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El lío de las "parades": Editorial MondoSonoro

Existe un mito bastante extendido relativo a la capacidad de iniciativa que poseen los catalanes en general y más concretamente de la ciudad de Barcelona en la continua búsqueda de su vocación más vanguardista. Pero lo que durante estas semanas se ha desarrollado en la Ciudad Condal supera previsiones en algo que muy bien podríamos titular, con ánimo de ser sensacionalistas, como "el culebrón de las Parades". Para los no avezados -muy pocos creo yo- explicaremos que una Parade es, simplificándolo mucho, una caravana de treinta enormes trailers, más o menos, (el número va en función del presupuesto, es decir: de los sponsors o clubes implicados) decorados para la ocasión y provistos de unos enormes equipos de sonido, a través de los cuales los pinchadiscos de turno se explayan ante una comitiva muy entusiasta que se viste para la ocasión y que no para de moverse al ritmo de las distintas carrozas. Bueno, y siendo menos descriptivos y un poco más entusiastas, también podríamos decir que una "parade" es una manifestación de amor, música, tolerancia y libertad aunque también, y no lo olvidemos, pues parte sustancial en su éxito europeo, una ocasión inmejorable para ponerse bolinga de felicidad en plena calle, a plena luz del día y sin cortarte un pelo por manifestar tu extasiado jolgorio. Pues bien, esta expresión de modernidad multitudinaria aunque esto suene a terrible contradicción, que lo es, quiere ser importada a Barcelona por nada menos que tres plataformas todas ellas bajo diferentes nombres. De tal forma que se estaban y están desarrollando tres proyectos bajo los nombres de Free, Sun y Love, todas ellas de apellido "parade", con lo que el mito de la capacidad de iniciativa de los catalanes no sólo queda demostrado sino que queda hasta sobrado.

De los tres, los que más prisa tenían, eran los organizadores de la Sun Parade que, cansados de la cautelosa y conservadora posición del ayuntamiento, decidieron saltarse a la torera los permisos municipales y presentar su Parade como una manifestación, pero entendida ésta literalmente, es decir hacer uso del derecho a manifestarse recogido en nuestra Constitución y solicitar el permiso directamente al Gobierno Civil. Naturalmente se lo denegaron y la jugada no coló. Por otro lado los de la discográfica Blanco y Negro se reclaman legítimos poseedores de la marca de origen Love Parade, que en Berlín dio lugar a todo esta fiebre de "parades" europeas, además de un magnífico negocio gracias al merchandising.

Y por último Genco Music y Producciones Animadas, ya en colaboración con el Ayuntamiento como responsables del festival BAM de Barcelona, siempre han estado bien situados en la línea de salida por vincular más su proyecto a la oferta cultural de las fiestas de La Mercè a celebrarse durante el mes de septiembre.

Al final no sabemos quién se llevará el gato al agua o si finalmente algunos de estos colectivos llegarán a un acuerdo de fusión de sus proyectos, algo que simplificaría la decisión por parte del ayuntamiento, pero lo que nos estamos empezando a preguntar es sí con la actual existencia de un festival tan reputado internacionalmente como el Sónar, esta muestra carnavalesca algo chabacana resulta realmente necesaria.

Redacción MondoSonoro
nš 75, Junio 2001

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