Usted preguntará por qué marchamos


Cuando se producen acontecimientos populares como los ocurridos en el país este 24 de marzo de 2025 (por los 30.000 desaparecidos), no hay que gastar pólvora en chimangos. Ni una palabra para el gran cuentero, ni un insulto para el presidente. Solo debemos hablar de lo que vale la pena, que es lo que hace nuestro pueblo.
Nunca vi tantos niños y niñas en una marcha, como este año en la ciudad de Buenos Aires. Me impresionó eso mucho más que los números. ¿Fueron un millón, dos millones? No importa.
Me quedé pensando que detrás de cada uno de esos niños y sus padres – madres que los llevaban en sus hombros o de la mano, había cientos de miles de discusiones previas en las familias. Imagino algunos diálogos:
¿Vamos con los chicos? Me da miedo. Pero más miedo me da que crezcan en un país de fantasía. Me da miedo que mi hijo-hija me pregunte por qué no hice nada cuando le pegaban a los abuelos. Me da miedo no prepararlos para lo que se viene, con esta banda de estafadores y fascistas que nos gobiernan.
Yo vi marchar al niño de una compañera despedida, a la nieta de un abuelo que no alcanza a comprar los remedios con su jubilación miserable, a los hijos del desocupado que salió a cortar pasto sin herramientas y le pidió la pala prestada al albañil de enfrente, a la preadolescente que vive en la calle y cartonea con su madre, a la nieta del profesor universitario que se está muriendo de pena por lo que gana y por el poco interés que muestran sus estudiantes por aprender historia o economía. Vi a muchos niños y niñas, imaginé muchas historias.
Pero hubo otros que no pudieron llegar a las marchas, porque están inundados en Bahía Blanca o en Comodoro Rivadavia, porque están deshidratados por la seca, el calor y la falta de agua en Chaco, Formosa y Santiago del Estero. O porque están acompañando a sus padres en los cortes de rutas de Misiones, porque la yerba no vale nada y mucho menos la vida del tarefero, porque viven rodeados de pinos y eucaliptos y no tienen un miserable cuaderno para anotar lo que la maestra escribe en el pizarrón.
Me volví contento de la marcha. Convencido de que con este pueblo, las derrotas solo pueden ser circunstanciales. Borrón y cuenta nueva con lo que perdimos en la pandemia.
Se viene una nueva generación de pibes que, por decisión de sus padres, no se van a perder en las boberías virtuales que promueve el sistema, incluida la timba financiera.
Mal día para el presidente y su cancerbera. Nada para festejar para los saqueadores, los cipayos y los nabos a pedal, que quieren reproducir su especie.
A esta marcha solo le faltó Norita Cortiñas, que la merecía como nadie. Pero ella, igual estaba.
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