Un nuevo Plan Cóndor, con nuevos grupos de tareas
Se conoce como Plan Cóndor a la coordinación de gobiernos latinoamericanos, promovida por EEUU, para enfrentar en la década del 70 a distintas experiencias revolucionarias que se desarrollaban en el continente, compartiendo informes de inteligencia y realizando acciones conjuntas, para desestabilizar gobiernos populares y para asesinar, hacer desaparecer y encarcelar militantes de izquierda.
En el plan Cóndor participaron los gobiernos de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia, en coordinación con EEUU y la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Quienes han investigado esta iniciativa mencionan como inspirador al entonces secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger. La participación de Argentina se inicia con un gobierno civil, el de Isabel Martínez, y continúa con la dictadura instaurada en 1976.
En el Plan Cóndor tuvieran especial preponderancia los servicios de inteligencia y las fuerzas militares mandatadas para exterminar lo que calificaban como enemigo interno. Según los llamados archivos del terror, descubiertos por el abogado Martín Almada en Paraguay en 1992, el plan Cóndor dejó un saldo de 50 mil muertos, alrededor de 30 mil desaparecidos y 400 mil presos. A estos resultados deben agregarse las torturas, el traslado de detenidos a otros países y el constante seguimiento y vigilancia a quienes caracterizaban como “subversivos”.
El nuevo Plan Cóndor que en los últimos años se ha puesto en marcha se inscribe en otro contexto político mundial. En primer lugar debe contemplarse la existencia de una aguda crisis del capitalismo donde los activos financieros, el dinero expresado en papeles, han perdido toda relación con la producción y los activos físicos. La crisis iniciada en 2008, aún en curso, no puede terminar sino con la evaporación o licuación del capital ficticio, lo que trae como consecuencia una feroz disputa por los bienes naturales como el agua, la tierra, los minerales y un incremento de las políticas de saqueo y despojo hacia los países que los poseen. Sobre el mapa del saqueo, resistencias populares y ubicación de bases militares, es muy ilustrativo el trabajo realizado desde hace años por la investigadora mexicana Ana Ester Ceceña.
En segundo lugar debe contemplarse el agravamiento de la pugna intercapitalista entre las potencias hegemónicas en declive: EEUU, La Unión Europea y Japón, y las nuevas potencias emergentes (China, Rusia, India, Irán). En esa pugna y ante la posibilidad de una tercera guerra mundial, el control de los combustibles y los alimentos adquiere carácter estratégico.
Lo novedoso en el Nuevo Plan Cóndor es que empieza a perfilarse hacia el interior de los países dominados una suerte de Estado de Excepción, que plantea la aparente paradoja de fuerzas políticas que tienen un mandato de origen constitucional-democrático, pero que actúan de modo dictatorial.
En el plano latinoamericano se advierte la aparición de nuevas fuerzas de tareas, que empiezan a jugar un papel decisivo en el apaciguamiento no solo de las experiencias revolucionarias en curso sino de rebeldía o autodeterminación de los pueblos, o cualquier intento de recuperación de soberanía política frente a las políticas imperiales.
Entre estas nuevas fuerzas de tareas podemos identificar en primer lugar a las que actúan en el terreno de la información y la propaganda. Estos son los monopolios mediáticos concentrados (diarios, radios y televisión), y los ejércitos de comunicadores, productores de 'trolls', que operan en las redes sociales. Esta nueva fuerza de tarea es capaz de instalar noticias falsas (como la existencia de armas químicas en Irak, o su empleo por el gobierno sirio en la ciudad de Duma), de demonizar, aislar y justificar la intervención militar directa contra gobiernos y movimientos considerados enemigos, y de generar, contra toda evidencia, nuevas posverdades, como por ejemplo: “No existe el cambio climático, se trata de una campaña para perjudicar los intereses de EEUU”.
La otra nueva fuerza de tarea actúa en el ámbito de la aplicación de la justicia, donde aplican las leyes antiterroristas contra los trabajadores y para criminalizar la protesta social, utilizando las figura de asociación ilícita, de arrepentidos y de la ampliación de facultades para imponer prisiones preventivas. Aunque resulta paradójico, estas mismas leyes están siendo aplicadas a referentes de gobiernos neodesarrollistas que las aprobaron (caso Lula y dirigentes kirchneristas) apuntando a uno de sus puntos mas vulnerables, como son la financiación irregular de la política. (Con respecto a los procedimientos utilizados para la recaudación de fondos para sustentar millonarias campañas electorales, a quien tiene acceso Netflick, le recomiendo ver El Mecanismo). Lo que aquí esta en juego no es la batalla contra la corrupción (parece una broma que a EEUU, a Temer o Macri le pudiera preocupar la corrupcion), sino el castigo a cualquier iniciativa, aun dentro de proyectos capitalistas, que plantee algún nivel de autonomía con respecto a las políticas imperiales.
Me parece necesario precisar que no todos los países y gobiernos agredidos por las políticas imperialistas de saqueo y apropiación de sus bienes naturales constituyen modelos de avance civilizatorio, ni se convierten, por su condición de víctimas, en proyectos revolucionarios. La denuncia de las guerras imperialistas en curso, la demonización mediatica, el acoso judicial, los bloqueos economicos, los bombardeos, las masacres, afectan principios básicos como son la autodeterminación de los pueblos, pero no invalidan que podamos caracterizar los caminos elegidos, precisando además que los mas vulnerables son quienes menos han apostado a la construcción de poder popular. Basta repasar el mapa de Latinoamerica y advertir quienes han resistido y quienes no, para que resuene la advertencia de Chavez “No hay Patria sin socialismo”. Por las dudas, la referencia al Socialismo se refiere a la orientación estratégicas y a las experiencias y poder acumulado en procesos de transición con sus idas y vueltas, no a caracterizar que en alguno de esos países se ha completado la transición al socialismo.
La ofensiva imperial capitalista contra los pueblos y los trabajadores que promueve el saqueo de los bienes naturales y una incrementación de la superexplotación de las fuerzas de trabajo, va acompañada de una profunda campaña ideológica y cultural que trata de esconder bajo la alfombra las cuestiones nacionales (las luchas antiimperialistas) y de clase (la lucha de clases), y que limita los posibles avances de la humanidad a los derechos transversales (que trascienden las clases y las naciones). Desde la nueva cultura política que ha promovido el neoliberalismo y la globalización capitalista la consigna “Patria o muerte”, con que Ernesto Guevara culminó su discurso en las Naciones Unidas, parece arcaica, poco radical. Sin embargo consignas como estas son la última frontera que explica la resistencia de pueblos sometidos a condiciones de acoso y al hambre como los que padecen el pueblo palestino y el venezolano (y las que padeció el pueblo cubano durante el Período Especial). Como ya lo advertía Mariategui, en países como los nuestros el patriotismo es una cuestión de clase, y solo puede asumirlo quien se ha despojado de sus anteojos coloniales.
Como ocurrió con el primer Plan Cóndor, quienes son identificados como enemigos son todos aquellos que no son metabolizables por la dominación capitalista mundial en su actual etapa. Porque se han convertido en un obstáculo para la apropiación inmediata de bienes naturales y el aumento de la superexplotación de la mano de obra, o porque constituyen proyectos de poder que cuestionan esa hegemonía. Resumiendo, es enemigo y objetivo a aniquilar lo que le quita el sueño al nuevo orden capitalista mundial, como amenaza inmediata o estratégica.
Me parece conveniente reservar el concepto de radicalidad para esas manifestaciones de resistencia no metabolizables por el sistema y no para expresiones que solo alarman a los de abajo y provocan ataques de risa de los que mandan. Pensando en revoluciones que solo podrán protagonizar los pueblos, la palabra radicalidad esta asociada a dialogo, a la escucha, a la relación horizontal, a la preocupación por expresar nuestras propuestas mas avanzadas en una clave popular, y a la búsqueda permanente de construir puentes para la unidad de los de abajo. Nunca a la provocación, a lastimar los sentimientos populares, al sectarismo, a ningunear los esfuerzos por liberarnos expresados en la historia nacional y de nuestro continente.