Trasfondo de la huelga transfeminista internacional del 8M
Los desafíos que se le presentan al movimiento feminista en el contexto de regímenes ultraliberales y reaccionarios.
¿Cómo comienza tu indagación por la investigación sobre las formas de opresión de clase y de género?
Originariamente mi objeto de interés, eso que la academia llama el objeto de estudio, siempre fue la clase trabajadora. Con lo que empecé, que después iba a ser mi tesis del doctorado, fue con el análisis de la clase trabajadora en los lugares de trabajo. Un poco por una cuestión que hoy puede parecer como ya muy vieja, pero que para fines de los 90, incluso a principios de los 2000, en la crisis del 2001-2002, era muy fuerte: la tesis sobre el fin de la clase obrera y la idea de que la política había pasado de los lugares de trabajo a los territorios. Yo había hecho mucho trabajo de campo en territorio, con distintas organizaciones de trabajadores y trabajadoras desocupadas, particularmente con los y las compañeras de lo que era en ese momento el MTD, que después pasó a ser la Santillán.
Pero, a mí me interesaba averiguar cómo se politizaban los territorios de trabajadores asalariados y qué pasaba con la política en esos territorios, porque me interesaba ver esa relación con el territorio, con el ámbito de la reproducción social, para decirlo con el marco teórico que después voy a adoptar. Con lo cual te diría que desde siempre, con más herramientas teóricas o menos herramientas teóricas, mi interés fue la articulación entre el ámbito de la producción y el de la reproducción. Entonces, originalmente me meto ahí a investigar en un barrio obrero de la zona norte, el barrio que está alrededor de la fábrica FATE, a ver cómo circulaba la política ahí y en ese marco había mucha discusión sobre cómo era la política clientelar en los barrios, el peronismo, etc. En el medio de esas búsquedas aparece la lucha del neumático en el 2007, que después va a derivar en la recuperación del SUTNA, primero de San Fernando, después a nivel nacional.
Eso me llevó a analizar el sindicalismo de base (1) y algo que a mí siempre me interesa particularmente: ver cómo se politizan los sectores de trabajadores jóvenes. Y ahí había un fenómeno que era muy interesante, que eran pibes jóvenes, en ese momento de veintipico de años, que estaban envueltos en esa lucha fabril. Que no tenían experiencia previa, que no tenían militancia previa, ni peronista ni de izquierda ni de nada, que no tenían incluso participación en organizaciones piqueteras y que tenían un discurso bastante antipiquetero, pero que de repente los veías ahí, quemando neumáticos a lo loco y diciendo ellos mismos "yo jamás me hubiera imaginado que iba a estar haciendo lo que los piqueteros hacían".
Entonces, esa fue mi entrada a la investigación: toda esa politización de una juventud que se había formado en la crisis de la década del 90 y el inicio del 2000, que de repente ahora se veía con un ascenso de la ocupación y se politizaba por el trabajo. Y me preguntaba, también, cómo aparecía la izquierda ahí, yo siempre fui de izquierda. Esa fue mi entrada a la investigación y fue una entrada muy masculina a la clase trabajadora, porque siempre estuve interesada en el ámbito fabril y lo fabril es muy masculinizado, como bien sabes.
Con el paso del tiempo y la elaboración de la tesis, y metiéndome ya más en discusiones de la clase obrera, del sindicalismo de base, etc. empezaba a ser muy notorio que mi mirada sobre las mujeres trabajadoras era pobre, por decirlo con mucha onda.
Era bastante deficiente y eso también se empieza a combinar con el ascenso de lo que después va a ser la nueva ola feminista. Ahí ya éramos un colectivo, porque ya había tenido la posibilidad de empezar la cátedra en la Facultad de Ciencias Sociales sobre la clase trabajadora (Seminario de Investigación: https://lostrabajadoresenargentina.wordpress.com/), entonces, nos ponemos a pensar cómo se podía mirar esta articulación entre género y clase, desde este punto de vista, que a mí me había interesado siempre, que era pensar la producción y la reproducción, qué pasaba con las mujeres trabajadoras en ese ámbito, en esa circulación entre la producción y la reproducción.
Lo cierto es que ciertas lecturas incluso desde la propia izquierda, desde la propia izquierda marxista, desde compañeras feministas socialistas, con quienes comparto muchísima militancia, me parecían muy dualistas. Me parecía que todavía comprendían la opresión de género como una opresión diferenciada con sus circuitos, con sus propios responsables. Eso hacía que por un lado apareciera la figura del patriarcado y por otra parte apareciera la explotación de clase, y eso daba esta idea de la "doble opresión". La idea de que las mujeres trabajadoras participamos de dos sistemas de opresión, el capitalista porque somos trabajadoras y nos explotan, y además el patriarcado porque somos mujeres y sufrimos la opresión de género.
A mí ese esquema no me cerraba, había ahí una dualización de nuestras opresiones, de nuestra forma de vivir las opresiones que no me cerraba, y entonces en esas búsquedas, me pongo en contacto con toda una literatura anglosajona, en buena medida todavía no traducida, aunque está ya en imprenta la primera traducción al castellano del libro de Lise Vogel, del ´83, Marxismo y la Opresión de las Mujeres, del cual tengo el gusto de escribir el prólogo.
Ya que introducís a Vogel... en algunos de tus trabajos y libros hacés una pregunta central y la ponés en debate, trayendo a Adolfo Gilly hablás del "núcleo de la dominación celular", ¿nos podés definir desde ese prisma qué es la reproducción social, su papel en el capitalismo, entendiendo que esas miradas teóricas implican diversas respuestas políticas?
Esa idea de Gilly está en el texto La Anomalía Argentina, que yo recomiendo mucho que lo lea todo el mundo. Es un texto que toma esta idea de que la hegemonía nace de la fábrica, es decir que el lugar de la producción, el lugar del trabajo es el ámbito de la dominación celular. Y desarrolla esta idea acerca de cómo ese espacio, el espacio del trabajo, el espacio en donde se producen las mercancías, se produce el valor, es un espacio central para comprender la dominación capitalista. Es un texto del 80 y pico, entonces una pregunta legítima es: ¿eso sigue siendo así, en una clase obrera donde ha habido una desindustrialización relativa, donde la desocupación es mucho más fuerte? Todas estas investigaciones de inicio de los 2000, con el resurgimiento del sindicalismo de base, volvían a poner esa pregunta en la mesa de trabajo: ¿cómo es la dominación en el núcleo de la dominación celular?, ¿cómo es ese ámbito de explotación pero a su vez de politización de los trabajadores?, un ámbito que en Argentina, a diferencia de otros países de Latinoamérica, siempre fue muy politizado. Porque las comisiones internas, los cuerpos de delegados, son una tradición muy fuerte de nuestro sindicalismo, una tradición histórica anterior al peronismo y que el peronismo reconfigura, pero que viene de la tradición socialista, anarquista, socialista revolucionaria, comunista. Es decir, es una tradición que el peronismo reconfigura pero que es muy conflictiva para el propio peronismo, que tarda mucho en darle un reconocimiento institucional a las comisiones internas. De hecho esa tradición que se mantiene fue uno de los grandes focos de ataque de la dictadura militar, la dictadura militar del 76 aprende del golpe de Estado del '55, en el que se atacó más bien a las cúpulas sindicales. Y se dan cuenta que si vos dejás la organización reticular en los lugares de trabajo, va generando una enorme resistencia obrera que fue lo que después se llamó la "resistencia peronista", pero que en realidad es una gran resistencia obrera. Bueno, ese aprendizaje la dictadura lo toma. En el 76 van derecho a las comisiones internas y por supuesto están los casos enormes como los de la Mercedes Benz, Ford, Ledesma, donde las propias empresas directamente operan señalando cuáles son los activistas y los delegados sindicales para que los desaparezcan. Ahora, en la primera década de los 2000, a mí me resultaba muy interesante que 30 años después del golpe de Estado, la tradición de la organización en el lugar de trabajo todavía perviviera y se recreara con el nuevo sindicalismo de base.
Entonces, ahí había una pregunta: ¿qué pasaba entre ese lugar como núcleo de la dominación celular y el ámbito de la reproducción social en una clase obrera que pasa a tener una porción cada vez más grande de trabajadores desocupados o que ya no tenían acceso al trabajo asalariado en la fábrica? Ahí había una tensión que a mí siempre me interesó, a la que se suma la tensión de género.
Por eso creo yo que esas dos trayectorias, la trayectoria de mirar el lugar de trabajo y después la trayectoria de buscar qué pasa con la reproducción social y con las mujeres trabajadoras, logran una suerte de síntesis, o algo así, con la Teoría de Reproducción Social. ¿Por qué? Porque ahí hay cosas que a mí me parece que son muy importantes para discutir en los dos palos, por un lado en el palo del movimiento obrero, por otro lado en el palo del feminismo: qué entendemos por reproducción social. Y esa es una discusión para mí alucinante, muy importante, muy interesante y que está muy viva.
Yo creo que en este momento está más viva en el feminismo que en el ámbito de la clase trabajadora, pero creo que uno de los esfuerzos que tenemos que hacer desde quienes podemos dedicarnos a la investigación social y desde la militancia es presionar para que dentro del movimiento obrero se genere esa discusión sobre la pregunta qué es la reproducción social.
Ahí yo creo que en la perspectiva de la Teoría de la Reproducción Social, con autoras como Lise Vogel, que es la que ya originariamente en el '83 plantea los pilares fundamentales de lo que va a ser la TRS pero tiene continuadoras más jóvenes como Tithi Bhattacharya, Susan Ferguson, Cinzia Arruzza y otras compañeras que también están tomando la teoría en Brasil, en Chile, también aquí y tratando de pensarla para estas latitudes latinoamericanas, hay puntas fundamentales para pensar.
Creo que una de las cosas más interesantes es entender que la reproducción social no es un proceso que sucede únicamente en los hogares o que sucede únicamente en los territorios, aunque tiene en los hogares y en los territorios un lugar central. Es imposible pensar la reproducción social, la reproducción de la clase trabajadora, la reproducción de quienes portamos esa capacidad enorme de crear y de producir que el capitalismo transformó en una porquería que se llama mercancía "fuerza de trabajo", sin pensar de forma articulada el ámbito de la producción y de la reproducción. Todos nosotros, todas nosotras, todes nosotres, estamos obligados por la propia expropiación del capitalismo a vender nuestra fuerza de trabajo para poder vivir, y si no lo logramos, tenemos que pedir que alguien nos provea un ingreso o los medios para subsistir, llamalo Estado, otras instituciones, llamalo otra compañera/ compañero de la clase trabajadora. Es esa condición de expropiadas/os, de estar obligadas, de la manera que podamos, a vender nuestra fuerza de trabajo para poder vivir (porque no tenemos tierra, ni renta, ni capital) la que nos transforma en lo que Ricardo Antúnes llama "la clase que vive del trabajo", y que no es solamente los asalariados/as. Bueno, para todos nosotros, todas nosotras, todes nosotres, la reproducción de nuestra vida y de la fuerza de trabajo que portamos, sucede en los dos circuitos, sucede en el circuito de la producción y en el de la reproducción, porque nosotras vamos al circuito de la producción a vender nuestra fuerza de trabajo, sino sonamos; y obviamente, también tenemos que reproducir nuestra fuerza de trabajo en el circuito de la reproducción a través de los múltiples trabajos de reproducción social como el trabajo doméstico, los cuidados, la educación, etc. Y las mujeres de esta clase de expropiados que somos, las mujeres de la clase trabajadora, tenemos una particularidad, que no compartimos con nuestros compañeros de la clase trabajadora varones: que somos protagonistas de ambos circuitos.
Estamos en el circuito de la producción, laburamos en la fábricas, en los servicios, en los hospitales, en las escuelas, en las universidades, etc. y además somos quienes llevamos mayoritariamente el trabajo de reproducción social en el hogar y en los territorios de manera no remunerada. Esa particularidad nos vuelve protagonistas de nuestra propia clase, de la clase trabajadora y además nos da la singularidad de ocupar lo que llamo una posición anfibia, ese lugar de puentes entre la producción y la reproducción. Que es un lugar que una lo puede mirar desde el punto de vista de la doble carga de trabajo, y eso lo ves en cualquier trabajo de campo que hagas, lo conoces vos como mujer trabajadora, lo conozco yo, lo conoce cualquier compañera. Esa doble carga de laburo, se puede pensar desde el punto de vista del sufrimiento que eso acarrea, sí por supuesto que se puede pensar desde ahí, hay que pensarlo desde ahí porque hay que denunciarlo como una doble carga de trabajo. Pero también creo yo que se puede pensar desde la enorme potencia que esto nos da a las mujeres de la clase trabajadora, que es efectivamente ser sujetos que estamos en ese plexo contradictorio entre el ámbito de la producción y de la reproducción.
Eso se ve claramente, por ejemplo, en trabajos tan específicos como son los trabajos de salud, los trabajos de educación. Allí se ve la capacidad que tenemos las mujeres trabajadoras, que claramente hegemonizamos los espacios de salud, de educación, de cuidados, de concebir nuestra lucha como mujeres trabajadoras no como la lucha corporativa, sino como una lucha de la comunidad trabajadora.
Obviamente, ahí te metes en otra discusión, que es la discusión sobre las estrategias sindicales. Hoy las direcciones sindicales están hegemonizadas por estrategias de tipo corporativo, los camioneros luchan por salario para los camioneros, los bancarios por los bancarios, los de comercio por comercio. Es muy raro ver a un sindicato que levante demandas del conjunto de la clase trabajadora.
Es decir, más bien han ganado las estrategias corporativas de los sindicatos. Pero cuando eso se rompe y aparecen luchas que interpelan al conjunto de la clase trabajadora en su espacio productivo y en su espacio territorial, bueno, las luchas se vuelven muy interesantes. Ahí las mujeres tenemos un lugar muy particular. Porque, por ejemplo, vos podés pensar la escuela como un espacio de trabajo más, podés pensarlo "corporativamente", pero lo cierto es que no es un espacio de trabajo más. Es un espacio de trabajo donde vos tenés demandas de las trabajadoras y de los trabajadores docentes que son muy parecidas, por supuesto, a la de cualquier otro asalariado (problema de salario, problema de condiciones de laburo, problema de jornada laboral, problema de insumos, problemas de salud laboral, etc.), pero tenés además otros problemas, que son los problemas de los chicos y las chicas que van a estudiar ahí. Porque esa institución, es una institución de reproducción social de la clase trabajadora: ahí se forman sujetos, con lo bueno y lo malo de formar sujetos, porque la romantización del trabajo de cuidados y la romantización del trabajo de reproducción social es otro problemita que tenemos que combatir.
El trabajo de reproducción social es muy contradictorio en sí mismo, no es un trabajo donde todo es hermoso. No. Porque cuando hacemos trabajo de reproducción social también disciplinamos cuerpos, los normalizamos, los controlamos. Es un trabajo de mucha contradicción porque la escuela disciplina cuerpos, almas, mentes y moralidades para que esos pibes puedan salir de ahí e insertarse en una sociedad que considera que lo mejor que se puede ser es una mercancía. Es decir, estamos disciplinando pibes y pibas para que entren al mercado del trabajo para venderse como mercancía. Eso ya es bastante problemático y eso la docente lo sabe, lo reconoce más o lo reconoce menos, pero lo sabe.
Entonces, la escuela no es un ámbito de laburo como cualquier otro. Yo lo llamo un territorio anfibio en sí mismo, porque ahí se concentran problemas de la clase trabajadora como asalariada y problemas de la clase trabajadora en tanto reproducción social. Entonces, si nosotras que somos mayoritariamente las que laburamos en esos ámbitos (lo mismo pasa en enfermería, lo mismo pasa en los ex llamados geriátricos, las residencias de adultos mayores) es decir en todos los ámbitos donde se garantiza la reproducción social, somos quienes comprendemos de primera mano que en esos territorios se combinan y se articulan las demandas de asalariadas con demandas de cómo queremos vivir, de cómo queremos que nos eduquen, de cómo queremos cuidar nuestra salud, de cómo queremos concebir y moldear las subjetividades. Si lo pensás así, ojo! estamos en un lugar bastante estratégico.
En la sociología del trabajo siempre se discuten las posiciones estratégicas de los trabajadores, hay un marxista que se llama Erick Oilin Wright que murió hace poco y una marxista que se llama Beverly Silver que son dos autores muy interesantes. Beverly Silver tiene un laburo que se llama Las fuerzas del trabajo, que es un "bocato di cardenale" para quien quiera leerlo, está publicado en castellano, se consigue en la web. Ellos han discutido una cosa que para mí es muy interesante, que es lo que ellos llaman las dos fuentes del poder de la clase trabajadora.
Una que tiene que ver con el lugar en la producción, es decir cuando vos pertenecés a un sector del trabajo que tiene gran poder de fuego. Vamos a tomar un ejemplo de la escena argentina contemporánea, cuando el gobernador de Chubut dice "te cortamos el chorro del petróleo", en realidad el gobernador de Chubut no maneja ningún chorro de nada. Lo único que tiene es que en su provincia hay laburantes que son petroleros, entonces lo que está diciendo es "yo puedo hacer un acuerdo con la dirección de petroleros para que los trabajadores petroleros hagan un paro". Eso es lo que llaman una posición estratégica por el poder estructural que tenés. Entonces, claramente la logística es una posición estratégica, porque si hacés un paro de camiones, parás la circulación de mercancías. El petróleo es una posición estratégica, los aceiteros, etc., es decir, todos aquellos lugares de la producción que con la famosa imagen de "cerrás una canilla, se arma un quilombo bárbaro", son posiciones estratégicas por el poder estructural.
Pero otro gran poder de los trabajadores es el poder asociativo, es decir, cuando la fuerza no la sacas de la posición estructural que tenés en la cadena productiva, sino por las fuerzas asociativas, cuando los sindicatos son muy fuertes por su poder de congregación. Esas son discusiones clásicas y que son muy interesantes.
Yo creo, te soy franca, que hay que pensar también en una tercera fuente de poder de la clase trabajadora, que es el poder socio reproductivo y que es aquella posición de los trabajadores, de las trabajadoras principalmente, que es estar en las instituciones donde se reproduce la fuerza de trabajo. Ahí no tenés gran poder estructural y eso se nota en cualquier huelga docente, no tenés gran poder como pasa con los aceiteros o con los camioneros que de repente estás al toque en la primera plana de cualquier diario porque hay desabastecimiento en tres, dos, uno, no? Pero sí tenés un gran poder que es la capacidad de generar una lucha de la comunidad trabajadora, una huelga comunitaria. Y esto se ha visto hace poco. Por ejemplo, una huelga que estudió Tithi Bhattacharya desde la teoría de la reproducción social, en Estados Unidos, fue la que se llamó "la primavera docente" en 2018, donde se lograron huelgas comunitarias en West Virginia y otros estados.
¿Y cómo se logra eso? Porque las docentes de las escuelas públicas en West Virginia ¿qué es lo que comprendieron? Con una organización de base alucinante, súper democrática, en red, por supuesto en oposición a las direcciones sindicales, comprendieron que la lucha no era solamente por su salario, ni por condiciones, (que también lo era), sino que era una lucha por definir las condiciones de reproducción social de la clase trabajadora en las escuelas. Entonces incorporaron demandas de la población racializada para un trato igualitario, particularmente de la comunidad afroamericana y de la comunidad latina.
Hay una previa que es la lucha de las docentes de Chicago, en el proceso de gentrificación, consecuencia de la implementación de las escuelas charter...
Exacto. Me parece que hay que aceptar un problema que tenemos quienes pensamos la realidad desde la perspectiva de la clase trabajadora, que es que efectivamente hay muchísimos sectores de la clase trabajadora que no se sienten interpelados por los sindicatos, que no están organizados en sindicatos. Por el tipo precario de trabajo que llevan adelante, porque muchas veces los propios sindicatos los expulsan, porque hay, por ejemplo, muchos sindicatos que ni siquiera representan a los contratados de su propio sector. Es decir, hay sectores enormes de la clase trabajadora que no se organizan en términos de sindicato. Entonces, si nosotros no podemos pensar luchas que tengan carácter de clase, que se reivindiquen como luchas de clase, pero que incorporen demandas transversales, que hacen a la producción y la reproducción, es un problema. Ni siquiera esto es un invento, te imaginarás, de este siglo. A principio del siglo XX esta era una discusión mucho más natural y más obvia en la tradición socialista, en la tradición de izquierda, que lo que es en la actualidad.
Ahora, creo que pensando desde ese punto de vista, las mujeres no ocupamos un lugar más en esa discusión. Ocupamos un lugar protagónico. Nuestra propia experiencia como trabajadoras anfibias en los territorios, reproduciendo la vida, lo que todo el mundo llama la reproducción de la vida, en los hogares, en los barrios, en las comunidades, pero a su vez como trabajadoras en los ámbitos de la producción, a nosotras nos coloca en una posibilidad objetiva de poder articular demandas de esos dos circuitos, que aparecen y que el propio capitalismo presenta como circuitos completamente separados y no lo son.
Entonces, nosotras tenemos que poder pensar la reproducción social como un proceso que sucede en esos dos territorios y pensar las formas de tejer puentes para poder levantar demandas de la producción y la reproducción. Porque, desde algunas perspectivas de la reproducción de la vida pareciera que el espacio de la producción no existiera, pero existe y determina (lamentablemente) la reproducción de nuestra vida. Yo no estoy dispuesta a regalar el espacio de la producción, a sostener que el espacio de la producción no existe más, que lo que sucede en la producción no tiene ninguna importancia, como dijo la CTA a fines de los años 90, "ahora la fábrica es el barrio". No, la fábrica es la fábrica y hay que dar la lucha en la fábrica y en todos los lugares de trabajo, hay que organizarse ahí y hay que dar la lucha contra las patronales donde están las patronales, hay que pelear por las condiciones de trabajo allí donde las patronales explotan, en el núcleo de la dominación celular. Porque si vos abandonás la lucha en la fábrica, lo que tenés es lo que sucedió durante todos los 90 y que no se revirtió durante la "década ganada" de los 2000, que es una enorme precarización de la fuerza de trabajo, tenés contratos basura, tenés jornada de ocho horas que pasa a ser casi un elixir de una minoría de la clase trabajadora, porque existe el banco de horas, las turnos americanos y rotativos, no existen más los fines de semana. Esa precarización del empleo y del trabajo que sucedió en los lugares de trabajo y con el visto bueno de la gran mayoría de las direcciones sindicales, no solamente es una masacre y una picadora de cuerpos, es una masacre y picadora de relaciones humanas y sociales, porque esos compañeros y compañeras que están en las fábricas los domingos, etc. son los y las que no van a los actos de los chicos, que no pueden tejer relaciones afectivas en sus hogares, porque no tienen cómo, son los que tampoco pueden ir a estudiar nada, porque como tienen jornadas rotativas, no pueden venir a la facultad de 6 a 10 de la noche, porque laburan una semana en ese horario y otra semana laburan a las 6 de la mañana; es decir, haber perdido la jornada de ocho horas no es solamente haber descuajeringado los turnos de trabajo, es haber descuajeringado el ámbito de la reproducción social de la familia trabajadora, los vínculos entre padres/madres y lxs hijxs, los vínculos entre las parejas, los vínculos afectivos, los de amistad, los del barrio, los de la solidaridad territorial. Entonces, ¿cómo no vas a dar la pelea en los lugares de trabajo? ¿es el ámbito de la dominación celular? Sí, es el ámbito de la dominación celular y es un ámbito que si lo abandonas perdés, como perdimos en los 90 y no se revirtió después. Ahora ¿es la única pelea? No. ¿Por qué? Porque la reproducción social se juega ahí y se juega también en el territorio.
Entonces, nosotras perdemos si no nos rompemos la cabeza para pensar los puentes que articulan esas peleas, como lo que son: la pelea de la clase trabajadora por definir sus condiciones de reproducción social, por definir cómo queremos vivir, y no únicamente una pelea por salario y condiciones de trabajo. Al ser una pelea para definir cómo queremos vivir, es una pelea por definir también si tenemos o no derecho al aborto. El derecho al aborto, no es una pelea únicamente por un derecho individual de las mujeres y las personas gestantes sobre su propio cuerpo. Eso por supuesto que lo es; pero es también una pelea de la clase trabajadora por definir cómo quiere llevar adelante su reproducción social, porque gestar es una parte de la reproducción social, sin la cual por supuesto no hay reproducción social porque no se gesta, hasta ahora, en una probeta, se gesta a partir de los úteros de las personas gestantes. Ahora bien, es una parte. Entonces, nosotros tenemos que pensar que pelear por las condiciones de reproducción de la clase trabajadora es pelear por derechos laborales, por supuesto, pero también es pelear por los derechos reproductivos de las personas gestantes, es pelear por qué tipo de sexualidad queremos construir, es pelear por qué tipo de familia queremos construir, ¿por qué nosotros tenemos que comprar el modelo de familia nuclear heteronormativa?, ¿por qué la clase trabajadora tiene que definir reproducirse de esa manera y no de otra forma?, ¿por qué la reproducción y los cuidados tienen que estar privatizados en el ámbito del hogar y no pueden ser colectivos y socializados? Esas preguntas son tan importantes como las del salario y las condiciones de trabajo, y para esas preguntas las mujeres no somos un sujeto más de la clase trabajadora. Creo que somos sujetos particularmente importantes para dar esa pelea.
Entonces, me parece que mirar la opresión de las mujeres como una "doble opresión", es una forma de mirarlo; mirar a las mujeres como posicionadas en una posición estratégica por su lugar socio reproductivo, es otra forma de mirar que nos permite pensar más la capacidad y el poder que tenemos como miembros de esa clase trabajadora, pensar la posición de poder muy particular que hay que explotar.
Desarrollaste en las preguntas anteriores un planteo o una mirada con una vuelta de tuerca respecto a la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo, "una posición anfibia" como la nombrás, o de "hilvanar" referido a la fragmentación del mundo del trabajo remunerado y al trabajo informal remunerado o no remunerado, pivoteando en la crisis de la reproducción social. A este cruce de género y clase, a esta imbricación, si te parece apropiado que tomemos el término que utiliza Foulquet, sería necesario traer también la opresión racial...
Sí, absolutamente. Por lo menos desde quienes estamos pensando esto, conservando la idea de que hay clases sociales y que hay una clase, que es la que produce todo lo que existe en este mundo, tenemos que tener presente que hay una tendencia muy fuerte a teorías dualistas, que piensan por un lado la explotación, por otro lado la opresión de género y una podría agregar otras opresiones como la de la raza. Esta forma dualista implica pensar que el sistema capitalista es el que corresponde a la opresión de clase, el sistema patriarcal es el que corresponde a la opresión de género, el sistema colonial es el que corresponde a la opresión racial. Yo creo que es más productivo pensar que la clase trabajadora en su formación histórica se forma necesariamente, no contingentemente, de forma generizada, racializada y sexuada. Es en el propio proceso de conformación de la clase trabajadora como una clase subordinada, como una clase subalterna, en donde opera la racialización, la sexuación, la generización. Es imposible pensar la formación de la clase sin el sistema colonial y la esclavitud. Entonces, considerar que esos son rasgos o resquicios de formas de dominación pasadas, yo creo que es un error garrafal. La Teoría de la Reproducción Social te permite, y de hecho en este momento lo están tomando, pensar el racismo, la diversidad sexual y la configuración de subjetividades queer, sin que eso niegue ni se enfrente ni corra por un carril separado a pensar la clase trabajadora. Lo que sí creo es que pensarlo como resquicios o rémoras de sistemas de opresión pasados nos hace tener una visión que nos hace perder de vista la totalidad y entonces eso nos mete en un callejón sin salida en términos políticos que es la idea de luchar parcializadamente: lucho por la igualdad de género, lucho por la igualdad racial, lucho por la igualdad en las elecciones sexuales.
Porque además no estamos hablando de la necesidad de teorías en abstracto, sino encarnadas en políticas, en praxis, concretas...
Exactamente, como si fuera posible lograr la igualdad de género, la igualdad racial o la igualdad en las elecciones sexuales dentro de este sistema. Bueno, no es así, no es posible. Pero no por un capricho de las marxistas que creemos que no es posible. Es porque el sistema capitalista se configura a partir de la desigualdad de género, de la desigualdad racial, de la desigualdad o la estigmatización de sexualidades a partir de la hetenormatividad. Si eso es parte de la conformación de la clase trabajadora, no puede pensarse como un proceso paralelo e independiente. Porque si lo pensas como opresiones independientes, creas la idea de una clase trabajadora que es abstracta, que es etérea, que no se sabe ni qué género ni qué raza tiene. Y la clase trabajadora como clase subalterna, como clase explotada, como clase no dirigente, como clase expropiada se genera y se produce racializadamente, generizadamente, sexuadalmente. Entonces, no hay posibilidad de alcanzar igualdad o liberación en esas opresiones, en un sistema que requiere esas opresiones para funcionar. No hay posibilidad. Eso te abre al abismo de decir: "ah, entonces...si soy feminista, tengo que ser anticapitalista". Sí, tengo una mala noticia (o buena, en realidad): si sos feminista tenés que ser anti capitalista, no hay manera de solucionar la opresión de género en este sistema porque la necesita, no le es contingente, no le es aleatoria, no le es marginal. Le es fundamental y lo mismo pasa con la raza y lo mismo pasa con la normalización de la sexualidad.
Entonces hay que buscar la forma de comprenderlas teóricamente para poder discutirlas políticamente. Obviamente, después, en el terreno político, va a haber millones de posiciones, de estrategias, de tácticas, y bienvenidas sean en el campo de quienes decimos "che, tenemos que ir contra el capitalismo, no nos queda otra", bueno discutamos cómo.
Entre las aristas que abre la discusión sobre un gobierno de ultraderecha como el actual de la Libertad Avanza, con el "endiosamiento" del libremercado extremo por un lado, y el conservadurismo a ultranza por el otro, una lectura posible podría ser que justamente ambas líneas del pensamiento no son necesariamente tan antagónicas, sino más bien intrínsecamente necesarias...
Totalmente, mirá el año pasado salió un dossier en la revista Astrolabio, que es una revista cordobesa, en donde se ponía en discusión las formas del post feminismo.
¿Qué es el post feminismo?
Es una categoría que está dando bastante vuelta, y refiere a la instrumentación del feminismo a partir de posiciones neoliberales. Nancy Fraser lo había analizado esto ya, cuando había generado una linda discusión en la New Left Review a partir de su crítica al "progresismo neoliberal" y al feminismo que formaba parte de este "progresismo neoliberal". Hillary Clinton encarna ese progresismo neoliberal es decir, un progresismo supuestamente con sensibilidad de género.
Michelle Obama...
Absolutamente, un progresismo con sensibilidad racial, etc.; pero que no cuestiona las bases del neoliberalismo, que no cuestiona las bases del capitalismo y que entonces termina transformándose en un progresismo neoliberal muy cercano a las políticas de identidad, es decir, las políticas donde la clave está en la reivindicación de una determinada posición identitaria (mujer, negra, queer, etc.) por fuera del sistema social al que pertenecemos y sin preguntarse cuál es la relación entre esta identidad política y este sistema. Creo que es una discusión interesante. Si bien en nuestras latitudes latinoamericanas el propio movimiento feminista del 2015 en adelante, es un feminismo que tiene rasgos populares, que tiene rasgos enraizados, no en una especie de élite clasemediedera o pequeño burguesa, sino que está en los colegios, en los barrios, en las fábricas (por ejemplo, hemos estudiado eso y es muy interesante cómo compañeras trabajadoras obreras industriales, con una tradición bastante conservadora, por ejemplo religiosa, les llegan estas ideas feministas a través de sus hijas)
Es decir, ha sido una ola feminista con raigambre social popular. Si bien eso es así, una podría decir que hay rasgos de un progresismo neoliberal en algunos sectores, que incluso levantan ideas feministas, ¿no? Por ejemplo, en la Ley por la IVE se vio en una Lospennato que se posicionó a favor del aborto como derecho individual, absolutamente separada de cualquier pertenencia de clase, separada por supuesto de cualquier perspectiva anticapitalista.
En general, este tipo de feminismo neoliberal o post feminismo se suele interpretar o discutir como una especie de opuesto al anti feminismo conservador clásico, el de las iglesias católicas, evangélicas, el de las derechas reaccionarias, porque en apariencia, efectivamente aparecen como dos polos. De un lado, un feminismo neoliberalizado; que defiende el "empoderamiento" de las mujeres transformando ese empoderamiento en mercancía (venta de productos para "mujeres empoderadas", tips en las redes, influencer vendiendo pociones de poder de género, etc.). O sea, un postfeminismo que mercantiliza el horizonte de liberación y lo transforma en una mercancía para una clase media que lo puede consumir, pero aún así sostiene, discursivamente, una defensa de los derechos de la mujer. Del otro lado, una derecha reaccionaria que denosta toda idea de poder de las mujeres, la degrada como "ideología de género", prohíbe el lenguaje inclusivo como ahora el gobierno de Milei, cierra el Ministerio de las Mujeres, etc. O sea, estos dos discursos e ideologías aparecen como dos polos opuestos.
Sin embargo, creo que no hay que mirarlos tan polarizadamente, porque tienen un núcleo duro común. Lo que estoy diciendo es que esta idea del posfeminismo neoliberal o de feminismo neoliberalizado y el conservadurismo anti feminista tienen un punto en común y ese punto en común es justamente la concepción de que los derechos de las mujeres son derechos individuales. En el caso del feminismo neoliberal eso le sirve para decir: nosotras queremos conquistar un derecho que es compatible con el liberalismo y el neoliberalismo (y, por ende, con el capitalismo) que es un derecho (neo)liberal-individual: "vos querés pintarte de verde el pelo, píntatelo; querés abortar, abortá; querés percibirte como varón, no hay ningún problema, en todo caso es un asunto tuyo, lo defiendo como un asunto tuyo individual".
Ahora bien, esa concepción (neo) liberal-individualista de los derechos de género es la misma concepción sobre la cual la derecha reaccionaria ataca al feminismo y lo transforma en una suerte de "ideología de género de las clases medias". Y de ese modo, logra armar una oposición entre derechos de género, asociados a una clase media pudiente, progre, que está pidiendo cosas...
El planteo de Agustín Laje.
Exacto. Es decir, logra armar la oposición "derechos de género" versus "derechos de la población en general", "del pueblo", un pueblo que siempre adopta rasgos nacionalistas: "Make América Great Again" o el chiste que hizo el otro día Trump sobre "Make Argentina Great Again" o "Brasil acima de tudo", como decía Bolsonaro. Es decir, un discurso nacionalista en donde "ellos" vienen a defender los derechos del pueblo brasileño, del pueblo norteamericano, del pueblo argentino, del pueblo italiano con Georgia Meloni, contra esa clase media que defiende los derechos de género, como derechos de una minoría, derechos "de una casta" (¿?)
Ese discurso se construye a partir de concebir que los derechos de género son derechos (neo) liberal-individuales. Yo creo que nosotros tenemos que atacar mucho el feminismo neoliberal, ¿por qué? Porque tenemos que concebir y colocar en la opinión pública y en el sentido común que los derechos de género no se oponen, en absoluto, a los derechos del pueblo; sino que son parte de los derechos del pueblo. Pero para eso hay que discutir cuáles son los derechos del pueblo, ¿qué derechos tenemos como pueblo trabajador? Bueno, yo quiero, como parte del pueblo trabajador, derecho a decidir las condiciones de mi propia reproducción, para eso necesito decidir sobre si gestar o no. Entonces, no es un derecho enfrentado al derecho a una vida digna, al derecho a una buena vida, que es lo que más o menos todo el mundo quiere, es un derecho que es parte fundamental del derecho a una vida digna.
Solo es posible construir la operación de oposición "derechos de género vs. derechos del pueblo si se conciben los derechos de género (neo)liberal-individuales. Esa concepción de los derechos de las mujeres y diversidades nos entierra, porque engrosa las filas de quienes se van volviendo antifeministas, de quienes se van volviendo más conservadores y de quienes encuentran en un modelo muy conservador de la familia, el de la familia tradicional, un lugar de resguardo ante un capitalismo que se volvió absolutamente hostil. No es delirante pensar que alguien pueda encontrar un refugio en la familia o edificar a la familia (tradicional) como un lugar de cuidado y de resguardo. Cuando Milei empieza con su candidatura recordarás que estaba a favor del aborto, porque para él es un derecho liberal-individual, y por lo tanto, "respetable". Pero cuando su candidatura avanzó, cambió de posición y se volvió anti derecho al aborto. Por supuesto que habrán presionado las iglesias y demás sectores de la derecha conservadora para que él adopte esa posición contra el derecho al aborto. Pero lo cierto es que, más allá de las presiones que haya recibido, la interpelación "al pueblo" sobre la que él construye su discurso (y sus votos), requiere atacar los derechos de las mujeres para hacerlos pasar como parte de "la casta", como parte de aquello que impide que "el pueblo" tenga la vida que se merece. O sea, esa interpelación "al pueblo", al que no solo no tiene nada que ofrecerle sino que lo único que puede darle es más miseria, más pobreza, más frustración, requiere construir la oposición "género vs. pueblo". Por eso creo que es muy importante que nosotras, como feministas y como defensoras de la clase trabajadora, desarmemos esa operación que construye a los derechos de las mujeres como derechos liberal-individuales, derechos "progre-neoliberales". Y eso requiere desarmar ese discurso también en sectores del progresismo y sectores de la centro-izquierda.
Me acuerdo, porque me resultó terriblemente violento, cuando Juan Grabois salió a decir en el 2018 que el derecho al aborto era un derecho de la clase media y que eso no era una preocupación en los barrios populares. Esa misma posición es la que sostiene en su libro La clase peligrosa, o sea, que es una posición muy meditada, muy pensada. Más allá de que Juan sea parte de la Iglesia Católica y eso profundice sus aspectos más conservadores; lo realmente preocupante es que es un referente de la centro izquierda, incluso es referente en sectores de la izquierda. Entonces, que un dirigente como él avale esa perspectiva (de la que nunca se retrotrajo), es liquidador. Porque él habla en nombre de los compañeros y compañeras de los barrios, ese es su lugar de militancia. Ese es su lugar de construcción política y eso es lo que le da su legitimidad política. Entonces, que un personaje que está situado en el espectro político claramente del centro hacia la izquierda, que tiene una sensibilidad con los sectores populares y un trabajo militante en sectores populares, avale el discurso de que el derecho al aborto es un derecho "de las clases medias" (de la pequeño-burguesía) que tienen solucionados sus problemas de subsistencia, y que no es un problema en los barrios, además de que es desconocer la realidad de las mujeres de los barrios, es avalar un discurso que refuerza la construcción de la oposición "género vs. pueblo", propia de la derecha reaccionaria tanto en Argentina como a nivel internacional. Una posición así, nos liquida como movimiento feminista y nos liquida como movimiento popular, como movimiento de trabajadores y refuerza la falsa antinomia que construye la derecha.
Te voy a hacer un contrapunto respecto a lo que venimos hablando. Muchas compañeras traen como propuesta para pensar la necesidad de un horizonte de cambio social la idea de vida vs un capitalismo de muerte, de comunidad y lazos de territorios, las experiencias de las luchas frente al extractivismo, frente al despojo de los territorios, otra forma de concepción de propiedad inclusive, las importantes luchas que vienen dando desde las comunidades indígenas, las luchas socioambientales. ¿Se puede "hilvanar" para usar un término tuyo con este otro paradigma que venís desarrollando? ¿son antagónicas? ¿hay formas de enunciación para revisar?¿hay puentes? ¿cómo lo ves?.
Varias cosas al respecto para tener en cuenta. Creo que la formulación de "capital" vs. "la vida" como lo formulan en varias asambleas, tanto por el agua como contra el extractivismo, contra la contaminación, distintos movimientos de tipo ecologista, muchos de los cuales o algunos de los cuales están combinados con movimientos feministas, y hay diálogos o son parte también pueblos originarios. Creo, entonces, que la formulación de producción de vida versus producción de ganancias o vida versus capital, es una formulación muy potente. Muy potente políticamente porque es muy clara. Y toda forma que trata de establecer contradicciones importantes a nivel social que sea clara es buenísimo, porque genera politización, porque genera pensar, etc. con lo cual a mí es un tipo de formulación que me gusta.
Ahora, creo que hay un peligro que puede asediar a esa formulación de capital versus vida. El peligro de considerar que nosotros podemos construir un espacio de producción de vida humana, de producción de vida natural, de producción comunitaria, separado del capitalismo. Creo que esa posibilidad lamentablemente no existe, sería buenísimo si existiera esa posibilidad, pero creo que no existe y creo que la cada vez mayor agresividad del capital por expropiar territorios, por expropiar bosques, por expropiar recursos naturales, por expulsar comunidades originarias de sus territorios, por extraer lo que haya que se pueda extraer de la tierra, muestra que el capital mismo no va a dejar ni deja que haya desarrollo de la vida por fuera de su lógica de producción de mercancías y de producción de riqueza y de valor.
Entonces, no es que uno pueda decidir vivir por fuera de las reglas del capitalismo o no. El capitalismo decide por nosotras y el capitalismo ha tenido una lógica cada vez de engullir más espacios de la vida social, incluso espacios de la vida social que uno podría pensar que tenían una cierta autonomía o una cierta independencia, el capital fue por ellos. Ha habido comunidades originarias que podían subsistir por sus propios medios, por su relación con la naturaleza, por su forma de trabajo no mercantilizada, por su lógica comunitaria. Ahí ha ido el capital a expropiar, a expropiar territorio, a expropiar trabajo, a desposeer para poder transformar a esos compañeros de comunidades originarias en asalariados precarizados de las ciudades. Esa es la historia del capitalismo en los últimos 40 años, una avidez de expropiar espacios, territorios y sociabilidades que se mantenían por fuera de la égida del capital. Por eso una primera pregunta es: ¿podemos apostar a crear espacios alternativos por fuera de las reglas del capital? Creo que no como estrategia. Pero no es un "no", porque no estaría bueno que fuera así, o por capricho, no es posible por la lógica del capital sobre la vida y sobre los territorios.
Entonces, eso te obliga a la otra pregunta: ¿cuáles son los vínculos entre experiencias vitales tan distintas? Porque uno tampoco puede desconocer la heterogeneidad, no es lo mismo la situación de una comunidad originaria que tiene reglas, que construye sociabilidades de una determinada manera, que construye relación con la naturaleza de una manera determinada etc.con asalariados de algún sector fuera el que fuere.
Ahí yo creo que en la discusión o en la pregunta de cómo tejer puentes, vos decías recién si pensaba que había que revisar ciertas formas de enunciación. Sí, yo creo que hay que revisar ciertas formas de enunciación. Creo que para quienes provenimos, como es mi caso, de la tradición marxista, una de las formas de enunciación que hay que revisar es qué consideramos clase trabajadora. Creo que eso hay que discutirlo y discutirlo y discutirlo. A mí me gusta, por ejemplo, la formulación de Ricardo Antúnes, el sociólogo brasileño, que la denomina "la clase que vive del trabajo", es decir que la clase trabajadora no es solamente la clase que produce valor en la fábrica. Creo que la forma de enunciarla no es gratis, que entonces hay que buscar todas las formas metafóricas o no metafóricas y toda la creatividad para pensar de qué estamos hablando. Entonces, creo que estamos hablando de todos y de todas aquellas que el capital nos obligó a no poder reproducir nuestra vida, sino en una relación de subordinación con él. Si esa relación de subordinación adopta la forma de trabajo asalariado, perfecto, seremos asalariados, ese es por ejemplo mi experiencia vital, ahora si esa forma de subordinación es vendiendo empanadas en mi casa, en un barrio popular, esa es mi forma, si esa forma de subordinación es expropiándome del acceso a la tierra que comunitariamente me pertenece y yo la explotaba bajo mis propias reglas, pues será esa la forma de subordinación, pero todos aquellos que fuimos expropiados de la posibilidad de establecer la forma de nuestra reproducción social en el capitalismo, somos clase trabajadora. En otro sistema seremos otra cosa y veremos y lo discutiremos, acá somos la clase que vive del trabajo, porque no nos queda otra que buscar una forma de trabajo y en el capitalismo la forma de trabajo asalariado es la principal, pero no es la única.
Entonces, ¿hay que pensar cómo muta la forma del trabajo asalariado? Sí, porque al capitalismo, si vos le expropiás, le sacás el corazón o sea la producción de valor, el capitalismo se desarma, no tiene ningún sentido. El capital produce valor, no produce otra cosa y lo produce de la manera que lo produce, explotando trabajos asalariados (la metáfora de corazón, la usa en un mini curso que dieron Arruzza y Bhattacharya en Brasil en Río de Janeiro hace unos años). Ahora, creo que sería un error grande como una cacerola, creer que el corazón es todo el cuerpo humano. No, están todo los demás órganos y está todo el resto del cuerpo, el capitalismo tiene un corazón, de producción de valor, pero esa no es la única forma de ser clase trabajadora.
Entonces, nosotras tenemos que buscar y tenemos que encontrar la manera en que se discutan enunciaciones expulsivas, sectarias, que transforman una enorme masa de compañeros, compañeras y compañeres con realidades y vivencias y experiencias vitales distintas, pero que nos une ser parte de la clase que vive del trabajo. Yo tengo una relación y una experiencia vital urbana, universitaria, blanca, mujer; mi experiencia es muy distinta a la de un compañero de un pueblo originario en la Puna o en la cordillera sur y es muy distinta la de una compañera afroamericana de un barrio de Nashville. ¿Tenemos un punto común? Sí, somos parte de quienes fuimos expropiados de forma tal que no tenemos otra que ver cómo hacemos para que nuestro trabajo sea aquel que nos permite vivir.
Tenemos que pensar los puentes que articulan teóricamente. Yo creo que la teoría de la reproducción social tiene esa idea de poder pensar una clase trabajadora enormemente heterogénea, pero a su vez unificada por un problema vital: cómo nos reproducimos. Pueden ser otra teorías, por supuesto, veamos, pero tenemos que hacer el esfuerzo de pensarlo conceptual, teóricamente, para poder también tener imaginación política de cuáles son los puentes políticos, no sólo conceptuales. Porque sino estamos destinadas a pensar cada lucha aisladamente. ¿Se puede confluir? Si, un ejemplo es la lucha que se llamó de "los elefantes blancos", que se dio en Neuquén durante la pandemia, recordarás. Ahí, desde las salitas de salud en los territorios, confluyeron sosteniendo los cortes en las rutas, las enfermeras y personal de salud, por supuesto, pero sostenidos por la comunidad mapuche y por los petroleros. Es difícil esa confluencia, pero desde el lugar de la reproducción social, del cuidado de la salud, se encontraron. Otro ejemplo es lo que ocurrió con la fábrica recuperada Zanón cuando recién se iniciaba la toma. Estaban aún en carpas afuera, no tenían un mango, la patronal ya se había rajado, la posibilidad de represión, etc. ¿Quiénes los ayudaron? La comunidad mapuche que estaba allí, los barrios populares porque la fábrica está en la periferia y los presos, porque hay una unidad carcelaria cerca. En ese momento tan acuciante, los presos les mandaban una de las dos escasas comidas que les daban. Entonces después, cuando pudieron poner a producir la fábrica, ¿a quiénes le compraban la tierra para producir cerámicos?¿a cualquier empresa x? No. A la comunidad mapuche, que la extraía en la cantidad y forma necesaria, con la relación que tienen con la naturaleza. Hicieron una línea que se llama la línea mapuche de cerámicos, muy bonita, que la diseñó la propia comunidad. Y luego una vez al mes enviaban cerámicos a la salita y a la unidad carcelaria, que les significaba una mejora higiénica poder contar con cerámicos. No se trata de donaciones ni de Cáritas, no es vertical, es horizontal, ¿entre quiénes? Entre quienes viven de su trabajo. Aporto desde la especificidad de mi sector de la clase trabajadora a tus necesidades de reproducción social.
Finalmente, a días de una nueva manifestación por el 8M, ¿qué perspectivas te parece importante tener en cuenta en este contexto?
Mira, yo creo que este 8 de marzo es un 8 de marzo muy particular. Creo que el movimiento de mujeres tiene que recuperar los rasgos de personalidad que tuvo en el nacimiento de esta nueva ola. Esta nueva ola alcanzó la magnitud que tiene a nivel mundial por muchas razones, entre ellas porque es incomprensible por fuera de la crisis del capitalismo neoliberal que estamos atravesando.
Eso le da un carácter enormemente masivo que permite que se expanda por realidades nacionales muy distintas, pero que comparten un elemento común: la crisis. Es un feminismo de crisis, es un feminismo que sale por la defensa de la vida contra los femicidios. Es un feminismo que sale por el derecho a la reproducción social y por el reconocimiento del trabajo de reproducción social. Ser un feminismo de crisis, no sólo le da los rasgos de masividad, sino que le da el rasgo de lucha, es un feminismo de lucha. Es un feminismo de calle, no es un feminismo de academia, no es un feminismo de pasillo, de ministerio, es un feminismo callejero, combativo, contestatario. En algunos casos adopta rasgos incluso anticapitalistas. Porque la crisis del capitalismo que enfrenta es una crisis que implica una crisis del trabajo flagrante, es un feminismo que coloca el trabajo en un lugar central. Por eso el fenómeno que une internacionalmente al feminismo es una huelga internacional de mujeres. ¿Por qué una huelga internacional? Mirá que hay repertorio de protestas posibles! Y sin embargo, se eligió la huelga, la histórica herramienta del movimiento obrero. Porque este feminismo tiene el trabajo en el centro de su constitución como movimiento. Sino no se puede entender que los eslóganes más conocidos sean; "si nuestros cuerpos no valen, produzcan sin nosotras"; "si nosotras paramos, se para el mundo". Entonces, no es un feminismo de secretaría ni de palacio. El ministerialismo lo mordisquea permanentemente como mordisquea siempre cualquier vertiente institucionalista a todo movimiento legítimo. Es más, todo movimiento legítimo tiene una vertiente institucionalista, que es la vertiente que trata de transformar ese movimiento en un movimiento digerible para el capitalismo y para el Estado capitalista. Entonces, yo creo que lo que tenemos que hacer este 8 de marzo es recuperar los rasgos originales de nuestro movimiento: calle, lucha, el trabajo en el centro y las demandas que, colocando a las mujeres y diversidades como protagonistas, dialogan con el conjunto de necesidades de las y los trabajadores. Porque esta ola feminista nunca fue un movimiento corporativo, por eso es un movimiento tan amplio. Y es, además, un movimiento juvenil con muchas pibas, ¿por qué? Porque la crisis del capitalismo coloca a las pibas, a los jóvenes en general ante una pregunta ¿adónde vamos? Adónde vamos es una pregunta que mi generación no tenía tan pronunciada, mi generación todavía está formada en una idea de que más o menos si estudias, más o menos si conseguís un trabajo, más o menos zafás. Eso no existe más. Entonces, es un movimiento que tiene a las pibas en la vanguardia diciendo "esta normalidad que me proponen no me lleva a ninguna parte". Eso lo vuelve revulsivo, lo vuelve anti-institucionalista, anti-normativización. Por supuesto, aspectos de la institucionalización son imposibles de evitar y hasta podría decirse que pueden ayudar: es mejor que haya una secretaría de género en un sindicato a que no la haya. Pero si nuestra política pasa a ser la creación de una secretaría de género en un sindicato, estamos jodidas, porque eso quiere decir que las mujeres vamos a estar seguramente en esa secretaría de género, pero no vamos a ser protagonistas de las discusiones de qué vida queremos para "la clase que vive del trabajo". Yo quiero que comprendamos y que demos la pelea en los sindicatos por los derechos de las mujeres como parte fundamental de los derechos de los trabajadores. Quiero la pelea porque establezcamos los derechos de las mujeres como parte de la agenda central, no quiero que en la paritaria discutamos salario y condiciones de trabajo y, por otro carril, haya una secretaría de género que hace un curso. Yo quiero poder poner en la mesa de discusión paritaria si la patronal va a aportar para la gratuidad del derecho al aborto o no. Si va a darme o no licencia después de una intervención de interrupción voluntaria del embarazo, porque estamos discutiendo derechos de los trabajadores. Y también si va a garantizarme jardines maternales para las personas gestantes que sí decidieron tener hijes. Y también, quiero ir a una huelga para que el Estado garantice salud, educación y cuidados para toda la población porque si no, es imposible nuestra reproducción social, es imposible la reproducción de la vida. Y quiero exigir a las centrales sindicales que llamen a una Huelga Nacional urgente porque el plan de ajuste de Milei implica mayor pauperización, sufrimiento, frustración en la reproducción social de toda nuestra clase. Tenemos que recuperar el carácter contestatario que el movimiento tuvo en el origen e ir a pelear por todo y enfrentar los discursos del "progresismo neoliberal" que se propone como "mal menor" ante la brutalidad de un Milei, pero que deja intocadas las bases de frustración y miseria sobre las que Milei se postula como mesías.
Creo que tenemos que estar muy atentas a esa elaboración de la oposición o a la antinomia "género vs. pueblo" de la que hablábamos antes. Tener un discurso que interpele a las necesidades del pueblo y poder transmitir que nuestros derechos son los derechos del pueblo, que nuestros derechos son los derechos de la clase que vive del trabajo y que cuando nosotras vamos a defender nuestros derechos, estamos defendiendo los derechos de la reproducción del conjunto de la clase trabajadora, de todos los sectores oprimidos. Sino corremos el riesgo de ser marginalizadas como una minoría que está luchando por derechos que no sabe qué son.
En los 8M, hay discusiones en todos los países acerca de qué significa una huelga de mujeres. Yo siempre concebí la huelga internacional de mujeres, por el punto de vista teórico que tengo y por el punto de vista político que tengo, como una huelga que no podía pensarse como una huelga de las cocinas (para usar la imagen que utilizó una teórica feminista). Yo nunca la concebí como una huelga de las cocinas, siempre la concebí como una huelga de todos los territorios donde las mujeres trabajan. Y tengo una mala noticia para la humanidad: las mujeres trabajamos en todos los territorios, trabajamos en la cocina, trabajamos en los comedores comunitarios, trabajamos en la salita de salud, trabajamos en la universidad, trabajamos en la fábrica, trabajamos vendiendo los cosméticos, es decir, una huelga de mujeres es una huelga absoluta y total. Porque "si nosotras paramos, se para el mundo". Entonces hagamos valer nuestro poder y nuestro poder es nuestra posición anfibia entre la producción y la reproducción social. Una huelga de mujeres es una huelga que dispara al plexo de la relación contradictoria entre producción y reproducción. Porque en esa relación contradictoria se reproduce la vida. Y te digo que un "parito" de esas características a nivel internacional despertaría un par de alertas, ¿no? Bueno despertemos las alertas, volvamos a eso que nos dio origen, a esa ola que hizo que el feminismo sea un actor político desde Argentina hasta la India, desde Polonia a Brasil, desde Irlanda a Chile.
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1. Varela, Paula. "La disputa por la dignidad obrera. Sindicalismo de base fabril en el Conurbano bonaerense 2004-2014" (2015).