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México :: 14/06/2023

Victoria simbólica de AMLO y tiempo de descuento para las presidenciales de 2024

Paula Giménez, Matías Caciabue
Las expectativas son altas para un proyecto de integración que tenga como objetivo fortalecer la soberanía económica y la independencia política

El pasado domingo 4 de junio se celebraron elecciones en los estados de México y Coahuila. En las mismas, el proyecto político oficialista de Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO) arrebató la gobernación del estado de México a la oposición. Delfina Gómez, la candidata por «Juntos Hacemos Historia» (la coalición obradorista del Partido Verde Ecologista – PVEM, el Partido de Trabajadores – PT, y el oficialista Movimiento de Regeneración Nacional – MORENA) logró una victoria cómoda, con una ventaja de entre 8 y 9 puntos.

Así, el oficialismo arrebató al Partido Revolucionario Institucional (PRI) un bastión electoral en el que conservaba su hegemonía hacía más de 90 años, y se hizo de la gobernación de una de las entidades federales con mayor peso económico, político, electoral y simbólico en el país. Este hecho supone una victoria para el oficialismo, que suma al proyecto gobernante 23 gobernaciones estatales, señalando el creciente dominio territorial de AMLO, que en pocos años supo ganar terreno allí donde el PRI comenzó a descomponerse.

A pesar de su creciente pérdida de popularidad, en el estado de Coahuila, donde MORENA chocó con mayores dificultades para ofrecer una alternativa de unidad, el candidato del PRI, Manolo Jiménez, retuvo la gobernación para su partido, con casi el doble de votos que su contendiente.

De acuerdo al análisis que realiza, desde el corazón de la contienda, el analista político Katu Arkonada (https://lahaine.org/aQ1d), la ventaja de casi el doble de votos obtenida por la alianza opositora en Coahuila, de menor peso político y económico en el país, deja un sabor a empate técnico. De hecho, si se compara en términos globales el total de votos obtenidos por el oficialismo y la oposición, no hay grandes victorias que celebrar. Y si se comparan los votos retenidos en esta elección con los votos que llevaron a AMLO al poder, tampoco se perciben modificaciones. Ésta es una señal a considerar, según el analista, camino a las elecciones presidenciales de 2024.

El proyecto obradorista

El proyecto de AMLO ha venido a romper con una histórica hegemonía que abonó la instalación del neoliberalismo en México. Aunque los puntos más álgidos de la agenda mexicana, como la erradicación de la violencia y el achicamiento de la brecha de desigualdad, no han encontrado soluciones definitivas, el gobierno de la cuarta transformación encabezado por AMLO, con el eje puesto en lo que el propio presidente ha bautizado como “humanismo mexicano”, retiene el respaldo de la mayoría del país.

En enero de este año, las encuestas que daban los resultados más bajos, proyectaban un 54 por ciento de aprobación para la imagen del presidente, mientras que las más generosas, ubicaban su imagen en 68 por ciento. En relación a presidentes anteriores, Bloomberg calificó a AMLO como el mandatario con mayor aceptación en los últimos 30 años.

En noviembre de 2022, al cumplir cuatro años de su mandato, López Obrador compareció en el Zócalo, luego de una caminata de más de 4 km, junto a una multitud estimada por el gobierno capitalino en 1.2 millones de simpatizantes. Allí rescató los logros de su gestión: 30 millones de familias en el país (85%) reciben de manera directa una parte del presupuesto público; 1.264.931 millones de nuevos empleos se han creado en cuatro años, a pesar de la pandemia;10.500.000 millones de adultos mayores se benefician con una pensión de 3.850 pesos bimestrales; 1 billón 890 mil millones de pesos adicionales se han recaudado en cuatro años, al cobrar impuestos a grandes empresas y bancos que no pagaban.

“Lo fundamental no es cuantitativo, sino cualitativo; es decir, la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza”, “se debe destinar todo lo obtenido y ahorrado en beneficio de la mayoría del pueblo, en especial de los más pobres y marginados”, “nada se logra sin amor al pueblo”, fueron algunas de las frases que pronunció.

Como correlato, por esos días tuvo lugar en México, la Conferencia Política de Acción Conservadora, la CPAC. Este foro político, conocido por su capacidad de articular a los principales líderes regionales de la derecha neofascista, proyectó los ejes centrales que estructuran su discurso contemporáneo. La CPAC, un nido de trumpistas, se enfocó en posicionarse en contra “del avance del comunismo” en la región. Estaban invitados a participar Mauricio Macri (Argentina), José Antonio Kast (Chile), Keiko Fujimori (Perú), Eduardo Bolsonaro (hijo del destronado Jair, Brasil), Fernando Camacho (Bolivia), Donald Trump y Ron de Santis (EEUU), entre otros.

Las candidaturas rumbo a 2024

Finalizados estos procesos electorales regionales comienza, definitivamente, la carrera de cara a las próximas elecciones presidenciales, que dentro del Partido MORENA encuentran la definición final entre el actual Canciller Marcelo Ebrard (quien acaba de anunciar la renuncia a su cargo, para dedicarse de lleno a la campaña) y la actual Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

El desafío principal al que se enfrenta la fuerza en posición de gobierno tiene que ver, principalmente, con la definición de la sucesión de López Obrador, en un país en el que no está permitida la reelección presidencial. La construcción de MORENA, un instrumento electoral alternativo a los partidos tradicionales mexicanos, no ha podido consolidar mecanismos orgánicos para la elección de candidatos que escapen a las controversias. La candidatura presidencial se definirá, tal como ha establecido el partido, por medio de una o varias encuestas llevadas adelante por la Comisión Nacional de Encuestas.

Si bien este proceso ha sido cuestionado, lo cierto es que el partido de la denominada «Cuarta Transformación de México» encuentra su fortaleza en proponer un proyecto que enfrenta las situaciones económicas y sociales producidas por el largo ciclo de gobiernos neoliberales mexicanos, responsables de la conformación del más salvaje Narcoestado de América Latina.

Por si esto fuera poco, el país ha estado históricamente subordinado a la influencia política y comercial estadounidense. No olvidemos que México es el segundo socio comercial de EEUU y el primer destino de las exportaciones de varios de sus estados. Comparten una frontera de 3,140 km. que se constituye en la más transitada del mundo, uno de los focos del gran drama humanitario migratorio que el mundo vive en la pospandemia. Según datos oficiales del gobierno de México, un millón de personas y trescientos mil vehículos cruzan diariamente esa frontera en forma legal.

El México que necesita América Latina

El rol de México en la política exterior y en el proceso de integración de América Latina ha sido de peso desde la llegada de López Obrador. Sin tensar demasiado las relaciones con su vecino y su mayor socio comercial, AMLO se ha presentado como articulador de un nuevo “panamericanismo” sin EEUU, en abierta oposición a la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua de la Organización de Estados Americanos (OEA), que tuvo su síntesis en la CELAC.

También se ha presentado como garante en procesos políticos de relieve como la concesión del asilo político a Evo Morales, luego del golpe de estado en Bolivia, la fuerte condena al Golpe de Estado en Perú, las negociaciones entre el gobierno de Venezuela y la oposición, y los diálogos de Paz entre el gobierno colombiano y el ELN.

El proyecto integracionista latinoamericano, no puede darse el lujo de prescindir de México en la estructuración de un Bloque Regional de Poder autónomo. El país de los mexicas («aztecas»), la segunda economía de América Latina, recientemente ha dictado la nacionalización de sus reservas de litio, el oro blanco, elemento fundamental para la transición de matriz energética que se viene operando en el mundo entero, base del cambio de fase que transita la economía contemporánea.

La victoria oficialista en el estado de México ha producido un impulso moral de cara al fortalecimiento del obradorismo. Aunque aún no está nada dicho, este hecho no es menor en la voluntad de sostener en la presidencia mexicana un proyecto que, además de su vocación soberana, ha demostrado ser altamente relevante para la región

Las expectativas sobre la carrera electoral de 2024, que se inauguró el pasado domingo, son altas para un proyecto de integración que tenga como objetivo fortalecer la soberanía económica y la independencia política de una Latinoamérica en franca disputa.

CLAE

 

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