria, abrir completamente la estratégica autopista M4 en el norte de Siria que conecta directamente el puerto de Lakatia con la ciudad de Alepo.
Damasco y Ankara también estuvieron de acuerdo en que el PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) y sus milicias actúan como agentes de EEUU y de Israel y suponen el mayor peligro para Turquía. El gobierno de Siria tendría que encargarse de su desmilitarización. Se acordó también que los tres gobiernos crearían una comisión tripartita para el cumplimiento de los acuerdos que tendrían como árbitro a Moscú. Sobre estas bases se han establecido los contactos. En diciembre tuvo lugar el encuentro sirio–turco de fuerzas de seguridad de los dos países.
En enero, la consulta será entre los ministros de Relaciones Exteriores de los dos países, posiblemente en Moscú. Posteriormente llegaría el momento de una interlocución directa entre los antiguos enemigos con la mediación del presidente ruso. Las reacciones políticas en otros países no se han hecho esperar. El día cinco de enero realizaba una visita a Damasco el Ministro de Exteriores de Emiratos Árabes Unidos, Abdullah bin Zayed Al Nahyan, entrevistándose con el presidente Bashar Al Assad y altos funcionarios. El encuentro tuvo el carácter de visita de estado. No es, por tanto, una visita protocolaria más. El deshielo de las relaciones turco-sirias bajo patrocinio de Moscú va rompiendo poco a poco el aislamiento impuesto por EEUU e Israel.
Las negociaciones no son fáciles. Tienen muchos oponentes: Israel, que no ceja en sus ataques contra las infraestructuras sirias; Washington, que amenazó a Emiratos si finalmente realizaba el viaje a Damasco. En este sentido el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, indicó a los periodistas que “su país no apoyaba a aquellos países que fortalecen sus relaciones o expresan su apoyo a la rehabilitación de Bashar Al Assad”. A pesar de ello se abre un resquicio a la paz tras más de 10 años de guerra que han asolado la zona.
A pesar de las buenas palabras, Damasco tiene dudas. Pero la situación económica del país es desastrosa, con altísimos niveles de inflación, una economía casi paralizada por falta de energía eléctrica, con cortes de más 19 horas en el suministro eléctrico en los barrios de clase alta y no más allá de 10 minutos al día de luz en los más depauperados. Siria podría ver en estas negociaciones la posibilidad de un cierto desahogo económico. Erdogan quiere adelantar las elecciones presidenciales previstas para junio. Los millones de refugiados sirios que viven en su territorio son una carga importante. También pretende asegurar varios golpes de efecto. El primero, la reconciliación con Egipto y algún tipo de acuerdo que le permita explotar los recursos petrolíferos en la plataforma común en el Mediterráneo Oriental. El segundo, promover alguna salida al conflicto sirio, que desangra al ejército turco sin conseguir una victoria clara sobre los Kurdos.
Erdogan no quiere ir mucho más lejos en este momento, aunque no tendrá más alternativa que ofrecer concesiones políticas a Siria a cambio de la posibilidad de mantenerse en el poder. Los tiempos realmente están cambiando. ¿Se abrirá un nuevo ciclo en Oriente Medio?