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Cuba: "Y si te fuiste perdiste..."

Manolín, un joven emprendedor que quiso ser músico. De lo otro, de la "gran figura", del "político" en que lo quieren convertir, se está encargando El Nuevo Herald, con ese poder de imaginación que lo caracteriza. Félix López, La Habana.

La premonición siempre estuvo ahí, agazapada en el título de su primer CD. Y me atrevo a pensar que ni los ejecutivos de Caribe Productions -sello discográfico que accedió a realizarle la primera grabación promocional- se imaginaron que Manuel González (alias Manolín, alias El Médico de la Salsa) iniciaba con aquel disco lo que el mismo había dado en llamar "Una aventura loca".

Dos años antes, en 1992, cantando en un festival de aficionados de la FEU, en la Facultad de Ciencias Médicas de La Habana, decidió que se dedicaría a la música. Era su único aval para irrumpir en el ámbito cultural cubano, donde más de 20 orquestas salseras de renombre no demoraron en responder -sin llegar a la maestría y el vuelo de un Benny Moré o un Ñico Saquito-, a los atrevidos coros de aquel intruso que anunciaba, sin siquiera sonrojarse, la llegada del Rey.

Para entonces, ya estaban repartidos los más atractivos títulos del linaje salsero de la Isla (El caballero del son, El chévere de la salsa, El príncipe..., El gallo...); y el virtuoso José Luis Cortés, siempre presto a abrir las puertas de NG-La Banda a consagrados o jóvenes advenedizos, lo presentó como El Médico de la Salsa, desde el Salón Rojo del Capri hasta los bohemios clubes del Distrito Federal, Cuernavaca y Tabasco, en México...

De regreso a Cuba, ya casi convencido de que "era lo máximo", Manolín creó su propia banda y comenzó a experimentar, para desconcierto de sus colegas y críticos, en la llamada hipersalsa o timba, con la que una generación de músicos de escuela ya había logrado desmarcarse de lo que conocíamos por salsa neoyorquina o puertorriqueña. El Médico... para ser más "original", dejó claro que lo suyo era "salsa sin prejuicios". Y lo explicó de una manera muy conceptual: "Porque yo soy un tipo sin prejuicios".

A la vuelta de unos cinco años, ningún análisis cultural serio de lo que algunos se aventuraron en calificar como "el fenómeno Manolín", puede obviar el contexto socioeconómico que rodeó su irrupción en el ámbito musical cubano: con la apertura del Palacio de la Salsa, a mitad de los noventa, se produjo una explosión de agrupaciones interesadas en repartirse el botín de los escenarios nacionales, entonces mucho más atractivos (por sus dividendos) que las giras al extranjero.

Sin recursos de tipo musical para sostener una revancha artística, a Manolín le sobraron habilidades para descubrir que el bailador cubano necesitaba medir la fuerza individual de aquel abanico de opciones que se le presentaba... De ahí que "la mecánica de sus coros" -un término que no aparece en diccionario musical alguno-, se pusiera en función de la polémica, de construir una imagen personal y desacreditar la del contrario. Lo que para él significaba "estar arriba de la bola".

Muchos no logran explicarse todavía cómo el disco "Una aventura loca" logró colocar más de tres hits y rompió de inmediato los récords de ventas. O cómo hizo para atiborrar, una noche tras otra, los clubes nocturnos de la capital donde se presentaba con su banda... "¡A que me mantengo!", solía exclamar ante las críticas periodísticas que nunca le faltaron.

Pero la bola se desinfló en cuanto las demás agrupaciones dejaron de hacerle el juego. Cuando la mayoría descubrió que aquella guerra siciliana de frases callejeras y ofensas solo los llevaba a deslucir los textos, a minimizar la cadencia de la percusión, el mambo de los metales y los tumbaos logrados por el piano, Manolín se quedó solo y se fue apagando, poco a poco, en los escenarios, los cabarets, las disqueras y la radio.

Hasta aquí, con excepción de alguna que otra gira por Europa o de dos discos menos exitosos, no hay nada más que se pueda añadir al curriculum artístico de Manuel González. Yo diría, para cambiar de tema, que se trató de un joven emprendedor que quiso ser músico. De lo otro, de la "gran figura", del "político" en que lo quieren convertir, se está encargando El Nuevo Herald, con ese poder de imaginación que lo caracteriza.

Desde el pasado 17 de mayo, fecha en que Manolín fue detenido en el aeropuerto de Atlanta, por haber ingresado a los Estados Unidos con documentos falsos obtenidos en México, y conducido a una cárcel en el Condado de Kalb, Georgia, asistimos a una suerte de fábula en la que se mezclan periodistas caza "talentos", congresistas de origen cubano incapaces de diferenciar un guaguancó de un paso doble, y los ejecutivos de la FNCA, que no es precisamente una firma discográfica.

Pero la saga de Manolín en Miami no comenzó el 22 de mayo del 2001 (con el recibimiento organizado por la Fundación Nacional Cubano Americana, encargada de las gestiones ante el INS y de la primera conferencia de prensa), sino que se remonta a octubre de 1999, fecha en que le cuenta a la periodista Jacira Castro: "Nunca me pasó por la mente vivir fuera de Cuba... Empecé a viajar y mi mente se empezó a ampliar, empecé a ver el mundo como mi casa".

Unos días después, sin su grupo y enfrentando un posible litigio con su disquera, regresó a la Isla. Desde entonces había puesto las primeras piedras en el camino del regreso. Hace unas pocas semanas, luego de realizar la solicitud de asilo político en los Estados Unidos, dijo a El Herald: "Estoy seguro de que este es mi destino. Desde que vine por primera vez sentí que Miami podía ser mi casa".

Manolín cedió y aquellos utilizaron su figura. "¿Qué figura?", acaba de preguntar un colega curioso que ha estado al tanto de este artículo. Y sin darme tiempo a responderle, agrega a mi final otra de las premoniciones que tuviera para sí mismo El Médico de la Salsa: "Te fuiste, y si te fuiste perdiste, yo no, yo me quedé".

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