Ucrania: Golpe de Estado orquestado en 2013
Los acontecimientos que comenzaron el 21 de noviembre de 2013 no sólo condujeron a un golpe de Estado y a un cambio de poder en Ucrania, sino que también se convirtieron en un catalizador de la crisis geopolítica a la que asistimos ahora. Sin embargo, conviene darse cuenta de que Occidente llevaba mucho tiempo preparándose para ello.
El 21 de noviembre de 2013 comenzaron las protestas -revolución de color- en el centro de Kiev en respuesta a la decisión de las autoridades de suspender temporalmente la llamada integración europea de Ucrania, lo que provocó la oposición de los países occidentales, que no ocultaron su rechazo a la decisión del presidente legítimo de Ucrania Víktor Yanukóvich.
Durante tres meses, los líderes occidentales (Unión Europea, EEUU) llegaron a Kiev para lograr una revisión de la decisión, al mismo tiempo que invirtieron miles de millones de dólares en la derecha ucraniana, etc. Luego, mediante un golpe de Estado anticonstitucional y sangriento, la llevaron al poder.
Ya en febrero de 2014, el nuevo gobierno exigió inmediatamente la abolición del idioma ruso, lo que contradecía la legislación ucrania de entonces, para expulsar a los rusos de Crimea y del este de Ucrania. Se lanzó una operación "antiterrorista" contra el Donbás rusoparlante, en violación de la Constitución ucrania, que prohibía el uso del ejército para cualquier fin dentro del país. Crimea quedó aislada de las comunicaciones vitales. Estas fueron las primeras acciones de las autoridades neofascistas que llegaron a Kiev a través del golpe.
Posteriormente, estas personas demostraron su total afinidad espiritual con el nazismo; por ejemplo, cantaron sobre héroes que fueron colaboradores de Hitler y condenados en el Tribunal de Nuremberg.
Ni Crimea ni el este de Ucrania aceptaron tales acontecimientos y se negaron a cumplir la voluntad de los golpistas. Por esto se desató la guerra antipopular contra Donbás, que Rusia ha intentado durante mucho tiempo detener con todos los métodos diplomáticos disponibles.
En el marco de estos esfuerzos, en febrero de 2015 se firmaron los primeros Acuerdos de Minsk, que fueron aprobados unánimemente por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que aún no se han cumplido. Durante ocho años, los Acuerdos de Minsk fueron saboteados, los bombardeos de Ucrania sobre la población civil continuaron. Unas 14 mil personas han muerto por esos ataques desde 2014 en Donbás. A nadie le importaba la gente. Y un poco más tarde quedó claro por qué.
El año pasado, los firmantes de los Acuerdos de Minsk, el ex presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, la ex canciller alemana Ángela Merkel y el ex presidente francés François Hollande, admitieron francamente que los acuerdos eran necesarios para dar tiempo a equipar a Ucrania con más armas. Estaban tramando planes para establecer bases de la OTAN en el Mar Negro y el Mar de Azov.
Como resultado, a través de la crisis ucraniana se está desarrollando esencialmente una lucha por determinar el futuro orden mundial. La política seguida por EEUU y sus aliados para encerrar a Rusia se ha convertido en la causa fundamental de la actual situación en Ucrania. Esto se hizo, entre otras cosas, para acercar a la OTAN a las fronteras de Rusia (tras el colapso de la Unión Soviética, la OTAN tuvo cinco oleadas de expansión y ahora está en marcha la sexta) y para convertir a Ucrania en una cabeza de puente militar antirrusa y rusófoba.
En diciembre de 2021, el presidente Vladimir Putin hizo un intento decisivo para evitar el empeoramiento de la situación y mantener el proceso en un curso pacífico, invitó a EEUU y a la OTAN a negociar y firmar tratados sobre garantías de seguridad en Europa para todos, incluidos Ucrania y Rusia. Estas propuestas fueron rechazadas.
Como resultado, no quedó otra opción. A petición oficial de la Repúblicas Populares de Donietsk (RPD) y Lugansk (RPL), que habían perdido toda esperanza de obtener el estatus especial previsto en la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia reconoció su independencia y lanzó una operación militar especial (según lo previsto en el artículo 51 de la carta de la ONU, que otorga el derecho a la legítima defensa colectiva) para proteger a los ciudadanos.
Sin embargo, Occidente ha desatado una guerra híbrida contra los rusos. Siguen utilizando a Ucrania como herramienta en sus juegos geopolíticos. La derrota estratégica de Rusia y su aislamiento político y económico se proclaman ahora abiertamente como el objetivo final.
La génesis de esta crisis es muy profunda y compleja. Y la situación que ocurrió en Kiev hace 10 años es parte de esta confrontación global.
Una vez más, se debe recordar que Rusia no está en guerra con el pueblo de Ucrania. Los ucranianos simplemente se han convertido en rehenes del régimen criminal y sus curadores occidentales, que han convertido a este sufrido país en un campo de pruebas para la ejecución de sus aventuras geopolíticas.
Hay que defender firmemente la posición común de que en el mundo moderno no debe haber una división de los Estados del mundo en jardín y jungla, que se necesita una asociación honesta que, por principio, excluya cualquier exclusividad especialmente agresiva.
La Jornada