Venezuela: Después de la furia
Fueron días de furia. Hubo pedidos de intervención armada por parte del ex narcopresidente Uribe de Colombia, aumento de la recompensa por la cabeza de Maduro, resoluciones del “Tribunal Supremo en el Exilio”, reclamos destemplados del Secretario de la OEA (puesto en ese cargo por Pepe Mujica), reconocimiento de Edmundo Gonzalez como ganador de las elecciones por el G7 y otros países como Israel, Canadá, Argentina y Paraguay. También se prestó Gabriel Boric para denunciar “desde la izquierda” a “la dictadura de Maduro”. La prensa vasalla no se privó de nada. Hasta recurrió a titulares catástrofe como los que exhibió el diario Clarín, resaltando que “sólo Cuba y Nicaragua” habían acompañado la juramentación de Maduro.
En el exterior, ninguno de los enemigos del proceso bolivariano faltó a la cita. Pero en el interior de Venezuela, cuando Maria Corina Machado convocó a una gran movilización fue un fiasco. No pudo demostrar al mundo que el pueblo venezolano rechazaba “el fraude” y la continuidad del chavismo en el gobierno por otros seis años. Convocó en una zona residencial de Caracas y no juntó mas de 3.000 personas.
Tratando de explicar un papelón tan grande se han escuchado múltiples versiones. “Venezuela apareció militarizada”, “la mayoría de los partidos opositores al gobierno traicionaron a María Corina y la dejaron sola”, “se quiso evitar una masacre”, “los venezolanos son rumberos y todavía les duraba la resaca de fin de año”, “faltó una conducción revolucionaria”, etc. Pueblo en la calle no faltó, pero salió por decenas de miles a celebrar la instalación del nuevo gobierno.
Hechos como los sucedidos en estos días nos tendrían que llevar a la reflexión. Sólo hay que ponerse a pensar a cuántos militares fueron a golpearle la puerta para que se sumen a un golpe de Estado, con ofrecimientos de visas y dinero. A cuántos dirigentes sociales se trató de sobornar para que movilicen en sus territorios, a cuántas personas con problemas económicos se trató de comprar, a cuantos jóvenes que viven en los bordes de la delincuencia se trató de cooptar con drogas y promesas. Solo razones muy profundas pueden determinar que un pueblo no se sume a estas aventuras.
En los últimos meses del mandato de Biden, por su propia voluntad o por decisión del “Estado profundo”, el imperio salió a avanzar líneas en distintos lugares del planeta. En algunos lugares, como Siria, le fue bien. En otros, mantuvo la ofensiva criminal, como hicieron en Gaza. En la guerra de Ucrania, hicieron mucho ruido, pero siguieron retrocediendo. En Venezuela, no avanzaron ni un milímetro.
Es objetivo: el imperio, el G7 y la Unión Europea se han topado con un problema que es el pueblo y el gobierno bolivariano. Dan el mal ejemplo de no obedecerles. Le quitan la coartada a los que nos repiten que no se puede investigar las deudas y suspender los pagos al FMI, cobrarles impuestos a los ricos, expropiar a los latifundistas, recuperar el control de los bienes naturales, ser soberanos económica y políticamente.
En los próximos días, la furia se trasladará a la derecha. María Corina Machado volvió a fracasar y otros querrán esperar a Trump ocupando su puesto. Leopoldo López ya se anotó para jugar ese partido. Ya empezaron los primeros cruces que anticipan una batalla que será sangrienta. Volverán los viejos: Borges, Capriles, Ledesma, Ramos Allup, Rosales, pero también pujará una nueva generación que quiere ser parte del gran presupuesto que desde hace años destina EEUU para “recuperar la democracia en Venezuela”. Trump, llega con el antecedente de que ya le vendieron un líder trucho: Juan Gaidó.
En tiempos en que todos los demonios del mundo se conciertan contra los proyectos populares, aún los deshilachados o remendados, corresponde cerrar filas y salir a bancarlos. Ya habrá momentos, en mejores tiempos, para hacer preguntas incómodas. Cada venezolano o venezolana que se negó a ser usado por el imperio, y que se negó a subirse al carro de María Corina, seguramente tiene alguna pregunta que hacer al gobierno. Se han ganado largamente el derecho de hacerlas. Y es bueno que las hagan. Van a fortalecer al movimiento popular y al gobierno. Mientras tanto seguiré pensando que, como ocurrió en el siglo XIX, el pueblo venezolano es un pueblo de Libertadores.
tramas.ar