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Cada nuevo mes que transcurre se hace más difícil opinar de nada. Cada mes se nos hace más difícil atinar lo suficiente cómo para no desviarnos de la verdad, de lo legítimamente correcto como ser humano y como colectivo que somos. Porque de alguna forma nosotros también estamos sumergidos en este mundo de pandereta que se autodestruye.
Mientras andamos enzarzados en ridículas luchas interétnicas, es el perverso entramado financiero el que se fortalece a costa de todos. Las diferencias entre ricos y pobres se agrandan, se disparan alcanzando dimensiones imposibles de franquear. Millones de personas mueren por la adulteración de productos de consumo, sean o no legales (las vacas locas y sus piensos compuestos, drogas que tienen más de todo y menos de lo que te venden, alimentos transgénicos, amoniaco en el tabaco…) e incluso algunos miembros de la comunidad científica ponen en duda si el SIDA ha existido tal y cómo se nos ha explicado hasta ahora…
Cada nuevo mes que transcurre se hace más difícil erigirse en, no ya campeón máximo de la verdad, sino simple participante, y las ideologías andan más deslegitimadas porque han prescindido simple y llanamente de la pedagogía.
¿Cuántas voces se alzan a favor de la pena de muerte? Más bien demasiadas. ¿Cuántas aplauden el endurecimiento del aparato represor? Demasiadas. ¿Cuántas han respaldado el progresivo desmoronamiento de las políticas sociales y educativas? Tantas como personas votaron al Partido Popular en las pasadas elecciones. Pero realmente ¿es necesario arrasar y empezar de nuevo? Y, de hacerlo, ¿quién se erigirá en valedor máximo de la verdad?, ¿el que todo lo ha destruido?
Ha llegado el momento de que volvamos a las aulas. Ha llegado la hora de que derribemos estatuas y profetas. Que las conclusiones surjan por nosotros mismos. Es el momento de que surja un nuevo ser humano ajeno a mezquindades; ajeno a imponer los intereses de los suyos por encima del de los demás, porque ya no habrá intereses. Es la hora de estar más allá de la confrontación, más allá de lo material, más allá de la búsqueda del poder para caer en el absurdo. Ha llegado el momento de ser auténticos y sencillos; sin presunciones, sin arrogancias, sin más humillaciones infringidas entre pueblos. Aún estamos a tiempo.
Editorial Mondosonoro|
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