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Cuba: Revolutionrock
Recién ahora el gobierno de Fidel Castro le abre las puertas al rock. Sin embargo, pese al mar de dificultades para desarrollarse, en Cuba hay una escena rockera, con músicos que prefieren el death metal al son, chicos que escuchan a A.N.I.M.A.L. en copias prolijamente pirateadas y promotores culturales que se deslumbran cuando ven una pared de Marshalls. Aquí, una postal desde bien cerca de la Revolución.
Hace poco, Fidel Castro inauguró con gran pompa una estatua de John
Lennon en un parque del Vedado, uno de los barrios más hermosos de La
Habana. Fue uno de los primeros gestos claros de simpatía hacia el rock
que tuvo el Comandante en más de cuarenta años de Revolución,
si bien aún hoy reconoce que, en realidad, nunca le prestó demasiado
atención a los Beatles. Estuve demasiado ocupado en los 60,
ironizó. Los gestos de apertura hacia un género durante mucho
tiempo considerado imperialista culminaron el febrero pasado con el show de
los galeses Manic Street Preachers en el teatro Karl Marx. Ese concierto, al
que asistieron no sólo Fidel sino también el ministro de Cultura,
Abel Prieto, demostró que el gobierno cubano le está reconociendo
al rock su status de expresión cultural legítima.
Pero no es fácil hacer rock en la isla. Los motivos son varios. Primero
porque, como en todo país caribeño, la cultura musical está
mucho más cerca del son y los ritmos afro que de cualquier otra cosa.
Segundo, porque (hay que decirlo) la Revolución nunca vio al rock con
demasiado simpatía. En los 70 no se escuchaba rock en la radio.
La rumba y los ritmos afrocubanos que Batista había prohibido fueron
alentados como un ejemplo de cubanidad y, más importante, como una expresión
anti-norteamericana. El primer signo de que las cosas cambiarían ocurrió
en 1979, cuando Billy Joel, Rita Coolidge, Kris Kristofferson y Weather Report
tocaron en el Karl Marx. Al año siguiente, en Cuba se empezaron a oir
a varios artistas anglo en la radio (entre ellos, los Rolling Stones y Jimi
Hendrix). Y hoy las radios pasan rock con relativa asiduidad.
Pero si ahora el rock más común, la cuestión del equipamiento
no es tan fácil de solucionar. El centro neurálgico del rock cubano
en La Habana se llama El Patio de María. Es un centro cultural donde
hay una suerte de garaje al aire libre (donde tocan las bandas) y un escenario
interno. Los cubanos rockeros, hiperinformados de lo que sucede en otras tierras,
dicen que es como Obras: una banda no es una banda hasta que no pasa por
el Patio. Pavel Havlic es uno de los principales colaboradores del Patio
y fue manager de Zeus, una banda de power metal cubana que tiene 12 años
de carrera y un disco editado en España, Hijos de San Lázaro.
El explica que los equipos que tienen todas las bandas son de cuarta y
quinta mano. Un equipo bueno pero muy básico te puede costar
2 mil dólares, una suma imposible para nosotros. Un profesional
isleño cobra, promedio, unos 15 dólares por mes... en pesos cubanos.
Por supuesto, se pueden conseguir dólares por medios non-sanctos, pero
no es tan fácil. Ninguna banda tiene un equipo Marshall, se manejan con
otros de menor calidad. Y el sonido, claro, nunca es muy bueno,
concede Pavel. Un estudio de grabación bueno cuesta 100 dólares
la hora. Y sólo dos o tres personas en toda La Habana tienen portaestudio.
No lo cobran barato, tampoco.
A los rockers cubanos se los llama peluses: esto no es precisamente
un insulto, pero tampoco un elogio. Las disquerías traen pocos discos
importados y que, obviamente, son muy caros. De todos modos, la piratería
está a la orden del día: hay copiadoras de CDs, y los turistas
y amigos en el exterior envían discos, que son reproducidos. En el malecón
se pueden conseguir los últimos lanzamientos quemados (la castellanización
de burned) en CDR por un precio relativamente barato. Y en el Patio de María
están armando una discoteca y hemeroteca, con revistas internacionales
y todos los discos que puedan conseguir.
No todo el panorama es tan negro. Por ejemplo, sí se organizan festivales
de rock: el Cuba Rock, por ejemplo, o La Piragua en 1997, dos días
de shows a los que asistieron más de 30 mil personas, o el Festival Mundial
de la Juventud y la Cultura. El año pasado iban a visitar la isla los
Rage Against the Machine: la propuesta era tocar en la Tribuna Antiimperialista
de José Martí. Pero la partida de Zack de La Rocha y las dudas
acerca de la sinceridad del discurso de la banda frustraron el show. Ahora se
habla de Alanis Morrissete (ella visitó la isla en una suerte de intercambio
cultural hace unos años, y tocó un poco el piano en el Patio de
María), de Beck, de Die Töten Hosen y, con más seguridad,
de los puertorriqueños Puya. El ambiente parece propicio: el Ministerio
de Cultura está equipando a varios centros culturales de las cinco principales
ciudades cubanas (los equipos no son para los músicos: quedan en el local),
y en agosto se editará la primera revista oficial de rock, Jarrock de
Café, donde colaborarán muchos de los que alguna vez firmaron
en fanzines.
En Cuba hay 47 bandas de rock. Ese es el número exacto: a los cubanos
los obsesiona contabilizarlo todo. La gran mayoría son de heavy metal,
el género casi excluyente en la isla. Jorge Luis Hoyos García,
otro colaborador del Patio y uno de los principales promotores de fanzines habaneros
(su firma aparece habitualmente en Ilusión, uno de los que se editan
con más frecuencia), enumera los géneros favoritos en la isla:
hard, heavy, thrash, speed metal, nü metal, grindcore y hasta black metal.
Somos todos metralleros (metalero, en cubano básico), explica.
Como es lógico, últimamente se están incorporando al heavy
ritmos afros o locales, al estilo de Puya o de Sepultura, bandas amadas en la
isla. Los principales exponentes de la fusión son Joker, un grupo que
ya tiene nueve años de carrera y que empezó haciendo punk estilo
The Clash. Hace unos años, Zeus (cuyo baterista tiene 40 años
de edad) intentó invitar a A.N.I.M.A.L. a Cuba. Pero no pudo hacerse,
cuenta Pavel, entonces manager de Zeus. Ellos tendrían que haber
venido a tocar totalmente gratis, y no hay equipos. A propósito,
la noticia del cisma en la banda argentina fue vivida como una tragedia en los
círculos metralleros cubanos.
Además de Zeus, la escena del heavy se completa con Tendencia (una banda
de Pinar del Río al estilo Puya, que será editada en Alemania),
Agonizer (death metal, y en busca de compañía), Rice & Beans
(de Matanzas, estilo Korn), Mephisto (de Holguín, black metal que será
editado pronto en México) y Combat Noise (de La Habana, onda Fear Factory).
Otros estilos tienen menos suerte: bandas punk hay muy pocas, salvo Porno Para
Ricardo, de La Habana, con letras picarescas. El primer tema del disco de Zeus,
por ejemplo, se llama Dollar y dice: Te estoy buscando/ ¿dónde
estás?/ te estoy llamando/ ven hacia acá/ Washington, Lincoln,
Jackson/ echen para acá/ con ustedes vamos a comprar/ una vez más.
Desde hace un par de años, los cubanos pueden tener dólares (antes
las divisas se usaban sólo para el turismo). Eso ha provocado que, justamente,
todos quieran que los dólares vengan.
Y todos quieren que vayan bandas: después del episodio de los Manic Street
Preachers, los cubanos están ansiosos. Pero no tienen muchas ganas de
que los próximos visitantes toquen en un lugar tan oficial
como el Karl Marx sino que lo hagan en un centro cultural, para que el
show sea un verdadero recital de rock, dice Gil Pla, líder de Joker.
Cuando Fermín Muguruza visitó Cuba como turista, tocó en
el Patio, y fue tremenda furia. En un teatro se pueden romper
butacas, la gente no se suelta, y menos si asiste el Comandante. Igual, yo no
podía creer los equipos que tenían los Manics. Era un abuso. Nunca
había visto tantos Marshalls juntos.
MARIANA ENRIQUEZ
(NO)
Kolectivo
La Haine
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