Transnistria: ¿segundo “round” de la guerra en Ucrania?
Las tensiones se disparan en las fronteras de Transnistria con sus vecinos moldavos, rumanos y ucranianos. Si hemos de hacer caso a los informes que se reciben de la zona, hay importantes movimientos militares del ejército ucraniano en Odessa a pocos kilómetros de la frontera. Kiev se ha quedado sin munición y ve en los enormes arsenales de la época soviética en Kolsbana[1] (Transnistria) el medio para reabastecerse. Sería una bocanada de aire fresco para el exangüe ejército ucraniano. Conforme pasan los días las derrotas se acumulan: la escasez de municiones, la caída de Soledar, el cerco operativo sobre Bajmut y su caída, los avances de las milicias en Ugledar… Las pérdidas catastróficas en efectivos y material apuntan a que el ejército ucraniano vive momentos críticos. La intervención de miles de mercenarios (20.000 polacos de los cuales 2.000 han muerto) no detiene el avance de las milicias y los Wagner rusos.
Si hay algo que resulta difícil de adivinar en una guerra es la tasa de pérdidas. La bruma de guerra oculta la contabilidad de los efectivos propios o ajenos. Es por ello que las fuentes “neutrales” son las que proporcionan alguna claridad. El servicio de inteligencia del Mossad israelí ha realizado una valoración propia. Los muertos ucranianos superarían los 157.000 contra 18.480 rusos, los heridos por el bando de Kiev alcanzarían los 234.000 contra 44.400 de sus rivales, los prisioneros ucranianos ascenderían a 17.230 contra 383 rusos. Al margen de estos datos, los más de 110. 000 Km2 conquistados (una extensión muy superior a Portugal) nos dan idea cabal de cuál es la situación real.
Biden ha rechazado el Plan de paz chino que es la única alternativa razonable a la actual situación. El 24 de febrero, Pekín hacía pública su propuesta: la conciliación de las partes, el diálogo inmediato y la condena de la formación de bloques militares. Para el gobierno chino la seguridad de un país no puede verse comprometida a expensas de la seguridad de otros y la seguridad regional no puede garantizarse reforzando o ampliando los bloques militares. Washington se opuso; evidentemente a Kiev ni se le ha preguntado. La diplomacia europea ha desaparecido de escena; es un mero eco de la voz del amo.
Biden ha cometido un enésimo error al rechazar el plan de Pekín, puesto que ha dado a China libertad de acción para apoyar militarmente a Rusia y Bielorrusia. El presidente de este país visitó el país asiático hace pocos días. China intervendrá en la guerra de Ucrania. Rusia no parece necesitar el armamento chino. Pekín ve en este campo de batalla un medio para probar sus armas en un escenario real.
En medio de estas sombrías perspectivas, el régimen de Zelensky parece querer coordinarse con otros estados de la zona (Moldavia y Rumania) para abrir un nuevo frente en la zona atacando a la República Independiente de Transnistria. La supresión de vuelos comerciales desde el 14 de marzo a Bucarest y Moldavia no augura nada bueno.
Cometeríamos un error si pensáramos que la derrota de Kiev en Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporiyia acabarán la guerra. En los primeros compases del conflicto Rusia podría haber negociado algún tipo de estatus de neutralidad para Odessa o Transnistria que permitiera a Kiev una salida al mar. Ese tiempo ha pasado. Las tropas rusas conquistarán las zonas de población mayoritariamente rusa.
Washington buscará enconar más aún el conflicto; sus fábricas de armamento obtienen beneficios espectaculares. El conflicto que se gesta en Moldavia sería la “segunda parte” de la guerra en Ucrania. A EEUU no le importan los ciudadanos de esas repúblicas; un conflicto cada vez más cerca de las fronteras alemanas haría depender aún más a Europa de los designios de Washington.
La situación de derrota del ejército ucraniano ha alcanzado tal gravedad que la posibilidad de una provocación en Transnitria es una opción plausible. El objetivo sería múltiple. Primero asegurar a Zelensky una victoria publicitaria que le permita justificar la entrega de más fondos. Para Biden, sería un refuerzo importante en su carrera hacia las primarias de su partido. El tumor maligno que padece, y por el cual fue operado el mes pasado, unido a su senectud, debilita su figura. Por otra parte, ampliar la zona de conflicto a otros países como Moldavia o Rumanía obligaría, según los estrategas occidentales, a dividir las tropas rusas.
El apoyo a Transnistria representa un problema militar muy complejo para las tropas aerotransportadas rusas. Tendrían enfrente a la 101 división aerotransportada estadounidense (la de las películas de Hollywood) estacionada en Rumanía. España tiene destinadas en la zona dos alas de combate con 18 aviones repartidos entre la base de Fetesi, en Rumanía, y Bulgaria; estaría en primera línea. EEUU pretende organizar una coalición militar (coalición de voluntarios) donde intervendrían “asesores” de la OTAN (sin declarar la guerra directa contra Rusia) con tropas rumanas, ucranianas y moldavas.
La preparación psicológica de la población hace tiempo que se inició. Las cinco grandes fuentes de “información” sobre el conflicto ucraniano (todas norteamericanas) promueven el mismo relato: Rusia quiere invadir Moldavia. El artículo 11 de la constitución moldava proclama: “La República proclama su neutralidad permanente,[…] no permite el despliegue de fuerzas militares de otros Estados en su territorio”. La realidad es otra. Desde la independencia en 1992 se han dado pasos para una mayor integración en las estructuras civiles de la OTAN. Culminan en 2017 con el establecimiento en Chisinau de una Oficina de enlace Civil de la OTAN para incrementar la cooperación práctica y ayudar a respaldar las reformas que exige la UE (la privatización de las pensiones entre otras).
Ha sido el primer ministro moldavo Dorin Recean (antiguo ministro del Interior) quien en su primera declaración pública propuso desplegar el ejército por toda Transnistria. La anterior jefe del ejecutivo, Natalia Gavrilita (pro-OTAN/UE), tuvo que dimitir obligada por la presión popular.[2] Su sucesor, como viene siendo corriente en Occidente, no ha pasado por las urnas; lo alzó un “arreglo institucional”. La población moldava ha manifestado en las calles que quiere mantener su neutralidad. La crisis de las pensiones, la subida de la electricidad y el gas impulsan la movilización contra los sucesivos gobiernos que apoyan la guerra.
La actual Moldavia es un estado generado tras la desintegración de la URSS y compuesto étnicamente por múltiples grupos, entre ellos los moldavos, los gagaúzos (un pueblo de origen turco pero de religión ortodoxa) y los habitantes de Transnistria (también conocida como Besarabia o República Moldava del Dniéster). Estos dos grupos se opusieron a la anexión promovida por Moldavia y Rumanía. En este momento el 60% de los habitantes de Transnistria son rusos y ucranianos; incluso hay tres localidades de habla francesa: son los descendientes de los soldados de Napoleón que se asentaron cuando “Le Grand Armée” fracasó en su campaña contra Rusia en 1815.
Como consecuencia de la desintegración de la URSS se proclamó la independencia de Moldavia el 19 de agosto de 1990. El 1 de septiembre y frente a la posible anexión a Moldavia y Rumanía varios distritos de la ribera oriental del Dniéster (de origen y habla rusa) se independizan creando la República de Transnistria. Moldavia fue reconocida por la ONU, no así Transnistria, que es estado autoproclamado. En junio de 1992 la OTAN intentó controlar el enclave utilizando al ejército moldavo, el rumano y numerosos delincuentes comunes sacados de las cárceles. La resistencia armada de la población civil (especialmente las mujeres, que cercaron los cuarteles rusos hasta que estos entregaron las armas a los civiles) lo impidió[3]. Desde entonces fuerzas conjuntas (moldavas, transnistrias y rusas) actúan como fuerzas de interposición. Son unos 1.200 más otros 400 rusos que actúan bajo el paraguas de los cascos azules de la ONU.
Actualmente Transnistria tiene todos los atributos de un Estado independiente e incluso tiene moneda propia. El 17 de septiembre del 2006 se planteó en la región un Referéndum de adhesión a la Federación rusa. El 97,2% de la población votó a favor, Moscú no respondió en aquel momento. En 2014, tras el referéndum de adhesión de Crimea a Rusia, se volvió a plantear la adhesión. El presidente Evgueni Chechtchuk viajó a Moscú pidiendo la adhesión a la Federación Rusa. Mientras, el presidente moldavo se inclinaba por la UE y apremiaba para incorporarse pronto y de esta forma forzar jurídicamente la adhesión de Transnistria a Moldavia. La república insiste en obtener independencia, pero Moldavia se la niega.
Rusia por su parte ha advertido que cualquier agresión a Transnistria se considerará como un ataque a su territorio. “En relación con la importante acumulación de personal y equipo militar de las unidades ucranianas cerca de la frontera entre Ucrania y Transnistria, el despliegue de artillería en posiciones de tiro, así como la acumulación sin precedentes de vuelos de aviones no tripulados de las FFAA de Ucrania sobre el territorio de Transnistria, advertimos a EEUU, a los Estados miembros de la OTAN y a sus pupilos ucranianos que no den otro paso aventurero. Cualquier acción que amenace a las Fuerzas de Paz rusas en Transnistria se considerará un ataque a Rusia” indicó el Ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú.
Las acciones hostiles contra la pequeña república llevan el sello de la UE y del inefable Josep Borrell. La Unión Europea se ha presentado como potencia «de paz» pero es, en realidad, el brazo político de la OTAN. En el mes de enero Josep Borrell se entrevistaba con los funcionarios de la Misión de la Unión Europea para la Asistencia Fronteriza en Moldavia y Ucrania (EUBAM)[4] para impulsar el bloqueo económico contra Transnistria. Agilizar la entrada de esos países en la UE pasa, si es necesario, por amplificar el conflicto ucraniano a otras regiones.
Se está preparando el escenario para ahondar el conflicto de Ucrania. Datos aún sin confirmar apuntan que algunas unidades de fuerzas especiales ucranianas han sido enviadas a las fronteras con Moldavia incluidas unidades del batallón Azov. La pérdida de Soledar y el desmoronamiento de la defensa en Bajmut indican que los destacamentos de las Fuerzas Armadas de Ucrania en este sector están al borde del colapso. Los únicos factores que lo ralentizan es un flujo permanente de carne de cañón ucraniana y armas suministradas desde el extranjero. Zelensky necesita un golpe teatral que le permita seguir pidiendo y obteniendo dinero de sus patrocinadores.
La retórica belicista aumenta; los presidentes de Moldavia y Ucrania continúan asegurando a todos que es Rusia la gran desestabilizadora. En medio de esta situación el Ministerio de Defensa ruso acusa a Kiev de preparar una provocación. Según los rusos este objetivo viene de antiguo. De hecho en 2014 el que fuera Comandante Supremo de la OTAN, general Philip Breedlove, advirtió en aquella ocasión que Rusia no debía “anexionarse” Transnistria.
Según los datos que poseemos el núcleo del pensamiento estratégico occidental en el actual conflicto lo proporciona la corporación RAND. El 5 de septiembre del 2019 definió en una reunión en la Cámara de Representantes de EEUU cuáles eran los objetivos estratégicos. El primero, incrementar el apoyo a los yihadistas en Siria. El segundo, promover un cambio político en Bielorrusia. Tercero, potenciar las tensiones en el sur del Cáucaso. La cuarta, reducir la influencia de Rusia en Asia Central y finalmente rivalizar con Rusia en la zona de Transnistria.
En definitiva se barajaba la necesidad de estirar las fronteras rusas, creando nuevas zonas potenciales de conflicto. La admisión de Suecia y Finlandia en el seno de la OTAN tenía esa finalidad. La guerra en Ucrania y en Transnistria también es uno de los objetivos. A la vista de los informes y análisis de ese Think thank del pensamiento neo-imperial podemos entender las acciones actuales del Pentágono.
El método para no incurrir en un choque frontal con Rusia lo ha definido el actual Secretario de Defensa estadounidense, el general Lloyd Austin. El militar sigue insistiendo que sus aliados inviertan en armamento con destino a Ucrania. Europa, vaciados sus propios arsenales, es cada vez más dependiente de EEUU. Al mismo tiempo se está modificando, por la vía de los hechos, el funcionamiento de la OTAN.
Este organismo se convierte en una coalición de “Voluntarios” (se la conoce como la coalición de los dispuestos) soslayando de esa forma el famoso Artículo 5; de esta forma la OTAN podría intervenir sin que hubiera una agresión contra alguno de sus miembros. El precedente sería el ataque a Libia, cuando los países que no intervinieron fueron mantenidos al margen mientras otros como Qatar participaron en la agresión. En la práctica, lo que estamos viendo es un cambio de matriz en la Organización Atlántica donde el Consejo Atlántico no cuenta para nada. De esa forma ningún miembro de la OTAN podrá oponerse a una guerra con Rusia porque ésta se constituirá sobre la base de una “coalición de voluntarios”.
Uno de los países que puede actuar como catalizador de esta coalición es Polonia. La realidad de la guerra enseña que mantener la tasa de pérdidas en el ejército ucraniano solo conduce a su desarticulación. En esta perspectiva la reserva que se utilizará (ya lo están haciendo, como hemos indicado) es el ejército polaco. Tanto Kiev como Washington alientan al presidente polaco Duda para dar el paso fatal. La revista norteamericana Foreign Policy sostenía que Polonia y Ucrania eran casi “hermanas” y como tales deberían enfrentar al “imperialismo ruso”. La revista polaca Wirtualna Polska ya ha mostrado cómo grupos de zapadores del ejército polaco intervienen directamente en la guerra ucraniana. No hay diferencias entre un asesor en la retaguardia profunda que enseña a construir trampas con minas y a un fusilero en primera línea del frente. La intervención polaca no viene de ayer. Aunque no es lo mismo intuirlo que reconocerlo. Es un nuevo giro en una situación que puede descontrolarse rápidamente.
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Notas:
[1] El arsenal ocupa una extensión de 100 hectáreas y acumula 20.000 Tm de munición (de origen soviético).
[2] La reforma de las pensiones y el belicismo del gobierno impuesto por la UE fueron el detonante
[3] El conflicto fue muy sangriento murieron más de 1.000 personas.