Turquía: Los geólogos advirtieron de lo que sucedería, pero la especulación urbanística no cesó
En la madrugada del 6 de febrero, Turquía sufrió uno de los mayores terremotos de su historia, de magnitud 7,7 en la escala de Richter. Se vieron afectados diez ciudades y cientos de pueblos del sureste del país. En las horas siguientes, un segundo seísmo, esta vez de magnitud 7,4, según los sismógrafos, sacudió la misma zona.
El epicentro del seísmo se localizó en la ciudad de Maras, y fueron los principales núcleos urbanos fuertemente afectados Antep, Urfa, Diyarbakir, Adana, Hatay, Kilis y Adiyaman. Se trata de una zona poblada por unos tres millones de personas, situada en la frontera sirio-iraquí. También hay numerosas víctimas al otro lado de la frontera, en territorio sirio: pocas horas después de los seísmos, los muertos superaban ya los 1.500.
En un comunicado de prensa sobre las causas de este trágico balance de vidas humanas, el Sindicato de Trabajadores de la Función Pública (KESK) señala lo extendida que está en todo el país la cultura de la especulación inmobiliaria, junto con la urbanización desenfrenada, fruto del rápido abandono de las zonas rurales.
Durante años, tanto el mundo no gubernamental como el académico han intentado alertar al gobierno central turco y a los administradores locales del peligro inminente. Hace sólo unos días, Naci Gorur, profesor universitario y divulgador científico, miembro del colectivo científico independiente Bilim Akademisi, había realizado una serie de declaraciones sobre los daños que los terremotos -que se sabía que llevaban años produciéndose- podrían causar en el sureste de Turquía, dado el precario y frágil estado del parque de edificios.
Mientras los equipos de primera intervención llegaban a la zona desde otras ciudades y algunos países anunciaban su disposición a enviar equipos de primera intervención, Huseyin Alan, presidente de la Asociación de Ingenieros Geólogos, apareció ante las cámaras y contó al país los detalles de una realidad muy sombría. Hablamos con él sobre los acontecimientos.
¿Eran evitables las consecuencias del terremoto de hoy?
Tras el terremoto de Elazig en 2020, creamos un grupo de trabajo en el que participaron varios profesores universitarios y expertos con el objetivo de preparar un plan de prevención y análisis para toda la zona.
Llevamos a cabo un minucioso trabajo de vigilancia en 24 ciudades, 110 distritos y más de 500 pueblos, todos ellos en una amplia zona de riesgo de terremotos de magnitud superior a 5,5 grados. Acabamos enviando cientos de informes, en primer lugar al Presidente de la República, pero también a todos los ministros, parlamentarios, prefectos y alcaldes. No recibimos respuesta alguna.
¿Cuáles fueron los puntos críticos que encontraron?
En primer lugar, en las obras de construcción de nuevos edificios no existe ningún control o los controles son insuficientes. Desde los cimientos hasta los pisos superiores de los edificios, se trata de una situación fuera de control en una zona muy propensa a los terremotos. Así que nos pareció una situación muy arriesgada y preocupante.
¿Qué hicieron cuando vieron que no obtenían respuesta?
Seguimos trabajando, publicando nuevos informes y contactando directamente con las autoridades locales y nacionales. El último informe detallado que preparamos para la ciudad de Antep fue del 22 de noviembre del año pasado, mientras que para la ciudad de Maras, que fue el epicentro de estos terremotos, nuestro último informe es de hace dos meses.
Entonces, ¿habría cambiado algo si las autoridades hubieran tenido en cuenta vuestros informes hace dos años?
Las imágenes que hoy estamos viendo hacen que nos demos cuenta de que era absolutamente necesario tomar medidas urgentes, analizando los edificios en riesgo, haciendo los cambios necesarios y aumentando los controles sobre las nuevas construcciones. Por desgracia, hoy podemos afirmar que nuestras preocupaciones y análisis no eran infundados.
il manifesto