Soberanía y democracia
Soberanía es el poder absoluto y perpetuo de una República.
No es soberana ni democrática una república cuyo territorio, recursos, moneda o asuntos de interés público interno dependen de la decisión de tribunales o potencias extranjeras.
La población originaria de lo que ahora es Venezuela estaba organizada en comunas igualitarias, con propiedad social de los medios de producción, sin división en clases sociales.
Desde 1498 los invasores europeos se apropiaron por la fuerza bruta de los medios de producción, convirtiéndose en minoritaria casta privilegiada, mantenida por el trabajo de mayoritarias clases sociales de indígenas, esclavos africanos y mestizos desprovistas de derechos económicos, sociales, políticos y culturales.
Desde entonces, todos los cambios históricos han sido producidos por rebeliones del pueblo que intenta conquistar los derechos que las oligarquías le niegan: las insurrecciones de esclavos, la Guerra de Independencia, la Guerra Federal, el 23 de enero de 1958, el alzamiento popular del 27 de febrero de 1989.
Cada rebelión fue conducida por dirigencias que a la postre pactaron con las clases dominantes para compartir privilegios con ellas al amparo del Estado.
Así, el monopolio de las tierras compartido entre oligarquía realista y dirigencias patrióticas originó la llamada República Oligárquica entre 1821 y 1864. El pacto con igual finalidad de las oligarquías conservadoras con las liberales generó entre 1864 y 1898 la Oligarquía Liberal. El acuerdo entre dichas oligarquías y capitales extranjeros derrocó mediante golpe de Estado la intentona nacionalista de Cipriano Castro y originó la dictadura gomecista (1909-1935), los gobiernos postgomecistas (1935-1945) y la autocracia militar (1948-1958). La rebelión popular contra ésta derrocó al déspota, pero la complicidad entre dirigencias populistas emergentes, terratenientes oligarcas y liberales y capital extranjero frenó las reivindicaciones sociales mediante la alternación de gobiernos populistas (1945-1948 y 1958-1998).
En mis libros La máscara del Poder y La lengua de la Demagogia demuestro que populismo es el empleo de un discurso basado en la tradición cultural nacional popular para legitimar un proyecto de colaboración de clases.
La colaboración de clases del populismo consta en las respuestas al cuestionario de la Procuraduría General de la República en 1941, donde Acción Democrática niega la lucha de clases y la propiedad social de los medios de producción. En el llamado Pacto de Punto Fijo de 1958, Acción Democrática, el partido socialcristiano Copei y Unión Republicana Democrática disponen que: 1) El debate político versará sólo sobre planchas y candidaturas 2) Se adoptará un programa único y 3) (implícitamente) se excluirá del campo político a comunistas y socialistas.
Se dice que dicho Pacto inaugura el debate político en Venezuela: en realidad lo clausura, al excluir de éste toda temática económica y social.
Para sostenerse en el poder, el populismo aplica tres estrategias: Retórica, Redistribución y Represión, cada una de las cuales se intensifica cuando las demás pierden eficacia.
La Retórica populista de Acción Democrática asimila al Partido con la Patria y ésta a la Madre; usa y abusa de signos y símbolos patrios; se autodesigna protectora de un pueblo al cual categoriza en sus discursos como hambriento, ignorante e incapaz de mejorar por sí mismo.
La Redistribución populista otorga al pueblo mejoras parciales en categoría de dádivas que niegan el control social sobre los medios de producción y la distribución del ingreso. El populismo destina 37,2 % del Presupuesto al Gasto Social; expande la educación gratuita y nacionaliza la industria petrolera. Pero en 1998 presenta un saldo de pobreza del 28,9% de la población, y de pobreza extrema, del 10,8%; de 27 millardos de dólares de deuda externa, 180 millones de dólares de capitales fugados por la corrupción, retiro de prestaciones sociales y derechos laborales, y progresiva subasta al capital extranjero de todos los bienes públicos, como industrias del hierro y del aluminio, aerolíneas, electricidad, telefónica, hoteles, autopista Caracas-La Guaira; proyectos para la privatización de Pdvsa entrega de la soberanía al Fondo Monetario Internacional.
La Represión es el instrumento de un populismo al cual Redistribución y Retórica no bastan para retener el poder. Cuando Acción Democrática pierde la mayoría en la Asamblea Nacional en 1961, ilegaliza a los partidos progresistas, encarcela, tortura o extermina opositores y reprime durante décadas la insurrección con un saldo de 10.080 venezolanos asesinados.
Así, la rebelión social del 27 de febrero de 1989 y la atroz represión contra ella deslegitiman la colaboración de clases populistas y abren paso al Proyecto Bolivariano. Imposible resumir en pocas líneas sus logros; valgan algunas muestras.
En tres lustros, ya ha cumplido con 13 de las 15 llamadas Metas del Milenio. La inversión social crece del 37,2% del Gasto Público al 77,2% en 2023. En 1998 estaba en pobreza el 28,9% de la población, y en pobreza extrema, el 10,8%; para 2014, la pobreza ha disminuido al 20,4%, la extrema, al 5,4%; y esta última cae todavía al 4,9% en 2022. En 1998 el 21% de la población padecía de subnutrición, para 2014 ésta sólo aqueja al 3,37%. En dos décadas el número de pensionados aumenta hasta 5,36 millones. El índice de Gini nos señala como el país menos desigual de la región; se construyen 4.993.794 viviendas de interés social; Venezuela es declarada país libre de analfabetismo; la educación pública gratuita se amplía al extremo de que uno de cada tres venezolanos está estudiando.
Espléndidos éxitos que explican el ininterrumpido apoyo de las mayorías al bolivarianismo.
Estamos en año electoral. Las oligarquías externas e internas comprenden que la única manera de derrotar al bolivarianismo es tentarlo a adoptar las políticas fondomonetaristas y neoliberales de ilimitado privilegio al capital extranjero y pauperización de los trabajadores que el siglo pasado destruyeron la economía venezolana y llevaron para siempre al sepulcro al populismo que había reinado 43 años.
Paz a sus restos, y horror a su ejemplo.