Y encima habló Fabiola
El expresidente Alberto Fernández siempre fue un bufón de palacio que llevó el cotidiano ejercicio de la manipulación política a su ámbito familiar. Intentó presentarse como un hombre probo, de familia, y progresista en cuestiones de género. Caído en desgracia por sus cobardías políticas, el escándalo explotó por el lugar menos pensado: está acusado de violencia por la madre de su hijo.
El caso surgió por una investigación por el supuesto manejo discrecional de seguros del Estado que beneficiaban a un amigo del ex-presidente, el broker Héctor Martínez Sosa, casado con María Cantero, secretaria de Fernández. La requisa del celular de su empleada permitió que saliera a la luz un dato inesperado. Allí aparecieron comentarios de Fabiola Yáñez a su amiga, haciendo referencia a actitudes violentas del ex-presidente en el entorno familiar.
Quien tramita el caso es el Juez Ercolini, un magistrado muy vinculado al macrismo y al grupo Clarín. Como es de suponer, inmediatamente la denuncia llegó a la tapa de los diarios. En un primer momento Fabiola Yañez no confirmó la acusación que solo puede tramitarse judicialmente si hay denuncia expresa de la víctima. Hoy se conoció que la ex primera dama hizo efectiva la denuncia por violencia de género y “terrorismo psicológico”.
Algunos antecedentes
Fabiola Yañez no venía de la política. Era una mujer como tantas, que se busca la vida realizando distintos trabajos. Se recibió de licenciada en Comunicación en la universidad de Palermo, incursionó como modelo, estudió teatro con Carlos Gandolfo, y fue conductora en el canal 3 de Rosario. Trabajó como panelista de “Incorrectas”, el programa televisivo de Moria Casan y fue parte del elenco de “Común y Corriente”, que se trasmitía por por Radio 10. Cumpliendo su trabajo y preparando su tesis universitaria conoció a Alberto Fernández, en los tiempos que este dirigente político se había apartado del kirchnerismo. Tres años antes de que Alberto fuera nominado candidato a Presidente, ya vivían juntos.
En plena pandemia surgió un acontecimiento que tuvo un fuerte impacto político. Fabiola Yáñez cumplía años y se organizó en la Quinta de Olivos un cumpleaños con invitados, amigos de la primera dama . Esta fiesta fue celebrada en el pico de las restricciones sanitarias a causa del Covid-19. Cuando a toda la población se le aconsejaba permanecer en su casa y se prohibían las reuniones. Alguien difundió fotos que confirmaban la presencia del Presidente en la celebración.
Se produjo un enorme escándalo político y Fernández responsabilizó a su mujer por lo ocurrido. Declaró que la fiesta había sido idea de Fabiola, que allí estaban sus amistades y que él solo pasó a saludar. La acusada se mantuvo en silencio, aunque no faltó el chismoso que sugirió que la fiesta había sido organizada por el presidente. Lo que sí es seguro, fue que a partir de ese momento, la mujer no volvió a conceder reportajes, ni realizó declaraciones. Fue una primera dama muda. La llegada de su hijo Francisco, que llevó ese nombre, “porque ambos admiraban al papa”, la devolvió al primer plano, pero la mujer solo hizo referencias a su alegría por ser madre. Una de las pocas interrupciones de su silencio fue al expresar su solidaridad con compañeras actrices que denunciaron a Fabián Gianola. Declaró: “Viví situaciones incómodas de una confianza que nunca se la di porque la verdad es que no lo conocía y lo conocí en la obra. Él me hizo sentir mal e incómoda”.
¿Se le puede creer a Fernández?
El expresidente se ha defendido diciendo que se trata de una enorme operación política en su contra. No hizo trampas con los seguros, ni le pegó a su mujer. Según él, lo persiguen, entre otros, el grupo Clarín que es el mismo multimedios a quien acompañó en 2008 durante el conflicto del “campo”, y a quien trató de no disgustar en los años que duró su presidencia.
La pregunta es: ¿por qué la derecha argentina, que tiene como alfiles más destacados al Poder Judicial y los grandes medios de prensa, va a preocuparse especialmente por un político deslegitimado como el ex mandatario? De Alberto nadie quiere hacerse cargo, al punto que Cristina Fernández no recuerda haberlo ungido como candidato a presidente.
Un derrotero hacia la catástrofe política
Si algo le preocupó a Alberto Fernández durante su presidencia fue no tener ningún roce con los poderes económicos locales, ni con la prensa hegemónica, ni con el poder judicial. Trató de disimular con algunos gestos progresistas en la dirección de ampliación de derechos de géneros su total claudicación en otros terrenos de la política. Las consecuencias de sus decisiones están a la vista. No pudo renovar su mandato, y el peronismo perdió el gobierno, está procesado por supuestas irregularidades en la contratación de seguros, y su mujer lo denunció por violencia de género.
En el plano de las decisiones de gobierno, después de un comienzo prometedor protegiendo a Evo Morales cuando se produjo el golpe de Bolivia, no se animó a promover la expropiación de Vicentín. Esta cerealera y exportadora había sido llevada a la quiebra por sus dueños, y de ser estatizada pudo haberse convertido en una empresa testigo que ayudaría a regular las exportaciones de granos.
Las primeras buenas decisiones que tomó en la pandemia, no cediendo a las presiones de Pfitzer, y trayendo las vacunas rusas y chinas, prohibiendo los despidos y garantizando salarios con subsidios a las empresas, no se mantuvieron pasada la emergencia. La negociación con el FMI terminó con una legalización de la estafa. El crecimiento económico post-pandemia fue en exclusivo beneficio de los empresarios. Los trabajadores no mejoraron su situación en relación a la que tuvieron con el gobierno de Macri. Durante el mandato de Alberto Fernández el salario público cayó un 6%, y el salario privado un 4%. La indigencia subió un 1,3% y la pobreza 4,9 %.
En el plano internacional arrancó con mucho protagonismo, pero se fue diluyendo al punto que terminó su mandato cumpliendo las órdenes de EEUU de facilitar el secuestro de un avión 747 de carga venezolano.
Siendo profesor universitario de derecho, era esperable que provocara cambios importantes en el poder judicial. Eligió mantener buenas relaciones con la Corte Suprema y la mafia judicial enquistada en tribunales.
A pesar de tantos fracasos y distorsiones entre lo que hizo y lo que prometió, Alberto Fernández puede mostrar a su favor que durante su gobierno se creó el Ministerio de la Mujer, se aprobó la interrupción voluntaria del embarazo y la Ley de Identidad de Género.
Encima, habló Fabiola
Las acusaciones de Fabiola Yáñez de haber sido víctima de violencia de género por parte de su marido, es lo que le faltaba a Fernández para demoler su carrera política.
Todas lo que le acompañaron quieren tomar distancia. A la solidaridad con Fabiola de las dos ex Ministras de género, Elizabeth Gómez Alcorta y Ayelen Mazzina, se sumó la ex legisladora de Buenos Aires Ofelia Fernández, que tuiteó: “No quiero esperar ni especular con estas cosas, jamás lo hice. De cualquier golpeador diría primero que es un hijo de puta. De Alberto Fernández creo también que es un psicópata por haber usado durante años al feminismo y a sus militantes. Y aunque sea molesto ver hoy a muchos soretes, que en la vida le creyeron a una mujer que denunciaba, querer colgarse de esto mientras se ríen, creo que corresponde hablarle a las miles de pibas a las que hace ya tiempo les pedí que me acompañaran a sumarse a esto que resultó una interminable decepción. Hacerme cargo de haber creído tanta basura”.
Las conductas políticas que se ejercen en espacios públicos no suelen disociarse de las conductas privadas. Quien construye en política en base a arreglos ocasionales y de conveniencia, suele reproducir sus prácticas en el ámbito familiar y de sus amistades. También allí hay manipulación, relaciones instrumentales y caretas falsas. La soledad política a la que conduce una apuesta equivocada suele estar acompañada por la soledad personal.
A Alberto Fernández no se le puede creer nada. Y encima habló Fabiola.
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