Trasnacionales farmacéuticas: receta para el lucro
Al contrario de lo que se podría pensar, a la industria farmacéutica trasnacional no le interesa la salud. Su vocación es aumentar sus ya desmedidas ganancias y por ello el consumidor ideal de sus productos está siempre enfermo, ya que si se cura deja de comprar y si se muere también. Es una industria cerradamente oligopólica, agresiva para controlar amplios porcentajes de mercado a nivel mundial, obtener patentes exclusivas y altos porcentajes de ganancia, ejercer presión para lograr políticas globales y nacionales a su favor.
Aunque muchas otras industrias trasnacionales trabajan en el mismo sentido, aquí se trata de controlar la distribución y acceso a medicamentos, que en muchos casos define la vida o muerte de las personas afectadas.
Es una industria con alta concentración de mercado y que para defender sus intereses funciona a menudo como cártel. En ventas de fármacos, las 10 principales trasnacionales tienen más de la mitad del mercado global. Actualmente éstas son Pfizer, Novartis, Roche, Johnson y Johnson, Merck & Co, Sanofi, GlaxoSmithKline, Abbvie, Gilead Sciences y Teva Pharmaceuticals, seguidas de Amgen, AstraZeneca, Eli Lilly, Bristol Myers Squibb, Bayer, Novo Nordisk, Allegan, Takeda, Shire y Boheringer Ingelheim.
Todas tienen una larguísima historia, algunas más de un siglo, aunque debido a fusiones y compras, algunas hayan cambiado de nombre. Varias tienen relación histórica con las que actualmente dominan los agrotóxicos, las semillas y transgénicos: Bayer es dueña de Monsanto, Novartis y AstraZeneca se unieron para formar Syngenta, etcétera. Les queda cerca la lógica de enfermar y vender la cura.
Según analistas de la industria, en 2018 las 10 mayores farmacéuticas tuvieron ventas de medicamentos por 523 mil millones, un mercado que se estima llegará al billón de dólares en 2020. Es un aumento notable en ventas y concentración de mercado desde 2017, año en que las principales 20 tuvieron ventas por 503 millones de dólares y las mayores 100, por 747 millones (Scrip Pharma, Outlook 2019).
Un reporte de la agencia gubernamental estadunidense GAO de 2018 muestra que las 25 mayores empresas farmacéuticas tuvieron un margen de ganancias de 15 a 20 por ciento anual entre 2006 y 2015, colocándose entre los rubros industriales con mayores porcentajes de retorno (Government Accountability Office, GAO-18-40). No obstante, casi todas han llegado a porcentajes de ganancia mucho mayores por momentos, debido al control monopólico de medicamentos y vacunas en gran demanda por epidemias o crisis de salud.
La industria farmacéutica trasnacional ha sido también clave para imponer las leyes de propiedad intelectual y extender cada vez más la validez de sus patentes a nivel global. Son quienes están detrás de su inclusión en la Organización Mundial de Comercio, en el TLCAN y otros tratados comerciales. Junto a la industria biotecnológica, de semillas e informática, pelean en todos esos ámbitos para prolongar los años de vigencia de patentes y marcas de sus productos e impedir que se pueda acceder a ellos sin pagarles.
Argumentan que necesitan tener patentes en los medicamentos para poder recuperar sus gastos en innovación y desarrollo. Por el contrario, varios reportes de análisis de sus innovaciones muestran que la gran mayoría de los nuevos fármacos lanzados al mercado por estas empresas son solamente copias de los que ya existían, con alguna pequeña modificación en la formulación o el uso, para poder aplicar otros 20 años de patente exclusiva.
Marcia Angell, editora de la revista científica New England Journal of Medicine por 17 años, mostró en su libro La verdad acerca de la industria farmacéutica que 67 por ciento de los nuevos medicamentos que lanzan a los mercados no son innovaciones, sino copias. La ahora extinta Oficina de Evaluación Tecnológica de EEUU (OTA, por sus siglas en inglés) realizó un informe en 1996 sobre 348 nuevos productos de las 25 mayores compañías farmacéuticas durante siete años y encontró que 97 por ciento eran copias. De ese 3 por ciento restante que sí era innovador, 70 por ciento era producto de investigación pública. Aunque estos informes tienen años, la realidad de la industria sigue en la misma línea.
Hay también varios ejemplos de cómo el cártel farmacéutico trasnacional ha boicoteado a países productores de medicamentos genéricos (es decir, en los que la patente ha vencido), sobre todo en medicinas de alta demanda por situaciones de epidemia. En 2001, 39 grandes farmacéuticas bloquearon a Sudáfrica la venta de todos sus medicamentos, para presionar a que no compraran medicamentos genéricos para el sida. Cuando no lo lograron, negociaron en bloque un precio que aunque fue 10 veces más bajo que el precio comercial inicial de las farmacéuticas, era mucho mayor de lo que podía ser bajo fabricación propia.
Ahora la industria ha desarrollado la estrategia adicional de producir sus propios genéricos. Actualmente, Pfizer y Teva, ambas entre las 10 mayores trasnacionales, también son de las mayores productoras globales de algunos genéricos y en algunos medicamentos han logrado ser monopólicas en el mercado, logrando así el mismo efecto que una patente.
Es toda una industria contra la salud.
* Investigadora del Grupo ETC. La Jornada