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EE.UU., Asia :: 13/05/2011

Terrorismo de estado USA - Rumbo al IV Reich

Miguel Urbano Rodrigues
La operación que eliminó al líder de la mítica Al Qaeda confirmó una realidad: el sistema de poder de EE.UU. practica una política internacional de terrorismo de Estado

Comentando el asesinato de bin Laden, Michael Moore escribió en Twiter: «Matamos a más de 919.000 en Iraq, en Afganistán, en Pakistán, etc., y gastamos 1 billón 200 mil millones de dólares en gastos militares, y, finalmente, conseguimos asesinar a una persona más».

La operación militar que eliminó al líder de la mítica Al Qaeda confirmó una realidad: el sistema de poder de los Estados Unidos, en su ansia de dominación planetaria, practica una política internacional en la cual el terrorismo de Estado se ha convertido en componente fundamental. Los Estados Unidos se comportan cual candidatos preparados para surgir en la historia como el IV Reich del siglo XXI.

La «operación Gerónimo» -nombre que insulta la memoria del héroe apache- fue el resultado de un proyecto concebido con minuciosidad científica por la administración Obama. Anunciada la candidatura del presidente a la reelección, faltaba solamente marcar una fecha.

La CIA hace mucho sabía dónde se encontraba bin Laden. A través de sofisticados aparatos electrónicos y los contactos de sus mensajeros con el exterior, e incluso recurriendo a los satélites, acompañaba sus movimientos diarios en la residencia de Abotabad. El Pentágono y los servicios de inteligencia conocían los nombres de todas las personas que vivían con bin Laden.

El laberinto de contradicciones que envuelve el folletín de la muerte del «enemigo número 1» de los Estados Unidos no resulta de la desinformación. Fue concebido para sembrar confusión y transmitir la idea de que Obama, actuando como demócrata, transmitía al pueblo norteamericano, justo tras recibirlas, informaciones sobre la «operación militar».

Mentía conscientemente, como han demostrado en importantes artículos intelectuales progresistas como Michel Chossudovsky, Noam Chomsky, James Petras, Domenico Losurdo, John Pilger, y otros.

El presidente, además, presentó diferentes versiones de los hechos en entrevistas a tres grandes cadenas de TV: la ABC, la CBS y la CNN. Inicialmente, afirmó que, al dar la orden para atacar la casa de Abotabad, las probabilidades de que bin Laden allí se encontrara eran de 99,9%; pero en la última entrevista esas probabilidades caerían al 55%.

Los elogios del Presidente a la CIA y a su jefe fueron encomiásticos. Fue él quien preparó y dirigió todo. Leon Panetta, en las entrevistas concedidas, no escondió, entre otras cosas, que la CIA torturó a prisioneros para obtener informaciones decisivas con vistas a la localización de bin Laden. Interrogado sobre los métodos utilizados en los interrogatorios, defendió casi con orgullo el recurso de la tortura y justificó el «asfixia simulada».

Obama, luego de ver las fotos del cadáver de bin Laden, decidió que no serían divulgadas. Sabía que las mismas provocarían una onda de indignación en el mundo islámico.

Las fotos de los cuerpos despedazados de los tres compañeros del líder de Al Qaeda abatidos durante el asalto a la casa,esas fueron entregues a los media por el Ejercito de Pakistán.

La rapidez de la retirada de los comandos de la Marina del edificio ametrallado –se llevaron solamente el cadáver de bin Laden y el del nieto – creó además problemas imprevistos a la Casa Blanca. Las mujeres- ahora prisioneras de los Servicios Secretos paquistaníes - fueron encontradas maniatadas, como animales. Sus declaraciones a los Servicios secretos paquistaníes forzaron Obama y el Pentágono a presentar una nueva versión de la «brillante operación Geronimo».

Reconocieron que bin Laden no estaba armado. Habría sido abatido cuando buscaba una pistola, o, según otros, una ametralladora. El folletín de los «escudos humanos» tampoco resistió las evidencias resultantes del interrogatorio de los testigos de la masacre. Una de las esposas de bin Laden, la joven yemenita Amal Abdulfatah, esclareció que el marido vivía en Paquistán hace siete años, cinco de los cuales en la casa de Abotabad y no en las montañas afganas, como reiteradamente garantizaba el gobierno de Washington.

En su primera comunicación al país, Obama afirmó que la operación, por él acompañada desde la Casa Blanca, duró 40 minutos y que el efectivo de la «fuerza élite» de la Marina no excedía los 20 hombres. Pero, posteriormente, altos funcionarios civiles y militares refirieron totales diferentes. No se dio una explicación creíble para una acción armada tan prolongada contra una casa cuyos pocos moradores no opusieron resistencia.

Asesores del Presidente y la Marina repitieron exhaustivamente que bin Laden había sido sepultado en el mar en respeto a los ritos islámicos. Es insólito el súbito respeto por la religión musulmana; pero ocurre que el Corán no permite enterramientos marítimos. Los hijos de bin Laden ya anunciaron que demandaran a Obama en los tribunales por ofensa a la religión de su padre.

Otro tema que ridiculiza la versión oficial de los acontecimientos, y envuelve a la CIA y al Pentágono en un laberinto de mentiras, creó ya problemas en el campo de las relaciones de los Estados Unidos con Pakistán.

El gobierno Obama en la práctica ha tratado a aquel país como un protectorado de nuevo tipo. Los bombardeos de aldeas de Waziristao por aviones sin piloto de la USAF se volvieron rutinarios. Islamabad se limita a tímidas protestas cuando los misiles americanos matan a campesinos de la región. Pero esta vez --con la intervención militar concebida para asesinar a bin Laden-- el irrespeto a la soberanía paquistaní alcanzó tales proporciones que la ola de indignación en el país fue mayúscula.

La reacción del presidente Asif Zardari fue sin embargo suavísima. ¿Por qué? Quedó evidenciado que el ejército de Paquistán y su servicio secreto estaban al corriente de la instalación del jefe de Al Qaeda en Abotabad. Su casa dista apenas unos cientos de metros de la sede de la Academia militar del país. Se trata de una ciudad guarnición, con varios cuarteles. Algunos medios estadounidenses afirmaron que las Fuerzas armadas de Pakistán no solo conocían la presencia de bin Laden, sino que lo protegían.

La red de complicidades es además tan densa que Tom Donilon, consejero de seguridad nacional de Obama, llevó la hipocresía al punto de declarar a los periodistas que no hay «prueba alguna» de que el gobierno paquistaní tuviese conocimiento de la presencia de bin Laden en el país.

El fariseísmo del presidente Obama no es menor. Derramó elogios sobre la CIA, enalteciendo como grande e histórico servicio a la democracia y a la libertad la preparación y ejecución de la masacre de Abotabad. Más aún, él mismo se dislocó a la base militar a donde fueron conducidos los comandos de la Marina y los condecoró en una ceremonia secreta. Sus nombres no fueron revelados, por temor a las represalias, pero en la apología que de ellos se hizo quedaron como héroes tutelares de la patria.

Como recompensa, el director da CIA, Leon Panetta, fue nombrado secretario de Defensa. Simultáneamente, el general Petraeus, comandante supremo en el área del Medio Oriente y de Afganistán, fue transferido a la jefatura de la CIA. Al leer el elogio del señor de la CIA por el Premio Nobel de la Paz recordé la atribución de las cruces de hierro a generales de las SS.

Obama, en exhibición mediática permanente, anuncia al mundo que los Estados Unidos utilizan su poder militar en defensa de valores y principios eternos, cumpliendo, al final, su vocación de nación predestinada a salvar a la humanidad.

Miente el premio Nobel de la Paz. El sistema de poder imperial de los Estados Unidos lleva a cabo una estrategia orientada a la dominación perpetua y universal, un proyecto que amenaza la propia sobrevivencia de la humanidad.

La matanza de Abotabad se inserta en ese proyecto monstruoso. Obama bin Laden –ex aliado de Washington—fue un desequilibrado que inspiraba repulsa a cientos de millones de personas. Pero las circunstancias en que se consumó su eliminación son inseparables de esa estrategia de control planetario.

Es significativo que los bombardeos de las áreas tribales de Pakistán por aviones no tripulados sean ahora casi diarios. En Libia, la OTAN continúa bombardeando las residencias de Gaddafi mientras afirma que pretende «proteger a la población» en el ámbito de una «intervención humanitaria».

El poder de la gigantesca máquina de desinformación imperial impide a los pueblos comprender el peligro que los amenaza. La mentira es diariamente impuesta como verdad a nivel planetario.

Es alarmante lo que está aconteciendo. Un día la humanidad tomará consciencia de que el sangriento episodio de Abotabad marcó una etapa en el avance de un engranaje cuyo funcionamiento trae a la memoria los crímenes del III Reich alemán.

Vila Nova de Gaia, 12 de mayo de 2011.
Traducción de Marla Muñoz - Revisada por La Haine

 

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