Chistes racistas y debates serios
A veces, con menos ganas de discriminar que de “hacerse simpático” y, desde luego, sin originalidad. Aunque no sea tan amplio como décadas atrás, en un porciento alto de los casos, el espontáneo chota, o el profesional racista, consiguen la esperada hilaridad. Se trata de un mecanismo de comunicación que no solo debe revelar su esencia estructural, sino además su sentido social. Por tanto, y entre otras muchas cosas, esta vigencia del chiste racista habla de la permanencia de los códigos discriminatorios en el imaginario popular. Es latente entonces la posibilidad de que un debate al respecto se encone y se desvíe de la esencia por donde debe avanzarse hacia su solución.