Un perfil de Liz Truss, elegida premier por los conservadores ingleses
Nacida en 1975 en Oxford, casada y con dos hijas adolescentes, la tercera primer ministro mujer que tiene el Reino Unido ha tenido una sinuosa trayectoria política. Representante hoy del ala más dogmática y neoliberal del partido derechista, votó a favor de permanecer en la Unión Europea en 2016 y luego de la victoria del Brexit hizo un giro de 180 grados que la convirtió en una de las estrellas de los antieuropeos.
La estudiante liberal demócrata que en los 80 gritaba “Maggie out, out, out” (fuera Margaret Thatcher) es hoy presentada como la heredera de la Dama de Hierro. Sus padres pertenecían al CND (Campaña para el Desarme Nuclear), un alianza de izquierda que buscaba la eliminación de las armas nucleares y la llevaban a manifestaciones anti-armamentistas que ella definió como “un pecado de juventud”. En los 90, en la Universidad de Oxford, se convirtió en la presidenta de los estudiantes "Liberal Demócratas" y en la conferencia anual partidaria pidió la abolición de la monarquía.
En su último año universitario Liz Truss se pasó, para sorpresa de muchos y horror de sus padres, al Partido Conservador. Electa concejal en el municipio de Greenwich en 2006, dio el gran salto cuatro años más tarde cuando llegó al parlamento con la victoria de David Cameron que, sin mayoría en la Cámara de los Comunes, se vio obligado a formar una alianza con los "liberal demócratas".
Un año después no quedaba ni la más remota sombra de la estudiante que pedía la abolición de la monarquía: Truss se había convertido en abanderada del ala más extrema de los conservadores. En 2011 fundó el “Free Enterprise Group” (exaltación de la libre empresa) con el apoyo de 40 diputados conservadores y fue coautora de uno de los dos libros que marcarían su rumbo ideológico. El argumento central de “After the Coalition”, era que el Reino Unido no estaba condenado a un declive permanente si cambiaba la brújula hacia una cultura pro-empresaria y meritocrática.
En 2012, con los mismos coautores, sacó el segundo libro que empujaba el argumento más a la extrema derecha partidaria con su proclama de un Reino Unido con “menos estado, menos regulación, menos impuestos”. En el capítulo 4 sobre la “Cultura de Trabajo” (Work Ethic) el libro calificaba a los británicos como los “más vagos del mundo” y añadía que “son los que trabajan menos horas, se jubilan antes y tiene una muy baja productividad”.
La frase causó revuelo este agosto en plena campaña. Rápida de reflejos Truss dijo que el capítulo lo había escrito otro de los co-autores, el ex canciller Dominc Raab. Raab respondió que todos habían asumido “responsabilidad colectiva” sobre lo que se publicaba. En medio de la polémica el periódico socialdemócrata “The Guardian” le recordó a Truss una grabación que se había filtrado durante su período como ministra del Tesoro (2017-2019). En la grabación Truss deploraba “la actitud y conducta” de los trabajadores fuera de Londres. “En China las cosas no son así, se lo puedo asegurar”, decía con una risa soberbia.
Las dos caras del Brexit
El Brexit define mejor que nada la personalidad política de Truss. Ardorosa pro-europea, vaticinó en un artículo en el “The Sun” que la salida de la Unión Europea sería “una triple tragedia: más reglas, más burocracia y más demoras en nuestro comercio con la UE”. En cuanto sobrevino la derrota sus opiniones cambiaron radicalmente: “el Brexit es una oportunidad para cambiar todo lo que no funciona”.
Tan interesante como su cambio de opinión es el hecho de que nadie en el partido pareció o quiso darse cuenta. Como canciller de Boris Johnson se convirtió en una de las voces más duras contra la UE, estrella de la derecha conservadora pro-Brexit. En la campaña para sustituir a Johnson, plena guerra en Ucrania, no dudó en contestar que no estaba claro si Francia era una aliada del Reino Unido, palabras que generaron un altercado diplomático más con el bloque europeo.
No son pocos los que predicen que la única manera que tiene Liz Truss de salir bien parada de estos desafíos es volver a hacer el giro de 180 grados que hizo de estudiante o en tiempos del Brexit.
“En la campaña dijo que quería menos impuestos, menos gastos, menos énfasis en la redistribución. Pero apenas se ponía hablar de cualquier área de gobierno – defensa, el Servicio Nacional de Salud – quería gastar más. Siempre que pueda seguir su viejo hábito de ajustar sus ideas al viento que corre, tiene posibilidades de salir más o menos bien parada. Después de 12 años de gobierno conservador, con consumidores, productores y miles de pequeñas empresas ahogados, Truss tendrá que usar el intervencionismo estatal laborista para salir del paso”, señala el comentarista Simn Jenmkins en el “The Guardian”.
Página 12 / La Haine